SANTA JUANA DE ARCO
Vista por Santa Teresita de Lisieux
Una de las principales devociones de Santa Teresa de Lisieux era Santa Juana de Arco, esto, porque el aspecto guerrero de su alma era un área dominante en su perfil moral. Sin embargo, aún aquellos que la quieren más, tienden a olvidar esta faceta.
“En mi niñez, yo soñaba con combatir en un campo de batalla. Cuando comencé a leer la historia de Francia, quedé encantada con las hazañas de Juana de Arco; y sentí en mi corazón el deseo y el coraje de imitarla“.
Santa Teresa gradualmente fue percibiendo las profundas similitudes entre su vida y la de la Virgen de Domrémy. Así, el 21 de enero de 1894, en el 101 aniversario del martirio del infortunado rey Luis XVI, ella escribió un libreto de teatro llamado “La misión de Juana de Arco“. Al año siguiente, cuando el Papa León XIII la declaró “Venerable”, y Francia celebró a su santa mártir y guerrera, Santa Teresa escribió otro libreto, “Juana de Arco cumple su misión“, que fue representada por la comunidad del Carmelo. Ella interpretó el papel de Juana de Arco.
La obra representaba la conquista de Orleáns, la coronación del rey Carlos VII, pero sobre todo la quema de Santa Juana de Arco en el patíbulo, lo que significaba para Santa Teresa el cumplimiento de la misión de su heroína.
Santa Teresa firmó su Cántico para obtener la canonización de Santa Juana de Arco como “Un soldado francés, defensor de la Iglesia y admirador de Juana de Arco“.
Santa Juana, la Virgen de Orleáns, y Santa Teresa, la Virgen de Lisieux, son dos modelos de la militancia católica, combatiendo contra los enemigos de la Iglesia y de la Civilización Cristiana. Dos grandes santas, que llevaron vidas tan diferentes – una estrictamente militar y la otra contemplativa- tienen sin embargo profundas afinidades entre sí.
Santa Teresa no vivió para ver la canonización de Santa Juana, y ella estaba muy lejos de imaginar que el 18 de mayo de 1925 el Papa Pío XI la presentaría a ella misma al mundo Católico como “la nueva Juana de Arco“; y que durante la Segunda Guerra Mundial, el Papa Pío XII la declararía, al igual que a la Virgen de Orleáns, “Patrona Secundaria de Francia“.
Presentamos a continuación “La Pastora de Domremi” obra escrita en verso por Santa Teresita de Lisieux en honor de Santa Juana de Arco.
TERCERA PARTE
LA PASTORA DE DOMREMY
(Fragmentos)
(Juana de Arco, oyendo voces celestiales)
Yo, pobre pastorcita,
Adoro mi rebaño,
Gusto de hilar en huso,
Y estimo mi cayado.
La soledad del bosque
Es mi mayor encanto;
Me complazco en decirle
Secretos de quien amo.
Allí tejo guirnaldas
Con flores de los campos
Para la Santa Virgen,
Al son de dulces cánticos.
Me encanta la natura.
Las flores y los pájaros
Y al límpido arroyuelo
Con su murmurio blando.
Los valles y campiñas
En verlos me complazco;
Las cumbres de los montes
Me acercan al Dios alto.
Oigo que extrañas voces
Dicen mi nombre claro…
Tal pienso que hablar deben
Los querubines santos.
Mirando hacia los cielos,
Pregunto al vasto espacio;
De seres misteriosos
No veo ningún trazo.
¡Ay de mi! que no puedo
Volar alto, muy alto,
Y flanquear las nubes
Que deben ocultármelos.

SANTA CATALINA Y SANTA MARGARITA
Tierna niña, nuestra dulce compañera,
Tu voz pura ya los cielos penetró;
Tu Custodio, que es guardia de tus secretos,
Ya tus votos al Eterno presentó.
Descendemos de su augusto y santo imperio,
Do reinamos, porque tal es su bondad,
Descendemos, cual divinas mensajeras,
A decirte su divina voluntad.
Partir debes a salvar a tu noble patria
Partir debes a salvar su fe y su honor;
Jesucristo, con su Madre Inmaculada.
Armar quiere ése tu bravo de valor.
JUANA llora
Pastorcita, secar debes ese llanto;
Hoy el cielo te ilumina con su luz;
Está escrito que el sufrir tiene su encanto,
Y en el cielo cantan todos a la Cruz.
Con canciones semejantes se templaron
Muchas almas volaron a morir;
Sus canciones semejantes hoy prepara
Ese pecho que por Dios va a combatir.
Para el alma santa y fiel, acá en la tierra,
En la cruz está la gloria, amor y luz;
Y en el cielo no habrá cetro tan glorioso
Como el cetro empurpurado de la Cruz.

SAN MIGUEL
Yo soy Miguel, Custodio de la Francia,
Gran general del reino del Señor,
Mi potestad llegando hasta el Averno
Allí Luzbel por siempre encarceló.
Tiempos atrás, envuelto en alma lumbre,
Quiso poner su trono sobre el sol;
Yo enfrente de él, alcé pendón de guerra
Y exclamé así: “Satán, ¿quién como Dios?”
Entonces ¡ay! las iras vengadoras
Del Inmortal abismos van a abrir,
Y Lucifer cayó allí como piedra,
Y no tendrá jamás perdón allí.
Orgullo vil, le hundió en el negro abismo;
Orgullo fué lo que acabó con él;
Quiso después hacer caer al hombre
De orgullo vil, como él vino a caer.
Y fué Jesús, el Verbo igual al Padre,
Quién se vistió de nuestra humanidad
Y restauró la creación entera
Con el pavés de amor y de humildad.
Este Señor salvar quiere a la Francia,
Mas, no a merced de un gran conquistador;
Pues despreció para esto al orgulloso
Y puso en ti sus ojos el Señor.
Prepárate, pastora de Domrémy,
Y parte ya, por Dios, a combatir;
Deja el frescor del bosque y la pradera
Y el recental y el valle y el redil.
Armate ya, y vuela y salva a Francia:
Peligros mil desprecia con valor,
Pues te daré valor y fortaleza
Para arrojar de aquí al usurpador.
La espada ten, y llévala a la guerra,
Que tiempos ha Dios la guardó para ti.
Toma el pendón -bandera inmaculada-,
Y ve ante el Rey, pues Dios lo manda así.
JUANA, sola
Por Vos solo, Señor mío dejaré a mi pobre padre
Y mi pueblo tan querido con su bello campanario,
Por Vos partiré a la guerra, renunciando mis amores;
Y en lugar de mis corderos, guiaré cuerpos armados.
Yo oso ofrezco mis alegres diez y ocho primaveras;
Sacrifica mis caprichos, mi zurrón y mi cayado;
Y en lugar de coger flores en praderas verdeantes,
Cogeré la aguda espada, recia malla y férreo casco.
Mi voz débil, empañada con el soplo de la brisa,
Por los campos de batalla se oirá luego resonando;
¡Ay! En vez de despertarme la campana de oraciones,
Vendrán choques y estampidos a turbar mi sueño escaso.
Mándame, Señor, las cruces donde yo me sacrifique,
Mándame, Señor, martirios, pronta estoy a tus mandatos;
Pues el cáliz de amargura será siempre las delicias
De quien sufre y de quien muere por amor del Dios amado.
SAN MIGUEL
Tiempo es de marchar, pastora
El Señor te quiere armar.
No temas morir ahora
Que Él te vendrá a coronar.
SANTA MARGARITA
¡Oh, tierna niña,
Tu reinarás!
SANTA CATALINA
Tu al Corderillo
Le seguirás.
LAS DOS SANTAS
Como nosotros
Has de elevar
Al Dios eterno
Dulce cantar.

SAN MIGUEL
Tu nombre, Juana, escrito está en los cielos
Entre los nombres a Francia libertaron;
Tu brillarás con vivos resplandores
Como Reina feliz entre los santos.
Tú brillaras con vivos resplandores
Como Reina feliz entre los santos.
(Las dos santas, ofreciendo a Juana de Arco la palma y la Corona:)
Con dicha los reflejos contemplamos
Que ya tus sienes orlan
Y del cielo gozosa te traemos.
SANTA CATALINA
La palma del martirio
SANTA MARGARITA
Y la corona.
SAN MIGUEL
La palma y la corona se conquistan,
Oh, pastora, en los campos del honor;
Antes de la victoria está el combate…
¡Escucha el estampido del cañón!
LAS DOS SANTAS
Nosotras volaremos al combate
A entregarte la palma de victoria,
Y allí a tus sienes ceñiremos ambas
La aureola inmarcesible de la gloria.
JUANA, sola
Con nada en la tierra se puede saciar;
Aspira a lo eterno; su dicha completa
Tan solo en el cielo la puede encontrar.
Más antes, Dios mío, de veros, anhelo
Luchar por Vos siempre; luchar y sufrir;
Ganar por Vos almas, llevarlas al cielo;
Con ellas amaros; por ellas morir.
Pasarán estos días de guerra;
El destierro también pasará;
Y, dejando mi cuerpo en la tierra,
El alma a su Esposo, feliz, volará.
PLEGARIA DE SANTA JUANA DE ARCO EN SU PRISION
La voz me lo predijo y aquí estoy prisionera;
Socorros ya no espero sino de Vos, Señor;
Por vuestro amor tan solo dejé mi azul ribera,
Deje a mis viejos padres; mi mas risueño amor.
Abandonado el valle lancéme a la contienda;
El lábaro di al viento, y al campo fui veloz;
Reuní grandes ejércitos en torno de mi tienda
Y bravos generales sumisos a mi voz.
Y aquí, cual recompensa, una prisión sombría,
Después de dar mi sangre, me viene a entristecer;
Ya no veré mis lares con toda su alegría,
Ni los rientes prados veré mas florecer.
Ni aquella gris montaña tan alta y tan lejana,
Cuyo nevado pico taladra el cielo azul;
No oiré tampoco el eco que deja la campana,
Y va a perderse en nubes de recamado tul.
En este calabozo sombrío, busco en vano
La estrella vespertina que tanto habla de Dios;
Ni aquel árbol, que sombra me diera en el verano
Cuando me adormecía, de mi rebaño en pos.
Aquí, cuando me duermo, después de amargo llanto,
Sueño con los perfumes del fresco alborear;
Y sueño ver mis valles y el bosque de mi encanto,
Y el ruido de mis hierros me viene a despertar.
Señor, ya no rechazo ni el fuego de la muerte;
Acepto el cruel martirio; lo abrazo por tu amor;
Mi corazón suspira y anhela poseerte;
Mi voluntad es tuya; recógela, Señor.
Morir por amor tuyo, déjame ya, te ruego;
Quiero, en pos de tus huellas, seguirte con mi cruz; (I)
Morir quiero abrasada, cual mariposa al fuego;
Morir y consumirme en tu divina luz.
Mateo, XVI, 24; Marcos, VIII, 34; Lucas, IX, 23.
LAS VOCES QUE OYO SANTA JUANA DE ARCO
DURANTE SU MARTIRIO
De la gloria descendemos
Para llevarte a la gloria;
Aquí tienes la brillante
E inmarcesible corona.
Deja, deja ya el destierro,
Vente luego con nosotras
A tu patria; Dios te invita
A gustar su vida propia.
Abrasadora es tu hoguera;
Pero es más abrasadora
La llama que Dios enciende
En el pecho de su esposa.
Ya corta tus ligaduras
Un ángel con hacha corva;
Ya tu palma se cimbrea;
Ya Jesús por verte asoma.
Un instante falta, y luego,
Mientras tu cuerpo reposa
En la tierra, tu alma el cielo
A salvar a Francia corra.
JUANA, expirando
Camino voy de la vida;
Cerquita estoy de la gloria;
Y, pues, por mi patria muero,
Espero que Dios me oiga.
Ayúdame, Virgen Santa,
Mi abogada y protectora;
Ayúdame, Jesús mío,
Que te va en ello la honra.

EL JUICIO DIVINO
Pues que en tu cruel agonía
Me llamas, voz lastimera,
Heme aquí a quemar los lazos
Que al destierro te encadenan.
Ven, que el invierno es pasado;
Vuela a mí, paloma bella;
Que para ti tengo hueco
En el hueco de una peña.
Pues tu ángel te reclama,
Por estar libre de deudas,
Entra, que en amor pagaste
Tu larga y estrecha cuenta.
Ven y serás coronada
De rosas y de azucenas;
Ya que declina la tarde,
Y expira el sol en la tierra
Sobre las altas montañas,
Siguiendo a tus compañeras,
Ven corriendo, ven volando
Hasta la campiña eterna.
Yo también, porque eres mía,
Quiero que a mi lado vengas
A cantarme aquella estrofa
Siempre antigua y siempre nueva.
Y han de responder los ángeles
A tu dulcísima endecha,
Y te dirán alabanzas
Mientras tu canto resuena.
Y eternamente en el cielo
Cantarán ya las proezas
De la tímida pastora,
De la valiente guerrera,
Que es tan divina en el cielo
Como inmortal en la tierra

EL CANTO DEL TRIUNFO
LOS SANTOS
Tuya es la inmortal corona,
Tuya la celeste palma,
Junto al Rey ocupa el trono
Que ha conquistado tu espada.
Reposa en los altos cielos
Reposa, paloma blanca,
Libre de lazos y redes
Del cazador de las almas.
Vuela, si volar quisieres
Por la región azulada,
Por los astros fulgurantes
Y por las estrellas pálidas.
Lejos de negras prisiones
Y de enemigas espadas,
Los serafines te miran
Como a predilecta hermana.
Jesús te llama su esposa,
Y te ofrece por morada
La abertura de su pecho,
De su corazón la llaga.
JUANA
¿El mismo? Jesús ¡Qué dicha!

LOS SANTOS
El cielo te ofrece en arras
De este desposorio.

JUANA
¿El cielo?
¡Oh qué ensueño, Virgen Santa!…
SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS
LOS SANTOS
Siglos y siglos pasaron
Desde que goza tu alma
En el cielo, pues mil años
Son como un día en la Patria.
JUANA
¡Oh, dulce Patria! ¡Oh, mi cielo
Sin sombras ni nubes blancas!…
Pasó el mundo y su figura
Y Dios no muere.
LOS SANTOS
¡Ni pasa!
1893
PLEGARIA DE FRANCIA A SANTA JUANA DE ARCO
Oh, Juana de tu Patria
Acuérdate, y de aquellos
Vallecitos de flores, esmaltados,
Y del prado risueño
Que abandonaste por secar mi llanto,
Oh, Juana, acuérdate que a ti te debo
Mi salvación, y ya que tu supiste,
Cual ángel de los cielos,
Aliviar mis dolores,
Escucha los lamentos
Con que te pide Francia
De la noche en las sombras un recuerdo.
Acuérdate de aquellas,
Tus brillantes victorias,
De los felices días
De Reims y de Orleáns, cuando de gloria
En el Nombre del Dios cubriste el Reino
De los francos; yo ahora,
Apartada de ti, sufro y suspiro.
¡Oh mártir amorosa!
Venme, Juana, a salvar que aún es tiempo.
Ven y tu mano rompa
Estas cadenas y jamás te olvides
De las desgracias que mis ojos lloran.
A tu presencia vengo
Con los brazos cargados de cadenas,
Con la frente velada y con los ojos
En lágrimas bañados: Que las reinas
Ya no me reconocen
Por grande en medio de ellas
Y de dolores sólo
Mis hijos me alimentan
¡Ya no está Dios por ellos,
Pues que a su madre dejan;
Oh, Juana, ten piedad de mi amargura,
Piedad de mi tristeza;
Y vuélvete a mi lado,
Magnánima doncella,
Que en ti mis esperanzas
Ángel libertador, yo tengo puestas!
1894
(Traducción de Fr. Eladio de Santa Teresa, C. D.)







