P. CERIANI: SERMÓN DE LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR

NUESTRA SEÑORA DEL PILAR
REINA Y PATRONA DE LA HISPANIDAD

Hoy, 12 de octubre, es la Fiesta de Nuestra Señora del Pilar y Día de la Raza.

En cuanto a la Pilarica, lamentablemente ya no se la celebra como Reina y Patrona de la Hispanidad. Nosotros, al menos, le dedicaremos la homilía, junto con nuestra devoción, amor y agradecimiento.

Podría llamarse esta fiesta La Dedicación de la Iglesia Hispanoamericana y celebrarse como se celebran cada una de las dedicaciones de nuestras iglesias particulares, con el Oficio consagrado a su aniversario.

En efecto, la colocación de la primera piedra de la Iglesia Española, su piedra fundamental y su consagración, vino a realizarla en carne mortal María Nuestra Madre a ruegos del Apóstol Santiago, primer Obispo de España, que la llamó en su auxilio para la grande obra de la conversión de este pueblo en todo singular.

Samuel Tajón, Obispo de Zaragoza entre los años 651 y 680, narra la llamada Tradición Zaragozana sobre este punto, y la da ya como recibida de sus mayores. Dice así, en el estilo de la época:

“Después de la Pasión y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, y de su gloriosa Ascensión a los cielos, quedó la gloriosísima Virgen María encomendada al glorioso San Juan.

Crecía en tierra de Judea el número de los discípulos por la predicación y milagros de los Apóstoles, murmurando algunos pérfidos judíos, moviendo cruelísima persecución contra la Iglesia, apedreando a San Esteban y atormentando a otros diversos Mártires.

Por lo cual dijeron los Apóstoles a los judíos: A vosotros convenía primero predicar la palabra de Dios, mas porque la menospreciasteis y os juzgasteis indignos de la vida eterna, por eso nos volvemos a los gentiles.

Y así fueron por el universo mundo, según el mandamiento de Nuestro Señor Jesucristo, predicando el Santo Evangelio a toda criatura, cada uno en su suerte y provincia. Y cuando salían de Judea, cada uno tomaba una dádiva y bendición de la Virgen gloriosa y bienaventurada.

Entre tanto, por revelación del Espíritu Santo, el bienaventurado Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan, hijo de Zebedeo, fue mandado por Nuestro Redentor Jesucristo, que fuese a las partes de las Españas a predicar la palabra de Dios; y luego fue a la Virgen María, y besadas sus manos, le pidió licencia y bendición con lágrimas.

Al cual dijo la Virgen: Vé, hijo, cumple el mandato de tu Maestro, y por Él te ruego que en una de las ciudades de España, en donde mayor número a su santa fe convirtieres, allí hagas una iglesia en mi memoria, según que Yo te mostraré.

Y salido el bienaventurado Santiago de Jerusalén, vino predicando a las partes de España; y de allí, pasando adelante por Asturias, vino a la ciudad de Oviedo, donde convirtió uno a la fe; y de allí, entrando en Galicia, vino a una ciudad que se llama Padrón; pasó después a Castilla, llamada la España Mayor, y finalmente, vino a la Menor España, que es dicha Aragón, en aquella región que se llama Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, a la ribera del río Ebro.

Allí el bienaventurado Santiago, predicando por muchos días, convirtió ocho hombres a la fe de Nuestro Señor Jesucristo, con los cuales, continuamente tratando del Reino de Dios. Se salía de parte de noche a la ribera del río Ebro, por causa de reposo, en aquel lugar donde echaban las pajas; y allí, después que habían dormido, velando en oración, se apartaban de las turbaciones y de las molestias de los gentiles.

Y después de algunos días, a la media noche, estando el bienaventurado Santiago con los fieles sobredichos en contemplación y oraciones, y algunos de ellos durmiendo, oyó el bienaventurado Apóstol voces de Ángeles, que cantaban Ave María, gratia plena, casi comenzando el suave invitatorio del Oficio de Maitines de la Virgen.

Y postrado en tierra vio a la Virgen María, Madre de Nuestro Señor Jesucristo, entre dos coros de millares de Ángeles sobre un pilar de piedra mármol.

Y así la compañía celestial de los Ángeles acabaron los Maitines de la Virgen con el verso Benedicamus Domino. El cual acabado, la bienaventurada Virgen María llamó por sí muy dulcemente al Santo Apóstol y le dijo: “Examina aquí, hijo mío, el lugar señalado y diputado a mi honra, en el cual por tu industria en mi memoria quiero sea edificada mi iglesia. Mira este PILAR donde estoy sentada, porque mi Hijo y Maestro tuyo le ha enviado del cielo por mano de los Ángeles, cerca del cual asentarás el altar de la capilla, en el cual señaladamente por mis ruegos y reverencia, señales maravillosas la virtud del muy Alto obrará, especialmente a aquellos que en sus necesidades demandarán favor. Y estará el PILAR en este lugar hasta el fin del mundo, y nunca faltará de esta vecindad quien honre el nombre de Jesucristo mi Hijo”.

Entonces el Apóstol Santiago se alegró mucho, dando gracias innumerables a Nuestro Señor Jesucristo y a su bendita Madre por tanta merced; y luego súbitamente aquella celestial compañía de los Ángeles, tomando a la sacratísima Reina de los cielos, la volvieron a la ciudad de Jerusalén y la pusieron en su celda. Y después de esto la Bienaventurada Virgen María vivió once años.

Este es el ejército y compañía de aquellos millares de Ángeles que Nuestro Señor Dios envió a la Virgen en la hora que concibió a Nuestro Señor Jesucristo para que la guardasen, y en todas sus vías la acompañasen, y sin lesión alguna al Niño Jesús guardasen.

Y el bienaventurado Apóstol Santiago, muy gozoso de tanta visión y consolación, luego comenzó allí a edificar la iglesia, ayudándole los sobredichos discípulos, que había convertido a la fe de Jesucristo.

Y tiene la sobredicha capilla ocho pasos, poco más o menos, de ancho, y diez y seis de largo, en la cual está el PILAR sobredicho a la parte alta, hacia el Ebro, con el altar. En servicio de la cual iglesia, el bienaventurado Santiago ordenó de presbítero a uno de los dichos que había convertido, que le pareció conveniente.

Y como hubo consagrado la dicha iglesia, dejando a los cristianos en paz, se tornó a las partes de Judea predicando, e instituyó la dicha iglesia SANTA MARÍA DEL PILAR.

Esta es la primera iglesia del mundo dedicada por las manos apostólicas en honra de la Virgen Nuestra Señora. Esta es la cámara angelical fabricada en los principios de la iglesia cristiana; esta es la sala sacratísima, muchas veces visitada por la Virgen Nuestra Señora, en la cual diversas veces la Madre de Dios se ha visto cantar los salmos de los Maitines con los coros de los Ángeles; en esta capilla, ciertamente, por medio de la Sacratísima Virgen María, muchos beneficios se dan a sus devotos, y se obran muchos insignes milagros por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por infinitos siglos. Amen”.

Hasta aquí la Tradición Zaragozana.

Venerabilísimo es este relato, y después de él no queda ya sino dar gracias a Dios y a la Madre de su Unigénito Hijo Jesucristo que de tal suerte quiso distinguir a España, dándole como en arras de su perpetuo desposorio con ella ese bendito Pilar, símbolo el más apropiado de la firmeza de la Fe y del robustísimo cimiento que tiene ella en la especial protección de la Madre de Dios.

Más de veinte siglos han corrido al pie de ese Pilar, ora mansos, ora borrascosos, como las aguas del Ebro, que lamen los muros de su santo templo.

También contra ese bendito Pilar se estrellarán todas las tempestades del porvenir…

+++

Como sabemos, el 2 de enero de 1492, en las almenas de Granada se alzó la enseña de Cristo, mientras que el estandarte de la Media Luna era arriado. Ese mismo año, las carabelas de Colón avistaban América, precisamente el 12 de octubre.

La España que nos conquista, civiliza y evangeliza es la España de los Reyes Católicos, la de Isabel y Fernando.

La España que nos educa y cristianiza es la España de Carlos V, ante todo, quien retomó la antigua noción romana de Imperio, según la cual todos los hombres eran considerados al modo de una gran familia, pero transfigurada por la idea de Imperio Católico como marco temporal de la expansión misionera del mensaje evangélico, entendiendo continuar el Imperio Carolingio y el Imperio Romano-Germánico.

Es también la España de Felipe II, bajo cuyo reinado la Cristiandad Hispanoamericana se desarrolló y llegó a su plenitud.

España vino a civilizar y evangelizar; por ello llenó toda América de misiones, conventos, basílicas, iglesias, obispos, sacerdotes, religiosos, a la par de universidades, escuelas, hospitales y camposantos…

Tamaña gloria, concedida por Dios a la noble España, fue digna recompensa a un pueblo que durante ochocientos años había luchado contra el poder otomano por conservar intacto el depósito de la fe cristiana. Dispuso el Cielo que aquellas mismas manos que habían sostenido los derechos de la Cruz en el viejo mundo, fuesen marcando con ella sus descubrimientos y conquistas en un nuevo continente; la misma sangre que había derramado el pecho generoso del noble español en aquella lucha gigantesca de la Edad Media, debía multiplicarse con sus propios gérmenes de vida en la descendencia americana.

No se ha de creer en la historia reformada por la masonería y el liberalismo, porque es mentira…, es sucia leyenda negra…

Hermosamente le dijo el Cardenal Isidro Gomá, en su famoso discurso en el marco del Congreso Eucarístico, el 12 de octubre de 1934, en el Teatro Colón:

“Con todo el bagaje espiritual, cuando, jadeante todavía España por el cansancio secular de las luchas con la morisma, pudo rehacer la patria rota en la tranquilidad apacible que da el triunfo, abordó en las costas de esta América, no para uncir el Nuevo Mundo al carro de sus triunfos, que eso lo hubiese hecho un pueblo calculador y egoísta, sino para darle la fe y hacerle vivir al unísono del sobrenaturalismo cristiano. Así quedamos definitivamente unidos, América y España, en lo más substancial de la vida, que es la religión”.

El único capacitado para apreciar la magnitud de la empresa española en América es aquel que tiene en su inteligencia bien ordenados los criterios y rectamente jerarquizados los valores. En otras palabras, es aquel que confiesa, junto con la Iglesia, que nada hay superior a la fe y al bautismo, y que ambos dones divinos valen más que todo lo creado, incluso la propia vida. Es aquel que no duda en admitir la infinita superioridad de la faena española sobre otras colonizaciones, protestantes o liberales.

El solo hecho de que España facilitara la predicación de la verdadera fe y la administración del bautismo a millones de almas, eleva la epopeya hispana por encima de cualquier colonización que haya descuidado la difusión del Evangelio, por benéfica que haya podido ser en otros aspectos.

¡Bendita sea la espada que trajo la Cruz y la Cultura greco-romana a estas tierras!

¡Gracias España, Madre Patria, por traernos el Evangelio, a Cristo Nuestro Señor y a Nuestra Señora, la Santísima Virgen!

Todo lo dicho quedó claramente consignado en el Decreto del 4 de octubre de 1917, por el cual se festeja el 12 de octubre como el Día de la Raza. El entonces Presidente de la Nación, el doctor Hipólito Irigoyen, se expresó de esta manera:

“Siendo eminentemente justo consagrar la festividad de esta fecha en homenaje a España, progenitora de naciones, a las cuales ha dado con la levadura de su sangre y con la armonía de su lengua, una herencia inmortal que debemos de afirmar y de mantener con jubiloso reconocimiento, el Poder Ejecutivo de la Nación, decreta: Declárase fiesta nacional como Día de la Raza el día 12 de octubre”.

+++

Regresando a la Pilarica, ninguna otra advocación de la Santísima Virgen puede alegar los mismos títulos que la del Pilar, para ser proclamada Reina y Patrona de la Hispanidad.

Para esto se necesita una advocación que recuerde, no solamente a la Celestial Señora y alguno de sus singulares privilegios o favores de orden general, sino también algún beneficio especial directamente relacionado con la entidad patrocinada.

Concretamente, tratándose de la gran familia de naciones que se denomina Hispanidad, se necesita que la advocación elegida recuerde algún hecho especialmente relacionado con todos los miembros de ella, tanto los del Viejo Mundo como los del Nuevo.

Ahora bien, el hecho especial directamente relacionado con todas las cristiandades hispánicas de ambos hemisferios es la maternidad originaria de su Fe, maternidad que ostenta especialmente la Virgen Santísima bajo el título del Pilar, por el hecho de haber venido a España en carne mortal, como misionera de la fe de su Hijo y consoladora y alentadora del Apóstol Santiago y de sus discípulos; primer núcleo de la Iglesia Hispánica, de la cual tomó posesión, al estilo romano, plantando en su suelo a modo de mojón posesorio, el Pilar de jaspe que por ministerio angélico, según antiquísima tradición aprobada por la Iglesia, trajo de Jerusalén y entregó a Santiago como base para edificar en su nombre el primer templo mariano del mundo.

Si Santiago es el Padre de la Fe Hispánica, la Virgen Santísima del Pilar es su Madre; y tanto España y Portugal, que entonces formaban la única Hispania evangelizada por Santiago, como todas las naciones que de ellas han recibido el ser religioso, como extensión vegetativa de su Iglesia, deben reconocer, en último análisis, como a Madre común de sus respectivas cristiandades a la Virgen Santísima que veló su cuna desde el Pilar de Zaragoza.

La Capilla Angélica, levantada por Santiago en torno de aquel Pilar, es literalmente la «Casa Solariega» de todas las Iglesias de la Hispanidad, con genealogía mariana de la más noble prosapia.

No reviste los mismos caracteres de maternidad originaria y extensión universal ninguna otra de las santísimas y devotísimas advocaciones que abundan en la Hispanidad de ambos mundos. Todas ellas recuerdan favores más o menos particulares, limitados a determinada nación, región o época, siempre posterior y muy lejana del nacimiento de la Cristiandad Hispánica, sin relación de origen y fundamento para toda ella.

+++

Teniendo esto en cuenta, el 13 de octubre de 1640, la ciudad de Zaragoza hizo voto solemne de guardar fiesta el 12 de octubre en memoria de la Venida de la Virgen Santísima y del Descubrimiento de América.

En el contexto de lo que llamamos “la hora de María”, podemos preguntarnos ¿qué beneficios aportó a España, y nos aporta a nosotros, esta venida de la Madre de Dios en carne mortal a Zaragoza?

Si consideramos atentamente, son dos las gracias otorgadas y de las cuales debemos aprovechar:

1ª) El don de la Fe. La Santísima Virgen visitó España para llevar la Fe Católica, sin la cual nadie puede salvarse.

Desde el momento que la Madre de Dios bendijo las tierras españolas con su presencia personal y con su Imagen y Pilar milagrosos, la religión católica comenzó a producir sus frutos.

Una parte importante del patrimonio y de la herencia de esa Fe Católica está constituida por la devoción mariana. España e Hispanoamérica son marianas, sus buenos hijos aman a la Virgen María, se enorgullecen de ser sus vasallos, propagadores de sus prerrogativas y defensores de sus privilegios.

2ª) La segunda gracia concedida por la Virgen es un Amor de predilección, manifestado por una protección especial hacia el pueblo español y hacia los pueblos hispanoamericanos.

La Santísima Virgen vino al Pilar como Madre que ama a sus hijos y busca su bien, su salvación. La promesa que hizo de que en España siempre habrá quien guarde la Fe, ¿no es acaso un signo de su protección, de su maternal cuidado, de su vigilancia amorosa?

A lo largo de la historia de España puede comprobarse tanto el cumplimiento de la promesa mariana (puesto que la tierra de la Pilarica siempre ha sido propagadora de la Fe Católica), así como también la protección de María Santísima, que “aplastó las herejías de todo el mundo”, por el hecho de que en España no entraron nunca las herejías como en los demás países.

+++

Toda persona sensata debe reconocer cuán triste espectáculo nos presenta la América emancipada, tanto a lo largo de su historia, como particularmente en nuestros días…

Una democracia desenfrenada (basada en los principios de la Revolución Francesa) y las maquinaciones de las sectas enemigas de la Civilización Cristiana destruyeron y siguen destruyendo todo orden en el continente. De allí siguieron y siguen las luchas fratricidas, que desangran a naciones hermanas…

Las ideas masónicas y judaicas reinan soberanas en la política, la economía, el derecho, la enseñanza, la prensa, el arte… e incluso en el deporte y la milicia…

No sólo el orden sobrenatural es atacado, sino que incluso es socavado el mismo orden natural…

¿Cuál es la causa de este lamentable estado de cosas? ¿Haber roto con España? ¡No!, no está allí la causa. La fuente de las desgracias de Hispanoamérica es haber roto con su tradición católica; haber roto con los ideales de los conquistadores y misioneros; en una palabra, haber roto con los principios de la Hispanidad.

América, a raíz de su emancipación, y a consecuencia de la dialéctica revolucionaria, masónica, judaica y liberal, echó en olvido la tradición católica en que había sido educada, rompiendo así con la Hispanidad.

Pero, desgraciadamente, también España, paradojalmente, se desligó de la Hispanidad, viviendo al margen de sus genuinas tradiciones católicas.

Por lo tanto, el único remedio, la única solución posible para los países americanos y la Madre Patria sería el regreso a las tradiciones católicas e hispánicas.

Hispanoamérica, España y sus hijas americanas, si quisiesen volver a vivir los días gloriosos de esos siglos pasados, únicos en la historia de cualquier pueblo, deberían reincorporar a su vida nacional el catolicismo auténtico, que forma parte de la esencia de su nacionalidad.

En la actual coyuntura de la historia, esto no es ni probable, ni posible… Sólo la Parusía restablecerá definitivamente el orden cristiano…

+++

¿Qué debemos hacer hoy, cuando parece que la Madre de Dios no nos protege, cuando nos encontramos en una situación de soledad y de desánimo semejante a aquella en que se hallaba Santiago Apóstol y sus discípulos?

Ante todo, debemos guardar la Fe; esa Fe que María Santísima trajo del Cielo y entregó a España como precioso legado.

Además, debemos confiar en la Virgen Santísima, amarla, practicar la verdadera devoción, consagrarnos a Ella como esclavos, confiar en su protección maternal.

Hemos de agregar la perseverancia. Perseverar con paciencia, convencidos de que nuestra fidelidad y nuestra lucha por la Fe Católica han de producir abundantes frutos.

Finalmente, hemos de rezar. Implorar a la Virgen del Pilar por España y por Hispanoamérica para que Ella conserve la Fe en esos países, para que Ella aumente la devoción mariana de sus habitantes, para que Ella instaure la devoción a su Corazón Inmaculado en nuestras tierras y que ellas sean consagradas a su Purísimo Corazón.

A nosotros nos toca seguir combatiendo, en la Inhóspita Trinchera, teniendo como lema lo que decía Hernán Cortés: “Adelante, compañeros, que Dios y Santa María están con nosotros”.

Y concluyo repitiendo lo dicho antes: También contra ese bendito Pilar se estrellarán todas las tempestades del porvenir…