Es la única colección de poesías publicadas como tal por el Padre Leonardo Castellani.
Reúne composiciones que escribió desde su partida a bordo del vapor Naboland hacia Europa, en 1946, hasta su retorno a la Patria y primer año de estadía en ella, en 1950.
Son los años más tempestuosos de su existencia. En ellos se dio el conflicto con sus superiores religiosos, que dejó honda huella en su vida y en su obra.
A MIS SOLEDADES VOY
Manresa, 1 de febrero de 1949
En mi soledad me estoy
y en mi soledad me angustio
y canto solo de miedo
y el eco me sigue el dúo.
Porque existe un padre corto
—y debe existir más de uno—
¿deberé morirme yo
morirme o volverme estúpido?
Ningún mortal ha creado
lo que yo soy, poco o mucho:
hay un solo Padre Eterno
los demás son… latifundios…
«Desensillar —como dicen—
hasta que aclare Juan Rubio».
Mejor dormir o cantar
que caminar en lo oscuro.
No se puede vivir hoy
sin deporte, y sin el gusto
del riesgo y de la aventura
y del humor y del humo.
Porque en el mundo que corre
hay un toro suelto y bruto
que ha saltado la barrera
y hay que torear el absurdo.
Parezco mujer, pero una
mujer es peor que un mulo
acerca de ciertas cosas
que ella sola ve —o ninguno.
La verdad es pagadora
aunque su conchavo es duro
defender las cosas que hizo
Dios, es su programa único.
Déme Dios la gracia de
sucumbir bien si sucumbo…
si Él quiere librarme, Él sabe
y me librará a lo brujo.
Cristo cayó bajo el leño
no gallardo pero puro
no se revolcó, no dio
coces, no lanzó rebuznos.
El mundo es ancho. La vida
es tenaz. Dios es profundo.
La maldad, la tontería
son falsas reinas del mundo.
Al cabo de siete años
lo que el hombre ha dicho es nulo
y a las siete veces siete
todos quedamos desnudos.
He escrito en mi testamento
que pongan en mi sepulcro:
«Éste ha amado la verdad
como un niño como un burro.
Naturalmente no fue
César ni Creso ni Lúculo…
y le dieron prestamente
permiso de ser difunto».
Pero la verdad un día
pondrá una flor en mi túmulo.
Todo pasa. El alma queda.
Éste es el asunto.

