TEXTOS ECUMENISTAS MÁS SIGNIFICATIVOS
Como hemos visto, el concepto de ecumenismo de los mártires fue difundido ampliamente por Juan Pablo II al finalizar el siglo pasado y llegar el nuevo milenio.
Juan Pablo II no usó la expresión ecumenismo de sangre, pero sí habló del ecumenismo como un camino de unidad, especialmente en relación con el testimonio de los mártires.
En su encíclica Ut unum sint, del 25 de mayo de 1995, encontramos los siguientes pasajes:
1. El valiente testimonio de tantos mártires de nuestro siglo, pertenecientes también a otras Iglesias y Comunidades eclesiales no en plena comunión con la Iglesia católica, infunde nuevo impulso a la llamada conciliar y nos recuerda la obligación de acoger y poner en práctica su exhortación. Estos hermanos y hermanas nuestros, unidos en el ofrecimiento generoso de su vida por el Reino de Dios, son la prueba más significativa de que cada elemento de división se puede trascender y superar en la entrega total de uno mismo a la causa del Evangelio.
Me mueve el vivo deseo de renovar hoy esta invitación, de proponerla de nuevo con determinación, recordando cuanto señalé en el Coliseo romano el Viernes Santo de 1994, al concluir la meditación del Vía Crucis, dirigida por las palabras del venerable hermano Bartolomé, Patriarca ecuménico de Constantinopla. En aquella circunstancia afirmé que, unidos en el seguimiento de los mártires, los creyentes en Cristo no pueden permanecer divididos.
83. He hablado de la voluntad del Padre, del espacio espiritual en el que cada comunidad escucha la llamada a superar los obstáculos para la unidad. Pues bien, todas las Comunidades cristianas saben que una exigencia y una superación de este tipo, con la fuerza que da el Espíritu, no están fuera de su alcance. En efecto, todas tienen mártires de la fe cristiana. A pesar del drama de la división, estos hermanos han mantenido una adhesión a Cristo y a su Padre tan radical y absoluta que les ha permitido llegar hasta el derramamiento de su sangre.
84. Si nos ponemos ante Dios, nosotros cristianos, tenemos ya un Martirologio común. Este incluye también a los mártires de nuestro siglo, más numerosos de lo que se piensa, y muestra cómo, en un nivel profundo, Dios mantiene entre los bautizados la comunión en la exigencia suprema de la fe, manifestada con el sacrifico de su vida. Si se puede morir por la fe, esto demuestra que se puede alcanzar la meta cuando se trata de otras formas de aquella misma exigencia.
***
El 7 de mayo del año 2000, Juan Pablo II hizo una “Conmemoración ecuménica de los testigos de la fe del siglo XX”. La reunión se celebró cerca del Coliseo, y pronunció una homilía ante representantes del Patriarcado ecuménico y de las otras iglesias ortodoxas, así como los de las Antiguas Iglesias de Oriente, los de la Comunión Anglicana, de las Comuniones Cristianas Mundiales de Occidente y de las Organizaciones ecuménicas.
Entre otras cosas, afirmó:
“Queridos hermanos y hermanas, unidos por la fe en Cristo Jesús, me es muy grato dirigiros hoy mi fraterno abrazo de paz, mientras juntos conmemoramos los testigos de la fe del siglo XX. Para todos nosotros es motivo de intensa emoción encontrarnos juntos esta tarde, reunidos junto al Coliseo, para esta sugestiva celebración jubilar. Los monumentos y las ruinas de la antigua Roma hablan a la humanidad de los sufrimientos y de las persecuciones soportadas con fortaleza heroica por nuestros padres en la fe, los cristianos de las primeras generaciones … La experiencia de los mártires y de los testigos de la fe no es característica sólo de la Iglesia de los primeros tiempos, sino que también marca todas las épocas de su historia … En el siglo XX, tal vez más que en el primer período del cristianismo, son muchos los que dieron testimonio de la fe con sufrimientos a menudo heroicos … En nuestro siglo el testimonio ofrecido a Cristo hasta el derramamiento de la sangre se ha hecho patrimonio común de católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes … La participación de Representantes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales da a nuestra celebración de hoy un valor y elocuencia singulares dentro de este Jubileo del año 2000. Muestra cómo el ejemplo de los heroicos testigos de la fe es verdaderamente hermoso para todos los cristianos. La persecución ha afectado a casi todas las Iglesias y Comunidades eclesiales en el siglo XX, uniendo a los cristianos en los lugares del dolor y haciendo de su común sacrificio un signo de esperanza para los tiempos venideros … El ecumenismo de los mártires y de los testigos de la fe es el más convincente; indica el camino de la unidad a los cristianos del siglo XXI”.
***
Unos años más tarde, en 2005, se publicó un Martirologio universal, elaborado por la Comunidad de Bose, compuesta por miembros de diversas confesiones y fundada después del Concilio por Enzo Bianchi.
El Martirologio de Bose refleja este enfoque ecuménico; es un libro que recopila historias de “mártires y santos”, tanto católicos como de otras falsas religiones, cristianas y no cristianas.
Respecto de la encíclica Ut unum sint, el entonces cardenal Joseph Ratzinger expresó Juan Pablo II había logrado con toda la fuerza de su pasión ecuménica despertar la urgencia de la búsqueda de la unidad de los bautizados en la conciencia de la Iglesia.
Si bien Benedicto XVI no usó explícitamente el término ecumenismo de sangre, sus reflexiones sobre el testimonio de los mártires y la persecución de cristianos de diferentes denominaciones reflejan una identificación con el concepto. La idea es que el sufrimiento compartido por la fe une a los cristianos en un nivel más profundo que las diferencias teológicas.
Por lo tanto, este reconocimiento del martirio de cristianos de diversas confesiones puede ser visto como una forma de ecumenismo, ya que demuestra un fondo común de testimonio por la fe. Es decir, en el ecumenismo de los mártires se reconoce el núcleo más profundo del compromiso ecuménico por la unidad de la Iglesia. El martirio, especialmente en su dimensión ecuménica, es verdaderamente el más alto testimonio de amor.
+++
Decimejorge insistió muchas veces en la importancia del ecumenismo de los mártires o, como él mismo lo definió, ecumenismo de sangre.
He aquí algunos de sus textos:
Entrevista con Andrea Tornielli, 14 de diciembre de 2013:
¿La unidad de los cristianos es una prioridad para usted?
Sí, para mí el ecumenismo es prioritario. Hoy existe el ecumenismo de la sangre. En algunos países matan a los cristianos porque llevan consigo una cruz o tienen una Biblia; y antes de matarlos no les preguntan si son anglicanos, luteranos, católicos u ortodoxos. La sangre está mezclada. Para los que matan somos cristianos. Unidos en la sangre, aunque entre nosotros no hayamos logrado dar los pasos necesarios hacia la unidad, y tal vez no sea todavía el tiempo. La unidad es una gracia que hay que pedir. Conocí en Hamburgo a un párroco que seguía la causa de beatificación de un sacerdote católico que fue guillotinado por los nazis porque enseñaba el catecismo a los niños. Después de él, en la fila de los condenados, había un pastor luterano y lo mataron por el mismo motivo. Su sangre está mezclada. Ese párroco me contó que había ido a ver al obispo y le había dicho: “Sigo con la causa, pero de los dos, no sólo del católico”. Este es el ecumenismo de la sangre. Todavía existe hoy, basta leer los periódicos. Los que matan a los cristianos no te piden el documento de identidad para saber en cuál Iglesia fuiste bautizado. Tenemos que tomar en cuenta esta realidad.
Discurso al Patriarca Armenio Karekin II, 8 de mayo de 2014:
Los sufrimientos padecidos por los cristianos en los últimos decenios también han traído una contribución única e inestimable a la causa de la unidad entre los discípulos de Cristo. Como en la Iglesia antigua la sangre de los mártires se convirtió en semilla de nuevos cristianos, así en nuestros días la sangre de muchos cristianos se ha convertido en semilla de la unidad. El ecumenismo del sufrimiento, el ecumenismo del martirio, el ecumenismo de la sangre es un fuerte reclamo a caminar por la senda de la reconciliación entre las Iglesias, con decisión y confiado abandono en la acción del Espíritu. Sentimos el deber de recorrer este camino de fraternidad también por la deuda de gratitud que tenemos hacia los sufrimientos de tantos hermanos nuestros, hecha salvífica porque está unida a la pasión de Cristo.
A este propósito, deseo agradecer a Vuestra Santidad el apoyo efectivo dado al diálogo ecuménico, en particular, a los trabajos de la Comisión conjunta para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales, y por la cualificada contribución teológica ofrecida en esa sede por los representantes del Catholicosado de todos los armenios.
Discurso a los miembros de la Fraternidad Católica de las Comunidades Carismáticas de Alianza y de la Comunidad, 31 de octubre de 2014:
Ecumenismo espiritual, rezar juntos y anunciar juntos que Jesús es el Señor, y obrar juntos en ayuda de los pobres, en todas sus pobrezas. Esto se debe hacer, y no olvidar que hoy la sangre de Jesús, derramada por sus numerosos mártires cristianos en diversas partes del mundo, nos interpela y nos impulsa a la unidad. Para los perseguidores, nosotros no estamos divididos, no somos luteranos, ortodoxos, evangélicos, católicos… ¡No! ¡Somos uno! Para los perseguidores, somos cristianos. No les interesa otra cosa. Es el ecumenismo de la sangre que se vive hoy.
Recordadlo: buscad la unidad, que es obra del Espíritu Santo, y no temáis la diversidad. La respiración del cristiano, que deja entrar el aire siempre nuevo del Espíritu Santo y lo espira al mundo. Oración de alabanza y misión. Compartid el bautismo en el Espíritu Santo con todos en la Iglesia. Ecumenismo espiritual y ecumenismo de la sangre. La unidad del Cuerpo de Cristo. Preparad a la Esposa para el Esposo que viene. Una sola Esposa. Todos (cf. Ap 22, 17).
Declaración en conjunto con el Patriarca de Constantinopla, 30 de noviembre de 2014:
No podemos resignarnos a un Medio Oriente sin cristianos, que han profesado allí el nombre de Jesús durante dos mil años. Muchos de nuestros hermanos y hermanas están siendo perseguidos y se han visto forzados con violencia a dejar sus hogares. Parece que se haya perdido hasta el valor de la vida humana, y que la persona humana ya no tenga importancia y pueda ser sacrificada a otros intereses. Y, por desgracia, todo esto acaece por la indiferencia de muchos.
Como nos recuerda san Pablo: ‘Si un miembro sufre, todos sufren con él; si un miembro es honrado, todos se alegran con él’. Esta es la ley de la vida cristiana, y en este sentido podemos decir que también hay un ecumenismo del sufrimiento. Así como la sangre de los mártires ha sido siempre la semilla de la fuerza y la fecundidad de la Iglesia, así también el compartir los sufrimientos cotidianos puede ser un instrumento eficaz para la unidad.
La terrible situación de los cristianos y de todos los que están sufriendo en el Medio Oriente, no sólo requiere nuestra oración constante, sino también una respuesta adecuada por parte de la comunidad internacional.
Los retos que afronta el mundo en la situación actual, necesitan la solidaridad de todas las personas de buena voluntad, por lo que también reconocemos la importancia de promover un diálogo constructivo con el Islam, basado en el respeto mutuo y la amistad. Inspirados por valores comunes y fortalecidos por auténticos sentimientos fraternos, musulmanes y cristianos están llamados a trabajar juntos por el amor a la justicia, la paz y el respeto de la dignidad y los derechos de todas las personas, especialmente en aquellas regiones en las que un tiempo vivieron durante siglos en convivencia pacífica, y ahora sufren juntos trágicamente por los horrores de la guerra.
Homilía en la Solemnidad de la Conversión de San Pablo, 25 de enero de 2015:
En la llamada a ser evangelizadores, todas las Iglesias y Comunidades eclesiales encuentran un ámbito fundamental para una colaboración más estrecha. Para llevar a cabo este cometido con eficacia, se ha de evitar cerrarse en los propios particularismos y exclusivismos, así como imponer uniformidad según los planes meramente humanos (cf. Exhort. ap., Evangelii gaudium, 131). El compromiso común de anunciar el Evangelio permite superar toda forma de proselitismo y la tentación de la competición. Todos estamos al servicio del único y mismo Evangelio.
En este momento de oración por la unidad, quisiera recordar a nuestros mártires de hoy. Ellos dan testimonio de Jesucristo y son perseguidos y ejecutados por ser cristianos, sin que los persecutores hagan distinción entre las confesiones a las que pertenecen. Son cristianos, y por eso perseguidos. Esto es, hermanos y hermanas, el ecumenismo de la sangre.
Con el recuerdo de este testimonio de nuestros mártires de hoy, y con esta gozosa certeza, dirijo mi saludo cordial y fraterno a Su Eminencia el Metropolita Gennadios, representante del Patriarcado Ecuménico, a Su Gracia David Moxon, representante personal en Roma del Arzobispo de Canterbury, y a todos los representantes de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales reunidos aquí en la Fiesta de la Conversión de San Pablo. Además, me complace saludar a los miembros de la Comisión Mixta para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales, a quienes deseo un trabajo fructífero para la sesión plenaria que tendrá lugar los próximos días en Roma. Saludo también a los estudiantes del Ecumenical Institute of Bossey y a los jóvenes que se benefician de las becas ofrecidas por el Comité de Colaboración Cultural con las Iglesias ortodoxas, que actúa en el Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
También están hoy presentes aquí religiosos y religiosas pertenecientes a diferentes Iglesias y Comunidades eclesiales, que han participado estos días en un encuentro ecuménico, organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, en colaboración con el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, con ocasión del Año de la vida consagrada. La vida religiosa, como profecía del mundo futuro, está llamada a ofrecer en nuestro tiempo el testimonio de esa comunión en Cristo que va más allá de toda diferencia, y que está hecha de decisiones concretas de acogida y de diálogo.
Audiencia al Reverendo John P. Chalmers, Moderador de la Iglesia de Escocia (Reformada), 16 de febrero de 2015:
La fe y el testimonio cristiano se enfrentan a tales desafíos que solo uniendo fuerzas podremos prestar un servicio eficaz a la familia humana y permitir que la luz de Cristo llegue a cada rincón oscuro de nuestros corazones y de nuestro mundo. Que el camino de la reconciliación y la paz entre nuestras comunidades nos acerque cada vez más, para que, animados por el Espíritu Santo, llevemos vida a todos y la llenemos de ella (cf. Jn 10,10).
Me permito recurrir a mi lengua materna para expresar mi profunda tristeza. Hoy me enteré de la ejecución de estos veintiuno o veintidós cristianos coptos. Solo dijeron: «¡Jesús, ayúdame!». Fueron asesinados simplemente por ser cristianos. Usted mismo, hermano mío, en su discurso, se refirió a lo que está sucediendo en la tierra de Jesús. La sangre de nuestros hermanos cristianos es un testimonio que clama. Sean católicos, ortodoxos, coptos, luteranos, ¡no importa, son cristianos! Y la sangre es la misma. Esta sangre confiesa a Cristo. Recordando a estos hermanos que murieron por el solo hecho de confesar a Cristo, pido que nos animemos mutuamente a avanzar en ese ecumenismo que nos da fuerza, el ecumenismo de la sangre. Los mártires pertenecen a todos los cristianos. Oremos unos por otros y sigamos caminando juntos por el camino de la sabiduría, la bondad, la fortaleza y la paz. Gracias.
Homilía en Santa Marta, 17 de febrero de 2015:
Ofrecemos esta misa por nuestros veintiún hermanos coptos, degollados por el solo motivo de ser cristianos. Recemos por ellos, que el Señor los acoja como mártires, por sus familias, por mi hermano Tawadros que sufre mucho.
Mensaje a su Santidad Abuna Matthias, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Tewahedo de Etiopía, 21 de abril de 2015:
Con profunda consternación y dolor, me enteré de otro acto de violencia perpetrado contra cristianos inocentes en Libia. Sé que Su Santidad sufre profundamente por las atrocidades a las que son sometidos sus queridos fieles, asesinados simplemente por ser seguidores de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Me dirijo a usted con mi más sentido pésame y le aseguro mi cercanía en la oración mientras enfrenta el continuo martirio que se inflige con tanta crueldad a los cristianos en África, Oriente Medio y partes de Asia.
No importa si las víctimas son católicas, coptas, ortodoxas o protestantes. ¡Su sangre es una sola en su confesión de Cristo! La sangre de nuestros hermanos y hermanas cristianos es un testimonio que clama a ser escuchado por todos aquellos que aún saben distinguir entre el bien y el mal. Y este clamor debe ser escuchado, sobre todo, por quienes tienen en sus manos el destino de los pueblos.
Mensaje a la reunión ecuménica de cristianos en Phoenix, Arizona, el 23 de mayo de 2015:
Hoy reunidos, yo desde Roma y ustedes allí, pediremos para que el Padre envíe el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo, y nos de la gracia de que todos sean uno, “para que el mundo crea”. Y me viene a la mente decir algo que puede ser una insensatez, o quizás una herejía, no sé. Pero hay alguien que ‘sabe’ que, pese a las diferencias, somos uno. Y es el que nos persigue. El que persigue hoy día a los cristianos, el que nos unge con el martirio, sabe que los cristianos son discípulos de Cristo: ¡que son uno, que son hermanos! No le interesa si son evangélicos, ortodoxos, luteranos, católicos, apostólicos…¡no le interesa! Son cristianos. Y esa sangre se junta. Hoy estamos viviendo, queridos hermanos, el “ecumenismo de la sangre”. Esto nos tiene que animar a hacer lo que estamos haciendo hoy: orar, hablar entre nosotros, acortar distancias, hermanarnos cada vez más.
Yo estoy convencido de que la unidad entre nosotros no la van a hacer los teólogos. Los teólogos nos ayudan, la ciencia de los teólogos nos va a ayudar, pero si esperamos que los teólogos se pongan de acuerdo, la unidad recién se va a lograr al día siguiente del día del Juicio Final. La unidad la hace el Espíritu Santo, los teólogos nos ayudan, ¡pero nos ayudan las buenas voluntades de todos nosotros en el camino y el corazón abierto al Espíritu Santo!
Discurso al Movimiento de la renovación en el Espíritu Santo, 3 de julio de 2015:
Existe otro signo fuerte del Espíritu en la Renovación carismática: la búsqueda de la unidad del Cuerpo de Cristo. Vosotros, carismáticos, tenéis una gracia especial para rezar y trabajar por la unidad de los cristianos, porque la corriente de gracia pasa por todas las Iglesias cristianas. La unidad de los cristianos es obra del Espíritu Santo y debemos rezar juntos. El ecumenismo espiritual, el ecumenismo de la oración. «Pero, padre, ¿puedo rezar con un evangélico, con un ortodoxo, con un luterano?» — «¡Debes, debes! Habéis recibido el mismo Bautismo». Todos nosotros hemos recibido el mismo Bautismo, todos nosotros vamos por la senda de Jesús, queremos a Jesús. Todos nosotros hemos causado estas divisiones en la historia, por muchos motivos, pero no buenos. Pero ahora es precisamente el momento en el cual el Espíritu nos hace pensar que estas divisiones no funcionan, que estas divisiones son un contro-testimonio, y tenemos que hacer todo lo posible para caminar juntos: el ecumenismo espiritual, el ecumenismo de la oración, el ecumenismo del trabajo, de la caridad conjunta, el ecumenismo de la lectura de la Biblia juntos. Caminar juntos hacia la unidad. «Pero, padre, ¿tenemos que firmar un documento para esto?» — «Déjate conducir por el Espíritu Santo. Reza, trabaja, ama, y luego el Espíritu hará el resto».
Esta corriente de gracia atraviesa todas las confesiones cristianas, a todos nosotros que creemos en Cristo. La unidad ante todo en la oración. El trabajo por la unidad de los cristianos comienza con la oración. Rezar juntos.
Unidad porque la sangre de los mártires de hoy nos hace uno. Está el ecumenismo de la sangre. Sabemos que cuando los que odian a Jesús asesinan a un cristiano, antes de matarlo, no le preguntan: «¿Eres luterano, eres ortodoxo, eres evangélico, eres baptista, eres metodista?». ¡Tú eres cristiano! Y cortan la cabeza. Estos no confunden, saben que allí hay una raíz que da vida a todos nosotros y que se llama Jesucristo, y que es el Espíritu Santo quien nos conduce hacia la unidad. Quienes odian a Jesucristo guiados por el maligno no se equivocan, saben y por ello matan sin hacer preguntas.
Y esto es algo que os confío, tal vez os lo he contado, pero es una historia verdadera. Es una historia verdadera. En una ciudad de Alemania, Hamburgo, había un párroco que estudiaba los escritos para llevar adelante la causa de beatificación de un sacerdote asesinado por el nazismo, decapitado con la guillotina. ¿El motivo? Enseñaba el catecismo a los niños. Y, mientras estudiaba, descubrió que después de él había sido decapitado con la guillotina, 5 minutos después, un pastor luterano por el mismo motivo. Y la sangre de los dos se mezcló: los dos mártires, los dos mártires. Es el ecumenismo de la sangre. Si el enemigo nos une en la muerte, ¿quiénes somos nosotros para dividirnos en la vida? Dejemos entrar al Espíritu, oremos para seguir adelante todos juntos. «¡Pero hay diferencias!». Dejémoslas a un lado, caminemos con lo que tenemos en común, que es suficiente: está la Santísima Trinidad, está el Bautismo. Sigamos adelante con la fuerza del Espíritu Santo.
Hace pocos meses, también los veintitrés egipcios coptos que fueron degollados en la playa de Libia; y en ese momento pronunciaban el nombre de Jesús. «Pero no son católicos…». Pero son cristianos, son hermanos, son nuestros mártires. El ecumenismo de la sangre. Hace 50 años, el beato Pablo VI, en la canonización de los jóvenes mártires de Uganda, hizo referencia al hecho de que por el mismo motivo derramaron también su sangre sus compañeros catequistas anglicanos. Eran cristianos, eran mártires. Disculpadme, no os escandalicéis, ¡son nuestros mártires! Porque dieron la vida por Cristo, y esto es el ecumenismo de la sangre. Orar haciendo memoria de nuestros mártires en común.
Declaración conjunta de Francisco y de Karekin II en San Etchmiadzin, República de Armenia, 26 de junio de 2016:
Lamentablemente somos testigos de una inmensa tragedia que se desarrolla ante nuestros ojos, en la que un número incalculable de personas inocentes están siendo asesinadas, desplazadas o forzadas a un exilio doloroso e incierto, a causa de los continuos conflictos por motivos étnicos, económicos, políticos y religiosos en el Medio Oriente y en otras partes del mundo. Como resultado, minorías religiosas y étnicas se han convertido en objeto de persecución y trato cruel, hasta el punto de que sufrir por la propia creencia religiosa se ha convertido en una realidad cotidiana. Los mártires pertenecen a todas las Iglesias y su sufrimiento es un «ecumenismo de la sangre» que trasciende las divisiones históricas entre los cristianos, llamándonos a todos a promover la unidad visible de los discípulos de Cristo.
Discurso a los participantes de la Conferencia de los secretarios del Christian World Communions, 12 de octubre de 2016:
Cuando los terroristas o las potencias mundiales persiguen a las minorías cristianas o a los cristianos, no preguntan: “¿Eres luterano, eres ortodoxo, eres católico, eres reformado, eres pentecostal? No: “Eres cristiano”. Solamente reconocen a uno: el cristiano. El enemigo no se equivoca, sabe reconocer donde está Jesús. Este es el ecumenismo de la sangre. Hoy somos testigos. Pienso, por ejemplo, en los frailes ortodoxos coptos degollados en las playas de Libia: son hermanos nuestros. Dieron testimonio de Jesús y murieron diciendo: “¡Jesús, ayúdame!”. Con el nombre: Confesaron el nombre de Jesús.
Discurso ante el Patriarca Neofit, Metropolitano de Sofía y Patriarca de toda Bulgaria, y el Santo Sínodo, 5 de mayo de 2019:
En este camino estamos sostenidos por tantos hermanos y hermanas, a quienes quisiera ante todo rendir homenaje: son los testigos de la Pascua. Cuántos cristianos en este país sufrieron por el nombre de Jesús, en particular durante la persecución del siglo pasado. El ecumenismo de la sangre. Ellos esparcieron un suave perfume en la “Tierra de las rosas”. Pasaron a través de las espinas de la prueba para que se extienda la fragancia del Evangelio. Florecieron en un terreno fértil y bien labrado, en un pueblo rico de fe y humanidad genuina, que les dio raíces robustas y profundas.
El 15 de febrero de 2021 se organizó un webinario (seminario web) ecuménico, con la participación de Decimejorge, el patriarca copto ortodoxo Tawadros II y el primado anglicano Justin Welby, para conmemorar a los 21 «mártires» coptos brutalmente asesinados por el Estado Islámico de Irak y Siria en territorio libio el 15 de febrero de 2015. Durante la conferencia, Decimejorge afirmó:
Son nuestros santos, los santos de todos los cristianos, los santos de todas las confesiones y tradiciones cristianas, los santos del pueblo de Dios, del pueblo fiel de Dios, que lavaron su vida en la sangre del Cordero. Recemos juntos hoy, en memoria de estos 21 mártires coptos, que intercedan por todos nosotros ante el Padre. Amén.
En mayo de 2023, durante un encuentro el Patriarca copto Tawadros II, Decimejorge, en un gesto de unidad con la iglesia copta, acordó incluir a los 21 “mártires” coptos en el Martirologio Romano, el libro de Santos de la Iglesia Católica.
+++
Y llegamos a la última manifestación de esta diabólica concepción. El domingo 29 de junio pasado, en Roma, durante el rezo del Angelus, Robert Prévost expresó:
Hoy es la gran fiesta de la Iglesia de Roma, nacida del testimonio de los apóstoles Pedro y Pablo y fecundada por su sangre y por la de muchos mártires.
Todavía hoy hay cristianos en todo el mundo a los que el Evangelio vuelve generosos y audaces incluso a costa de la vida.
Existe de ese modo un ecumenismo de la sangre, una invisible y profunda unidad entre las Iglesias cristianas, que a pesar de ello no viven todavía la comunión plena y visible.
Quiero por lo tanto confirmar en esta fiesta solemne que mi servicio episcopal es servicio a la unidad y que la Iglesia de Roma está comprometida por la sangre de los santos Pedro y Pablo a servir, en el amor, a la comunión entre todas las Iglesias.
[…]
La unidad de la Iglesia y entre las Iglesias, hermanas y hermanos, se nutre del perdón y de la confianza recíproca, que comienza por nuestras familias y nuestras comunidades.
En efecto, si Jesús confía en nosotros, también nosotros podemos fiarnos los unos de los otros, en su Nombre.
Los apóstoles Pedro y Pablo, junto con la Virgen María, intercedan por nosotros, de modo que, en este mundo herido, la Iglesia sea casa y escuela de comunión.
