PARA SANTIFICAR EL DOMINGO-FIESTA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

PARA AQUELLOS QUE NO TIENEN LA POSIBILIDAD DE ASISTIR A LA SANTA MISA

Recordamos a nuestros queridos lectores la posibilidad santificar el día Domingo a través de Nuestro Blog.

En la parte superior del mismo se encuentra una pestaña o página donde están los diferentes medios para realizar la Santificación del Día Domingo o Fiestas de Precepto, además de contar con los Sermones de los Queridos Padres: Juan Carlos Ceriani y  Basilio Méramo.

A continuación, los propios del:

FIESTA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

Con conmemoración del Domingo III Post Pentecostés
Y la Octava del Santísimo Corazón de Jesús

Introito

Ahora sé con certeza que el Señor ha enviado a su Ángel y me ha librado del poder de Herodes y burlado de la expectación del pueblo judío. Salmo: Oh Señor, me has sondeado y me conoces; sabes cuándo me siento y cuándo me levanto. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Colecta

Oh Dios, que santificaste este día con el martirio de tus Apóstoles Pedro y Pablo, concede a tu Iglesia seguir en todo la enseñanza de aquellos de quienes recibió la fe. Por Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Señor, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Conmemoración Domingo III Post Pentecostés:
Oh Dios, protector de todos los que esperan en Ti, sin Ti nada es fuerte, nada es santo, aumenta Tu misericordia hacia nosotros, para que, con Tu guía y dirección, podamos transitar por las cosas de esta vida temporal de tal manera que no perdamos las de la vida eterna.
Por la Octava del Santísimo Corazón de Jesús:
Oh Dios, que en el Corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, nos colmas misericordiosamente de las infinitas riquezas de tu amor, concédenos, te suplicamos, que al
ofrecerle el fiel servicio de nuestra devoción, también le mostremos la debida reparación. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, Dios por los siglos de los siglos. Amén

Epístola.

(Hechos de los Apóstoles, 12: 1-11):

En aquellos días, el rey Herodes echó mano a ciertos miembros de la Iglesia para perseguirlos. Mató a espada a Jacobo, hermano de Juan, y viendo que esto agradaba a los judíos, procedió a arrestar también a Pedro, durante los días de los Panes Ácimos. Después de arrestarlo, lo echó en la cárcel, encomendando su custodia a cuatro guardias de soldados, cuatro en cada guardia, con la intención de sacarlo al pueblo después de la Pascua.
Así que Pedro estaba guardado en la cárcel; pero la Iglesia hacía oración a Dios por él sin cesar.
Ahora bien, cuando Herodes estaba a punto de sacarlo, esa misma noche Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas, y fuera de la puerta había centinelas custodiando la prisión. Y he aquí, un Ángel del Señor se puso junto a él, y una luz brilló en la habitación; y tocó a Pedro en el costado y lo despertó, diciendo: «Levántate pronto». Las cadenas se le cayeron de las manos. El Ángel le dijo: «Cíñete y ponte las sandalias». Así lo hizo; y le dijo: «Envuélvete en tu manto y sígueme». Y lo siguió, sin saber que lo que hacía el Ángel era real, pues creía tener una visión. Pasaron la primera y la segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que da acceso a la ciudad; y esta se abrió sola. Salieron y recorrieron una calle, y enseguida el Ángel lo dejó. Entonces Pedro recobró la consciencia y dijo: «Ahora sé con certeza que el Señor ha enviado a su Ángel y me ha rescatado del poder de Herodes y de la expectación del pueblo judío».

Gradual.

Los harás príncipes en toda la tierra; recordarán tu nombre, oh Señor. El lugar de tus padres lo ocuparán tus hijos; por eso las naciones te alabarán.

Aleluya:

Aleluya, aleluya. Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia. Aleluya.

Evangelio

(San Mateo 16: 13-19):

En aquel tiempo: Vino Jesús a las cercanías de Cesarea de Filipo, y preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Algunos, Juan el Bautista, otros, Elías, y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Jesús les
dijo: «¿Y vosotros quién decís que soy yo?». Simón Pedro respondió: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Jesús le respondió: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro; y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y te daré las llaves del reino de los cielos. Y todo lo que ates en la tierra, quedará atado también en los cielos; y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado también en los cielos».

Credo

Ofertorio

Los harás príncipes en toda la tierra; se acordarán de tu nombre, oh Señor, por todas las
generaciones.

Secreta.

Que las oraciones de tus santos Apóstoles, oh Señor, acompañen las ofrendas sacrificiales que ofrecemos para ser santificadas en tu nombre, para que podamos obtener perdón y protección. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos.
Conmemoración Domingo III Post Pentecostés:
Mira con favor, oh Señor, las ofrendas de tu Iglesia orante y concede que quienes creen, en continua santidad, participen de ellas para su salvación.
Por la Octava del Santísimo Corazón de Jesús:
Mira, te suplicamos, oh Señor, el Corazón de tu amado Hijo, con su amor infinito, para que lo que ofrecemos sea un don aceptable a tu vista y una expiación por nuestros pecados. Por Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, Dios por los siglos de los siglos. Amén

Prefacio

PREFACIO DE LOS APÓSTOLES

Latín

Vere dignum et justum est, æquum et salutare: Te, Domine, suppliciter exorare, ut gregem tuum, Pastor æterne, non deseras: sed per beatos Apostolos tuos continua protectione custodias. Ut iisdem rectoribus gubernetur, quos operis tui vicarios eidem contulisti præesse pastores. Et ideo cum Angelis et Archangelis, cum Thronis et Dominationibus cumque omni militia cœlestis exercitus hymnum gloriæ tuæ canimus, sine fine dicentes:

Castellano

Es verdaderamente digno y justo, recto y para nuestra salvación, suplicarte humildemente, oh Señor, que no abandones a tu rebaño, oh Pastor eterno, sino que, por medio de tus benditos Apóstoles, lo mantengas bajo tu constante protección; para que sea gobernado por esos mismos gobernantes, a quienes, como vicarios de tu obra, pusiste sobre él para que fueran sus pastores. Y por eso con los Ángeles y Arcángeles, con los Tronos y Dominaciones, y con todas las huestes del ejército celestial, cantamos el himno de tu gloria, diciendo siempre:

Comunión.

Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella.

Poscomunión.

Oh Señor, por la intercesión de tus Apóstoles, defiende de todo mal a los que has colmado con alimento celestial. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos.
Conmemoración Domingo III Post Pentecostés:
Que las cosas santas de las que hemos participado nos den vida y preparen para tu misericordia eterna a los que has limpiado del pecado.
Por la Octava del Santísimo Corazón de Jesús:
Que tu Sacramento, oh Señor Jesús, nos dé un santo celo, para que, viendo la dulzura de tu
amantísimo Corazón, aprendamos a despreciar las cosas de la tierra y a amar las del cielo. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén
Del Santo Evangelio según San Lucas, 15: 1-10:
En aquel tiempo, los publicanos y pecadores se acercaban a Él para escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». Pero Él les refirió esta parábola, diciendo: “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, y perdiendo una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso. Y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: «Alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido».
Les digo que, aun así, habrá alegría en el cielo por un pecador que se arrepienta, más que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse. ¿O qué mujer, teniendo diez dracmas, si pierde una, no enciende la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: «Alégrense conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido». Así les digo que habrá alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se arrepienta”.