PADRE CERIANI: LA IGLESIA CONCILIAR TIENE NUEVO JEFE – ¿QUÉ DECLARAR?

NULLAM PARTEM HABEMUS

Consideremos, en primer lugar, con estupor, la Iglesia tal como la conciben los modernistas:

Carta de Monseñor Benelli a Monseñor Lefebvre, del 25 de junio de 1976:

El santo Padre me encarga hoy mismo que confirme la medida que se le intimó en su nombre, de mandato speciali: usted debe abstenerse actualmente de conferir toda ordenación. No tome como pretexto el desasosiego de los seminaristas: es precisamente la ocasión para ellos de explicarles, así como a sus familias, que no puede ordenarlos para el servicio de la Iglesia contra la voluntad del Pastor supremo de la Iglesia. No hay nada de desesperante en su caso: si tienen buena voluntad y se preparan seriamente para un Ministerio sacerdotal en la fidelidad verdadera a la Iglesia conciliar, nos encargaremos de encontrar a continuación la mejor solución para ellos; pero que comiencen en primer lugar, ellos también, por este acto de obediencia a la Iglesia.

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Juan Pablo II, constitución apostólica Sacrae disciplinae leges, para la promulgación del nuevo código de derecho canónico, del 25 de enero de 1983:

El instrumento que es el Código es llanamente congruente con la naturaleza de la Iglesia cual es propuesta sobre todo por el magisterio del Concilio Vaticano II visto en su conjunto, y de modo particular por su doctrina eclesiológica. Es más, en cierto modo puede concebirse este nuevo Código como el gran esfuerzo por traducir al lenguaje canónico esa misma doctrina, es decir, la eclesiología conciliar. Y aunque es imposible verter perfectamente en la lengua canónica la imagen de la Iglesia descrita por la doctrina del Concilio, sin embargo el Código ha de ser referido siempre a esa misma imagen como al modelo principal cuyas líneas debe expresar él en sí mismo, en lo posible, según su propia naturaleza.

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Veamos ahora las reacciones ante tal horror:

Nos atenemos a los dichos de Monseñor Marcel Lefebvre y de los Superiores de la FSSPX, más allá de si han sido o no consecuentes en sus actos.

Sabemos que se podrían oponer otros dichos a éstos.

El paso del tiempo y las circunstancias actuales nos deben hacer distinguir entre unos y otros y sacar las conclusiones.

Monseñor Marcel Lefebvre:

Declaración del 21 de noviembre de 1974:

Nos adherimos de todo corazón, con toda nuestra alma, a la Roma católica guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias al mantenimiento de esa fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad.

Por el contrario, nos negamos y nos hemos negado siempre a seguir la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y después del Concilio en todas las reformas que de este salieron.

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Sermón de Monseñor Lefebvre, del 29 de junio de 1976:

He aquí lo que me dijeron los enviados oficiales del Vaticano. Nosotros no somos de esta religión. Pertenecemos a la religión católica, no somos de esta religión universal, como la llaman hoy. Ya no es la religión católica. No pertenecemos es esta religión liberal, modernista, que tiene su culto, sus sacerdotes, su fe, sus catecismos, su biblia, su biblia ecuménica. No los aceptamos.

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Nota preliminar de Monseñor Lefebvre, del 12 de julio de 1976:

El domingo, 27 de junio, un enviado de la Secretaría de Estado me llevó la carta de Monseñor Benelli. Ella confirma la prohibición de las ordenaciones y las amenazas de sanción; no hace ninguna referencia a la posibilidad de un diálogo. De este modo, parece imposible abordar el problema de fondo, que es el acuerdo de la Iglesia conciliar, como la llama Monseñor Benelli en su última carta, y la Iglesia Católica. Que no se equivoquen, no se trata de un desacuerdo entre Monseñor Lefebvre y el Papa Pablo VI. Se trata de la incompatibilidad radical entre la Iglesia Católica y la Iglesia conciliar, representando la misa de Pablo VI el símbolo y el programa de la Iglesia conciliar.

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Reflexiones de Monseñor Lefebvre sobre la suspensión a divinis, del 29 de julio de 1976:

¡Qué más claro! En adelante es a la Iglesia conciliar que es necesario obedecer y ser fiel, y no a la Iglesia Católica. Es todo nuestro problema precisamente. Somos “suspendidos a divinis” por la Iglesia conciliar y para la Iglesia conciliar, de la cual no queremos formar parte. Esta Iglesia conciliar es una Iglesia cismática, porque rompe con la Iglesia Católica de siempre. Tiene sus nuevos dogmas, su nuevo sacerdocio, sus nuevas instituciones, su nuevo culto, ya condenados por la Iglesia en muchos documentos oficiales y definitivos (…) Por eso los fundadores de la Iglesia conciliar hacen tanto hincapié en la obediencia a la Iglesia de hoy, haciendo abstracción de la Iglesia de ayer, como si ésta no existiese ya (…) Esta Iglesia conciliar es cismática porque tomó como base de su actualización los principios opuestos a los de la Iglesia Católica (…) La Iglesia que afirma semejantes errores es a la vez cismática y herética. Esta Iglesia conciliar no es, pues, católica. En la medida en que el papa, los obispos, sacerdotes o fieles adhieren a esta nueva Iglesia, se separan de la Iglesia Católica. La Iglesia de hoy sólo es la verdadera Iglesia en la medida en que sigue y hace cuerpo con la Iglesia de ayer y de siempre. La norma de la fe católica es la Tradición (…) El pedido de Monseñor Benelli es, pues, luminoso: sumisión a la Iglesia conciliar, a la Iglesia de Vaticano II, a la Iglesia cismática. Nosotros proseguimos en la Iglesia Católica.

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Declaración de Monseñor Lefebvre, del 4 de agosto de 1976:

Este concilio representa, tanto a los ojos de las autoridades romanas como a los nuestros, una nueva iglesia, que ellos llaman, además de la Iglesia conciliar (…)

Creemos que podemos afirmar, ateniéndonos a la crítica interna y externa del Vaticano II, es decir, mediante el análisis de los textos y el estudio de las modificaciones y las conclusiones de este Concilio, que este último, dando la espalda a la tradición y rompiendo con la Iglesia del pasado, es un concilio cismático (…)

Todos los que cooperan en la ejecución de este trastorno, aceptando y adhiriendo a esta nueva Iglesia conciliar, como la llama Monseñor Benelli en su carta del 25 de junio, entran en el cisma.

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Sermón de Monseñor Lefebvre. Lille, 29 de agosto de 1976:

¿Qué es lo que han querido los católicos liberales durante un siglo y medio? Hace que la Iglesia y la Revolución contraigan matrimonio, casar a la Iglesia y la subversión, casar la Iglesia y las fuerzas destructivas de la sociedad y de todas las sociedades, la familiar, la civil y la religiosa. ¿Qué significa eso?

Esto significa que hay que casar la Iglesia, la Iglesia Católica, la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, con los principios que son contrarias a esta Iglesia, que la socavan, que siempre han estado en contra de la Iglesia (…)

La unión deseada por los católicos liberales entre la Iglesia y la Revolución es una unión adúltera, adúltera. De esta unión adúltera sólo pueden venir bastardos. ¿Y quiénes son estos hijos bastardos? Los ritos. El rito de la misa es un rito bastardo. Los sacramentos son sacramentos bastardos (…) Los sacerdotes que salen de los seminarios no saben lo que son. Son sacerdotes bastardos. Ellos no saben lo que son.

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Conferencia de Monseñor Lefebvre durante el Retiro sacerdotal, del 4 de septiembre de 1987:

Yo digo: Roma ha perdido la fe, mis queridos amigos. Roma está en la apostasía. Estas no son palabras vacías. Esa es la verdad. Roma está en la apostasía. Ya no podemos tener confianza en esta gente, ellos abandonan la Iglesia, salieron de la Iglesia, salen de la Iglesia. Es cierto, cierto, cierto.

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Carta de Monseñor Lefebvre al Cardenal Ratzinger, del 24 de mayo de 1988:

Eminencia, me parece necesario precisarle lo que le escribía el 6 de mayo. Reflexionando, nos resulta claro que el objetivo de los coloquios y de la reconciliación es integrarnos en la Iglesia Conciliar, la única Iglesia a la cual hacía usted alusión en las conversaciones.

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Conferencia de Prensa, del 15 de junio de 1988:

El Cardenal Ratzinger lo repitió varias veces: “Monseñor sólo hay una Iglesia, no puede haber una Iglesia paralela”. Le dije: “Eminencia, no somos nosotros quienes hacemos una Iglesia paralela, puesto que seguimos la Iglesia de siempre; son ustedes quienes hicieron la Iglesia paralela habiendo inventado la Iglesia del Concilio, la que el cardenal Benelli llamó la Iglesia conciliar; son ustedes quienes inventaron una iglesia nueva, quienes se hicieron nuevos catecismos, nuevos sacramentos, una nueva misa, nueva liturgia, esto no viene de nosotros. Nosotros, seguimos lo que se hizo antes. No somos nosotros quienes hacemos una nueva iglesia.

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Los Superiores de la FSSPX, Carta Abierta al Cardenal Gantin, 6 de julio de 1988:

Eminencia, reunidos en torno a su Superior general, los Superiores de los distritos, seminarios y casas autónomas de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, piensan conveniente expresarle respetuosamente las reflexiones siguientes.

Usted creyó deber suyo, por su carta del 1º de julio último, hacer saber su excomunión latae sententiae a Su Excelencia Monseñor Marcel Lefebvre, a Su Excelencia Monseñor Antonio de Castro Mayer y a los cuatro obispos que ellos consagraron el 30 de junio último en Ecône.

Quiera usted mismo juzgar sobre el valor de tal declaración que viene de una autoridad que, en su ejercicio, rompe con la de todos sus antecesores hasta el papa Pío XII, en el culto, enseñanzas y el Gobierno de la Iglesia.

En cuanto a nosotros, estamos en plena comunión con todos los Papas y todos los Obispos que han precedido el Concilio Vaticano II, celebrando exactamente la Misa que ellos codificaron y celebraron, enseñando al Catecismo que ellos compusieron, oponiéndonos contra los errores que ellos condenaron muchas veces en sus encíclicas y cartas pastorales.

Quiera usted entonces juzgar de qué lado se encuentra la ruptura. Estamos extremadamente apenados por la ceguera de espíritu y el endurecimiento de corazón de las autoridades romanas.

En cambio, nosotros jamás quisimos pertenecer a ese sistema que se califica a sí mismo de Iglesia Conciliar y se define por el Novus Ordo Missæ, el ecumenismo indiferentista y la laicización de toda la sociedad.

Sí, nosotros no tenemos ninguna parte, nullam partem habemus, con el panteón de las religiones de Asís; nuestra propia excomunión por un decreto de Vuestra Eminencia o de otro dicasterio no sería más que la prueba irrefutable.

No pedimos nada mejor que el ser declarados ex communione del espíritu adúltero que sopla en la Iglesia desde hace veinticinco años; excluidos de la comunión impía con los infieles.

Creemos en un solo Dios, Nuestro Señor Jesucristo, con el Padre y el Espíritu Santo, y seremos siempre fieles a su única Esposa, la Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana.

El ser asociados públicamente a la sanción que fulmina a los seis obispos católicos, defensores de la fe en su integridad y en su totalidad, sería para nosotros una distinción de honor y un signo de ortodoxia delante de los fieles. Estos, en efecto, tienen absoluto derecho de saber que los sacerdotes a los cuales se dirigen no están en comunión con una iglesia falsificada, evolutiva, pentecostal y sincretista.

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Al cabo de la simple lectura de estos textos, queda claro que en el pensamiento de Monseñor Lefebvre y de los Superiores de la FSSPX existía una distinción entre Iglesia Católica e iglesia conciliar, y que no se podía estar en comunión con esta última, ni siquiera en una mínima parte = nullam partem habemus

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COLOFÓN

Del Reportaje de Fideliter n° 79, de enero – febrero de 1991:

FIDELITER: ¿Qué les puede decir a los fieles que aún esperan la posibilidad de un acuerdo con Roma?

Monseñor Lefebvre: Nuestros verdaderos fieles, aquellos que comprendieron el problema y nos ayudaron a seguir la línea recta y firme de la Tradición y de la fe, temieron los pasos que di en Roma. Me dijeron que era peligroso y que estaba perdiendo el tiempo. Sí, claro, esperé hasta el último minuto que en Roma hubiera un poco de lealtad. No se me puede culpar por no hacer lo mejor que puedo. Así pues, ahora, a aquellos que vienen a mí y me dicen: hay que llegar a un acuerdo con Roma, creo poder decirles que he ido aún más lejos de lo que debía haber ido.

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Del Libro El Itinerario Espiritual (enero de 1990). Capítulo III – La vida divina – La Creación:

La voluntad de Vaticano II de querer integrar en la Iglesia a los no católicos sin exigirles conversión, es una voluntad adúltera y escandalosa. El Secretariado para la Unidad de los Cristianos, por medio de concesiones mutuas —diálogo—, conduce a la destrucción de la fe católica, a la destrucción del sacerdocio católico, a la eliminación del poder de Pedro y de los obispos; se elimina el espíritu misionero de los apóstoles, de los mártires, de los santos. Mientras este Secretariado conserve el falso ecumenismo como orientación, y mientras las autoridades romanas y eclesiásticas lo continúen aprobando, se puede decir que siguen en ruptura abierta y oficial con todo el pasado de la Iglesia y con su Magisterio oficial. Por eso todo sacerdote que quiere permanecer católico tiene el estricto deber de separarse de esta Iglesia conciliar, mientras ella no recupere la tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica.

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Del Prefacio al Nº 1 de la Documentación sobre la Revolución en la Iglesia, Ecône, 4 de marzo de 1991.

La Providencia divina ha querido que Monseñor Lefebvre, 21 días antes de fallecer, escribiese estas palabras tan consoladoras como proféticas, con ellas concluimos:

El restaurador de la cristiandad es el sacerdote por la ofrenda del verdadero sacrificio, por la distribución de los verdaderos sacramentos, por la enseñanza del verdadero catecismo, por su papel de Pastor vigilante para la salvación de las almas.

Es alrededor de estos verdaderos sacerdotes fieles que los cristianos deben agruparse y organizar toda la vida cristiana.

Todo espíritu de desconfianza hacia los sacerdotes que merecen la confianza disminuye la solidez y la firmeza de la resistencia contra los destructores de la Fe.