IN MEMORIAM
Padre Basilio Méramo
(Barranquilla, 4 de julio de 1953 – Choachí, 5 de marzo de 2024)
Por: José Luis Ortiz-del-Valle Valdivieso
Bogotá, fiesta de San José, 2025 AD
Nunca es fácil escribir de otra persona, menos cuando ella ha procurado un gran beneficio en nuestra vida terrena y, probablemente, para la eternidad que en la misericordia y justicia divinas nos corresponda. Quiero dejar en estas breves líneas, más que una semblanza, el sentido de una vida, en lo que me es posible a mis limitaciones.
Debo empezar por aclarar que el Padre Basilio (RIP), siempre firmó y se dio a conocer como “Padre Basilio Méramo”, no obstante tener otro nombre y otro apellido, y que en el trato cotidiano siempre prefirió que lo llamarán “Padre Basilio”, a secas, y nunca le gustó eso de “Padre Méramo”, porque este apelativo no estaba en consonancia con la tradición hispánico-cristiana.
Y ¿por qué la anterior aclaración? Porque es desde allí que se puede tirar del hilo de su personalidad para descubrir al hombre detrás de ese nombre y, si el nombre define al hombre, en este caso fue muy patente. Y como en toda vida heroica hubo un antes y un después de esa existencia: antes del sacerdocio in æternum y después de ese compromiso para siempre. Él lo tuvo siempre claro en su mente y en su alma, e incluso en sus bienes materiales que no dudó, cuando fue menester, destinarlos también a la mayor gloria de Dios.
Tantas facetas: sacramentos administrados a numerosos fieles, episodios gratos y amargos (algunos desgarradores), sermones y escritos de muchos tópicos, unos ácidos y crudos, otros consoladores, pero en todo el celo por la Verdad Absoluta, aunque sus detractores se queden a veces con los accidentes del hombre y no quieran ver su esencia, sus motivos vitales, su incansable afán de descubrir ante todos la Verdad sin tapujos, sin componendas, sin claudicaciones.
Del hombre viejo que una vez se fue desde Barranquilla a la Calle Venezuela 1318 de Buenos Aires, para preparar su ofrecimiento como otro Cristo, quedó poco cuando sobrevino el hombre nuevo que fue desde su ordenación y hasta el último de sus días.
¡Dios es testigo de su disciplina, de su integridad en la fe y de su buena voluntad como persona consagrada y de Él esperamos que le conceda, por su misericordia, la visión beatífica! Eso sí, nunca dejemos de rogar por la salvación del Padre Basilio y la de los demás fieles difuntos, como él mismo nos enseñó que es mandato divino.

