Oda a la Santa Cruz
¡Oh venerable árbol de la muerte y la vida
que eres a un mismo tiempo patíbulo y promesa,
en el que se halla oculto bajo hirientes astillas
cada humano pecado, cada humana miseria!
Madero que con brazos abiertos soportara
la angustia del Mesías que habría de comprar
al precio de su sangre, salud para las almas
que buscan consolarlo con su fidelidad.
Silente testimonio de la brutal tragedia,
–las más amargas horas conocidas por Dios–
cuando sobre la tierra cubierta de tinieblas
se consumará la obra de nuestra redención.
Tu aspérrima corteza y tus ariscos nudos
fueron doliente mástil del sacrosanto cuerpo
de aquel Verbo hecho carne que descendiera al mundo
para franquearle al justo la ruta hacia los cielos.
¡Oh cruz de Cristo, faro del pecador y llave
que abre las áureas puertas al alma pura y fiel,
tú simbolizas todo cuanto en la tierra cabe
de amor y de esperanza, misericordia y fe!

