Es la única colección de poesías publicadas como tal por el Padre Leonardo Castellani.
Reúne composiciones que escribió desde su partida a bordo del vapor Naboland hacia Europa, en 1946, hasta su retorno a la Patria y primer año de estadía en ella, en 1950.
Son los años más tempestuosos de su existencia. En ellos se dio el conflicto con sus superiores religiosos, que dejó honda huella en su vida y en su obra.
EN EL MAR
1
Oh mi Dios, yo te di más que mi vida
sería tiempo de dejarme en paz
dame tu vida y cúrame mi herida
o no me pidas nunca nada más.
Me jaezaste a la mar desconocida
y aunque pudiera, yo no vuelvo atrás
en mitad de la ruta indefinida
lancé por borda brújula y compás.
El ciclón del velamen hizo riza.
Todo esto debería ya cansarme.
El puro mar y cielo se eterniza…
De mi antiguo vigor no hay ni un adarme
la provisión se agota a toda prisa
ya no afronto el ciclón con la sonrisa…
Ya no te falta más sino tragarme.
Naboland, 18 de diciembre de 1946.
2
Quizá Dios quiera hacerme timonel
de mi vida en lugar de pasajero,
o alguna cosa rara que sabe Él
el viejo millonario aventurero.
Con el que es dueño discutir no quiero,
solo sé que mi místico bajel
se siente en alta mar no muy entero,
medio rotas sus alas de petrel.
Mar de fondo. Ninguno a conducirme…
Brumas. Lejos de toda tierra firme
tomar la rueda y aprender singlada
¡Cristo! a mis años. A no ser, hermano
que aceptes el morir en un pantano
o de una indigestión de agua salada…
O este bregar a ciegas siempre en vano.
Naboland, 22 de diciembre de 1946.
3
Como un petrel que sobre la erizada
superficie del mar plúmbea y movida
volando sin cesar toda la vida
y con las olas por precaria almohada.
La su indígena playa ya olvidada,
toda esperanza de volver perdida,
así boga mi alma mal dormida
sobre una eterna soledad salada.
Sólo un oscuro instinto la encamina,
un increíble esfuerzo la sostiene,
un fuego la alimenta y determina
el aire la mantiene.
Hacia el bajel azul de un rey que viene,
hacia un sueño de amor inmenso y lene
y una ignota golconda diamantina.
Naboland, 22 de diciembre de 1947.
4
Si yo fuera no más contramaestre
o segundo oficial, oh patria mía,
oh patria de mi mente mar bravía
en vez de escriba, chupatinta y preste.
Y entrar en un ataúd plomo y celeste
los confines de mi melancolía,
y sin puerto surcarte, hasta que un día
Dios su rastro en tus vórtices me muestre.
Y un día en ti la sed que nunca apago,
y la tormenta que incesante arrostro,
y este ceder la orilla de mi lago,
y esta resaca que me sube al rostro,
todo de un golpe halle el remedio mago…
—Cuesta no más un poco el primer trago
devorado de un sorbo por el monstruo.
18 de febrero de 1947.

