PADRE LEONARDO CASTELLANI: DIRECTORIALES DE JAUJA

N° 36 – Diciembre de 1969

Con este número 36 cesa la revista JAUJA. La razón ya la dimos hace un año justo: falta de fuerzas físicas. La vejez, la enfermedad y la muerte son lote de todos los mortales; y son aún peor estos males que nacer en un país mal gobernado.

Todo pueblo tiene el gobierno que se merece… Este axioma he tratado de refutar o negar más de mil veces.

Desde luego que, si el tango fuese «la música ciudadana» y la «expresión del alma argentina», como dijo por Radio Municipal el Dr. Gútenberg Buttafieri, no hay duda mereceríamos ser gobernados por Frondizi o Aramburu —o por el mismo Buttafieri. Seríamos, como nos enrostró un viajero europeo «una comunidad satisfecha de su degeneración».

Hemos estado mal gobernados durante un siglo, con dos tremendos esfuerzos (o cuatro si quieren) por romper la oculta servidumbre al imperialismo extranjero y a las oligarquías cipayas. ¿Qué más podemos hacer que Yrigoyen, Perón, Uriburu, Lonardi? Hoy la Prensa diario, en su centésimo aniversario de servicio al capitalismo, se enorgullece de haber mordido a Yrigoyen, Perón y Lonardi.

¿Seremos un pueblo tan corrompido que merezcamos ser gobernados por el liberalismo capitalista? ¿Por masones, por judíos, por minushabentes?

Una revista aburrida, una revista judía seria y copetuda, publica hoy mismo un articulazo acerca los escritores que más venden en Buenos Aires, o sea, los «bestezuelas» (beste-sellers). Enumeran allí bajo la autoridad de libreros fotogénicos los millanares de ejemplares que venden por ejemplo Gerombos (314.000 copias a razón de 1.300 mensuales) o bien Tábaso (150.000) o bien Frome Enrique (19.000 al año) con «El arte de amar», «Manual de perversiones», «Prostibulario» y «Homosexuario».

Reparando en todos los «bestezuelas», uno ve que los más vendidos son libros impíos, perversos, obscenos, sucios o papanatas. ¿Así que eso sería lo que consume preferente el pueblo argentino, insignemente corrompido y cretino en ese caso? Ninguno desos «bestezuelas» son cristianos, y algunos son netamente seides del Anticristo, demoníacos.

«Sí, pero es que la parte sana de la Argentina es la que no lee» —me dicen en el Instituto Rosista. Bien, pero, si no lee, almenos ve y oye; y el cine (a juzgar por los avisos de la nación diario), la tele (o como dice el otro, la Vidéo), la radio, los discos, las revistas «ilustradas», las audiciones de foque-loro, las conferencias radiales y las exposiciones de cuadros, son lo que hay que ver —o mejor dicho, lo que NO habría que ver en buena cristiandad. ¿Y la educación pública? ¿Y los grandes diarios? ¿Y la Iglesia Establecida?

***

A partir de aquí rompí las tres páginas siguientes sobre la «Iglesia Establecida», que contenían una acusación o queja o reproche a su esterilidad, servilismo y desorden, bien escrito (dicho sea sin gran modestia) pero «no era el lugar»; «Optime bene recte. — Sed non erat hic locus”… Cuando la madre está enferma, no es el momento de irle con reproches; y esta santa y vieja madre está enferma; aquí y según creemos en todo el mundo mundanal. Simplemente hay que rogar por ella a Dios, que es el uniquísimo que la puede sanar.

La educación pública y los grandes diarios cambiarán automátice cuando cambie el estado político del país volviéndose nacional y católico (si acaso…): tomarán el color del tiempo, pues así como dice San Pablo que las cosas deste mundo, creatura mundi, sirven ahora al diablo de mala gana, lo mismo se podría decir del Ministerio de la «Educación» y del Clarín y La Prensa diarios, que al fin siendo negocios dependen de la clientela; que actualmente es el mismísimo diablo, pero puede llegar a ser el pueblo. Vean CRÓNICA, por ejemplo: no es una agencia clandestina de colocaciones y no depende de los avisos sino de su venta; y es más sana y veraz (en su grosura) que los mastodontes de la publicidad.

¿Y cuándo cambiará todo esto? Eso yo no lo sé; pueser que nunca y entonces estamos aviados para todo el viaje. Pero hemos de hacer todo nuestro posible para que se alce el país del fatídico cauce pantanoso actual y agarre la tierra firme. Dios no nos pide que venzamos, sino que no seamos vencidos.

Hablando naturalmente no se ve remedio: ni el gran hombre capaz del golpe de timón; ni los grupos unidos capaces de secundar al héroe, ni la masa consciente por lo menos del mal; pues, como dijo el otro, parece realmente una comunidad satisfecha de su degeneración; cuyo ideal sería «una esclavitud confortable».

Quien no anda en la verdad.
Hacia la ruina camina.
La primera medicina.
Es saber la enfermedad.

Y aquí la mayoría no sabe la enfermedad. Como aquel ciego que al decirle el médico que su ceguera venía de la sífilis, gritó: «¡Uá él… así semo nojotro!».

Los judíos que ahora nos ilustran y educan por medio de sus revistas, andan ahora en que hay que volver a los partidos políticos, salvo siempre a echarlos con viento fresco por medio de los soldados a los tres años y medio cuando se hayan emporcado bastante; y que ese es el régimen normal de la Argentina. Lindo si fuese estable; pero vuelta a vuelta el país se va hundiendo más; y sus novedosos cuartelazos (o sea «revoluciones») engordan a porrillo a sus parásitos internos y externos.

A un pueblo así no lo cura ni San Roque.

Aquí hay mucha gente buena y no poca gente inteligente. Muy bien. La gente buena anda desparramada; y como no es del todo buena, se pelean arreo entre ellos por quítame allá esas pajas. La «Inteligencia» casi toda ella tiene lagunas en la idem; por causa de lo deficiente en la educación. Yo estoy inmensamente agradecido a mis maestros porque no me arruinaron del todo —dijo uno. Y los que no tienen maestro, pierden mucho tiempo, y algo más a veces. «Gli autodidatti pérdono almeno il tempo».

Por lo tanto, lo que hay alomás es semilla; y por tanto tendrá que obrar como semilla, lentamente y por almácigos; y el resultado irlo a esperar a la Chacarita. Yo a los demás no sé decirles lo que hacer; y a mí mismo, lo que dijo el Papa el día de Garibaldi: » … el arte del periodista: la difusión clara y valiente de las ideas». Pero se guardó en el buche el confesar que, si hubiese seguido ese consejo cuando escribía en «La Voce del Pópolo» de Brescia, jamás hubiese llegado a ser Papa.

Yo por lo menos no llegué ni a Deán, como mi tío el cura. Pero ahora eso ya poco importa; y a mí personalmente, nada. Yo voy a morir mañana.

Cuando yo era chico, un Tuttaventi protestante le vendió a mi madre un magnífico libro telarroja titulares de oro llamado «El Rey que Viene». Yo lo pasé de cruz a tabla no sé cuántas veces al libro, porque tenía figuritas; y me quedó grabado en las entretelas ese título: «El Rey que Viene» hasta hoy día. Nunca lo pude olvidar.

Ahora a los 70 sí que viene de veras (inevitable) el Rey que viene a salvar, el Rey que viene a remediar, el Rey que viene a resucitar. O la Reina, mejor dicho. Es la muerte; y lo que detrás della ocurre —si Dios nos pilla confesados.

Como un petrel que sobre la erizada
Superficie del mar plúmbea y movida
Volando sin cesar toda la vida
Y con las olas por precaria almuada.
   La su indígena playa ya olvidada
Toda esperanza de volver perdida
Así boga mi alma mal dormida
Sobre una eterna soledad salada.
   Sólo un oscuro instinto la encamina
Un increíble esfuerzo la sostiene
Un fuego la alimenta y determina
El aire la mantiene
   Hacia el bajel azul de un Rey que viene
Hacia un sueño de amor paraselene
Y una ignota golconda diamantina.

L.C.C.P.

«Paraselene «, ¿qué es eso? Y… será algo de navegación espacial.

Hay otros montones de cosas qué decir, pero tengo pereza.

Indudable la revista contribuía a mantenerme alegre; pero… quizá ya no es más tiempo de andar alegre, yo por lo menos.