Cómo los pájaros y las bestias lloraron la próxima muerte de Nuestra Señora
Tres años antes de su muerte, Nuestra Señora, que tenía 67 años, fue visitada de nuevo por el Arcángel Gabriel con un mensaje: Ella dejaría esta tierra en exactamente tres años. La Venerable María de Ágreda describe la alegría de Nuestra Señora por esta noticia y cómo redobló sus esfuerzos, si eso era posible, para utilizar el tiempo que le quedaba en beneficio de las almas y de la Iglesia.
También describe cómo el mundo creado, la naturaleza reaccionó con tristeza al enterarse de la partida de su gran Reina.
En el curso de estos tres últimos años de la vida de nuestra Reina y Señora, el Poder Divino permitió que cierta fuerza oculta y dulce pusiera a toda la naturaleza en luto y tristeza por la muerte inminente de aquella Mujer, que con su vida hermoseó y perfeccionó toda la Creación.

Los pájaros cantaban notas tristes, lamentando su próxima pérdida
Los santos Apóstoles, aunque estaban esparcidos por la tierra, comenzaron a sentir nuevas ansiedades y recelos respecto al tiempo en que se verían privados de su Señora y de su ayuda; porque ya la Luz Divina les insinuaba que este acontecimiento no podía estar muy lejos. Los demás fieles que vivían en Jerusalén y en los alrededores comenzaron a sentir secretamente que su tesoro y su gozo no serían suyos por mucho tiempo más.
Los cielos, las estrellas y los planetas perdieron gran parte de su brillo y belleza, como el día al acercarse la noche. Las aves del cielo cayeron en singulares demostraciones de tristeza durante estos últimos años. Una gran multitud de ellos se reunía ordinariamente en el lugar donde se encontraba la Santísima María. Rodeando su oratoria con vuelos y movimientos inusitados, emitían, en lugar de sus cantos naturales, notas tristes, como si estuvieran lamentándose y gimiendo en su dolor, hasta que la Señora misma les ordenó de nuevo que alabaran a su Creador en sus tonos naturales y musicales.

Las bestias salvajes se acercaron y se inclinaron con tristeza ante Nuestra Señora cuando visitó el Monte Calvario
De este milagro San Juan fue a menudo testigo, uniéndose a ellos en sus lamentaciones. Pocos días antes de la Transición de la Madre celestial se reunieron innumerables huestes de pajarillos, recostando la cabeza y el pico en el suelo, hurgando en sus pechos con gemidos, como quien se despide para siempre y pide la última bendición.
No sólo las aves del cielo se entregaban a este dolor, sino también las bestias brutas de la tierra. Porque cuando un día, según su costumbre, la Reina del Cielo fue a visitar los Santos Lugares de la Redención y llegó al Monte Calvario, muchas bestias salvajes vinieron de las montañas circundantes a esperarla.

El sol se eclipsó por completo el día de la muerte de Nuestra Señora
Algunos de ellos se postraron en el suelo, otros inclinaron el cuello, y todos emitieron sonidos tristes y así durante algunas horas manifestaron su dolor por su inminente partida, a quien reconocieron como la Señora y el honor de toda la Creación.
La señal más maravillosa de este luto general entre las criaturas fue que la luz del sol, de la luna y de las estrellas disminuyó, y en el día de su transición fueron eclipsadas como a la muerte del Redentor del mundo.
Aunque muchos de los hombres sabios y reflexivos notaron estos cambios insólitos en los orbes celestiales, todos ignoraban la causa y sólo podían expresar su asombro. Pero los Apóstoles y los Discípulos, que, como diré más adelante, estuvieron presentes en su dulcísima y feliz muerte, supieron entonces que todos estos signos eran muestras de dolor en la naturaleza insensible.

La profecía de Zacarías se cumplió: La tierra llorará
Las cosas poco inteligentes de la Creación anticiparon justamente su luto por la pérdida de su Reina, mientras que la inteligente naturaleza humana no lloró por la partida de su Soberana, su legítima Señora, su verdadera Belleza y Gloria que la adornaba.
Sólo en el primero parecía cumplirse la profecía de Zacarías: que en aquel día llorará la tierra, y las familias de la casa de Dios, cada uno por su lado, y que este duelo será como por la muerte del primogénito, por la que todos están acostumbrados a llorar. Este duelo, que el Profeta predice para el Unigénito del Eterno Padre, fue también en debida proporción a la muerte de la Purísima Señora, como Hija primogénita de la gracia y de la vida.
Y así como los fieles vasallos y siervos se visten de luto no sólo por la muerte de su príncipe o de su reina, sino también por la perspectiva de su peligro o de su pérdida; así las criaturas irracionales anticiparon el sentimiento y las muestras de su dolor al acercarse la Transición de María Santísima.

La Dormición o Transición de Nuestra Señora
Fuente https://www.traditioninaction.org/religious/h264_Agr.htm
