PADRE LEONARDO CASTELLANI: DIRECTORIALES DE JAUJA

N° 29 – Mayo de 1969

El gobierno de la «Revolución Argentina» (que muchos niegan sea una revolución, lo cual puede ser hasta una alabanza) ha publicado un proyecto de Ley de Educación, que es una novedad absoluta en el Ministerio del ramo. Es una proclama de los principios que deberían gobernar la educación pública, los cuales este gobierno no va a poder implantar; y si llegara a implantarlos de sopetón y desde arriba, no prenderían; porque las leyes deben implantarse sobre las costumbres, y regularmente no pueden crear de la nada nuevas costumbres. De modo que esta ley es un «Alarido Alegre», como se llamaba una «comparsa» de mi mocedad; aunque más exacto sería «un aullido silencioso».

Es enteramente especulativa, no es práctica; parece un artículo de la revista ROMA; digamos que es como un crucigrama, un soneto con pies forzados, una alocución del Papa sobre la paz, o el binomio de Newton.

No es lo peor de nuestra Escuela que sea irreligiosa; lo peor es que sea ineficaz. Porque si fuera sólo irreligiosa, sería una escuela mala, pero siempre sería escuela; pero si es ineficaz no es escuela; y entonces ¿qué es?

Que es irreligiosa se ha repetido cien veces y con razón; pues pretendiéndose «neutra», o sea imparcial, neutraliza la pregunta principal del hombre; que existe en el niño casi desde que nace, y sin la cual todo lo demás que puede aprender no vale nada. Porque si enseñase rabiosa y eficazmente el ateísmo, sobre ese ateísmo se podría basar una especulación religiosa; pero si sofoca por el silencio hasta la idea de Dios, sanseacabó. Tiende a formar un animalito enteramente volcado hacia las «bagatelas de la vida» (como dice San Pedro) solamente capaz de «producir» si es manso; o rebelarse si es bravo.

Pero ahora caen en la cuenta que como escuela es ineficaz; y los primeros son los profesores y maestros. Yo que soy más serio que un buzón, una vez produje un chiste fenomenal (si perdonan hable de mí mismo) por lo menos a los ojos de mi Jefa de entonces, la Directora de una Escuela Normal. Preguntado cómo reformaría yo los programas, respondí que a las muchachas habría que enseñarles solamente TODO VICTOR HUGO, verso y prosa, dramas, novelas y poemas, las 10.000 páginas enteras desde primera a sexto año. (Había 6 años de Normal y yo era profesor: ¡de Metafísica nada menos!). A la Directora le pasó como un relámpago que yo de golpe me había vuelto loco; más luego, caritativa, pensó que era un bromazo. Y era una verdad; la verdad obvia de que es mejor saber una cosa bien que 18 materias (¿o son 25?) mal. Si llegan a hablar francés y redactar recensiones, resúmenes y juicios sobre Víctor Hugo en francés, he aquí una señorita con la mente educada y no con la mente dislocada. Hasta religión saldrían sabiendo… —con un buen profesor: yo por ejemplo.

De hecho, esa es la manera como se formó el filósofo Gustavo Thibon. Hijo de un leñador, no tuvo en su adolescencia sino las Obras Completas de Víctor Hugo en su cabaña del bosque; y las leyó interminablemente. Ahora conoce hasta filosofía alemana en alemán. Pero por ahí empezó: todo Víctor Hugo.

Que los hijos pertenecen a sus padres y a ellos les compete educarlos, como la abortiva «Ley» proclama eso es más que una verdad, es una perogrullada. No digamos los cristianos, incluso los paganos lo sabían y lo decían: los griegos (excepto Platón) y los romanos (excepto Juliano el Apóstata). El apóstata Jules Ferry renovó la brutalidad de Esparta de que los hijos pertenecen al Estado; por puro y mero odio a la Iglesia Católica. Así como Napoleón monopolizó la enseñanza para formar bonapartistas, estotro más déspota recogió el despótico «monopolio» para formar anticlericales; o sea «genízaros de la República». El resultado fue que los maestros normales así formados, se les volvieron comunistas; y le salió la criada respondona al Estado Liberal francés; al cual dieron y siguen dando grandes dolores de cabeza los «docentes» y los «docibles».

Allá la escuela neutra o laica consiguió sacar la religión, pero no la eficacia; aquí sacó la religión y la eficacia. Es un contradios. Una nación que lo fomenta o simplemente lo soporta no es una nación cristiana, es una nación apóstata. Es uno de los siete crímenes nacionales, quizás el peor. Y por eso la mano de Dios pesa sobre nosotros. ¿No va a pesar? En el pecado tenemos el castigo. Una instrucción pública contra natura, ha hecho un pueblo desnaturalizado. Y si no lo consiguió hasta ahora del todo, es porque mucha gente honesta fue en contra y hasta se sacrificó para obstaculizarlo. Honor a las órdenes religiosas y a los maestros argentinos sacrificados.

Entonces Ud. ¿qué remedio propone? Yo no tengo receta ninguna para vender ni para regalar. El remedio, si viene, vendrá paulatinamente por medidas decididas hechas en concordancia con el estado general del país; como profirió no hace mucho el maestro Salonia. O sea, el problema de la Escuela está dentro del problema político y se resolverá paralelamente al problema político. Y las medidas a tomar pertenecen al Político —o sea al estadista— y no al Filósofo; el cual se concierne sólo con los principios.

Yo no soy ya ni discípulo ni profesor, por suerte. Escribir libros sobre «La Reforma de la Enseñanza» es ocioso; el mal della depende de una raíz venenosa que no se puede arrancar con discursos; y el pesado y absurdo armatoste que han edificado los «pedagogos» sobre las espaldas y cabezas de niños y jóvenes depende ahora de un montón de intereses creados que se agarran como sanguijuelas a sus enchufes apenas el armatoste es sacudido —y ahora ya se sacude solo. Desarmarlo o simplemente limpiarlo va a costar Dios y ayuda. Dios está; la ayuda se espera de nosotros.

Las leyes más buenas pueden claudicar o desaparecer por «deficiencia de la materia» —o sea el material social. Tenemos dos ejemplos cercanos: la ley de Enseñanza Religiosa de Perón y la ley de (parcial) Libertad de Enseñanza de Frondizzi. La primera originó una enseñanza de la Religión tan deficiente que muchos decían era mejor no se diera; y de hecho se eliminó junto con Perón. La otra hizo surgir un montón de Universidades; pero la calidad y altura de la formación académica no mejoró; al contrario, más bien. Los antiguos sabían que una «forma» que se encarna en materia deficiente, se vuelve deficiente; porque (decían) «quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur», lo cual es obvio: «lo que se recibe al modo del recipiente se recibe». Y la materia de las leyes, el recipiente, son las prestablecidas COSTUMBRES.

Ojalá erremos. Ojalá la proyectada Ley se transforme en realidades sociales. No malagüeramos por gusto.