JOSÉ MARÍA MORCILLO: UN LEMA MESIÁNICO Y SATÁNICO

SÓLO EL PUEBLO ELEGIDO SALVA AL PUEBLO

Ya hemos señalado lo satánico del lema “Sólo el pueblo salva al pueblo”. Ver AQUÍ

En efecto, los mismos que consienten y aplauden la sodomía y el aborto, o aquellos que piensan que fuera de la democracia no hay salvación, ¿acaso pueden salvarse a sí mismos del mal del que son partícipes y causantes?

La religión del hombre no puede redimir al hombre, del mismo modo que la voluntad ciega y caprichosa del pueblo no puede ejercer un gobierno digno de tal nombre sobre sí mismo.

También se ha dicho que todos los acontecimientos del tiempo presente tienen una clara evocación mosaica y que son aclamados como milagros y signos anunciadores del advenimiento mesiánico.

Un acontecimiento mesiánico y apocalíptico

En el caso de la Dana, el trágico acontecimiento en Valencia, además de sugerir el episodio del diluvio universal, evoca también el relato del paso del mar Rojo por el pueblo redimido y liderado por Moisés y que estaba siendo hostigado por el Faraón. Entonces los hijos de Israel entraron en medio del mar a pie enjuto, formando para ellos las aguas una muralla a su derecha y a su izquierda. (Éxodo 14, 22)

La historia de Moisés tiene que ver con el diluvio porque él mismo fue “salvado de las aguas”, puesto por su madre en una canastilla (arca) hecha con juncos cuando el faraón ordenó tirar al río a los niños hebreos recién nacidos.

El Mar Rojo (Reed Sea en su traducción inglesa) es llamado en la Torá “Mar de juncos”; y es el junco, junto con la caña, una especie muy representativa de la flora en la albufera valenciana que ha hecho estragos al ser arrastrado por la fuerza de las aguas.

La inundación seguramente fue provocada por la apertura de presas, ya que ha sido descrita por las víctimas como un tsunami u ola gigantesca que ha arrastrado vehículos, arrasado viviendas y cultivos y ahogado a un sinnúmero de personas que se vieron sorprendidas por la repentina y violenta avenida de aguas.

Entonces dijo Yahvé a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas vuelvan sobre los egipcios, sobre sus carros y sobre su caballería.” (Éxodo 14, 26)

El relato del Éxodo da a entender el efecto de una gran muralla de agua que se forma al ordenar Moisés la apertura de las aguas y que luego, al volver a su sitio, arrolla a los carros egipcios. Es exactamente lo que ocurre cuando una presa se abre de repente para dejar que fluya violentamente el agua embalsada. Y los carros del ejército del faraón bien pudieran ser los miles de coches que han sido sepultados y arrastrados.

Pues reuniéndose las aguas cubrieron los carros y la gente de a caballo y todo el ejército del Faraón, que había entrado en el mar para seguirlos, y no escapó ni siquiera uno de ellos. (Éxodo 14, 28)

Un castigo por el “antisemitismo”

Pedro Sánchez, a pesar de su servidumbre al sionismo, se ha destacado por declaraciones que no han gustado a su amo por reconocimiento del “estado palestino” y su afeamiento del genocidio en Gaza.

Meses antes de las inundaciones, y ante la denuncia de casos de corrupción (para los materialistas sólo existe la corrupción económica, es decir, el robo), Pedro Sánchez se explayó en la denuncia de una supuesta “máquina de fango” activada por fuerzas políticas y sociales de “ultraderecha” para ensuciar su reputación con libelos infamantes y con la finalidad de derrocar su gobierno.

Según el comentario rabínico, el Mar Rojo se transformó en fango para retribuir a los egipcios con el mismo castigo que ellos mismos habían infligido a los judíos haciéndolos trabajar como esclavos con el barro y los ladrillos para construir ciudades de Egipto. Por ello resulta más que curioso que España sea castigada ojo por ojo por su “antisemitismo” de hogaño y antaño, profetizado por el propio Faraón Sánchez.

Postrados, humillados, amordazados y enlodados, los nuevos esclavos evocan la servidumbre del pueblo elegido en Egipto.

Los Caballos del Apocalipsis

Cantaré a Yahvé por su altísima gloria; arrojó al mar al caballo y a su jinete. (Éxodo 15, 21)

Partieron, pues, los hijos de Israel de Ramesés para Sucot, unos seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. (Éxodo 12, 37)

Tomó seiscientos carros escogidos y todos los carros de Egipto, con capitanes para todos ellos. Así endureció Yahvé el corazón del Faraón, rey de Egipto, el cual persiguió a los hijos de Israel; pero los hijos de Israel salieron (guiados) por una mano elevada. Los persiguieron, pues, los egipcios, todos los caballos de los carros del Faraón, y su gente de a caballo y su ejército. (Éxodo 14, 7-9)

El caballo es el símbolo de Egipto y de la idolatría (Pero no tenga para sí muchos caballos, ni haga volver al pueblo a Egipto para tener más caballos, pues Yahvé os ha dicho: “No volváis nunca jamás por este camino”. Deuteronomio 17, 16); y por ello se habla repetidamente sobre él en el relato de la persecución del Faraón a los israelitas hasta el mar Rojo. Como se ha señalado, en la Torá, el Mar Rojo es citado como el mar de juncos o también el Mar del Fin, un límite espacial, temporal y espiritual.

El milagro de la partición de las aguas se realiza en el sexto día para ingresar al séptimo y a la definitiva liberación del yugo egipcio y el descanso del enemigo que esclavizaba a Israel.

Esta simbología apocalíptica del caballo se anticipó, ya meses antes, en los juegos olímpicos de París con una satánica puesta en escena de un jinete cabalgando un caballo que no se hunde en el agua.

La palabra hebrea caballo tiene un valor numérico sorprendente (126) que puede expresarse como:

60+6+60 = 126 = 7X (6+6+6)

En efecto, tenemos el sexto día, 600 carros y 600.000 israelitas. Y todo esto sucede cuando el pueblo elegido celebra que está a punto de entrar, si no lo ha hecho ya, en el séptimo día en el que Dios le dará reposo de sus enemigos y se enseñoreará sobre las naciones idólatras.

Ese séptimo día es el límite que debe superar inexorablemente el pueblo elegido para su redención y debe ser sobrepasado a toda costa.

Sólo el pueblo salva al pueblo: un Lema Mesiánico y Satánico

El milagro de la separación del mar Rojo es ampliado en la Torá oral con un relato sobre Najsón de la tribu de Judá, quien se lanzó al agua mientras Moisés oraba seguro de que no se ahogaría.

En los comentarios rabínicos se reprocha a Moisés que no hiciera nada mientras su gente se estaba ahogando hasta el punto que Dios le recrimina “¿Por qué sigues clamando a mí?” (Ex 14, 15). Es decir, fue el arrojo de la tribu de Judá lo que condicionó el milagro de tal forma que podemos decir que el pueblo judío salvó al pueblo de Israel pues provocó la intervención divina ante la inacción de Moisés.

El aspecto mesiánico de este relato rabínico es que el líder de la tribu de Judá que abrió el paso a la liberación prefigura al futuro mesías judío, un líder que le marca el camino a seguir al mismo Moisés.

Como en aquel momento, se espera el advenimiento de un caudillo que lleve al pueblo judío a un nivel superior, más allá, que haga algo que parezca una temeridad sin importarle las dudas de los demás y en especial las de sus congéneres.

En el contexto actual en el que el estado sionista lucha en varios frentes, este mesías debe ser alguien con la determinación suficiente para incendiar el mundo, volar por los aires el complejo de Al-Aqsa para reconstruir el tercer templo, etc., sin importar la opinión de las naciones ni las vacilaciones de otros israelitas que buscan componendas con los infrahumanos.

Para las “naciones idólatras” surgen falsos mesías (Trump, Milei, Bukele, etc.), líderes humanos que anuncian una redención. Pero no debemos olvidar que nuestro verdadero Redentor es Dios hecho hombre, mientras que el mesías judío es sólo un hombre: “Porque es cifra de hombre: su cifra es seiscientos sesenta y seis. (Apocalipsis 13, 18).