N° 24 – Diciembre de 1968
Este número 24 CIERRA LA REVISTA.
Lo siento yo más que Vds. quizás. No tienen la culpa Vds. (al contrario, por Vds. la revista debiera seguir), no tiene la culpa el país, no tiene la culpa el público, no tiene la culpa el Gobierno, no tienen la culpa los judíos ni los Jesuitas. La culpa la tengo yo: una de las peores culpas que hay, que es la de ser viejo.
Contra los años nadie es valiente.
Para seguir la empresa comenzada, debería yo tener 5 o 10 años menos. ¿Para qué se metió entonces? Ahí está la cosa: no lo sé muy bien.
Este es mi testamento. No tengo nada que dejar o casi nada. Les dejo la patria un poco más «straziata» de lo que al nacer me la dejaron; sin culpa mía. Les dejo la patria un poco más dilacerada, el mundo un poco más loco, la Iglesia un poco más desordenada. (De la Iglesia «Establecida» hablo. Con la otra «sancta et inmaculata» que dice San Pablo, no me meto).
Les dejo un experimento concluido y concluyente: la revista a su 2° año aumentó un 50 o 60 por ciento los suscriptores. Se asentó. Si hubiera un tercer año, se corroboraría. De modo que se puede hacer. Dicen: «esa empresa aquí no se puede». Yerran.
Cada día andan fundando revistitas nuevas para hacer política; las cuales no hacen nada, ni siquiera eso. ¿Por qué no se alían mejor a otra ya andante? Ah, aquí en el país cada pollastre quiere ser gallo en su gallinero; o como dice mejor el refrán: «en su muladar». Y muladar han hecho (o han dejado hacer) a esta pobre patria.
— ¿Y Vd. no hizo lo mismo? ¿Por qué sacó una revista nueva?
— Porque me mandó Renna de Santa Fe, un amigo: todas las cosas de mi vida las he hecho por amistad.
— ¿Y por qué no se adhirió a AZUL Y BLANCO?
— No puedo, no sé política.
— ¿O a ESTUDIOS?
— De ahí me echaron.
— ¿O a ROMA?
— No está bien hecha; y es revista de propaganda de «lo establecido»; por lo cual un Obispo establecido les escribió una carta diciéndoles que era «lo mejor que se había escrito en el país».
— ¿Y por qué no entró en TÍO LANDRÚ?
— El tucumano Colombres me aborrece gratis el amore Dei. Alguna cosa le debo de haber hecho, que no la pesco.
— ¿Y qué va a hacer ahora?
— Lo mismo que he hecho antes, como le respondí antaño al P. Trabi. Pero no revistas. Tengo libros comenzados y ningunísimas ganas de acabarlos. Pero algo tendré que hacer, si Dios me da vida y mala salud. Y las jubilaciones de profesor y periodista juntas, no me alcanzan para vivir.
Con todo, le estoy agradecidísimo a mi nación que me las haya otorgado. Yo temía que me iban a hacer la «conspiración del silencio» también allí. Y lo curioso es que, las conseguí gracias a La Nación diario y La Prensa diario. Les debo gratitud; o mejor dicho, les debería, si no fuesen tan recondenadas. También TRIBUNA de San Juan. De todas tres me echaron.
Esta nación es curiosa: están divididos todos entre sí, incluso vecinos y aún parientes —hablando en general. Creo que no hay ni un solo contacto común entre los felices habitantes desta nación. ¿Puede llamarse «nación»?
¡La religión, la lengua, la sangre! —dicen en los discursos.
No me hagan reír. Empezando por la religión, la mitad son irreligiosos; o un tercio o un cuarto, si quieren: el número no me importa. De los religiosos, los que son veramente religiosos (que están en el plano religioso de Kirkegord) hay un grupito magro; pongamos los 300 o 400 suscriptores de JAUJA, unas 25 monjitas de México y Attilio Dell’Oro Maini; todo el resto tiene «religión en el plano estético», que dice el mismo empecatado filósofo. No me objeten los 80.000 o 100.000 que fueron el 12 de Octubre en peregrinación a Luján; muchos dellos a patita seca durante 22 horas. No prueba nada.
Bien, si se empeñan, pongamos que hay 100.000 veramente religiosos en la Capital Federal, que no se suscriben a JAUJA porque son analfabetos. ¿Y los otros 5 millones?
Los que tienen «religión en el plano estético» (que son la mayoría) están divididísimos entre sí, formando dentro de la Iglesia Establecida toda clase de sectas, ghettos, maffias, partiditos políticos y sociedades anónimas. «La Iglesia aquí parece un partido político», me dijo una vez Vintila Horia, si mal no recuerdo. — Ojalá, le dije yo, porque en ese caso estaríamos mal que bien unidos. Si acaso, una montonera de pequeñitos partiditos politiquitos, pobre Madre Antigua.
Les voy a decir una cosa que más valiera callarla —que son las que hay que decir. Todos los golpes mortíferos (o «letales», como dice Avelino Herrero Mayor) los he recibido dentro de casa. Ningún judío me hizo nunca ningún mal, ningún liberal me hizo nunca ningún mal, ningún masón me hizo ningún mal, ningún mormón, ningún radical del pueblo, ningún perduelis, ningún espiritista, ningún psicanalista, ningún vendepatria, ningún estafador, ningún politiquero, ningún cipayo, ningún nazi, ningún mal vinero, ningún escruchante, ninguna señora gorda, ningún «hippie», ningún loco, ningún poeta modernista, ningún loquitor de Radio, ningún mahometano, ningún comerciante, ningún economista me han hecho nunca ningún mal. Si alguno ha tirado a matarme, como si dijéramos, ha sido un hermano no-separado; uno de los de «la estirpe electa, la gente santa, el sacerdocio reyal», que dice San Pedro. El portero del cielo está viejo y un poco fuera de la buena información, quizás.
¿O será que cumplieron todos el refrán que dice: «Porque te quiero, te aporreo»? Mejor que no me quieran tanto.
Mas pensándolo bien, esto tenía que ser así, conforme a la ley de la vida que nos reveló N. S. Jesucristo: que es menester que existan estas cosas; mas ¡ay de aquel por quien estas cosas existen…!
Bien, para que esto no sea todo murmurar y quejarse, acabaré con alguna reflexión edificante: nuestras efímeras vidas tienen dos dimensiones, anverso y reverso, o delante y atrás, como una vaina. La delante son nuestros actos externos, que van a parar a la Academia Nacional de la Historia; o aquí en la Argentina, según de quién sean, a la «conspiración del silencio».
Mas la de atrás, son esos mismos actos en cuanto son inscriptos en un enorme libro, más grande que el planeta Júpiter, los buenos a la derecha y los no-tanto a la izquierda; y los arrepentimientos en la mitad. Lo llaman el Libro de la Vida; «y de la Muerte», Borjes y Bioy Casares.
Pues bien, si yo tuviera un hijo y me llegara ahora mismo la hora de la muerte (¡que el diablo sea sordo!) he aquí lo que diría: Hijo mío, yo no te dejo fortuna, ni títulos ni grados ; pero yo sé dónde se encuentra sumido un tesoro más grande que el mundo entero, el cual te dejo; y ni siquiera debes darme gracias. Ese tesoro está sumido en tu propio corazón. Ese tesoro es la colección encuadernada de la revista JAUJA; por la parte del reverso.
POSDATA DEFINITIVA NO CIENTIFICA
— Todo, lo que está escrito arriba no vale, QUEDA ANULADO. La revista sigue.
Nos vino un refuerzo providencial no esperado. Sigo siendo viejo ; pero un viejo con dos jóvenes al lado…
Juan B. Alberdi escribió en 1862 un ingente librote llamado «DEL GOBIERNO EN SUD-AMERICA (Edit. Luz del día, Bs. 1954, tomo VIII) y al fin le añadió una postdata diciendo que había, cambiado de «idea», que esas ya no eran sus «convicciones» y por ende quedaba anulado todo lo dicho. De manera que no hay por qué leer del libro más que las últimas 12 líneas de pág. 344: lo demás no vale. (Algo parecido hizo Lugones con su VIDA DE SARMIENTO). Desconfiad de los grandes hombres que ponen «postdatas».
De todos modos, hemos leído todo el libro de Alberdi por las dudas: por si es al revés; por si es verdad lo que escribió primero, a saber, que el gobierno en Sus-Américas debe de ser monarquía; y que las últimas 12 líneas sean las falsas. Vaya Vd. a saber…
Bien, en nuestro caso, no: lo esencial aquí es, como dijo el otro, que «Seguimos y seguiremos. A pesar de todo… Y lo que no podemos. Lo puede el puñal del Godo.
Además (muy importante) que saltamos hasta el número triple de Marzo, como este año, condescendiendo con la necesidad o manía porteña del «veraneo»; y recomendamos mucho la renovación de las suscripciones, para alivio y «veraneo» nuestro.
Nosotros de nuestra parte cumpliremos. Valeas.

