AQUÍ ESTOY
Aquí estoy: no me importan la burla ni el desprecio
ni el elogio del culto ni el insulto del necio,
abrazado a la base de una cruz milenaria
como el musgo a la roca, con mi esperanza diaria
y esta fe que le tengo que agradecer a Cristo
por quien vivo, respiro, creo, lucho y existo.
Aquí estoy, contemplando como caen los torreones
al choque de paganas y brutales legiones
que arrasan con sus cascos cuanto resta de sano,
de cuerdo, de virtuoso, de inocente y de humano.
En un mundo a la inversa que cabalga al abismo
en el que andar derecho se ha vuelto un heroísmo,
un mundo descreído, satanizado y ciego
que escribe jubiloso su epílogo de fuego,
que en suicida naufragio, se hunde complacido
en aguas cenagosas con su casco podrido.
Es el apocalipsis, es la total locura
de una tierra renuente a la fe y la cordura
que insurrecta, se venga de la gracia divina
pisoteando las rosas y abrazando la espina,
que seduce las almas con placeres mortales
y luego las bautiza con aguas albañales.
Aquí estoy, entre aquellos que en franca apostasía
han hecho del pecado su pan de cada día,
aquellos que detestan el resplandor divino,
el amor y la vida, la verdad y el camino,
aquellos que poniendo su mano en el arado
vuelven atrás la vista renunciando al llamado
del que escribió con sangre la gigantesca historia
que comienza en la tierra y concluye en la gloria.
Aquí estoy. A la sombra de este eclipse total
que encubre el rostro amargo, deforme y cruel del mal,
en medio de los hijos de Judas y Caín
que mientras nos arrastran a un ominoso fin
corrompen cuanto tocan, lo pudren y deshacen.
¡Perdónalos, oh Padre, no saben lo que hacen!