SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS Y LOS PAPAS

LEÓN XIII (1878-1903)
Teresita, siendo aun adolescente, acudió personalmente a Roma el 20 de noviembre de 1887 para pedir a León XIII permiso para entrar en el Carmelo con sólo 15 años.
Cuando apareció la “Historia de un Alma” en octubre de 1898, el Carmelo de Lisieux hizo llegar dos ejemplares a Roma.
León XIII leyó y recomendó el libro a otros, e hizo saber a la Priora del Carmelo que le había agradado el homenaje, llegando a escribir: “He tenido el mayor placer de mi vida leyendo la Historia de un Alma”.

S. PÍO X (1903-1914)
El 15 de marzo de 1907, el Papa recibió la edición francesa de la “Historia de un Alma” El regalo fue muy apreciado. En 1910 le ofrecieron la traducción italiana y escribió una carta autógrafa de agradecimiento a la Priora del Carmelo de Florencia, en la que decía: “Teresa ha florecido como un lirio, ha extendido su olor agradable y ha producido una floración extraordinaria de gracias divinas”.
Antes de iniciarse el proceso de beatificación, en una audiencia pública, como respuesta a un obispo misionero que le regaló un cuadro de Teresa, exclamó: “He aquí la santa más grande de los tiempos modernos”.
A quien le hizo notar que en su vida no había nada de extraordinario, el mismo Papa le respondió: “Esta extrema sencillez es precisamente lo que hay de más extraordinario y notable en esta alma. Abrid vuestra teología”.
A pesar de que las leyes canónicas exigían entonces un mínimo de 50 años desde la muerte de una persona, antes de iniciar el proceso de beatificación, Pío X lo puso en marcha.
Poco antes de fallecer, el 10 de junio de 1914 dio su “visto bueno” favorable a la sentencia de la Sagrada Congregación de Ritos que concluía el proceso Informativo y designaba la Comisión del Proceso Apostólico.

BENEDICTO XV (1914-1922)
El 14 de agosto de 1921 aprobó el Decreto de Heroicidad de virtudes y, ante los componentes del Dicasterio Romano, trazó un verdadero panegírico de la nueva bienaventurada tomando como eje de su intervención el “Camino de la Santa Infancia”.
Allí el Papa decía: “No hay persona que conozca un poco la vía de Teresita, que no se una a este camino de la infancia espiritual… (el cual) excluye, de hecho, el sentimiento de soberbia o de autosuficiencia, la presunción de alcanzar por medios humanos fines sobrenaturales y la engañosa veleidad de sentirse suficientes a la hora de la tentación o peligro. Por otra parte, supone una fe muy viva en la existencia de Dios y una confianza incondicional ante la divina Providencia de quien nos obtiene la gracia de evitar el mal y practicar el bien… (Teresa) no estuvo formada en grandes estudios humanos, sin embargo tuvo la ciencia tanto de vivir como de enseñar a otros este precioso camino de salvación”.

PÍO XI (1922-1939)
Los lazos que unieron a Pío XI con Teresita fueron muy profundos. El 11 de febrero de 1923, durante la promulgación del Decreto de aprobación de los milagros para la Beatificación, declaró a Teresa la “estrella de su Pontificado”, “milagro de virtudes y prodigio de milagros, verdadera flor de amor venida del cielo sobre la tierra, para maravillar al cielo y a la tierra”.
El 30 de abril, al día siguiente de la beatificación de Teresita, el Santo Padre retomaba esta expresión: “Henos aquí a la luz de esta estrella -como a Nosotros nos gusta llamarla-, en quien la mano de Dios ha querido resplandecer, al comienzo de nuestro Pontificado, un presagio y una promesa de protección de la cual Nos tenemos ya dichosa experiencia”.
En el Decreto de Beatificación, escribe: “Teresa nos enseña la dulce y sincera humildad de corazón, la fidelidad total a los deberes de estado, sean los que sean y en la esfera que sean, en cualquier grado de la jerarquía humana en que Dios nos ha colocado, y nos mande a trabajar, la aceptación de todos los sacrificios, y el total abandono confiado en manos de Dios y, por encima de todo, la caridad verdadera, el real amor a Dios, la ternura verdadera por Jesucristo, respondiendo a la misma que Él tuvo y que nos ha testimoniado. Tal es la lección que Teresita nos ofrece hoy, a fin de que podamos elevar nuestras aspiraciones a la perfección de la vida cristiana… Ella es una Palabra de Dios para el mundo de hoy”.

Canonización de Santa Teresita
El 17 de mayo del Año Santo de 1925 canonizó a la Santita. Se pueden leer en la Bula de canonización palabras altamente elogiosas no sólo de su santidad sino también de la novedad de su doctrina: “La doctrina más importante de Teresa es la Infancia espiritual, que supone la más entera y filial confianza y lleva a la total entrega en manos del Padre Misericordioso, tan amado… Este Camino de la Infancia espiritual según el Evangelio, lo enseñó a las otras hermanas… y, luego, a través de sus escritos llenos de celo apostólico, enseñó el camino de la sencillez evangélica, con santo entusiasmo, a todo el mundo”.
El 14 de diciembre de 1927, en respuesta a una petición de numerosos obispos misioneros, declaró a Sta. Teresa “Patrona Universal de las Misiones”.
El 11 de julio de 1937, el entonces cardenal Eugenio Pacelli, su Legado, bendecía la Basílica de Lisieux, Pío XI se unía al acto y a la muchedumbre de peregrinos enviando un ferviente mensaje radiofónico.

PÍO XII (1939-1958)
Cuando aún era Secretario de Estado, Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, ya mantenía excelentes relaciones con Lisieux y nuestra Santa. Al bendecir su Basílica, como Legado Papal, dijo: “Teresa ha sabido trazar un camino nuevo. Su ciencia de las cosas divinas no la ha guardado para ella sola. Nos ha dicho claramente: Mi misión es hacer amar a Nuestro Padre, como yo le amo y enseñar mi pequeño camino a las almas. He aquí uno de los más maravillosos aspectos bajo los cuales aparece esta fisonomía tan atractiva de la pequeña carmelita, desde lo oculto de su convento da un ejemplo al mundo, a este siglo tan orgulloso de sus inventos y de su ciencia. Ella tiene una misión, tiene una doctrina. Pero su doctrina, como su persona, es humilde y sencilla, se encierra en dos palabras: infancia espiritual… Esta joven carmelita ha conquistado en menos de medio siglo numerosos discípulos. Grandes doctores de la ley se han hecho discípulos de su escuela, el Pastor Supremo la ha exaltado, y en este preciso momento hay desde un extremo al otro del mundo, millones de almas cuya vida interior ha sido transformada por la influencia benéfica de su libro Historia de un Alma”.
El 23 de marzo de 1938 el Cardenal Pacelli ponía en evidencia los lazos estrechos existentes entre la Santa y la vida sacerdotal, exhortando a los seminaristas a recurrir frecuentemente a su protección. Cuando llegó a ser papa, Pío XII, continuó manifestado su adhesión en numerosas ocasiones a la doctrina de Santa Teresita.
El 11 de julio de 1954, en un largo radiomensaje con ocasión de la consagración de la Basílica de Lisieux, después de hacer memoria del 11 de julio de 1937, cuando él mismo bendecía la Basílica, el Papa proseguía: “Si la Providencia nos ha permitido la extraordinaria difusión de su culto ¿acaso no es porque nos ha transmitido y nos transmite siempre un mensaje de admirable profundidad espiritual y un testimonio único de humildad, confianza y de amor?… En el seno de un mundo imbuido de sí mismo, de descubrimientos científicos y de virtuosidades técnicas… Teresa de Lisieux aparece con las manos vacías, sin fortuna, honor, influencia, eficacia temporal, nada que atraiga, nada que la aparte de Dios sólo y su Reino… Pero en desquite el Señor la introduce en su casa, le confía sus secretos. Y después de haber vivido silenciosa y oculta, ahora se dirige a toda la humanidad, a los ricos y a los pobres, a los grandes y a los humildes”.
