N° 13-14-15 – Enero-Marzo de 1968
ENSAYOS INTEMPESTIVOS
II
EL CLERO
“Con la Iglesia hemos topado, Sancho.
— Pues tuerza riendas Su Merced y corte por el campo; no sea nos irrumpa alguna descomunión o tártago que no nos podamos limpiar de los lomos en mil o diez mil meses que viviéremos”.
De buena gana torcería rienda si pudiera abolir en mí la facultad de ver; y la facultad de expresar lo visto, que es algo como una misión o encargo dado por Dios a algunos desdichados. Fuérzame la Ley de la Caballería a hacer mis empeños antes que mis gustos.
El problema estaría en hallar la causa de la impotencia o esterilidad de la actual Iglesia Argentina.
El que diga que miento con toda la barba, puede dejar de leer desde aquí.
El mismo canonizable Monseñor Francheski decía: “La Iglesia Argentina ha abandonado la actividad de conquista, reducida a la mera actividad de conservación”. Pero como en todo organismo vivo, dejada la primera, fenece lentamente la segunda actividad.
La Iglesia argentina escasea de seminaristas y tiene pocos sacerdotes; y de los que tiene se podría decir lo del Cardenal Suhard: “Tengo un problema: me faltan 40 sacerdotes. Y tengo otro problema: me sobran 27”. Baste este dato obvio.
No hay ninguna historia eclesiástica que alucide este problema capital. En realidad, no hay ninguna historia eclesiástica buena; si no es quizás una manuscrita que (dicen) dejó Monseñor Ussher y está bajo siete llaves; y otra que ha comenzado a salir del padre salesiano C. Bruno.
Esta última comenzada es un trabajo monumental. Han salido a la luz dos grandes y lujosos tomos in 4° de cerca de 600 págs.; y faltan otros 5 o 7 de que dicen están ya muy adelantados. Relatan éstos los sucesos iglesiales de la Colonia desde 1500 a 1632, en forma concreta y documentada, con multitud de grabados, que a algunos han parecido demasiados; pero, en fin, amenizan e ilustran el texto. A mí simplemente me enternecen. El autor se ha hecho la mano en monografías anteriores y varias, y se ha informado copiosamente, incluso (según dice) en el manual de Mr. Zuretti (al cual pone con retrato y todo) del cual no creemos haya podido sacar mucho jugo.
Mas esta poderosa historia no resolverá el problema, porque no está en ese plano. Mucho será si suministra todos los datos necesarios para que trate la cuestión un historiador “crítico”. Pero ni aún eso recabará si hace una historia “Plutarquiana” (que dice Nietzsche en sus justamente «UNZEITGEMAESSE BETRACHTUNGEN») o sea ejemplarizadora o idealizante, como es lo sólito.
Sea como quiera, la causa de la esterilidad de marras es que la Iglesia (o sea el clero argentino en general) se plegó al liberalismo. Adelantamos esta conjetura sin probarla lo cual pertenecería al futuro historiador “crítico”.
Esto siempre lo creí, desde que escribí el “POSFACIO” al libro de Sánchez Sorondo LA REVOLUCION QUE ANUNCIAMOS; el cual entre paréntesis no cesa hasta hoy de anunciarla, a la manera de los adventistas. Pero poco ha esa mi donosa conjetura recibió un golpe feroz con el eximio libro de Vasconcelos HISTORIA DE MÉXICO; donde el historiador “crítico” censura a la Iglesia Mexicana (y le atribuye causal en la desdichada historia de su país) justamente por lo contrario que yo: por no haber sido liberal, sino absolutista y reaccionaria. Palos porque bogas y palos porque no bogas.
Me dejó turulato. ¿De manera que habrían hecho bien nuestros Agüeros Valentín Gómeces, Castros Barros y demás caterva en ponerse bajo las alas de Rousseau y de Rivadavia?
Alto, chamigo. Una cosa es la independencia y otra es el liberalismo. Declararse por la Independencia de Saavedra y de San Martín, como lo hicieron los clérigos del Congreso 16, creo era lícito, aunque en eso haya sus dudas; juntarse con el Congreso 53 es muy diverso. Bien es verdad que allí en Santa Fe hubo un solo clérigo; y ése loco.
Esta es la breve respuesta: simplemente se bandearon allá a un extremo y aquí al otro. Y los extremos son malos; y en cuanto a labrar daños, ellos se tocan.
Aquí el clero no practicó el SYLLABUS de Pío IX, y ni siquiera parecería lo conoció. El episodio del venerable Mamerto Esquiú, que panegirizó la Constitución y después se retractó, es elocuente.
También lo es el de las funestas “leyes laicas”: le bastó a Roca-Wilde poner preso al Vicario Santa Clara y despedir al Nuncio para salir con la suya, sin mayor resistencia.
La actitud de lo más magnates o magnotes clericales de nuestra historia ha sido ponerse de capellanes o capellanos de cualquier gobierno que raye.
Parecería que la consigna eclesiástica no escrita fuera de esta guisa: “Cualquier gobierno que raye, sea liberal, reaccionario, democrático, dictatorial, fraudulento, golpista, varón, mujer o de cualquier sexo que sea, será aceptado y servido por nosotros, con tal que dure un poco y nos dé plata”.
Y aquí es donde los extremos se tocan, porque el clero de México era absolutista o “rosista” crudo justamente en defensa de sus prebendas y sus cuantiosos bienes. La verdad es la verdad, pese a Lutero, Calvino y el Latrocinio Efesino.
Ver tapándose la nariz “EL MISTERIO DEL OBISPO” en la revista un poco indecente y muy badulaque “SIETE DIAS” (N° 31).
De sobra sé que el historiador “crítico” me dirá que la Iglesia no tiene hoy día cuenta de la “legitimidad” de los gobiernos; porque esa señora simplemente se ha marchado al cielo. O sea que la utopía democrática fraudulenta ha puesto tal confusión en los títulos de legitimidad que no se puede ya saber si Perón o Frondizi o Illia poseen tal sacrosanto título. De modo que, DE HECHO, hay que atenerse a los que gobiernan DE FACTO; o sea, que el único título hoy día es la fuerza; Y ES POR ESO QUE (como dice Del Carril Bonifacio) estamos en plena democracia y pertenecemos al mundo libre.
Bien, no quiero meterme en más honduras, sino formular una pregunta ulterior: ¿por qué el clero aquí se hizo liberal, o ayudó a los liberales, o simplemente se dejó estar?
Por deficiencia de luces.
¿De dónde esa deficiencia de luces?
Del mal estado de los Seminarios.
Esto me dijo hará unos 20 años ha, en Catamarca, un Obispo que ahora es cardenal.
Hay demasiados Seminarios y aparentemente todos son malos; aunque confieso que hace 20 años el de Catamarca era bueno. Todo clérigo que es consagrado Obispo a causa de sus grandes luces espirituales, pone su gloria y el fin de su vida en hacer su Seminario, para lo cual comienza a pedir dinero al gobierno y lo hace. Pero el dinero no basta.
Tener 23 Seminarios en la Argentina donde los recursos (intelectuales, científicos, morales) apenas alcanzarían para tres —y me alargo mucho— es caminar patas arriba. Peor, es inhonestidad. ¡Es que necesitamos muchos sacerdotes! Bueno, ahí lo tienen.
Pero ya, en vez de traer a testimoniar al dicho Cardenal, al P. Armelín, al Presbiterio de la Arquidiócesis y a mi propia experiencia, tuerzo riendas y corto a campo traviesa, como aconsejó Sancho, porque “mi voluntad es de vivir pacíficamente los días que los cielos me dieren de vida”.
Y pues esa es tu determinación, Sancho bueno, Sancho discreto, Sancho cristiano y Sancho sincero, dejémonos estas fantasmas y entrémonos a buscar más altas y cautelosas aventuras … a ver si alguien nos paga dos meses por lo menos de Telecomunicaciones – o Delecontribuciones.

