ESTEBAN SÁNCHEZ MALAGÓN: NUEVO DECÁLOGO

La decadencia es originalmente un término histórico-filosófico mediante el cual los cambios en las sociedades y la transformación de la cultura son interpretados como depravación y criticados como ruinas.

El nuevo DECÁlogo va de la mano de la consumada DECAdencia, hoy este binomio Decadencia/Decálogo, rige el mundo secular y religioso.

La cultura católica se consolidó con el culto católico, el Santo Sacrificio de la Misa, la Decadencia consolidó la contracultura y el culto satánico.

La esencia de la vida cristiana está estrechamente ligada a la práctica de las virtudes; en consecuencia, son una herramienta que ayuda a la observancia de los Diez Mandamientos, hasta volver la práctica de la virtud en un hábito.

Esta decadencia que vive el mundo moderno es la consecuencia lógica de un proceso largo (por lo menos desde la Revolución LIBERAL, dicha francesa); un proceso que evidencia su entronque claro, rotundo con la conformación de un nuevo concepto de hombre, con la conformación de una nueva sociedad, con el tema que se está haciendo hoy muy vulgar y del que se habla mucho, que es el Nuevo Orden Mundial.

Es de suma importancia, para tener más amplio el panorama, recordar la importancia de la esencialidad de las virtudes, es decir no se puede ser cristiano sin ser virtuoso, pero, ¿hoy en día se puede hablar de virtud? Hoy en día se le puede hablar a un joven a una joven de la virtud, más aún, ¿hoy se puede decir que las nuevas generaciones tienden a ser virtuosas?¡NO! Parecerá duro, anacrónico o ridículo, pero, lo real es que, para ser cristiano es necesario ser virtuoso, de ahí entonces que las virtudes hagan a la esencialidad del “modus vivendi” del cristiano.

La consideración entonces de las virtudes humanas reviste en nuestros particulares tiempos una importancia propia, porque es real que se ha dado una paulatina pero constante y persistente TRANSFORMACIÓN de la sociedad occidental.

Esa transformación involucra necesariamente una transformación de la cultura y de su culto, que estuvieron significados en esa otrora sociedad católica, occidental y latina; la cual no puede ser comprendida haciendo abstracción de la pertenencia o no a la única religión verdadera. sin darse cuenta que está informada esencialmente por el pensamiento Cristiano.

Cierto es entonces, que esta transformación de la sociedad occidental y de la cultura por ella significada, involucra un cambio claro de la concepción antropológica que la sustenta; porque toda cultura, todo sistema político, jurídico, social, religioso en sentido amplio, está dando respuesta expresa o tácita, directa o indirecta a una interrogante, ¿qué piensa que es el hombre?; porque la cultura es algo propio de nuestra condición de seres humanos, permítanme dejarlo claro (porque hoy, según el Nuevo Orden, hay seres entre nosotros no humanos).

Sí, estamos hominizados, por decirlo en un término feo, cacafónico pero real, por nuestra inteligencia; la cual significa la posibilidad cierta de que el hombre es el único ser en este universo en el cual nos desarrollamos capaz de inquirirse, de solicitarse y saber que está situado, saber que está intercedido por unas relaciones espacio temporales que hacen que se desarrolle; saber que su sociabilidad natural involucra al otro; y saber, además, que en esa sociabilidad natural expresa precisamente su racionalidad.

Y esto porque en ese vivir con el otro en este tú y yo continuo en el cual nos desarrollamos está precisamente, nada más y nada menos, que la posibilidad de vivir; porque la misma naturaleza llama a un orden jerárquico, y ese vivir en jerarquías (en relación de jerarquías) es propio de lo racional.

Y aquí ni siquiera estamos tocando lo teológico, es algo estrictamente metafísico, antropológico, un punto de vista simple de sentido común.

Pero el hombre del Siglo XXI no quiere vivir en el yo y tú, sino en el you tube.

La sociedad occidental, que en un momento fue sinónimo de cristianismo (decir Europa era decir Iglesia Católica, decir fe en Occidente significaba decir Iglesia Católica Apostólica y Romana), esta sociedad occidental fue entonces necesariamente informada (en el sentido propio del término, en sentido filosófico, y en ese sentido tiene su forma esencial propia) por el pensamiento cristiano.

Para comprender a esta sociedad occidental, para comprender nuestra pertenencia cultural, no podemos prescindir, bajo ningún punto de vista, de esta concepción antropológica de base que la constituye como sociedad, que le da su razón de ser, que expresa lo que el hombre es. Por eso, la concepción cristiana de la sociedad occidental se hizo sobre la base de una concepción que partía de la realidad del ser.

Además, observando esa realidad del ser, advertía que el hombre es, empero, un ser limitado; lo cual le posibilitó al hombre de esta sociedad occidental (y no hay comparación con las otras sociedades) advertir su condición de criatura; y esto gracias a ese advertir, a ese inquirirse, a esa dimensión religiosa de advertencia de la trascendencia o nostalgia de eternidad, eso que técnicamente se llama religación o religión.

Esto se ha ido paulatinamente perdiendo, se ha dado un claro proceso de transformación en la sociedad occidental; y como el hombre debe vivir de acuerdo a como piensa, de ahí, entonces, que las transformaciones sociales, culturales y religiosas fueron necesariamente producto primero, de una transformación previa imprescindible del concepto base de la concepción antropológica. Dicho de otra manera, a un nuevo modelo de sociedad y de cultura, un nuevo modelo de hombre de base para sustentarlo.

¿Y cómo se presenta ese nuevo modelo de hombre en esta sociedad que nos toca vivir?

En esta sociedad plenamente secularizada, desacralizada, más aún, una sociedad que ha sacralizado lo secular, lo pagano lo profano y lo diabólico y ha desacralizado lo santo, es una sociedad sustentada en una concepción inmanente, que busca al hombre como medida del hombre, pero reducido a aquello que es cuantificable, medible, pesable y enajenable, es decir aquello que es captado por la razón, reduciéndolo de ahí a lo irracional.

Claro que esto involucró un largo proceso, un cambio notorio, una REVOLUCIÓN, en sentido amplio del término, que dura hasta nuestros días.

No se puede entender el nuevo orden mundial sin este nuevo concepto de hombre, que abarca desde luego la nueva dimensión religiosa, una Contrareligión, que busca destruir esa concepción religiosa que informó a Occidente.

Es un proceso entonces de auténtica descristianización; y podemos decir que ha logrado su objetivo, porque el cristianismo, que es el principal adversario de este triunfante proyecto prometeico, ha perdido, hemos de decirlo con dolor, vigencia. Lo decía el Padre Sánchez Abelenda: hoy quedan cristianos, pero no Cristiandad, es decir una sociedad impregnada por el espíritu del Evangelio.

AGENDA 2030 EL NUEVO EVANGELIO

Una de las polémicas más grandes en torno a la Agenda 2030 fue protagonizada por José Manuel García-Margallo en la televisión española.

¿Se puede hablar en la misma frase de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y su lado oculto y del Evangelio? Cuestionó el exministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Quintana, que ve muy clara la idea que hay detrás.

“Están en contra de la agenda 2030 que es el evangelio, cómo se puede estar en contra de acabar con el hambre con la pobreza, ahí está la cuestión”. Dijo García-Margallo

“La agenda 2030 es el EVANGELIO”. José Manuel García-Margallo

«¡Es el globalismo!» “¡Es el Nuevo Orden Mundial!”: esta acusación, que hace unos años se hacía en voz baja y con miedo a la opinión pública, es hoy una palabra en boca de todos.

Ciudadanos de a pie, sitios en la web, no pocas emisoras de radio e incluso artículos periodísticos y conversaciones en el vagón de metro delatan que este término referido a la supresión de las soberanías e identidades nacionales cobra cada vez mayor protagonismo.

Sin embargo, los expertos en la cuestión afirman que no es nada nuevo. De hecho, según el doctor en Historia Tomás López Pizcueta, el «brazo armado» del Globalismo –la «Agenda 2030″– no es sino un «resumen y compendio de las decisiones de las grandes conferencias internacionales de la ONU sobre población» desde la década de los años 50 del siglo pasado.

Como doctor en Historia y antiguo encargado de la digitalización de medios de comunicación como La Vanguardia, Pizcueta ofrece una diferenciación digna de atención. Especialmente para los católicos interesados al respecto, pues no son muchos los que nos atrevemos a afirmar como él que el conflicto ideológico a día de hoy va más allá del «Globalismo vs Patriotismo».

En su opinión, esta es una parte importante del debate, pero no la nuclear. «Estamos ante un combate que debe plantearse como algo espiritual», afirma enérgico. Y como tal, sus orígenes se remontan al comienzo de la humanidad.

Sin embargo, Pizcueta observa como esta Agenda 2030 y sus 17 objetivos –reconocibles por el logo multicolor que casi la totalidad de políticos lucen en su solapa– se difunden entre no pocos “católicos” que considera «víctimas del buenismo». Estos, dice, olvidan que «la Agenda es lo que es y no lo que nos gustaría que fuera».

Pero, ¿qué es la Agenda 2030? Para muchos es algo desconocido, para otros una serie de metas loables y filantrópicas. Algunos creen que no es «ni mucho ni tan poco»; y los más versados los contemplan como una serie de objetivos destinados a cumplirse en los próximos años, propuestos -o impuestos- por los grandes poderes globales.

Para Pizcueta no es más que otra forma de erosionar la Civilización cristiana y, por tanto, algo que «un católico coherente no puede suscribir».

¿El motivo? Fue la tesis de su última conferencia al respecto.

12 RAZONES QUE OFRECIÓ EL MISMO PIZCUETA

1º Un fundamento ético…, de dudosa ética: la Carta de la Tierra

El primer argumento es el fundamento ético de la Agenda 2030, para Pizcueta residente en la Carta de la Tierra. Un documento firmado en 1997 y prolongado por Mijaíl Gorbachov –Jefe de Estado de la URSS entre 1988 y 1991–, que expresa la intención de «ayudar a la humanidad a cambiar la visión antropológica del hombre».

«Se necesita hacer la transición del hombre como rey de la naturaleza a la convicción de que forma parte de ella. Necesitamos un nuevo paradigma que reemplace los vagos conceptos antropológicos… y el mecanismo que usaremos será el reemplazo de los diez mandamientos por los principios contenidos en esta carta«, añade el documento.

2º La Tierra, ¿es merecedora de adoración?

El doctor en Historia destaca que, si bien desde la cosmovisión cristiana «siempre se ha apoyado el cuidado de la tierra y la creación», este no ha sido «por la naturaleza en sí, sino por ser un regalo de Dios». «La Tierra es un don de Dios y debemos cuidarla, es un bien moral». Sin embargo, la Agenda, lejos de contener ningún referente espiritual, «trata de ser una especie de cielo en la Tierra, pero sin Dios».

3º Suprime las soberanías, identidades y tradiciones nacionales

También las cristianas. De hecho, «especialmente» las cristianas, según Pizcueta. Y es que, en su opinión, los promotores de la Agenda 2030 quieren, con ella, «derrumbar, debilitar y suprimir las soberanías nacionales» legítimas. ¿Cómo? «Haciendo un documento que se imponga como principio y guion –la Agenda– de toda decisión política. Todo gira en alrededor de ella, ya no sirven las constituciones nacionales, muchas de ellas [especialmente las] impregnadas de valores cristianos», responde.

4º No persigue el bien de la persona, sino el de la Tierra

Una idea fuerza a lo largo de toda la ponencia fue la raíz maltusiana de la Agenda 2030, consistente en la teoría que justifica el control de la población para que haya recursos para todos, explica Pizcueta: «A través del aborto –que no deja de ser un genocidio–, de la ideología de género –con la que no se puede concebir– o fomentando la eutanasia y eugenesia, pues es mejor que esas personas no vengan –según sus partidarios. La ecología es el centro de toda decisión y no la persona».

A continuación, se refirió brevemente al Concilio Vaticano I para expresar que «todo lo que tenemos es un regalo de Dios, porque por lo que nos ama ha querido crearlo, no para aumentar su gloria sino para manifestarla y comunicarla».

5º Una nueva religión al margen de Dios y la Verdad

Acto seguido el historiador citó las palabras de Paul Watson, –no importa lo que es verdad, solo cuenta lo que la gente cree que es la verdad– para referirse a la revisión de la religión que pretende llevar a cabo la propia Agenda.

Y es que «hay que sacralizar el discurso porque al hacerlo lo revestimos de espiritualidad, de algo sagrado, grande y elevado. Por tanto, hagamos que el ecologismo sea una nueva religión mientras se vacía a la católica», explica, concebida cada vez más como «una institución de autoayuda».

«Pero la Iglesia no es una ONG, no es solo un grupo de gente buena que hace cosas buenas: es la transmisora, custodia y guardiana de la fe que nos dio Jesucristo y no podemos vaciarla de su contenido», afirma.

6º Condena –y combate– al cristianismo como culpable de la crisis

En este sentido, recoge que mientras el mensaje evangélico al respecto es que «Dios dio la creación para su explotación y nuestros propios fines», el de los partidarios de la Agenda es el contrario: «Pertenecemos a la Tierra, la Tierra no nos pertenece».

«Sin embargo, la cosmovisión católica al respecto –conocida como abrahámica– es que Dios creó al hombre y le dijo: `Someted a la tierra´. Una visión que debe ser combatida, que tienen los cristianos –y particularmente los católicos–», según la cual «es voluntad de Dios que el hombre explote la tierra para sus propios fines», explica. Siguiendo estos pasos, solo resta una consideración de cara a los cristianos: «El cristianismo es el culpable de la crisis medioambiental y debemos combatirlo».

7º Suplantada la fe, el ecologismo asciende como una nueva religión

Pizcueta explica que, en este conflicto, el paradigma moral del ecologismo es «cuidar del planeta en sí mismo, no por ser un bien moral que hace mejor al hombre». Asimismo, añade, «es un proyecto de ética universal, pero basado en valores relativos y sostenibles», basados en el consenso.

Así, «no solo pretenden eliminar los diez mandamientos, sino subvertirlos tratando de convertir lo malo en bueno e incluso en un derecho, una perversión de todo el orden natural», explica.

Menciona, además, que pretende ser un cuerpo de valores «sostenibles pero basados en el consenso». Algo que es «imposible», pues cuando deje de haber consenso dejará de ser sostenible: «Para que [un proyecto] sea sostenible, tiene que estar basado en valores inmutables y universales como en los diez mandamientos, que no son patrimonio de los católicos sino de toda la humanidad, porque ahí se compendia toda la Ley Natural».

8º Para la Agenda, el hombre es «un ser vivo más de la creación»

«Según ellos, el hombre es una plaga y causante de todo este desastre, por tanto, hemos de acabar con él con el aborto o la eutanasia. El hombre no tiene dignidad, solo la Madre Tierra», dicen. «Sin embargo, el hombre tiene dignidad, entre otras cosas porque Cristo se encarnó en un hombre. El Hombre, después de los ángeles, es la criatura más excelsa de Dios y no una plaga», afirma.

9º Elimina a Dios y pone el cuidado de la tierra como fin del hombre

Además, hay que sustituir la moral cristiana por una conciencia ecológica, explica. En este sentido, destaca la importancia de que los cristianos asuman que el mensaje evangélico es actual y universal, también en lo relativo al cuidado de la creación. Algo en lo que, sin embargo, puede llevar a confusión entre medios y fines.

«Cuidar el planeta, enseñar a los niños a no tirar la comida o a no tirar el papel al suelo… todo ello no se debe enseñar [en última instancia] por cuidar el planeta, sino por no ser sucios, por nuestra virtud». Además, «es falso que Dios no creó al hombre para ser una parte de la naturaleza, sino para que la dominase y viviera de ella», explica.

10º Promueve la eliminación de la familia o la familia pequeña

Antes de finalizar su intervención, Pizcueta citó uno de los puntos de la Conferencia Mundial de Población de Bucarest de 1974 –antecedente de la Agenda– como una de las grandes conferencias promotoras de la disminución de la natalidad y la familia:

«Empleen, cuando sea necesario y conveniente, a personal sanitario profesional y auxiliar adecuadamente capacitado, trabajadores de divulgación rural y de economía doméstica y trabajadores sociales, así como conductos no gubernamentales, para ayudar a prestar servicios de planificación de la familia y asesoramiento a los que utilicen métodos anticonceptivos. Se aseguren de que la información y la instrucción sobre planificación de la familia y otras cuestiones que afectan la fecundidad se basen en conocimientos científicos válidos y probados e incluya una descripción completa de todo riesgo que pueda acarrear el uso de métodos anticonceptivos o el no usarlos».

11º Promueve el relativismo sexual, el aborto y la liberación sexual

Para Pizcueta, uno de los principales problemas que presenta la Agenda respecto a la fe católica es el relativo a la libertad sexual. La libertad de la Agenda, definida vagamente como la «paz universal dentro de un concepto más amplio de libertad», conlleva la ampliación de los llamados derechos sexuales y reproductivos –aborto, uniones homosexuales o igualdad de géneros–, siguiendo la máxima de la Escuela de Frankfurt de que «la paz llega cuando la persona se libera sexualmente».

En este sentido, la Agenda emplea un lenguaje encaminado a «caer en el relativismo», de modo que sociedades ‘inclusivas’ es «el todo vale» y la salud sexual significa «aborto»: «Los cristianos no rechazamos a ningún homosexual y deberíamos amar a todos porque así lo enseñó Nuestro Señor. Pero se quiere al pecador, no al pecado, y no todo vale. Se trata de una rebelión contra Dios y la naturaleza».

12º Dirigida a eliminar al que impida el desarrollo sostenible

Cita en último lugar la interpretación del tercer ODS del documento Transformar nuestro mundo, que manifiesta su compromiso en «garantizar el acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva, incluidos los de planificación familiar, información y educación». Asimismo, valora «las enfermedades no transmisibles, incluidos los trastornos conductuales, evolutivos y neurológicos» –como el síndrome de Down– como «un grave impedimento para el desarrollo sostenible», susceptible de esos servicios de «planificación familiar».