SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO- ES EL PECADO LO QUE HACE MISERABLE A LAS NACIONES

San Alfonso de Ligorio dio seis sermones importantes sobre el tema de cómo la misericordia de Dios tiene un límite, y cuando llega ese momento, castiga no solo a los pecadores individuales, sino también a las naciones.

Aquí advierte al hombre que las personas pueden evitar la tristeza en la tierra y el castigo eterno después, si se arrepienten y reforman sus vidas. Porque es el «maldito pecado» el que nos hace infelices aquí y en el más allá.

***

Hermanos míos, si no nos enmendamos, vendrá el castigo; si no ponemos fin a nuestros crímenes, Dios lo hará. Cuando el Señor advirtió a Lot que estaba a punto de destruir Sodoma, Lot informó inmediatamente a sus yernos: «¡Levántense!, sáquense de este lugar, porque el Señor destruirá esta ciudad» (Gn 19:14). Pero ellos no le creyeron… Y así el castigo se apoderó de ellos.

Hermanos míos, ¿qué esperamos? Dios nos advierte que el castigo pende sobre nosotros; pongamos un punto y final a nuestros pecados, o esperemos a que Dios lo haga. ¡Escucha, oh pecador! lo que San Pablo os dice: Mirad, pues, la severidad y bondad de Dios para con ellos, es más, para con los caídos, él muestra severidad; pero si permaneces en bondad para contigo, Dios muestra bondad; de lo contrario, tú también serás cortado» (Rom 11:22).

Considerad, dice el Apóstol, la justicia que el Señor ha ejercido con tantos a quienes ha castigado y condenado al infierno; hacia los caídos, la severidad, pero considera la misericordia con que te ha tratado.

Pero frente a la bondad de Dios, debes abandonar el pecado. Si cambias tus caminos, evitas las ocasiones de pecado, frecuentas los sacramentos y continúas llevando una vida cristiana, el Señor te perdonará el castigo; si no permaneces en la bondad, perecerás y serás cortado. Dios ya te ha soportado demasiado tiempo, ya no puede soportarte más.

Dios es misericordioso, pero también es justo. Él trata misericordiosamente a los que le temen; no puede actuar así con los obstinados. Tal persona se lamenta cuando se ve castigada, y dice: ¿Por qué Dios me ha privado de mi salud? ¿Por qué me ha quitado a este niño, o a este padre?

¡Ah, pecador!, ¿qué has dicho?, exclama Jeremías, tus pecados te han negado cosas buenas. (Jeremías 5:25.) No era el deseo de Dios privarte de ninguna bendición, de ninguna ganancia, de tu hijo o de tu padre; hubiera sido el deseo de Dios hacerte feliz en todas las cosas, pero tus pecados no se lo han permitido.

En el libro de Job leemos estas palabras: ¿Es gran cosa que Dios te consuele? Pero tus palabras malvadas lo impiden. (Job 15:11). El Señor quisiera consolarte, pero tu blasfemia, tus murmuraciones, tus palabras obscenas, pronunciadas para escándalo de tantos, se lo han impedido. No es Dios, sino el pecado maldito, lo que nos hace miserables e infelices. Es el pecado lo que hace miserables a las naciones. (Proverbios 14:34).