EL INJERTO
Historia.
—Compuesta en Roma el 3 de marzo de 1379.
Ideas.
—Belleza del alma en inocencia. —Se pierde por el pecado, y el alma da entonces malos frutos. —Por el injerto en Cristo se convierten en buenos. —Muchos no se injertan en Él y siguen las inclinaciones de los sentidos.—Ruega para que sus discípulos se injerten en Cristo.
¡Oh alta y eterna Trinidad! Trinidad, eterna Deidad, Amor: nosotros somos árboles de muerte y tú eres árbol de vida. ¡Oh eterna Divinidad! Hay que contemplar en tu luz el árbol puro salido de ti, con suma pureza, con suma inocencia. La has unido y colocado en la humanidad que creaste del limo de la tierra. A este árbol lo hiciste libre, le diste ramas, que son las potencias del alma: la memoria, el entendimiento y la voluntad.
¿Qué pusiste en la memoria? El recordar. ¿En el entendimiento? El fruto de discernir. ¿Y en la voluntad? El de amar. ¡Oh árbol plantado con tanta pureza por tu Redentor!
Pero este árbol cayó por la desobediencia, porque se apartó de la inocencia, y de árbol de vida se hizo árbol de muerte, por lo que no producía sino frutos de muerte. Por eso, tú, alta y eterna Trinidad, como ebrio y loco de amor por tu criatura, viendo que no podía sino dar frutos de muerte por hallarse separado de ti, que eres Vida, le diste el remedio con el mismo amor con que lo habías creado, injertando tu divinidad en el árbol muerto de nuestra humanidad. ¡Oh dulce y suave injerto! Tú, suma dulzura, te has dignado unirte a nuestra amargura: Tú , esplendor, con las tinieblas; Tú, sabiduría, con la necedad; Tú, vida, con la muerte; Tú, infinito, con lo finito. ¿Quién te obligó a esto para darle vida, habiéndote esa misma criatura hecho tanta injuria? Sólo el amor, como se ha dicho. Por este injerto desaparece la muerte.
¿Bastó a tu caridad haber hecho esta unión con la criatura? No. Por eso, tú, Verbo eterno, regaste este árbol con tu sangre. Ella lo hace germinar con su calor si el hombre, con el libre albedrío, se injerta en ti, se une contigo y liga su corazón y su afecto, atando y envolviendo este injerto con la venda de la caridad y siguiendo tu doctrina . Y porque al Padre no podemos ni debemos seguirle, pues en El no cabe dolor, debemos conformarnos e injertarnos en ti. Se ve que tú nos creaste sin nosotros, pero no quieres salvarnos sin nosotros.
Cuando nos hallamos injertados en ti, las rama s que has dado a nuestro árbol producen sus frutos: la memoria se llena del constante recuerdo de tus beneficios; el entendimiento se mira en ti para conocer la verdad, y la voluntad quiere amar y seguir lo que el entendimiento ha visto y conocido. Así, una rama ofrece frutos a la otra. Por el conocimiento que el hombre tiene de ti, se conoce mejor a sí mismo y odia a los propios sentidos.
¡Oh Amor, inestimable Amor! Son admirables las obras que has realizado en tu criatura racional. Si tú, Dios eterno , cuando el hombre era árbol mortífero lo transformaste en árbol de vida injertándote como vida en el hombre —aunque muchos por sus defectos no
producen sino frutos de muerte por no estar injertados en ti, Vida eterna—, del mismo modo puedes proveer a la salvación de todo el mundo , al que veo que no se injerta en ti, pero más bien permanece en la muerte de sus propios sentidos y ninguno se acerca a la fuente donde está la sangre para regar su árbol.
¡Oh! En nosotros hay vida eterna no conocida por nosotros. ¡Oh miserable, oh ciega alma mía! ¿Dónde está el clamor, dónde las lágrimas que debes derramar ante tu Dios, que de continuo te llama? ¿Dónde el dolor de corazón de los árboles que se hallan plantados en la
muerte? ¿Dónde los anhelantes deseos en presencia de tu piedad? No está en mí, porque aún no me he negado a mí misma; porque , si me hubiese negado y hubiese buscado sólo a Dios y la gloria y alabanza de su nombre , el corazón me saldría por la boca y mis huesos rezumarían sus tuétanos. Pero no he producido sino frutos de muerte por no hallarme injertada en ti.
¡Qué grandes son la luz y la dignidad que recibe el alma verdaderamente injertada en ti! ¡Oh inconmensurable generosidad! La memoria nos empuja a sentirnos obligados a amarte y seguir las huellas y doctrina de Cristo. Por eso, el entendimiento se detiene en la misma luz y contempla . Bien pronto la voluntad ama lo que el entendimiento ha visto y conocido. De este modo , una rama ofrece su fruto a la otra.
¿De dónde sacas, ¡oh árbol!, esos frutos de vida, siendo por ti mismo estéril y estando muerto? Del árbol de la vida; de modo que , si no estuvieses injertado en él, ningún fruto podrías producir por ti mismo, porque eres nada.
¡Oh Verdad eterna, oh Amo r inestimable! Como produjiste en nosotros frutos de fuego de amor, de luz y de pronta obediencia, así el alma, injertada en ti, ciertamente que no se preocupa de otra cosa que de tu honor y de la salvación de las almas. Por obediencia, como
enamorado , corriste a la afrentosa muerte de cruz y nos diste aquellos frutos en razón del injerto de tu divinidad en nuestra humanidad ; por el injerto que hiciste de tu cuerpo en el árbol de la cruz, la obediencia se hace fiel, prudente y paciente.
Avergüénzate, hombre ; avergüénzate de que por tus pecados te veas privado de tanto bien y te hagas digno de tanto mal. Tu bien no es de provecho para Dios y tu mal no le perjudica; pero se complace en que su criatura dé frutos de vida, a fin de que reciba el fruto infinito y llegue al fin para que todos hemos sido creados.
Pequé contra el Señor; ten misericordia de mí.
Únenos, Verdad eterna, e injerta en ti a los que me has dado para que los ame con amor singular, de modo que produzcan frutos de vida. Veo, Bondad infinita, que así como envías el rocío de la luz sobrenatural al alma unida a ti, dándole paz y quietud de conciencia, así con el rocío de tus servidores alejarás la guerra y las tinieblas y darás la paz y la luz a tu esposa. Así te lo pido, piadoso, benigno y dulce Dios.
Pequé contra el Señor; ten misericordia de mí. Amén .

