DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS
Desde el primer instante de mi vida
me tomaste en tus brazos,
y desde aquel momento,
amada Madre mía,
me das tu protección aquí en la tierra.
Para guardar intacta mi inocencia,
me escondiste en un blando y dulce nido,
custodiaste mi infancia
a la sombra bendita
de un retirado claustro.
Y más tarde, al llegar
mi juventud a sus primeros días,
escuché la llamada de Jesús.
Me mostraste el Carmelo
con ternura inefable.
«Ven a inmolarte por tu Salvador
−me decías entonces con dulzura−
Cerca de mí te sentirás dichosa,
ven a inmolarte con tu Salvador».
Cerca de ti, oh tierna Madre mía,
he encontrado la paz del corazón;
en esta tierra nada más deseo,
sólo Jesús es toda mi ventura.
Si alguna vez me asaltan
la tristeza o el miedo,
en mi debilidad tú me sostienes
y siempre, Madre mía, me bendices.
Otórgame la gracia
de mantenerme fiel
a mi divino Esposo, Jesús.
Para que un día su dulce voz yo escuche,
cuando a volar me invite y a sentarme
entre sus elegidos.
Entonces ya no habrá
ni más destierro ni más sufrimiento.
Ya en el cielo,
yo volveré a cantarte
mi amor y gratitud,
amable y dulce Reina del Carmelo.
16 de julio de 1894
Compuesta para: sor Marta de Jesús, con motivo de sus veintinueve años.
Unos versos sencillos que destacan la delicadeza de Santa Teresita para con su Novicia (huérfana desde los ocho años). Ya aquí María Santísima aparece «más Madre que como Reina».
Para nuestros amigos y benefactores franceses
Chant de reconnaissance à Notre-Dame du Mont-Carmel
Aux premiers instants de ma vie,
Vous m’avez prise entre vos bras ;
Depuis ce jour, Mère chérie,
Vous me protégez ici-bas.
Pour conserver mon innocence,
Vous m’avez mise en un doux nid,
Vous avez gardé mon enfance
A l’ombre d’un cloître béni.
Plus tard, aux jours de ma jeunesse,
De Jésus j’entendis l’appel !…
Dans votre ineffable tendresse,
Vous m’avez montré le Carmel.
«Viens, mon enfant, sois généreuse,
−Me disiez-vous avec douceur− ;
Près de moi, tu seras heureuse,
Viens t’immoler pour ton Sauveur.»
Près de vous, ô ma tendre Mère !
J’ai trouvé le repos du cœur ;
Je ne veux plus rien sur la terre,
Jésus seul est tout mon bonheur.
Si parfois je sens la tristesse,
La crainte qui vient m’assaillir,
Toujours, soutenant ma faiblesse,
Mère, vous daignez me bénir.
Accordez-moi d’être fidèle
A mon divin Epoux Jésus.
Qu’un jour, sa douce voix m’appelle
A voler parmi les élus.
Alors, plus d’exil, de souffrance ;
Je vous redirai dans le Ciel
Le chant de ma reconnaissance,
Aimable Reine du Carmel !

