DEVOCIONES: MES DEDICADO A LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO – DÍA 6

MES DEDICADO A LA PRECIOSÍSIMA SANGRE

DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

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DÍA SEXTO

(Oración para todos los días)

La Sangre de Jesús es condigna satisfacción del pecado

  1. Grandes penitencias han hecho los santos. San Pablo, primer ermitaño, vivió cerca de cien años en el desierto (Breviario Romano, 15 de Enero), y San Simón Estilita se estuvo durante muchos sobre una columna (Martirologio Romano, 5 de Enero); mortificándose ambos con ayunos y cilicios. Otros se ejercitaron en indecibles austeridades. De entre los mártires, quien ha sido quemado, quien descuartizado, quien obligado a beber plomo derretido, quien bárbaramente lapidado. Ahora bien todos estos padecimientos juntos, sin la Sangre de Jesús, son insuficientes para satisfacer por una sola culpa ¡Tan grave mal es esta! No os atreváis, pues, cristiano, a cometer jamás el maldito pecado.

  2. El pecado, como ofensa a Dios, requería una satisfacción infinita, que el hombre miserable no podía dar. Por tanto nuestra perdición hubiera sido irremediable, si el misericordioso Señor no se hubiera hecho hombre y expiado nuestras culpas con el mérito de su Sangre Preciosa. Siendo esta la Sangre del hombre-Dios, tiene un valor infinito; y por consiguiente es por sí sola bastante para obtener nuestro rescate. ¿Cuánto entonces no debemos amar esta Sangre divina? ¿Qué tierna devoción no debemos sentir hacia ella?

  3. La vida animal está puesta en la sangre; y Dios había decretado que el pecado se borrase con la sangre de la víctima (Levítico, XVII). Pero con la sangre de los animales y aún la de todos los hombres, es imposible cancelar las culpas, por ser ella de valor infinito; por esto fue necesario que Jesús consumara nuestra redención con la efusión de su Sangre. Demos, pues, las gracias y amemos tiernamente la Preciosa Sangre, que nos ha librado de nuestra irreparable perdición.

Ejemplo: La beata Elena de Udine, tanto siendo casada como siendo monja, meditó continuamente la Pasión de Jesús; por cuyo amor dormía sobre la desnuda tierra; se flagelaba cruelmente y los viernes se alimentaba con solo una fruta y bebía hiel y vinagre, Jesús se le apareció clavado en la cruz y ensangrentado, en la sagrada hostia, cuando ella oía Misa o comulgaba. Para gozar aún mejor de los frutos de la Preciosa Sangre, en 1450 fue a Roma en ocasión del año santo, haciendo a pie centenares de millas, llevando 33 piedrecitas dentro de los zapatos, así de ida como de vuelta. Conociendo que las mortificaciones, aunque grandes, por sí solas no bastan para satisfacer por el pecado, no quiso otra gracia del Papa Nicolás V, sino la indulgencia en artículo de muerte. Después de tres años de penosas enfermedades, estando próxima a morir, para confortarla, se le apareció María con Jesús manando Sangre; y ella, habiéndose hecho aplicar la dicha indulgencia y leer la Pasión, alzó la cabeza hacia la cruz y expiró (Torelli, Siglos Agustinianos, año 1458, n. 25, etc.). Amemos también nosotros entrañablemente esta Sangre, único precio condigno de nuestro rescate, y ella mediante, libres de la merecida condenación, alcanzaremos la vida eterna, la felicidad que nunca tendrá fin.

(Se medita y se pide lo que se desea conseguir).

Obsequio: Antes de empezar cualquiera acción, diréis; Eterno Padre, yo os ofrezco la Sangre Preciosísima de Jesucristo en descargo de mis pecados y por las necesidades de la Santa Iglesia. Y ganaréis cada vez cien días de indulgencia (véase página 46).

Jaculatoria

La Sangre sea siempre alabada

Que de los cielos abrió la entrada

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

¿Qué habría sido de mí, querido Señor mío, si no hubieseis derramado vuestra Sangre por mi salvación?

No pudiendo yo satisfacer por los pecados cometidos, me habría irremisiblemente perdido! Sangre Preciosísima de mi Jesús, vos sola habéis podido satisfacer por mí a la divina Justicia, y vos sola sois, por tanto mi salvación. ¡Cuánto agradecimiento por ello os debo! Quiero, pues, honraros y amaros siempre en esta vida, para poderos honrar y amar eternamente también en la otra.

(Oración final)