P. CERIANI: SERMÓN DEL SEXTO DOMINGO DE PENTECOSTÉS

SEXTO DOMINGO DE PENTECOSTÉS

Nos encontramos en el Sexto Domingo de Pentecostés.

Como sabemos, en base a la Epístola del Domingo Cuarto de Pentecostés, hemos afrontado el tema de gran actualidad de la llamada Batalla Cultural, que, como estamos viendo, no sólo carece de un fundamento sólido, sino que el que posee es revolucionario.

Precisamente, el Domingo pasado terminamos con esta aseveración: la Batalla Cultural de los liberales le hace el caldo gordo a la Batalla Cultural de los extremistas de izquierda, pues el mismo liberalismo es una etapa de la misma Revolución Cultural. En efecto, es hijo del Protestantismo y padre del Comunismo.

Partiendo de la Cristiandad, o Civilización Cristiana, veamos las diversas etapas de esa Revolución, en la cual se halla inmersa la Cultura.

La Iglesia conoció un espléndido desarrollo, primero en el tiempo de los Apóstoles y de los Mártires, y luego en los siglos de los grandes Pastores y Doctores. Así se separó de la Sinagoga y se abrió a los Gentiles. Soportó las persecuciones del Imperio pagano hasta el tiempo señalado de su conversión.

La Iglesia resplandeció mil años por una incomparable soberanía sobre los emperadores, los reyes y los príncipes, mientras que Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Señora inspiraban el pensamiento y las leyes, las artes, la economía, toda la vida de la Cristiandad.

Es en el siglo XIII que la Cristiandad reflejó el poder y la magnificencia del Espíritu Santo, prefiguración de lo que será la Jerusalén celestial, al regreso de su Señor.

La Iglesia realizó, pues, esa hermosa Sociedad Cristiana, que se llamó la Edad Media, y que sería mejor denominar la Cristiandad.

Por supuesto, todo no era perfecto en esa época; siempre habrá pecado y pecadores, trigo y cizaña; pero en esa sociedad se tenía consciencia de que el hombre ha sido puesto sobre la tierra por Dios para honrarlo, alabarlo y servirlo; especialmente se sabía que todo lo creado ha sido puesto a disposición del hombre para que éste pueda amar y servir a Dios, su Creador y Salvador.

Satanás había usurpado realmente el imperio del mundo. No solamente había reducido a los hombres a la esclavitud del pecado, desnudándolos así de sus derechos y de sus esperanzas legítimas, sino que, además, tenía de mil maneras hundida la sociedad en la degradación, suministrándole la corrupción de las costumbres, la oscuridad intelectual, las miserias sociales y todas las crueldades que acompañan la corrupción. En lugar de la verdad había erigido el error en principio y había hecho rendirse a sí mismo un culto, manchado por torpezas y abominaciones sin nombre.

La sociedad pagana, por medio de un humilde acto de renuncia a Satanás, quemó todo aquello que hasta ese momento había adorado, y, por un fervoroso acto de fe, comenzó a adorar todo lo que hasta allí había perseguido y combatido.

Nuestro Señor, adversario mucho más fuerte que Satanás, destruyó su poderío y le arrebato su presa. Así lo hizo este divino y todopoderoso Liberador, tanto en el orden de la religión (culto y teología), como en el orden de la verdad (filosofía y ciencias), en el orden del bien común (política), en el orden de la belleza (bellas artes, artes liberales y artesanías), e incluso en el orden del bien simplemente útil (economía y trabajos serviles).

En efecto, la antigua Monarquía cristiana tenía cuatro topes sociales, que eran, al mismo tiempo, sus columnas:

* La Iglesia, que tenía el poder espiritual.

* La Universidad, que poseía el saber.

* La Magistratura, que regía las leyes.

* Los Gremios, que poseían el dinero.

Esta sociedad, así consagrada a Dios, vivía en paz, en la paz de Cristo en el Reino de Cristo. Pero el demonio, furioso y celoso, no soportó que sus dominios le hubiesen sido usurpados y no descansó hasta intentar reconquistarlos, con la autorización divina y en cumplimiento de altísimos planes de la Providencia que escapan a nuestra comprensión.

Aprovechando la negligencia y la tibieza donde se dejan ir demasiado a menudo los hombres y las sociedades, tomó siete espíritus más perversos que él, y por medio de todos estos “ministros” tornó a ser “Príncipe” de su presa, entrando en plena posesión de esta pobre sociedad moderna, cuyo estado es, a ciencia cierta y a simple vista, peor que antes de su conversión y cristianización.

Lamentable estado de la sociedad moderna, peor que el primero. Se manifiesta en ella la verdad de ese antiguo Proverbio: regresó al vómito del paganismo y al fango de la idolatría…

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¿Cómo se las ingenió, pues, el demonio? Tomó “siete espíritus más perversos que él” y los fue introduciendo en la sociedad hasta llevarla al estado actual:

* Humanismo y Renacimiento

* Protestantismo

* Masonería

* Revolución Francesa

* Liberalismo y Capitalismo

* Socialismo y Comunismo

* Modernismo y Vaticano II.

A partir de 1303, una larga decadencia empezó a manifestarse hasta que los hombres de la Iglesia prestaron su apoyo el Nuevo Orden por su democracia religiosa, coronada por Vaticano II…

EL HUMANISMO Y EL RENACIMIENTO

Al final del siglo XIII se deja presentir la lenta decadencia del papado. El papa Bonifacio VIII querrá restaurar toda la autoridad pontifical, pero será abofeteado y encarcelado por Guillermo de Nogaret, muriendo poco después.

Con el papado debilitado y las naciones cada vez más autónomas, la Cristiandad perdió su vínculo de unidad.

Los enemigos no podían obviamente atacar a Dios de frente; van pues a magnificar al hombre; magnificarlo, es decir, asignarle una dignidad que no tiene.

Ahora bien, para ellos la dignidad del hombre reside en primer lugar en su libertad, pero su libertad entendida como un absoluto.

Para comenzar, no van a afirmar que el hombre sea completamente independiente, pero que lo es en todo lo que no se refiere directamente a la religión y a la moral, por ejemplo en ciencias, en literatura o en arte.

La independencia en literatura y en ciencias se denomina Humanismo; en el ámbito del arte se trata del Renacimiento.

Bajo pretexto de redescubrimiento de la cultura antigua, griega y latina, los humanistas quieren liberarse de la precisión de la teología y la filosofía cristiana que juzgaban demasiado vinculantes.

Pero el entusiasmo por la Antigüedad, adjuntado al menosprecio del pasado cristiano, fue también la ocasión de un peligroso humanismo neopagano. Las letras y las artes exaltan la furia de vivir y todas las pasiones.

EL PROTESTANTISMO

El Renacimiento no era más que un principio. Había dado el gusto de la libertad y el disfrute, pero la Cristiandad y la Iglesia estaban siempre presente. Son ellas las que los enemigos de Dios van ahora a intentar destruir. Eso comenzó con Lutero, que fundó el Protestantismo.

Apareció entonces el impío. Se trata de la libertad, pero esta vez es una libertad absoluta en el ámbito moral.

El monje Lutero, el rey Enrique VIII y el burgués Calvino corrompen la santidad, rompen la unidad, dividen la catolicidad.

LA MASONERÍA Y LOS FILOREVOLUCIONARIOS

Desde Lutero en adelante el hombre se autodefine completamente libre; y para que se lo deje libre, rechaza la autoridad de la Iglesia. El hombre se pone así en una situación de rebelión, lo sabe bien, y su conciencia va a acusárselo.

Los enemigos de Dios van pues a pasar a la siguiente etapa: después de haberse rebelado, van a decir que tuvieron razón en rebelarse. Después de haber rechazado la Iglesia, van a decir que los engañó y que ellos aportan la verdad, con una nueva clase de sociedad donde todo no será ya hecho para Dios, sino para el hombre y, en el hombre, para su libertad.

Llegamos allí a una etapa muy grave.

Después de haber rechazado a la Iglesia y su autoridad, los enemigos de Dios van a rechazar a los reyes, a los príncipes, a todos los jefes y su autoridad.

Para ellos los hombres son libres de controlarse como lo entienden, de darse las leyes que quieren y como quieren.

Si los hombres viven juntos en sociedad, es solamente porque lo quisieron. Es el famoso “contrato social” de Rousseau, es decir, el Gobierno del pueblo sin ninguna autoridad.

Llegado a tal grado de independencia, el hombre se convierte prácticamente en un “pequeño dios”: es el reino de la razón humana, declarado por los supuestos filósofos del siglo XVIII, verdaderos filorevolucionarios.

Ni siquiera les falta una nueva Iglesia: la fundaron en 1717 en Inglaterra, es la Francmasonería. “Franco” aquí quiere decir “libre” como en “ciudad franca” o en “franco de impuestos” o “franco de porte”. Y el término “albañil” (maçon) designa a los nuevos constructores de todo lo que acabamos de describir.

Durante el siglo XVIII, los enemigos de Dios, los “filósofos” y los francmasones, van a establecer su nueva manera de ver las cosas. Obviamente, en cuanto se consideran bastante fuertes, van a pasar a la acción e intentar crear un mundo según sus puntos de vista; es la revolución de 1789.

Es un asalto general contra la Iglesia. Todo se pone en entredicho en nombre de la razón y de la libertad: la Revelación de Dios, los dogmas y las leyes de la Iglesia, las instituciones políticas y sociales de la Cristiandad. El siglo se acaba en la inmensa convulsión de la Revolución.

El ataque se esconde bajo el pretexto de una lucha por la tolerancia: oponen la justicia, la razón, la ciencia, la “luces” al “oscurantismo” y al “fanatismo” de la Iglesia y de la monarquía.

El Hombre es libre y la Razón es su única norma: debe, pues, rechazarse la Revelación cristiana.

El Hombre es soberano: sus derechos excluyen toda autoridad de derecho divino, sea la Iglesia, sea la Monarquía.

1789: LA REVOLUCIÓN

El tercer estado, insubordinado en 1789, declara los Derechos Humanos, tal como ocurre con los francmasones fundadores de Estados Unidos de América, y traslada la autoridad de derecho divino de los Reyes al pueblo, que se ha convertido en soberano.

El nuevo poder despoja a la Iglesia de sus privilegios y de sus bienes, y pretende someterla a su ley laica y democrática por la Constitución Civil del Clero. Finalmente suprime la Religión Cristiana para substituirla por el culto de la Diosa Razón o del Ser Supremo.

Sostenidas por los nuevos poderes, las ideas anticristianas invaden Europa. Con Fichte y Hegel, el idealismo panteísta se pone al servicio del pangermanismo antes de que produzca su último avatar: el mesianismo materialista de Marx, denunciando la religión como “el opio del pueblo”.

Mientras que Renán y Strauss pretenden arruinar por su crítica racionalista la credibilidad del Evangelio, Darwin quiere hacer de la teoría de la Evolución un arma decisiva contra el Dios creador. En Francia, el espíritu volteriano y la ideología del progreso serán la religión de la escuela laica. El positivismo y el cientificismo, ambos resultantes del kantismo, prohíben a generaciones de intelectuales las verdades metafísicas y religiosas en el momento en que el romanticismo desconecta los corazones y justifica todos los desórdenes.

Entonces, la Iglesia se halla embestida por todas partes; violentada desde afuera, traicionada desde adentro; mientras la Santísima Virgen la visita, una y otra vez, para advertirle que la hora y el poder de las tinieblas están próximos.

EL LIBERALISMO

El liberalismo deshizo la barrera que el sentido instintivo y tradicional del europeo había creado.

En efecto, toda religión, aunque sea falsa, robustece a una nación que la acepta en pleno, puesto que funda su unidad nacional sobre la base más fuerte que existe, que es el sentimiento religioso.

Joseph Pieper observó con justeza que el dicho “la religión es cosa privada y al Estado no le interesa”, lema del liberalismo, comporta nombrar dios al Estado, poniéndolo por encima de Dios; es la adoración de la Nación, creación del hombre.

Así como los protestantes se llaman cristianos, pero no lo son; de la misma manera los liberales se llaman católicos, pero no lo son, porque desprecian a la Iglesia, traban sus medios de acción, intentan servirse de ella para sus fines terrenos.

El liberalismo, con los falsos dogmas de sus falsas libertades, es un protestantismo larvado y un catolicismo adulterado.

Proporciono aquí una pequeña bibliografía sobre este tema:

Cardenal Pie = Intolerancia doctrinal

Cardenal Louis Billot = El Error del Liberalismo

Monseñor Lefebvre = Le Destronaron – Del liberalismo a la apostasía – La tragedia conciliar – Soy yo el acusado

Padre Sardá y Salvany = El Liberalismo es pecado

Padre Roussel = Liberalismo y Catolicismo

Louis Veuillot = La Ilusión Liberal

Henri Hello = Las Libertades Modernas

Padre Castellani = Esencia del Liberalismo

Padre Méramo = Herejía hacia la Apostasía

Documentos y Encíclicas Papales

La ficción del catolicismo es lo que debilitó, política y socialmente, a las naciones católicas de Europa. Había una unidad aparente, pero una profunda división ideológica de fondo. Existía una confusión.

EL COMUNISMO

Dios no ama las confusiones; y entonces permitió que naciera del maridaje del liberalismo con la plutocracia un bichito colorado, que se llama comunismo, el cual, después de volverse contra sus padres, proyectó la destrucción de todo el orden social existente, por todos los medios posibles. Maldijo de Dios, y se le vio la pinta al diablo.

La Naturaleza del comunismo es religiosa y no solamente política. Es una herejía cristiano-judaica. Del cristianismo descompuesto en protestantismo tomó Marx la idea obsesiva de justicia social, que no es sino la Primera Bienaventuranza vuelta loca, vaciada de su contenido sobrenatural: los pobres deben reinar aquí, reinar políticamente por el mero hecho de ser pobres.

Pero el elemento formal de la herejía es judaico: es el mesianismo exasperado y temporal, que constituye el fondo amargo de la inmensa alma del Israel Deicida a través de los siglos.

La pulseada diplomática entre izquierda y derecha, con la amenaza de una enorme guerra, es actualmente el suceso dominante de la vida política del mundo. Pues bien, es el Liberalismo en pugna con su hijo el Comunismo…

El Modernismo coaligó a los dos.

EL LIBERALISMO CATÓLICO Y EL MODERNISMO

La revolución se dio cuenta de que era necesario volver a un cierto orden y a una apariencia de religión; y se produjo un hecho extraordinario y desconcertante que va a explicar toda la crisis actual en la Iglesia: la Revolución va a ser salvada por “católicos”…

Se llama a esta gente “liberales” o “católicos liberales”.

Se trata esencialmente de gente importante y culta; son inteligentes y brillantes; están acostumbrados a mandar, son partidarios del orden, de la religión, de la moral…

Es decir, están, en principio, de acuerdo con nosotros sobre las mismas verdades, pero tienen un gran defecto: no rompen con el mundo y sus secuaces, especialmente en los ámbitos religiosos y políticos.

He aquí lo que hicieron los liberales porque no tuvieron el valor de combatir a los enemigos de Dios.

Y por esta razón, a partir del siglo XIX, no se tienen ya dos partidos, sino tres: los enemigos de Dios, los católicos valientes y combatientes y, entre los dos, los católicos “de cartelito” que, poco a poco, hacen avanzar la revolución.

Se dividió, pues, a los católicos: la mitad de ellos, que ya no son verdaderos católicos, están ahora de acuerdo con los revolucionarios, es decir, con los enemigos de Dios.

Con los liberales, los enemigos de Dios ya no están fuera de la Iglesia, se les abrieron las puertas y ellos la coparon.

¿Cuál ha sido la reacción del Magisterio de la Iglesia ante esta verdadera traición?

A esta revolución satánica y multiforme, el Magisterio de la Iglesia resistió.

Es lo que examinaremos, Dios mediante, el próximo Domingo.