Meditaciones para el Mes del Sagrado Corazón de Jesús

Extractadas del libro

AMOR, PAZ Y ALEGRÍA”

Mes del Sagrado Corazón de Jesús según Santa Gertrudis.

Por el R. P. Dr. André Prévot, de la Congregación Sacerdotes del Corazón de Jesús

DÍA 14

Vida de adoración

(Continuación)

5. ADORACIÓN REPARADORA. – Todo acto de adoración es un acto de reparación, sea la adoración eucarística de una manera general o una adoración particular.

1. Desde luego y de un modo general: la adoración, consistiendo en reconocer nuestra dependencia de Dios y someternos a Él enteramente, es, por lo mismo, directamente opuesta al pecado, que es precisamente un acto de independencia y de rebelión contra Dios. Non serviam – adorabo: he aquí los dos términos opuestos. El alma que adora en espíritu y en verdad, repara, pues, directa y eficazmente el pecado, y si la adoración es pública y solemne, la reparación llega a ser igualmente pública y solemne. He aquí el principio en el que está basada las Cuarenta Horas de adoración, instituida hace mucho tiempo por la Iglesia para reparar pública y solemnemente las ofensas que el mundo comete contra el Señor.

2. Pero, como vimos, sobre todo en la Eucaristía es donde la majestad y el amor de nuestro Dios son más ultrajados, en la adoración eucarística será donde se encontrará la reparación más necesaria, para la gloria de Dios y la salvación del mundo: es preciso que allí donde los ultrajes son más odiosos, la adoración se muestre más ostentosa; que allí donde la ingratitud es más monstruosa, la adoración se muestre más activa que allá donde la iniquidad multiplica sus ofensas, la adoración multiplique sus homenajes, con sus fiestas solemnes y la pompa de su culto. Aquí, desde otro punto de vista, se manifiesta uno de los grandes deberes del alma eucarística, uno de los deberes más necesarios que debe cumplir en el silencio y la humildad; precisamente porque está llamada a reparar los ultrajes del orgullo, es preciso que se humille más; solo el abatimiento, la obediencia hasta la muerte pueden ofrecer una satisfacción digna a la Majestad divina, contra la cual nuestro siglo se rebela con tanta insolencia.

6. LOS COMPAÑEROS DEL ALMA AMANTE. – Nuestro Señor había confiado a Santa Gertrudis de un modo especial, al Coro de las Dominaciones para ayudarla en la vía de adoración. Estas inteligencias celestes decían a la Santa un día: «Como el honor del Rey ama el juicio, y el amor llevado por el ardor no conoce el freno de la razón, cada vez que el Rey de la gloria se inclina hacia tu alma y tu alma a su vez, se pierde en Él por un arranque de amor, le adoramos en tu nombre y le ofrecemos por ti los homenajes debidos a su grandeza, a fin de que su gloria soberana no sufra en nada por esta familiaridad a la que te admitió» (IV, 53).

Roguemos a estos dulces compañeros del alma, que nos ayuden también en el culto que debemos tributar al Rey de reyes, que nos inspiren sus sentimientos de tan profundo respeto, que nos asocien a los homenajes que le ofrecen. La Iglesia hace que los invoquemos en la Santa Misa, en el momento en que el Dios de la Eucaristía va a descender sobre el altar, para que nos ayuden a recibirlo con el honor que le es debido, y que le adoremos como lo hacen los ángeles que rodean el altar: adorant Dominationes.

7. LAS ALEGRÍAS DE LA VIDA DE ADORACIÓN. – La vida de adoración es, por sí misma y para el alma que sabe comprenderla, una vida toda de alegría, toda de orden, toda de paz; pues es una vida toda consagrada a agradar a Dios, toda dependiente de su santa voluntad, completamente abandonada a su dominio soberano; pero, el agrado de Dios es la alegría; la voluntad de Dios, es el orden perfecto; el dominio soberano de Dios es el reino de la paz. Recemos sencilla, pero seria y sinceramente, el acto común de adoración, allí encontraremos todos estos sentimientos y diversas disposiciones: Dios mío, con placer te reconozco como mi Creador y mi Señor soberano; me complazco en Ti, que eres la fuente de todo bien; me gozo en tu Divinidad que es una infinidad de perfecciones infinitas; ¡oh! sí, de todo corazón enteramente me someto a Ti, me abandono sin reservas a tu poder, a tu sabiduría, a tu bondad; por toda la eternidad me pongo bajo la influencia de tu amor, que es todo bien, toda alegría, toda paz.

Estos sentimientos adquieren más fuerza cuando se expresan al mismo Jesús expuesto en el altar, cuando llegan a ser como el eco de los sentimientos de su propio Corazón, cuando podemos decirnos: Por medio de mis adoraciones, aumento la alegría, el orden y la paz en torno de Jesús y por Jesús, en Jesús mismo y en sus miembros; entro en la alegría de mi Maestro; me establece en su paz; ordena en mí su caridad; yo le regocijo y Él me regocija; yo le pacifico y Él me pacifica; yo alejo de Él, tanto como me es posible, las causas del desorden que lo hacen sufrir tanto; en mí y por mí, le hago vivir y reinar en el amor y la alegría.

8. LAS VIRTUDES DEL ALMA ADORADORA. – La vida de adoración hace entrar al alma eucarística en la práctica de tres virtudes eminentemente gloriosas para Dios y que constituyen la más alta perfección, a saber: el amor de complacencia hacia Dios, el abandono a Dios, la dependencia de Dios:

1. Esta alma se complace en reconocer a Dios por su Creador y Maestro, de quien ella recibió todo lo que posee, por el Ser perfecto de quien tiene todo su ser; ahora, ¿no es éste el verdadero amor de complacencia hacia Dios, considerado como el Soberano Bien en Sí mismo y como el Autor de todos nuestros bienes?

2. La adoración debe también traer consigo el abandono total de nosotros mismos a Dios: nos sometemos por completo a su dominio soberano, y esta sumisión, si es sincera y sin reservas para el cuerpo como para el alma, para el espíritu y para la voluntad, para el tiempo y para la eternidad debe, necesariamente producir como práctica un abandono perfecto.

3. De aquí resulta, en fin, que estamos enteramente bajo la dependencia de Dios, que puede disponer de nosotros según su Santa Voluntad, que su Espíritu puede dirigirnos en todo sin obstáculos y llegar a ser el único móvil de nuestras acciones. ¿No teníamos razón al decir que este era el estado más glorioso para Dios, y el estado de la más alta perfección para nosotros mismos?

¡Oh! ¡Que el alma adoradora avance con ardor en la práctica de estas tres virtudes que son la más elevada perfección de la vida cristiana! El Dios de la Eucaristía quiere otorgártelas plenamente para su gloria y para el consuelo de su Sagrado Corazón. ¡Jesús se considera tan feliz al ver a sus pies a un alma que tiene en Él todas sus complacencias, a un alma que se abandona enteramente a Él, de la cual pueda hacer todo lo que quiera! Hará de ella un prodigio de gracias para indemnizarse de la resistencia que encuentra en otras almas.

Valor, siervo bueno y fiel, parece decirle, entra plenamente en la alegría de tu Amo; porque todo lo dejaste por Mí, seré todo para ti; entra en los poderes del Señor; entra en el poder del Padre por el abandono perfecto; entra en la alabanza del Verbo, por la unión con Jesucristo, tu divino Jefe; entra en el amor del Espíritu Santo, por la unión con este Espíritu divino, que habita en ti. Vive en el abandono, en la alabanza, en el amor. Así la vida de adoración nos asocia al poder del mismo Dios, nos hace formar con Él, de algún modo, una misma alabanza, un mismo amor.

9. MEDIOS PRÁCTICOS PARA LA ADORACIÓN

1. El trono para la exposición del Santísimo Sacramento

El Espíritu Santo, en aquél Cántico, que es por excelencia el Cántico de la adoración, de la alabanza, del amor, nos enseña (Cant. III, 3) un método admirable para rendir a Jesús en la Eucaristía, el culto público y solemne de adoración. Elevémosle, pues, un trono donde sea expuesto a los ojos de todos para recibir nuestros homenajes; este trono, «hecho con la madera incorruptible del Líbano» es, en sentido místico, el Corazón Inmaculado y los brazos de la Virgen, su Madre, únicos dignos de exponer a Jesús a nuestras miradas y presentarle nuestros tributos. Las columnas que sostienen este trono son de plata, símbolo de la predicación o alabanzas pública que deben llevar a las almas de nuestros hermanos a Jesús-Eucaristía; «las gradas son de púrpura», porque es necesaria la sangre de la expiación, de la penitencia, de la mortificación para elevarnos hasta Jesús; «el asiento es de oro puro», porque Jesús reposa en la caridad figurada por el oro; “este trono está cubierto de un tapiz hecho por las hijas de Jerusalén, donde están representadas varias figuras que expresan el amor del Salvador por nuestras almas «. ¡Qué felicidad para nosotros trabajar en estas columnas, en estas gradas, en estos místicos tapices! Después de haber preparado así el trono desde el cual Jesús quiere recibir nuestras adoraciones, invitaremos a «las hijas de Sion, las almas de nuestros hermanos, a venir a contemplar con nosotros al verdadero Salomón, al Rey pacífico, llevando la diadema con que su madre lo coronó el día de sus nupcias, en el día de la alegría de su Corazón «; nos complaceremos coronándole de gloria y de honor; le proclamaremos Rey de la Misericordia, Rey del amor; celebraremos sus nupcias espirituales con nuestras almas, y aseguraremos a su Corazón dulcísimo un día de perfecta alegría.

2. La adoración a todas horas

Nuestro Señor había pedido a la Beata Margarita María que no dejara pasar ninguna hora del día sin ir a adorarlo en el Santísimo Sacramento del altar. Se puede, con menos dificultad de lo que parece a primera vista, llevar a cabo esta práctica tan tierna de amistad, tan abundante en gracias. Durante muchas horas del día, la Regla misma nos conduce ante el Santísimo Sacramento; en las demás horas, basta ir un momento al final de la hora, y esta breve adoración servirá al mismo tiempo para la hora siguiente. Aquí siempre se puede llegar al menos, por el deseo, y encargar a nuestro buen Ángel que lo haga efectivamente en nuestro nombre. ¡Oh, cuán agradable es al Corazón de Jesús este modo de adoración perpetua! Él habla a esta alma que está siempre con Él: «Hijo mío, tú siempre estás Conmigo, y todo lo que Yo tengo es tuyo». Pero, ¿quién podrá expresar los tesoros de gracias que esta palabra franquea a un alma semejante?

3. Jesús, adorador por nosotros

A Santa Matilde, como ya vimos, al decir a Nuestro Señor: “Yo quisiera adorarte en nombre de todas las criaturas”, Jesús respondió: «Yo, que Soy el centro de todas las criaturas, el Sacerdote de toda la Creación, ofrezco a Dios, en tu nombre, esta adoración universal en nombre de toda criatura.”

¡He aquí la última palabra de la adoración perfecta!