Meditaciones para el Mes del Sagrado Corazón de Jesús

Extractadas del libro

AMOR, PAZ Y ALEGRÍA”

Mes del Sagrado Corazón de Jesús según Santa Gertrudis.

Por el R. P. Dr. André Prévot, de la Congregación Sacerdotes del Corazón de Jesús

DÍA 13

La vida de religión en el Sagrado Corazón de Jesús

Podemos considerarla sucesivamente desde el punto de vista de los cuatro fines del Sacrificio, remitiendo solamente a lo visto en el día cuarto, sobre la vida de oración.

Vida de adoración

El Espíritu Santo, que con tanta solicitud formó a Gertrudis en la religión perfecta, le enseñó ante todo «a adorar a Dios por medio de Jesucristo, que es la primera y la más sublime de todas las devociones» (Traducción de Dom Mege, Pref. p. 26), siendo siempre el Corazón de Nuestro Señor, perfecto adorador del Padre, y el órgano celestial por el cual ella ofrece sus homenajes de adoración a Dios.

Respecto a nosotros, el Espíritu Santo desea más que en tiempos pasados, adentrarnos en la vida de adoración, y el Corazón de Jesús desea comunicarnos ardientemente sus sentimientos de adoración perfecta; «Ha llegado la hora en que aquellos que adoran al Padre, le adoren en espíritu y en verdad». Nada hay más señalado, nada más consolador en medio de las penas actuales, que la difusión de la gracia de la adoración, esta multiplicación de las obras hechas para la adoración, de institutos religiosos consagrados a la adoración. Esto tiende en primer lugar a la difusión misma del espíritu eucarístico, que parece ser una de las gracias de los últimos tiempos, y en que la adoración constituye la forma primera y principal. Esto tiende también a la necesidad especial de nuestro siglo en que la rebelión contra Dios alcanza los últimos límites, es necesario que la adoración, que es la sumisión a Dios, llegue a un desarrollo ilimitado, de modo que la reparación sea igual al mal; por este motivo la divina Providencia que cuida, en cada época, de enviar a la Iglesia remedios opuestos a los males que la desolan, derrama sobre ella, en el siglo presente, el espíritu de adoración.

Debemos, pues, tocar el tema que ahora se propone a nuestra meditación, con ardientes deseos de sacar provecho de él y con una confianza ilimitada; pues nada contribuye más a inflamar los deseos y aumentar la confianza que este pensamiento: Sé que entro en el plan de la Providencia y que me conformo con la Voluntad divina, regla de todo deseo; sé que estoy en la corriente actual de la gracia que me guiará dulcemente y me hará nadar en la abundancia.

1. ADORACIÓN EUCARÍSTICA. – El alma eucarística debe adorar al Señor en unión con el Corazón de Jesús y por el Corazón de Jesús, que es el modelo y el órgano de toda adoración perfecta. El primer acto del sacrificio de Jesús, al descender al altar, como antes en su entrada en el mundo, es un acto de adoración: «¡He aquí que vengo, oh Dios mío, a cumplir tu Voluntad! Te reconozco como mi Creador y mi Soberano Maestro, y mi corazón se somete enteramente a Ti. Tú eres quien me dio Mi Cuerpo y todo lo que poseo; he venido a sacrificar todo mi ser para reconocer mi entera dependencia”.

El alma eucarística, ¿puede hacer algo mejor que apropiarse estos sentimientos del Corazón de Jesús, al entrar en el santuario, para reconocer con Él y por Él, el dominio soberano de Dios, someterse a Él de todo corazón y abandonársele, elegirlo completamente? Por aquí debe comenzar nuestro sacrificio, y si nos sentimos impotentes en presencia de esta Majestad infinita; usemos del Corazón de Jesús, que suplirá por nuestra incapacidad y ofrecerá al Altísimo por nosotros, sus homenajes de adoración perfecta. Nuestro Señor pone su Corazón divino a disposición del alma eucarística como un servidor solícito, así lo decía a Santa Gertrudis; desea fervientemente ayudarnos a cumplir con Dios nuestros deberes de religión, y para Él es una alegría muy viva, una dulce gloria, suplir lo que nos falta; usemos del Corazón de Jesús, y estaremos seguros de que nuestros homenajes no serán ya indignos del Dios tres veces santo.

2. SOLEMNE ADORACIÓN CON EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO. – La adoración solemne con exposición del Santísimo Sacramento parece ser la que mejor conviene al alma eucarística, porque bajo esta forma Jesús-Hostia se muestra del modo más admirable, como objeto, modelo y órgano de nuestras adoraciones. Así vemos que las obras de adoración adoptan cada vez más esta forma, y ​​si, en los últimos dos siglos se fundaron algunos institutos para la adoración sin exhibición, todas las fundaciones de este siglo se consagraron a la adoración solemne con exhibición. Con esta solemnidad, también se estableció la adoración perpetua, que tiende a hacerse cada vez más general en nuestras diferentes diócesis; y ya, desde hace muchos siglos, las Cuarenta horas de adoración, que existe perpetuamente en Roma, constantemente se practica con la exposición del Santísimo Sacramento.

1. Esta forma, dijimos, nos muestra mejor a Jesús-Hostia como el objeto de nuestras adoraciones; ella lo propone directamente a nuestro culto y nos invita a rendirle nuestros honores: Venite, procidamus ante Deum; venite adoremus Dominum. En la exposición solemne, Jesús se muestra como divino Sol, de quien recibimos la luz, el calor y la vida; como Rey coronado de gloria a quien debemos someternos; está su trono rodeado de honor y majestad, recibiendo los honores de los ángeles que son su corte y nos invitan a adorarlo con ellos.

2. Bajo esta forma sin embargo, Jesús no deja de ser el modelo de nuestras adoraciones, porque es siempre la Hostia escondida que se sacrifica, se humilla, se anonada. He aquí la adoración perfecta: que el alma eucarística considere el modelo propuesto desde lo alto, que resplandece a sus miradas en medio de las gracias que Dios le prodiga, de las luces con que la inunda, y sentirá que es preciso que permanezca siempre escondida, que se sacrifique por entero a la divina Majestad de quien lo recibió todo, que se humille en proporción de los dones que el Señor le ha hecho, que se aniquile por la sumisión más completa, por la dependencia más absoluta.

Lo mismo respecto a sus hermanos que ella representa cerca de Jesús, o más bien, con el mismo Jesús, ella sentirá que solo tiene una cosa que hacer: imitar al Salvador que siempre vive en estado de Hostia para interceder en su favor; que se humilla por ellos, que se hace su esclavo; que por ellos se hace obediente en la Eucaristía de una manera más tierna todavía que en el Calvario; que se aniquila por ellos todavía más que sobre la Cruz, a fin de ser siempre Jesús su Salvador. ¡Que el alma eucarística se una a estos sentimientos y los ofrezca a Dios, sin cesar, por sus hermanos, por medio del Corazón Eucarístico de Jesús!

3. Jesús-Hostia, solemnemente expuesto, se ofrece a nosotros de un modo muy particular para ser el órgano de los homenajes que queremos tributar a Dios en nombre de toda la Iglesia, puesto que en esta adoración pública, aparece como el Pontífice y la Víctima de la religión de toda la Iglesia; está allá para adorar al Señor en nombre de todos nosotros; el alma eucarística solo tiene que unirse a Él, y por su divino Corazón, puede ofrecer a Dios todos los homenajes de la religión más perfecta, por sí misma y por sus hermanos.

Nuestro Señor inspiró a Santa Gertrudis una gran devoción en contemplarle, así expuesto a nuestras miradas en la santa Hostia (II, 118). Era una de sus prácticas predilectas y el buen Maestro le dijo un día sobre esto: «Cada vez que miren con amor a la Hostia que contiene sacramentalmente mi Cuerpo divino, los hombres aumentarán sus méritos para el Cielo, y añadirán a sus alegrías eternas un placer particular que corresponderá a aquél que habrán tenido al mirar devotamente este precioso Cuerpo sobre la tierra”.

3. ADORACIÓN NOCTURNA. – Los amigos del Sagrado Corazón gozan, de un modo particular, adorándole y ofreciéndole sus tributos en medio del silencio de la noche, a la hora en que todos los demás lo olvidan. Este fue el gozo que sentía el Rey Profeta, cuando se levantaba por la noche para adorar al Señor; este es el gozo que el Apóstol manifestó en nuestros Libros santos cuando el carcelero lo encontró en su prisión, ocupado cantando con su compañero las alabanzas de Jesucristo en medio de las tinieblas. Así, el amor del alma eucarística no conoce descanso; su corazón siempre vela, aún durante las horas que la naturaleza consagró al sueño; su voluntad de honrar a Jesús subsiste día y noche: voluntas ejus permanet die ac nocte, y su culto es perpetuo hacia el Dios de la Eucaristía. Sí, verdaderamente perpetuo, pues ella se asocia a otras almas que la reemplazan cuando es preciso que se aleje del Tabernáculo, y Jesús-Hostia, Él mismo, poniéndose en medio de estas almas reunidas en su nombre, se asocia con ellas, vela con ellas y por ellas, y completa su obra de adoración. Semejante a la mujer fuerte de nuestra Sagrada Escritura, el alma eucarística ha saboreado y visto cuán buena es esta asociación, su lámpara no se apaga durante la noche, trabaja sin tregua por los intereses de la Iglesia, que es su familia, y por la gloria de su divino Esposo. ¿Quién podrá expresar los frutos de salvación que produce por esta labor incansable, las riquezas que acumula para rescatar almas, por este negocio continuo? El Corazón de Jesús, a su vez, confía en ella; le procura su gloria durante al día y la noche y el Divino Esposo le prepara todo tipo de goces para el último día.

En efecto, examinándolo bajo el punto de vista teológico, hay en la adoración, hecha de noche, muchos títulos de gloria particulares para el Dios de la Eucaristía. El culto que se le tributa, se desempeña en el recogimiento más profundo cuando toda la naturaleza está en silencio; los cantos de alabanza son más agradables para Dios cuando se sacrifica una parte del reposo para contemplar sus perfecciones y celebrar sus beneficios. Imitan así de algún modo, a los habitantes del cielo que, según el amado Apóstol, sirven a Dios día y noche en su templo. Reparan, por esta obra tan meritoria, los desórdenes del mundo que consagra la noche al juego y la intemperancia, y el Corazón de Jesús debe experimentar una dulce alegría al ver delante Suyo a estas almas que vienen a consolarlo en el momento en que más se lo ultraja. En fin, de este modo se perpetúa, tanto como es posible, en el cristianismo, el celo de los antiguos solitarios que tenían, en su soledad, una salmodia continua (1).

Eleva tus manos, durante la noche, hacia el Santo de los Santos, oh alma eucarística; bendícelo y ruégale por todos nosotros; adóralo en presencia de los ángeles; repara las ofensas que se cometen contra Él; eleva siempre la Santa Hostia entre el cielo y la tierra, para atraer la Misericordia sobre este mundo culpable.

4. ADORACIÓN PERPETUA. Apliquemos a la adoración perpetua lo que acabamos de decir sobre la adoración nocturna, que es su mejor complemento.

La felicidad es completa para el alma eucarística cuando ofrece a Nuestro Señor, con sus compañeras, un culto perpetuo que no se interrumpe ni de día ni de noche; ella repite así, sin interrupción, el Sanctus que los ángeles cantan en el cielo, y preludia desde esta vida las eternas adoraciones que luego ofrecerá al Altísimo con la Corte Celestial.

NOTA DEL AUTOR:

1) Berthier: In Psalmo 33