Meditaciones para el Mes del Sagrado Corazón de Jesús

Extractadas del libro

AMOR, PAZ Y ALEGRÍA”

Mes del Sagrado Corazón de Jesús según Santa Gertrudis.

Por el R. P. Dr. André Prévot, de la Congregación Sacerdotes del Corazón de Jesús

DÍA 6

Primer fruto de la devoción al Sagrado Corazón: el Corazón de Jesús vivifica todas nuestras obras

Sosteniendo un día su Corazón en sus manos, Jesús se lo presentó a Gertrudis diciéndole:

Mira Mi dulcísimo Corazón, instrumento armonioso cuyos acordes arroban a la Trinidad Santa: te lo doy, y como un servidor fiel y solícito, estará a tus órdenes para suplir tus impotencias (1). Usa de Mi Corazón, y tus obras arrebatarán la mirada y los oídos de Dios”.

Gertrudis dudó en hacerlo; Jesús triunfó sobre sus temores, ilustrando más su humildad, diciendole:

«Suponte que un hombre debe cantar en una asamblea respetable, pero su voz es áspera y falsa; apenas puede sacar de su pecho algunos sonidos que no lastimen el oído. Pero tú estás cerca de él; tú tienes, supongamos, una voz flexible, clara y sonora; tú puedes darle tu voz o cantar en su lugar; deseas hacerlo; él conoce tu deseo; ¿no te indignarías contra él si rehusase responder a tu proposición? Así, conozco tu miseria y mi Corazón puede suplirla; desea ardientemente hacerlo, le causa una viva alegría: lo único que Él pide es que tú le confíes este cuidado, sino por una palabra, al menos por cualquier señal de tu voluntad”.

REFLEXIONES

Ya hemos recordado que el doble papel del corazón en el cuerpo humano consiste en revitalizar los diversos órganos y reparar las fuerzas perdidas. Ese es también el doble objeto que llena el Corazón de Jesús en su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Solo Él debe vivificar todo en nuestras almas; solo Él puede reparar eficazmente todas las pérdidas que experimentáramos. Consideremos la primera de estas funciones: el Corazón de Jesús, da vida a todas nuestras obras y las transforma en obras santas y divinas. Las palabras y miradas del cuerpo humano son palabras y miradas inteligentes, no porque haya inteligencia en nuestros órganos, sino porque provienen de un principio inteligente; del mismo modo, las diversas obras del hombre se convierten en obras divinas si proceden de ese principio divino que es el Corazón de Jesús. El gran punto de la vida cristiana es, pues, la unión en todo con el Corazón de Jesús. Esta unión, cuando es habitual, nos hace alcanzar rápidamente la más alta perfección, como lo enseñó Nuestro Señor a Santa Matilde:

«Un día, en que ella acababa de recibir la Sagrada Comunión, le pareció que su corazón era absorbido por el Corazón de Jesús y ahora formaba una sola cosa con Él”. Luego, el Señor le dijo:

Así es como Yo quiero que el corazón del hombre se me una en sus deseos, de manera que no desee nada para sí mismo, sino que regule todos sus deseos según los deseos de mi Corazón, como dos vientos que soplan juntos ya no forman sino una sola corriente. El hombre también debe unirse a mi Corazón en todos sus actos, de modo que, por ejemplo, si quisiera comer o dormir, se dijera a si mismo: “Señor, en unión de este amor que te hizo crear para mí este alivio, voy a tomarlo para tu gloria y para la necesidad de mi cuerpo.” Lo mismo cuando tenga trabajo por hacer, diga él: “Señor, en unión de ese amor que te hizo trabajar con tus manos y aún te hace trabajar sin cesar en mi alma; en unión del amor con el que ahora me mandas esta tarea, quiero realizarla para tu gloria y para la salvación de todos. Ya que has dicho: “Sin Mí, nada podéis hacer”, dígnate tornar perfecta esta obra por la unión con tus obras”. Como una gota de agua que cae en un río y se asimila a sus aguas. Que el hombre se una a mi Corazón en todas sus voluntades, de suerte que el hombre desee todo lo que yo quisiera, en la adversidad y prosperidad. Al igual que el cobre que se funde en el fuego con el oro, forma con el oro un solo metal precioso, así su corazón será uno con mi Corazón, en esto consiste la mayor perfección de esta vida» (III, 27)”.

Apliquemos con cuidado esta doctrina a los diferentes actos de nuestra vida. Debemos unir nuestros ruegos a las súplicas del Corazón de Jesús:

«Un Domingo de Ramos, Santa Gertrudis, inflamada del deseo de darle hospitalidad a Jesús, como lo había hecho en este día la familia de Betania, se arrojó a los pies de su Crucifijo y besando con ardor la llaga del costado sagrado de Jesús, aspiró en ella todo el deseo que había tenido su amabilísimo Corazón, rogándole, por el ardor de todas las súplicas procedentes de este Corazón adorable, se dignase venir a ella. Y Jesús escuchó al momento sus suplicas y la colmó de favores.«

¿Cómo podría Él resistir su propio deseo, negarse a escuchar la oración de su propio Corazón?

Jesús mismo le recomendará esta forma de orar: «Cada vez que quieras orar por algunas almas, preséntame mi dulcísimo Corazón, unido al amor que me hizo tomar este corazón de hombre por la salvación del hombre, unido al amor particular con el cuál te lo he dado tan a menudo, y de este modo te concederé todo lo que me pidieres para los hombres: será como el cofre de un hombre rico al que se lo traen para sacar de él regalos para sus amigos”.

¿No comprendemos que la oración, así hecha, debe tener un poder irresistible sobre el Corazón de Jesús? ¡Oh Amigo, te pido aquello que quieres más que yo: la salvación de las almas; te pido en nombre del amor que has tenido a estas almas; te lo pido por el consuelo de tu Corazón; te lo pido en nombre de la amistad que tantas veces me has testimoniado; te lo pido en nombre de tu Corazón que tantas veces me has dado!

¡Oh!, sí, si queremos rogar así, podemos decir, y la Iglesia nos invita a ello en su liturgia: he encontrado los medios para orar con una súplica soberanamente eficaz, he encontrado al Corazón de Jesús que también es mi corazón (2), pues soy miembro de su Cuerpo; con este Corazón, rogaré a Dios mi Padre, y mi oración será siempre escuchada.

Santa Gertrudis también nos enseña cómo nuestras acciones son ennoblecidas y santificadas por la unión al Corazón de Jesús. Recomienda al alma depositar todas sus obras en el Corazón de Jesús como en un nido celestial, para que allí se deifiquen por sus divinas intenciones.

Sin embargo, parece que el Corazón de Jesús desea sobre todo, es que unamos nuestras penas con las suyas para que Él les comunique sus méritos infinitos. No hay nada que Él recomiende tan a menudo. Un día, en que Santa Matilde encontraba que sus enfermedades la hacían inútil para el servicio de Dios, Jesús le dijo:

«Deposita todas tus penas en mi Corazón, y les daré la mayor perfección para utilidad de toda la Iglesia. Del mismo modo que mi Divinidad se unió a los sufrimientos de mi Humanidad para divinizarlos, lo mismo quiero unirme a tus sufrimientos para hacerlos perfectos. Ofrécelos a mi Amor diciendo: «Oh Amor, te confío mis penas con la misma intención con que me la has procurado del Corazón de mi Dios, y te ruego las vuelvas a su centro, con el más perfecto reconocimiento, cuando les hayas dado su última perfección”. Así tu corazón te unirá a este amor que me ha hecho abrazar la Cruz con todo mi corazón, y este reconocimiento con el que he dado gracias a mi Padre por haberme permitido sufrir por los que amo, y lo mismo que mi Pasión ha dado infinitos frutos en el cielo y sobre la tierra, así tus penas, aún las más pequeñas, unidas a mi Pasión, darán tales frutos, que los habitantes del cielo, recibirán por ellos, aumento de gloria; los justos, mayor mérito; los pecadores, perdón; y las almas del Purgatorio, algún alivio. ¿Qué hay, en efecto, que mi divino Corazón no pueda mejorar, ya que todo el bien que contienen el cielo y la tierra salió de la bondad de mi Corazón? «

¡Oh!, ¿por qué no aseguraremos también a nuestras penas, aún a las más pequeñas, estos incomparables frutos que la unión con el Corazón de Jesús aseguraba a las de nuestra Santa? ¿Por qué no las recibiremos también, con esos sentimientos de amor y gratitud que ella bebía en el Corazón del Salvador? Sin embargo, ¡es tan fácil y tan dulce! No se trata de sufrir más, sino mejor, con mayor consuelo y fruto. Y esto se reduce a sufrirlo todo en unión con el Corazón de Jesús. ¡Oh!, que ésta sea en adelante nuestra práctica habitual.

¿No es evidente que si llevamos así nuestras penas al Corazón de Jesús, serán de repente grandemente consoladas? Una vez, Santa Matilde rezaba por una persona afligida; el Señor le dijo:

«Que me traiga sus penas con la sencillez de un niño; que busque su consuelo en mi Corazón compasivo, y no la abandonaré jamás».

Jesús ha hecho el don de su Corazón a nuestras almas, agrega la Santa, para que en la tristeza allí nos refugiemos con confianza y en Él busquemos nuestro consuelo.

Santa Gertrudis tenía el hábito de ofrecer a Dios el cántico de alabanza y de acción de gracias con el instrumento melodioso del Corazón de Jesús y según las intenciones del Corazón de Jesús, en nombre de todas las criaturas». Santa Matilde también usa a menudo de este dulce Corazón como de una lira en que hace resonar un canto de alabanza y de gratitud a intención de todos (3).

El Corazón de Jesús era además, especialmente para las dos santas el órgano de su amor, y les sucedió que a menudo, cuando estaban tibias y sin devoción, sentir al Corazón divino posarse en sus corazones, como el oro ardiente e inflamarlos en su amor.

Jesús había dado su Corazón a Santa Matilde, y lo ofrece del mismo modo a cada uno de nosotros por una triple unión y como una triple fuente de gracias de incomparables riquezas:

1. Como órgano de amor: «Te doy mi Corazón, dice Él, para que por su amor, ames a tu Dios y a toda criatura por tu Dios”;

2. Como órgano de acción de gracias: «Seas bendito, le dice la santa cada mañana, seas bendito, Corazón amabilísimo de Jesús, por la alabanza, las acciones de gracias, y los demás actos con que haz honrado en mi lugar, durante esta noche, a Dios vuestro Padre «;

3. Como instrumento de reparación: «¿Quieres serme perfectamente fiel?, decía Jesús a su sierva, que la veía afligida con sus faltas. “Prefiero (4) ver tus negligencias reparadas por mi Corazón divino, más bien que por tí misma, suponiendo que pudieras, a fin de que vuelva a adquirir mayor honor y gloria”.

Ah!, si pudiésemos, también, usar así de este Corazón tan amante que quiere emplearse todo entero en nuestro uso: totus in nostros usus impensus! ¡Que sea el órgano de nuestro amor, para que toda nuestra vida esté animada de puro amor; que sea el órgano de nuestra gratitud, para que día y noche se eleve de nuestro corazón por este Corazón divino, el homenaje de acción de gracias que es tan agradable a Dios! ¡Que sea el órgano de nuestros ruegos y deseos, para que nuestros deseos se eleven directamente al cielo, como un incienso de agradable perfume, para que nuestros ruegos lleguen a tener segura eficacia, confundiéndose con los ruegos de este Hijo a quien el Padre siempre ha escuchado! ¡Que sea el instrumento de todos nuestros actos para comunicarles sus méritos infinitos! ¡Que todas nuestras penas, en fin, sean unidas a las suyas, para que nos consumamos con Él en un mismo sacrificio de amor, para que glorifiquemos con Él a Dios nuestro Padre, para que salvemos con Él, las almas de nuestros hermanos.

CONCLUSIÓN PRÁCTICA

1. Roguemos, por medio del Corazón de Jesús, deseando con sus deseos, amando con su Amor, obedeciendo con su Voluntad, y de esta manera, nuestra oración siempre será escuchada, porque será siempre según el Corazón de Dios;

2. Usemos del Corazón de Jesús en todas nuestras acciones para que Él haga perfectas nuestras acciones de gracias;

3. Ofrezcamos fielmente todas nuestras penas, aún las más pequeñas, al Salvador, para que Él las una a las suyas y nos las haga aceptar con el Amor de su divino Corazón: doble condición que les asegurará un mérito incomparable;

4. En la oración, sirvámonos del Corazón de Jesús como órgano de nuestro amor, de nuestras acciones de gracias, y de los demás homenajes que debemos rendir a Dios. Esta oración será tan fácil para nosotros como agradable para el Señor.

Principios teológicos a la doctrina alentadora de Santa Gertrudis:

1. Suárez (en de Oratione) promete la eficacia de la oración, aún en casos que parecen desesperados, con dos condiciones:

1°, que provenga de un corazón muy amigo de Dios;

2°, que se eleve hacia Dios en acentos muy ardientes.

¿No es el Corazón de Jesús el maxime amans? y si nos apropiamos, por la unión con Él, estos gemidos, estos clamores poderosos que ha elevado hacia el Cielo, ¿no podremos esperar ser oídos por Él?

2. Nuestras acciones adquieren su valor sobrenatural de la gracia que las produce y del amor que las informa. Pero el Corazón de Jesús es la fuente de la gracia y el foco del amor; por lo tanto, cuanto más unidos estemos al Corazón de Jesús, más nuestras acciones serán llenas de su gracia y se abrasarán con el fuego de su amor, y mayor también, por consecuencia, será su valor sobrenatural.

3. Unamos estos dos principios:

1. In satisfactione magis attenditur affectus quam quantitas (Sto. Tomás);

2. Satisfactio pro altero, praesertim vivo, infallibilis est (Suárez).

Podemos concluir de aquí que uniéndonos en la oración al amor del Corazón de Jesús en la Cruz, y apropiándonos sus satisfacciones divinas, que Él cede a aquellos que le están así unidos, aseguramos a nuestras penas un valor satisfactorio incomparable.

4. La ley del Amor quiere que Jesús nos considere como una cosa con Él: velut unum sibi (Sto. Tomás). Resulta de aquí que Él ama y da gracias a Dios por nosotros como por Sí mismo, y que así podemos apropiarnos este amor y esta acción de gracias, como siendo verdaderamente nuestra y por nosotros.

NOTAS DEL AUTOR:

(1) El texto original dice: Para reparar a toda hora tus negligencias.

(2) Hoc igitur invenio Corde tuo et meo (Off. S. Cordis J., Lect. II, Noct.).

(3) Una práctica querida de las dos santas era alabar a la Virgen María por el Corazón de su Hijo amado.

(4) El texto agrega: “…y mucho.”