RESPUESTA DE LA SEMANA

EN HONOR A LA VERDAD

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¿Se distinguen de las Virtudes los Dones del Espíritu Santo?

Respuesta

SI

Fundamento teológico

SANTO TOMÁS DE AQUINO

Suma Teológica

Ia-IIæ

Cuestión 68

Artículo 1

Objeciones por las que parece que los dones no se distinguen de las virtudes.

1ª. Comentando aquello de Job 1, 2: Le nacieron siete hijos, dice San Gregorio: Nos nacen siete hijos cuando, por la concepción de un buen pensamiento, se originan en nosotros las siete virtudes del Espíritu Santo. Y aduce aquello de Is., 11, 2-3: Sobre él reposará el espíritu de entendimiento, etc., donde se enumeran los siete dones del Espíritu Santo. Luego los siete dones del Espíritu Santo son virtudes.

2ª. Comentando aquello de Mt., 12, 45: Entonces va y toma consigo otros siete espíritus, etc., dice San Agustín: Los siete vicios son contrarios a las siete virtudes del Espíritu Santo, es decir, a los siete dones. Ahora bien, los siete vicios son contrarios a las comúnmente llamadas virtudes. Luego los dones no se distinguen de las comúnmente llamadas virtudes.

3ª. Las cosas que tienen la misma definición son idénticas. Pero la definición de virtud vale para los dones, pues cada don es una buena cualidad de la mente por la que se vive rectamente. De modo parecido, la definición de don vale para las virtudes infusas, pues el don es, según Aristóteles, un dar que no admite devolución. Luego no hay distinción entre dones y virtudes.

4ª. Muchas de las cosas enumeradas entre los dones son virtudes. Pues la sabiduría, el entendimiento y la ciencia son virtudes intelectuales; el consejo pertenece a la prudencia; la piedad es una especie de justicia; y la fortaleza es una virtud moral. Luego parece que las virtudes no se distinguen de los dones.

Contra esto: San Gregorio Magno distingue los siete dones, que dice que están significados por los siete hijos de Job, de las tres virtudes teológicas, que dice que están significadas por las tres hijas de Job. Y distingue esos mismos siete dones de las cuatro virtudes cardinales, que dice que están significadas por los cuatro ángulos de la casa.

Respondo: Si hablamos del don y de la virtud ateniéndonos a la significación del nombre, no hay oposición alguna entre ellos, pues la razón de virtud se toma de que perfecciona al hombre para obrar bien; y la razón de don se toma de su relación con la causa de la que procede.

Ahora bien, nada impide que aquello que procede de otro como don, perfeccione a alguien para obrar bien, máxime que ciertas virtudes nos son infundidas por Dios.

Por tanto, en este sentido el don no puede distinguirse de la virtud.

Por eso algunos sostuvieron que los dones no debían distinguirse de las virtudes. Pero les queda por resolver una dificultad no menor, a saber: dar razón de por qué algunas virtudes se llaman dones, pero no todas; y por qué se enumeran entre los dones cosas que no se enumeran entre las virtudes, como es el caso del temor.

Por ello otros dijeron que había que distinguir los dones de las virtudes, pero no asignaron la causa adecuada de la distinción, es decir, aquella que fuese común a las virtudes sin que conviniese en modo alguno a los dones, o viceversa.

Pues algunos, considerando que, de los siete dones, cuatro pertenecen a la razón, a saber: la sabiduría, la ciencia, el entendimiento y el consejo; y tres, a la facultad apetitiva, a saber: la fortaleza, la piedad y el temor, sostuvieron que los dones perfeccionaban el libre albedrío en cuanto que es facultad de la razón, mientras que las virtudes lo perfeccionaban en cuanto que es facultad de la voluntad, ya que sólo encontraban dos virtudes en la razón o entendimiento, esto es, la fe y la prudencia; mientras que las otras estaban en la facultad apetitiva o afectiva.

Pero, si esta distinción fuese adecuada, sería necesario que todas las virtudes estuviesen en la facultad apetitiva y que todos los dones estuviesen en la razón.

Otros, en cambio, teniendo en cuenta lo que dice San Gregorio Magno, que el don del Espíritu Santo, que forma la templanza, la prudencia, la justicia y la fortaleza en la mente que le está sometida, la protege contra cada una de las tentaciones mediante los siete dones, dijeron que las virtudes se ordenan a obrar bien, y los dones se ordenan a resistir a las tentaciones.

Pero tampoco esta distinción es suficiente, porque también las virtudes resisten a las tentaciones que inducen a los pecados contrarios a ellas, pues cada cosa resiste naturalmente a su contraria. Ello es evidente sobre todo en el caso de la caridad, de la que se dice en Cant., 8, 7: No pueden aguas copiosas extinguir la caridad.

Otros, en fin, considerando que estos dones están revelados en la Escritura en cuanto que se dieron en Cristo, como se ve en Is,. 11, 2-3, dijeron que las virtudes se ordenan simplemente a obrar bien, mientras que los dones se ordenan a que mediante ellos nos conformemos con Cristo, principalmente en cuanto a las cosas que padeció, ya que en su pasión resplandecieron principalmente estos dones.

Pero tampoco esto parece suficiente, porque es el mismo Señor quien nos induce a conformarnos con Él por la humildad y mansedumbre, en Mt., 11, 29: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y por la caridad, como en Jn., 15, 12: Amaos unos a otros como yo os he amado. Y también estas virtudes resplandecieron principalmente en la pasión de Cristo.

Por consiguiente, para distinguir los dones de las virtudes, debemos seguir el modo de hablar de la Escritura, en la cual se nos revelan no, ciertamente, bajo el nombre de dones, sino más bien bajo el nombre de espíritus, pues así se dice en Is., 11, 2-3: Sobre él reposará el espíritu de sabiduría y de inteligencia, etc.

Por estas palabras se nos da a entender manifiestamente que estas siete cosas se enumeran allí en cuanto que existen en nosotros por inspiración divina. Pero la inspiración significa una moción del exterior. Pues hay que tener en cuenta que en el hombre hay un doble principio de movimiento: uno interior, que es la razón; y otro exterior, que es Dios.

Ahora bien, es evidente que todo lo que es movido ha de ser proporcionado a su motor, y ésta es la perfección del sujeto móvil en cuanto móvil: la disposición que le habilita para recibir bien la moción de su motor.

Por tanto, cuanto más elevado es el motor, tanto más necesario es que el sujeto móvil le sea proporcionado por una disposición más perfecta, como vemos que es necesario que el discípulo esté más perfectamente dispuesto para que capte una doctrina más elevada de su maestro.

Pues bien, es manifiesto que las virtudes humanas perfeccionan al hombre en cuanto que puede ser movido por la razón en las cosas que hace interior o exteriormente.

Es, por tanto, necesario que existan en el hombre unas perfecciones más altas que le dispongan para ser movido por Dios.

Y estas perfecciones se llaman dones, no sólo porque son infundidos por Dios, sino también porque por ellas el hombre está dispuesto a ser prontamente móvil bajo la inspiración divina, tal como se dice en Is., 50, 5: El Señor me ha abierto los oídos, y yo no me resisto, no me echo atrás.

Y también dice Aristóteles que a aquellos que son movidos por instinto divino no les conviene aconsejarse según la razón humana, sino que sigan el instinto interior, porque son movidos por un principio mejor que la razón humana.

Y esto es lo que algunos dicen: que los dones perfeccionan al hombre para unos actos más elevados que los actos de las virtudes.

Respuesta a las objeciones:

1ª. Estos dones se llaman a veces virtudes, según la acepción común de virtud. Sin embargo, tienen algo que excede la noción común de virtud, en cuanto que son ciertas virtudes divinas que perfeccionan al hombre en cuanto que es movido por Dios. De ahí que también Aristóteles ponga, por encima de la virtud común, una cierta virtud heroica o divina, por la cual se llama a algunos varones divinos.

2ª. Los vicios, en cuanto son contrarios al bien de la razón, son contrarios a las virtudes; pero en cuanto son contrarios al instinto divino, son contrarios a los dones. Pues lo mismo contraría a Dios y a la razón, cuya luz deriva de Dios.

3ª. Aquella definición se refiere a la virtud en su acepción común. Por tanto, si queremos restringir una tal definición a las virtudes en cuanto se distinguen de los dones, diremos que la expresión por la que se vive rectamente ha de entenderse de la rectitud de la vida tomada según la regla de la razón. De modo parecido, el don, en cuanto distinto de la virtud infusa, puede definirse como aquello que es dado por Dios en orden a la moción divina, es decir, aquello que hace al hombre secundar bien los instintos divinos.

4ª. La sabiduría se llama virtud intelectual, en cuanto procede del juicio de la razón; se llama, en cambio, don, en cuanto obra por instinto divino. Y cosa parecida hay que decir de las demás virtudes y dones que tienen la misma denominación.

De un total de  respuestas: 88
77 contestaron SI  87,5%
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Según esta estadística la mayoría contestó CORRECTAMENTE.

Insistimos en la importancia de conocer la doctrina de nuestra Iglesia para conservar intacta nuestra fe como nos ha sido mandado por Nuestro Señor y, de esta manera, no correr el riesgo de ser engañados por los errores, que pueden llevarnos a una eternidad sin Dios.