MEDITACIONES PARA LAS DOMÍNICAS DE ADVIENTO

DOMÍNICA CUARTA DE ADVIENTO

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Comienza San Juan a predicar el orden de Dios. Luc. 3.

En el año quinto décimo del imperio de Tiberio Cesar: fue hecha la palabra de Dios sobre Juan hijo de Zacarías en el desierto. Considera, que San Juan vivió en el desierto desde niño, hasta que ya varón salió de él de orden de Dios.

¿Quieres saber qué hacía San Juan solo y entre fieras en tantos años? Se disponía para el gran ministerio de Precursor, a que Dios le tenía destinado. Callaba para aprender a hablar; hacía gran penitencia, para poderla predicar; se llenaba de luces celestiales, y de día en día se santificaba más, para ser un claro ejemplar de virtud; finalmente atendía a sí mismo en primer lugar, para después, sin peligro y con fruto copioso, atender a los prójimos.

¡Oh qué doctrina para los religiosos, sacerdotes, predicadores, prelados y padres de familia! La negligencia en el aprovechamiento espiritual de sí mismo es causa de no cumplirse, o cumplirse mal, las obligaciones del estado. Aplícate en primer lugar a ti mismo, de suerte que no se te pueda decir: Médico, cúrate a ti mismo.

Y vino por toda la región del Jordán, predicando el bautismo de penitencia en remisión de los pecados. Considera, que la principal materia de los sermones del Santo Precursor fue la penitencia; y estando el mundo tan estragado, deberían imitarle todos los predicadores, induciendo a todos a penitencia, y a la enmienda de sus malas costumbres.

Y tú que quizás has ofendido a Dios en tu vida con innumerables pecados no te contentes de haberlos confesado, y cumplido las penitencias tasadas por los confesores; pues de cada pecado perdonado cuanto a la culpa la deuda, quedando de ordinario, a lo menos en parte, de la pena temporal; por no pagarla allá con fuego, da ahora satisfacción a Dios en tu persona con ayunos y otras maceraciones.

Considera más, como este Santo predicador sale a su oficio por obediencia, con intención purísima de la gloria de Dios y salud de las almas, sin mezcla de satisfacción propia, interés, ni deseo de agradar a los hombres. Bien dijo el devoto Kempis: Del corazón puro sale el fruto de la buena vida.

Sucede que muchos ministros evangélicos cuidan más de los ministerios que de la mortificación y pureza de su corazón, y a la hora de su muerte, entre tanto ruido celoso, hallarán quizá más paja que grano; porque todos sus ministerios fueron vacíos de pureza de intención, y faltos del buen ejemplo de vida.

La voz del que clama en el desierto: aparejad el camino del Señor, haced derechas sus sendas: y verá toda carne al Salvador de Dios. Considera, que con estas voces despertaba San Juan a las gentes para que se dispusiesen a recibir a su Redentor; y ahora en la cercanía de la Santa Navidad te avisa a ti a disponerte para recibirle recién nacido en tu alma con abundante gracia y amor.

Date a más silencio, a más oración, a mayor guarda de sentidos, a más mortificación interior, y a frecuentar los deseos de recibirle y unirte más con Él; esto desea de ti este amoroso Redentor para llenarte de bendiciones; no empereces en esta disposición, contentándote con celebrar esta Navidad con devoción exterior, como hacen los más; porque este Señor de nada se contentará, sino le das el corazón.