DÍA 20 DE DICIEMBRE: Y QUINTO DE LAS MISAS DE LA EXPECTACIÓN DE NUESTRA SEÑORA

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MEDITACIÓN PRIMERA

Considera con la mayor admiración, lo que sucedió en la entrada de la Virgen María en casa de su prima Santa Isabel, con el tesoro Divino que llevaba en su castísimo vientre; los grandes bienes que entraron en aquella dichosa casa.

María Santísima saludó primero a Santa Isabel, por ser tan humilde y la más humilde de todas las criaturas; y el Verbo Encarnado que tenía en sus entrañas tomó las palabras de su Madre por instrumento para hacer obras maravillosas en el niño que estaba en el vientre de Santa Isabel, lo limpió del pecado original lo santificó con su gracia, lo llenó del Espíritu Santo; le adelantó el uso de la razón, lo hizo su Profeta, le dio luz y conocimiento en el Misterio de la Encarnación y le comunicó tanto gozo y alegría, que daba saltos de placer en el vientre de su Madre, manifestando del modo que podía el gusto que sintió con la venida y visita de su Señor; y todo esto fue en un momento.

¡Oh cuán admirable es aquel Niño!; pues encerrado en el Vientre de su Madre, ya hace los oficios de Salvador. ¿Quién podrá ponderar su Omnipotencia y su amor, pues tan de repente hace obras tan maravillosas, y de pura gracia, sin merecimiento del que las recibe, cumpliéndose aquí lo que dijo el Sabio: El Rey que está sentado en su Trono, con su vista deshace todo mal; porque este Rey tan poderoso sentado en el Trono Virginal de María, miró con ojos de misericordia a su Precursor; y con sola esta vista en un punto deshizo todo el mal de culpa que tenía.

Considera también la eficacia de la Virgen Santísima por ser Madre de Dios, y lo mucho que podría alcanzar de su Santísimo Hijo en un momento; pues por su medio se dieron tantos bienes juntos y tan de repente al Bautista, que fue las primicias de Jesucristo y de su redención; el cual quiso sazonar este primer fruto, antes de su propio tiempo por medio de su Madre.

En aquella felicísima visita Santa Isabel fue llena del Espíritu Santo, comunicándola Dios luz, y conocimiento de este misterio; porque allí conoció que aquella Doncella que tenía delante era Madre de Dios, y que había concebido por obra del Espíritu Santo, y que estaba encerrado en sus Entrañas el Hijo de Dios, y el verdadero Mesías, que con su muerte había de dar vida al mundo.

Asimismo conoció el Misterio inefable de la Santísima Trinidad; porque habiendo entendido que el Hijo de Dios se había encarnado por obra del Espíritu Santo, también debía entender la distinción de las Personas Divinas; conviene a saber que había Padre, cuyo Hijo encarnó, y el Hijo que había encarnado, y el Espíritu Santo por cuya virtud se obró este grande Misterio.

Recibió igualmente el don de Profecía, con el cual descubrió cuatro efectos maravillosos, en los que resplandecen cuatro propiedades de la visita interior de Nuestro Señor Jesucristo y de la presencia del Espíritu Santo cuando llena a las almas con sus dones.

Conforme a la luz y el conocimiento que el entendimiento tuvo de estas grandezas inefables, fueron los afectos de su voluntad. La admiración de tan grandes Sacramentos, el gozo de tantos beneficios, la suavidad y dulzura de las consolaciones Divinas experimentó.

Y así lo primero prorrumpió con grandísimo afecto movida del Espíritu Santo en alabanzas a Dios y su Santísima Madre diciendo en alta voz: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. Como quien dice, verdad fue lo que te dijo el Ángel que eres bendita entre todas las mujeres; a lo que añado yo que también es bendito el Hijo que traes en tu vientre.

Lo segundo se humilló con un profundo conocimiento de su bajeza, y con otro conocimiento muy alto de la grandeza de aquella Señora que le visitaba, dijo: ¿Dónde a mi este favor que venga a visitarme la Madre de mi Señor?

Lo tercero con afecto de agradecimiento confesó las grandezas de Dios diciendo a la Virgen: Luego que tu voz entró por mis oídos, se alegró con grande gozo el Infante que tengo en mis entrañas.

Lo cuarto, Santa Isabel confirmó a la Virgen en sus propósitos, y en la fe que tenía diciéndola: Bienaventurada Tú que has creído, porque sin duda tendrán efecto todas las cosas que te ha dicho el Señor. En las cuales palabras descubrió el soberano don de Profecía que recibió, conociendo todo lo que pertenecía a la Virgen, y aseguró lo que estaba por venir.

La Virgen oyendo las alabanzas de su Prima Santa Isabel, y llena también de un Espíritu Altísimo de profecía, se dirigió al Altísimo Autor de todos los beneficios, entonando el admirable Cántico de Magnificat en acción de gracias por las mercedes, recibidas; el cual tiene diez versos, y es como un Salterio, o Harpa de diez cuerdas que debemos tocar con inteligencia para dar música agradable a Dios, esto es rezarlo con mucha devoción, con presencia del Señor, meditando sus misterios con la mayor atención.

Considera como la prudentísima Virgen, habiendo oído de si tantas alabanzas de la boca de Santa Isabel no endereza su respuestas a ella que la alaba, como se suele hacer entre los hombres a título de agradecimiento; sino a Dios Nuestro Señor: y esta Señora que cuando hablaba con los Ángeles, y con los hombres era tan medida en sus palabras; se alargó mucho más con Dios contando sus grandezas; lo primero es prudente cautela, y lo segundo es exceso de amor, y agradecimiento al Señor.

Últimamente considera como se quedó la Virgen Santísima con su Prima casi tres meses. ¡Qué de bienes no derramaría en aquella venturosa casa con las pláticas y con sus ejemplos: de modestia, humildad y caridad!

Porque, si tanto hizo a la primera entrada, qué no haría después esta Soberana Reina Arca del Nuevo Testamento dentro de la cual estaba el mismo Jesucristo.

Dichoso el Cristiano que en este tiempo renueva en su corazón con el fervor posible los ardientes deseos de aquellos Santos Patriarcas diciendo con la Iglesia: ¡Oh Llave de David!, que abres y nadie cierra, que cierras y nadie abre; ven a abrir la prisión y quebrar los fierros, que tienen al hombre esclavo.

MEDITACIÓN SEGUNDA

Considera que la venida de Jesucristo al mundo, fue también para ser nuestro Maestro; así estaba también profetizado que había de ser Doctor y Maestro del mundo y como tal había de descubrir todos los errores, engaños e ignorancias de los hombres, y convencer todas las doctrinas y opiniones falsas que entraron con la ceguedad del pecado, y que había de enseñar la senda de la vida eterna, llenando la tierra del conocimiento de Dios y verdadera sabiduría de cosas espirituales y Celestiales.

El Profeta Joel dice: Gozaos mucho hijos de Sion, Varones fieles, alegraos en el Señor Dios vuestro, porque os ha de dar un Doctor y Maestro de Justicia, no cualquiera, sino aquel singular y señalado Maestro que os tiene prometido, para que os enseñe la verdadera justicia, que es toda virtud, santidad y piedad, conque seáis Justos, Santos y piados, y alcancéis la verdadera salud; y el mismo Jesucristo declaró en su Evangelio ser Él este único y señalado Maestro, enviado del Cielo para enseñar al mundo la verdadera saludable doctrina; cuando dijo a sus Discípulos: Vosotros no os llaméis Maestros, no entendáis que de vosotros tenéis autoridad y sabiduría para enseñar; porque uno solo es vuestro Maestro y de todos, que es Cristo; él solo tiene de si autoridad y sabiduría para enseñar.

Era tan grande la necesidad que tenían los hombres de la doctrina de Jesucristo, y que viniese a enseñar este Maestro y Doctor del Cielo, que sin ella estaban sumergidos en las horrorosas tinieblas del error y en la ignorancia de todo bien, trabajando en su perdición y condenación eterna, como sucede a todo aquel que no la sigue.

Después que el pecado entró en el mundo por la culpa del primer hombre, y que manchó a todos sus descendientes por vía natural (exceptuando a María Santísima por un especial privilegio de la Omnipotencia), entró con el pecado una suma ignorancia de las cosas Divinas, especialmente de aquellas que era necesario saber para vivir bien, y alcanzar la Bienaventuranza para que el hombre fue creado.

Esta ignorancia fue creciendo con los mismos pecados, y llegaron a tanto grado en el error que casi todos los hijos de Adán perdieron el conocimiento del verdadero Dios y adoraron por dioses a los animales, a los leños y a las piedras, y hasta los mismos vicios, y hombres y mujeres viciosas, que significaban en las figuras del leño y de la piedra, y esculpidas en pinturas.

Y habían perdido también el conocimiento de la otra vida, y de las cosas espirituales, y del valor de las virtudes, entregándose sin freno a todo género de vicios, viviendo y muriendo como los brutos.

Pero Jesucristo nuestro Señor, este Soberano y magnifico Maestro y Doctor, nos enseñó a buscar el Cielo por medio de las virtudes, y aborrecimiento de los vicios, a vivir como racionales y ajustados a la razón.

PROPÓSITOS

¡Oh Soberano Maestro y Doctor del mundo!; queremos seguir vuestra admirable Doctrina, ella nos enseña las virtudes, que son el camino del Cielo, y esta es la verdadera sabiduría.

El mundo es amador de los vicios está envuelto en un lastimoso engaño, que bien lo conoció aquel Poderoso y Sabio Rey Salomón, que experimentó de lo que hay en el mundo, por lo mucho que de él gozó, porque resolvió hartarse de sus consuelos y deleites; sin prohibir a sus sentidos cuanto pudiesen apetecer, y a este fin juntó lo que pudo haber de mujeres, palacios, alcázares, edificios magníficos, jardines, huertas, sotos, bosques, estanques, músicos y músicas y paseos, mayor número de esclavos y criados, primores y adornos de su Palacio, vajillas, aparadores y caballos que cuantos Reyes de Jerusalén le habían antecedido, en una palabra, él dice que le dio a su corazón cuanto apeteció de deleites; y así dijo este Rey; ¿Quién comerá de la suerte que yo, y se hallará tan lleno de delicias?

Pero volviendo sobre sí, y conociendo el engaño en que estaba metido exclamó: Todo esto es vanidad, y aflicción del ánimo; conozco que nada es permanente debajo del Sol, y que en medio de todas estas felicidades mundanas, el hombre está atormentado.

Alma mía, abre los ojos a la luz de este desengaño, desprecia los bienes de la tierra, y pon el corazón en los del Cielo.