DEFORMACIONES Y DEPRAVACIONES DEL ARTE SANO
Como lamentablemente escuchamos en estos días que el arte tiene que sentirse, salir del corazón…
Que no importa si no es bello, si no tiene armonía, si no es grato a los sentidos, si no eleva el alma…
Que lo que importa es si se realiza con amor, con placer…
Por eso decidimos presentarles esa clase de “arte”.
Pedimos disculpas de antemano porque lo que menos se puede observar aquí es algo que sirva para elevar el alma, y mucho menos para agradar a Dios.
Se trata, en todos los casos, de una burla a lo sagrado…
Y no olvidemos que se ha infiltrado ya entre las grietitas, en realidad verdaderas fisuras, de la Neo Fraternidad, como ya hemos visto anteriormente…
Veamos qué dice Pío XII en la Encíclica sobre la Sagrada Liturgia, del 20 de noviembre de 1947, donde exponía, concisa y brillantemente, los deberes del arte cristiano:
«… es absolutamente necesario que se dé campo de acción a aquel arte moderno que con la debida reverencia y el debido honor sirve a los edificios sagrados y a los sagrados ritos; en tal manera, que pueda unir su voz al admirable concierto de gloria que durante el curso de los siglos han entonado los genios a la fe católica. Sin embargo, por la conciencia de nuestro deber no podemos menos de deplorar y reprobar aquellas imágenes y formas que algunos han introducido recientemente, las cuales parecen ser deformaciones y depravaciones del arte sano, y aun a veces abiertamente repugnan al decoro, a la modestia y a la piedad cristiana y lamentablemente ofenden al genuino sentimiento religioso. A tales obras hay que impedir absolutamente la entrada en nuestros templos y desterrarlas de ellos, como, en general, todo lo que desdice de la santidad del lugar».
San Pío X, por su parte, enseñó en su Motu proprio Tra le sollecitudini:
“Nada, por consiguiente, debe ocurrir en el templo que turbe, ni siquiera disminuya, la piedad y la devoción de los fieles; nada que dé fundado motivo de disgusto o escándalo; nada, sobre todo, que directamente ofenda el decoro y la santidad de los sagrados ritos y, por este motivo, sea indigno de la casa de oración y la majestad divina.”
Y el Concilio de Trento, en la Sesión XXV, promulga leyes prudentísimas sobre la iconografía cristiana, y en una severa exhortación a los Obispos termina con estas palabras:
“Finalmente, pongan en esto los Obispos tanta diligencia y cuidado, que no se vea nada desordenado o mal y confusamente dispuesto, nada profano, nada impropio, pues que a la casa de Dios conviene la santidad.”
El Papa Urbano VIII dictó normas particulares sobre el modo de llevar fielmente a la práctica las prescripciones del Concilio de Trento respecto de las imágenes sagradas, afirmando:
«… que lo que se expone a la vista de los fieles no debe aparecer desordenado ni insólito, sino que debe fomentar la devoción y la piedad…»
El lector que quiera profundizar este tema, puede ir a los siguientes enlaces:













