
EL CRISTIANISMO
SUS DOGMAS, ORACIONES,
MANDAMIENTOS Y SACRAMENTOS
—
CUARTA PARTE
LO QUE SE HA DE RECIBIR

LOS SACRAMENTOS EN GENERAL
Los Sacramentos son signos sensibles, instituidos por Jesucristo para darnos la gracia.
Los Sacramentos, por medio de cosas sensibles, significan y producen la gracia divina en nuestras almas.
Por ejemplo: en el bautismo el agua lava el cuerpo; esto significa la limpieza de toda mancha de pecado que, al mismo tiempo, la gracia divina produce en el alma.
Los Sacramentos son siete:
El primero, Bautismo.
El segundo, Confirmación.
El tercero, Penitencia.
El cuarto, Eucaristía o Comunión.
El quinto, Extremaunción.
El sexto, Orden Sagrado.
El séptimo, Matrimonio.
Con los siete Sacramentos, Dios provee a la vida espiritual por el mismo orden con que provee a la vida natural.
Para la vida natural son necesarias siete cosas, a saber: nacer, crecer, alimentarse, recobrar la salud perdida, reparar las fuerzas consumidas por la enfermedad, superiores que gobiernen y padres que conserven el género humano.
Así, para la vida espiritual:
- por el Bautismo se nace;
- la Confirmación hace crecer y fortifica;
- la Penitencia cura las enfermedades espirituales;
- la Eucaristía alimenta;
- la extremaunción quita las reliquias de los pecados;
- el Orden perpetúa la sucesión de los ministros de la Iglesia;
- y el Matrimonio proporciona hijos espirituales.
Los Sacramentos más necesarios son el Bautismo y la Penitencia.
El Bautismo (de hecho o a lo menos de deseo) es necesario a todos.
La Penitencia es necesaria a todos los que han cometido pecado mortal después del Bautismo.
Por la dignidad, el más grande de los Sacramentos es el de la Eucaristía, porque contiene al mismo Señor Jesucristo, autor de la gracia y de los Sacramentos.
Para un Sacramento se requieren materia, forma y ministro que tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia.
Materia es la cosa sensible que se emplea para el Sacramento, como el agua en el Bautismo.
Forma son las palabras que se profieren para hacer el Sacramento.
Ministro es la persona que hace o confiere el Sacramento.
La gracia

El hombre no puede por sus propias fuerzas hacer lo necesario para salvarse, sino que necesita de la divina gracia.
La gracia es un don sobrenatural y gratuito que Dios infunde en nuestras almas, por los méritos de Jesucristo, para conseguir la vida eterna.
La gracia es actual o auxiliante, santificante o sacramental.
GRACIA ACTUAL
La gracia actual es cierto auxilio y disposición con que Dios nos prepara para recibir o aumentar la gracia santificante.
Dios concede a todos los hombres la gracia suficiente para salvarse.
El que no se salva, es porque ha resistido a la gracia.
La gracia no obliga a la voluntad; sólo la ayuda a obrar el bien, dejándola en completa libertad.
Debemos, pues, cooperar a la gracia y no resistir a ella.
GRACIA SANTIFICANTE Y SACRAMENTAL
Los Sacramentos dan la gracia santificante y la gracia sacramental.
La gracia santificante es un don sobrenatural que nos hace justos, hijos adoptivos de Dios y herederos de la gloria.
Más brevemente se puede decir que la gracia santificante es la amistad con Dios.
Nada hay más precioso que la gracia santificante.
Tener la gracia santificante es tener al mismo Dios por amigo y padre, y estar unidos con Él.
Tiene la gracia santificante el que no tiene pecado mortal ni el original.
El pecado mortal y el original impiden tener la gracia santificante.
El pecado venial no impide tenerla.
En el Bautismo recibimos por primera vez la gracia santificante.
La gracia santificante se pierde cometiendo un pecado mortal.
Se recobra obteniendo el perdón del pecado mortal.
El que ha perdido la gracia de Dios no debe vivir tranquilo, porque en cualquier momento puede morir y condenarse.
Debe, pues, recobrar cuanto antes la gracia perdida.
La vida presente es el camino de la eternidad.
La eternidad para nosotros será el Cielo o el infierno.
Sigue el camino del Cielo el que vive en gracia de Dios.
Sigue el camino del infierno el que vive en pecado mortal.

Cada uno va al lugar a que le conduce el camino que sigue.
Si queremos ir al Cielo, debemos seguir el camino del Cielo.
Querer ir al Cielo y seguir el camino del infierno, es simplemente una necedad.
En esta necedad incurren desgraciadamente muchas personas.
La felicidad más grande que podemos tener en este mundo, es vivir y morir en gracia de Dios.
La desgracia más grande es vivir y morir en pecado mortal.
Luego, todo nuestro empeño debe ser vivir y morir en gracia de Dios.
El medio más seguro para vivir y morir en gracia de Dios es confesar y comulgar con mucha frecuencia y devoción.
Conviene mucho comulgar diariamente, o a lo menos una vez por semana.
Nunca es demasiado lo que se hace para asegurar la salvación del alma.
La salvación del alma es el asunto más importante que tenemos.
La gracia santificante es de dos maneras: primera y segunda.
Gracia primera es cuando el que tiene el pecado mortal o el original recibe la gracia santificante.
Gracia segunda es el aumento de gracia en el que ya la tiene.
Los Sacramentos instituidos para dar la gracia primera son el Bautismo y la Penitencia.
Por esto se llaman Sacramentos de muertos, porque dan la vida de la gracia a las almas muertas por el pecado.
Los otros cinco Sacramentos se llaman de vivos porque deben recibirse en gracia de Dios.
Quien recibe un Sacramento de vivos, sabiendo que no está en gracia de Dios, comete un grave sacrilegio.
Gracia sacramental es el derecho a las gracias especiales para conseguir el fin propio de cada Sacramento.
Los Sacramentos dan siempre gracia a quien los recibe con las debidas disposiciones.
Jesucristo es quien ha dado a los Sacramentos la virtud de conferir la gracia.
Sacramentos que imprimen carácter

El Bautismo, la Confirmación y el Orden Sagrado se pueden recibir una sola vez, porque imprimen carácter.
El carácter sacramental es una señal espiritual impresa en el ama, que no se borra jamás.
El Bautismo imprime el carácter de Cristiano; la Confirmación el de Soldado de Jesucristo, y el Orden Sagrado el de Ministro de Jesucristo.
