MEDITACIONES PARA LAS DOMÍNICAS DE ADVIENTO

 

DOMÍNICA PRIMERA DE ADVIENTO

adv 1

De las señales que precederán al día del juicio final. S. Luc. 21

Dijo Cristo Señor nuestro: habrá señales en el sol, luna y estrellas; y en la tierra opresión de las gentes.

Considera como nuestra Santa Madre la Iglesia, deseosa del bien espiritual de sus hijos, para que en este Santo Adviento se preparen a recibir a Jesús recién nacido, pacífico y humilde, en sus almas, les propone las horrorosas señales que han de preceder a su Segunda Venida cuando vendrá como Juez riguroso, terrible y de majestad, para dar a cada uno su merecido premio o castigo.

Haz tú que estas terribles señales y el temor de la divina justicia penetren tu corazón, para tenerle separado de los pecados y vanidades, conforme al consejo del Espíritu Santo, Eccl. 7: En todas tus obras, acuérdate de tus postrimerías, y jamás pecarás.

Y aunque tú seas hombre espiritual, cree que te importa con frecuencia remirar los efectos de la divina justicia, para no aflojar en tu camino, e ir con más aliento en demanda de la perfección; pues harto lo era David, y no obstante le decía a Dios: Clava mis carnes con tu temor.

Empezándose a cumplir estas cosas, mirad y levantad vuestras cabezas; porque se acerca vuestra redención. Considera que, aunque no te alcanzaren estas tribulaciones del Evangelio, sí lo serán las que comúnmente acaecen a los mortales antes de salir de este mundo; enfermedades, dolores agudos, desfallecimiento de miembros y sentidos, convulsiones y agonías.

Cuando empiecen en ti estas penalidades, procura levantar tu cabeza a Dios con paciencia, conformidad y resignación; y con esto harás que estos males de pena te sean bienes de mérito y tu verdadera redención; mas el consejo más sano para ti es, que antes que te cerquen estas apreturas, te prevengas con el ejercicio continuo de las cristianas virtudes, poseyéndolas en grado intenso, que a este fin te concede Dios la vida y oportunidad que gozas, para que entonces no quedes sumido debajo de la impaciencia, mas puedas levantar tu mente a Dios, y adorar su santa mano.

Mira, pues, por ti que eres el interesado.

El cielo y la tierra pasarán; mas mis palabras se cumplirán. Considera, que con estas palabras quiere Cristo hacerte atender a la infalibilidad de este día grande y terrible del juicio universal; día de la pura verdad, en que a vista de todos se publicarán las conciencias de todos para dar a cada uno su merecido; donde tú también concurrirás, y te sacarán en público toda tu vida.

Haz cuenta que te hallas ya en este juicio, donde miras las cosas de esta vida, como cosas de sueño , como en verdad son; donde a vista de tu mala vida, de tus pecados, de tu tibieza , de tus pocas obras virtuosas, y estas bien faltas, estás ante el rectísimo Juez y todo el congreso universal, lleno de confusión, arrepintiéndote, aunque tarde, del poco caso que hiciste de Cristo, de sus preceptos, de sus consejos y de sus ejemplos; de lo mucho que apreciaste tu honra, tus gustos y haberes terrenos; del desprecio del tiempo; de no haber aprovechado los trabajos y demás ocasiones de merecer; y por fin de no haber siempre anhelado a sólo santificarte más y más.

Aviva, pues, la fe; porque en esto te verás en aquel día grande; y ya que ahora puedes remediarlo, no pierdas tiempo, que quizá es muy breve el que te queda.