Considera, que muy de ordinario las calamidades públicas las ocasionan nuestros pecados. Grande fue la calamidad que padeció la Iglesia, cuando Cosroes Rey de los Persas saqueó la Ciudad de Jerusalén, quitando la vida a ochenta mil personas, y llevándose muchos millares prisioneros, con todos los tesoros; siendo el mayor de todos la Santa Cruz, que Santa Elena había colocado en un suntuoso Templo que fabricó en el mismo lugar en donde fue hallada.
¡Oh cuan irritado está Dios contra nosotros, cuando permite que los Vasos sagrados y santas Reliquias vengan a dar en poder de los Bárbaros!Nota como movió Dios el corazón del Emperador Heraclio para que, desenojando su ira, mereciese su asistencia para vencer a Cosroes, como lo hizo, restituyendo el Madero de la Santa Cruz a la Ciudad de Jerusalén, con infinitos milagros, portentos y maravillas que sucedieron.
Nota que el modo de que se valió el Emperador Heraclio fue mandar por todo su Imperio que todos procurasen aplacar la ira de Dios con procesiones, rogativas, ayunos, oraciones y limosnas; no estándose él entretanto ocioso, sino recogiendo sus soldados, que todos eran bisoños, aficionándoles así en el arte militar, como en el temor santo de Dios; y con esta prevención, puesta toda su confianza en el Dios de los Ejércitos, consiguió la victoria sobre sus enemigos.
¡Oh, cuánto agradarían a Dios todos los Príncipes, si así le imitasen! ¡Oh, cuán propicio le tendrían en las empresas de su servicio!
Considera el vilipendio grande en que los antiguos Gentiles y Romanos tuvieron a la Santa Cruz; pues como dice Plinio, servía para ahorcar a los perros; y Suidas añade que, cuando enterraban algún hombre facinoroso, ponían sobre su sepulcro una Cruz, en señal de su infamia. Y aun los mismos Judíos se afrentaban de tocarla, que por eso obligaron a aquel pobrecito, tan dichoso, Simón Cireneo, para que le ayudase a llevarla hasta el Calvario al Redentor de la vida.
Nota, que es muy ordinario el ser muy apreciable en los ojos de Dios lo que es despreciable en los ojos de los mundanos: así sucedió con el Árbol de la Cruz, como lo dijo Ezequiel, según el sentir de San Jerónimo: Sepan todas las Naciones, que Dios ha exaltado aquel Arbolito tan despreciado, y abatido sobre todos los árboles; esto es, el Árbol de la Santísima Cruz sobre todos los Santos, para que sea adorado y venerado con adoración mayor que la que se da a los Santos. Esta es la Serpiente sin veneno, exaltada por Moisés, que da vida con solo mirarla con afecto.
Esta es la pacificadora entre Dios y los hombres, dice San Pablo. Esta es la que llevan los Reyes y Emperadores en sus Cetros y Corona. Llévala tú impresa en tu corazón y gloríate de parecerte al Crucificado.
Considera como debes tu exaltar la Santísima Cruz, para que lo que antes era tan abatido en los ojos de los mundanos, sea lo más apreciable en tu corazón.
Considera que en la escuela de la Cruz has de estudiar la doctrina de Jesús, para salir verdadero discípulo suyo. La Cruz de Cristo te enseña a ser manso y humilde de corazón.
Haz reflexión a ti mismo, y hallarás cuán abatida tienes en este particular la Cruz de Cristo con tu altivez, estimación propia y soberbia; a una palabrita que te digan, luego estás iracundo; en no alabarte tus cosas, luego te inquietas. ¡Oh estimación propia! ¡Oh soberbia! ¡Oh ira! ¡Cuán lejos estás de la Cruz de Jesús!
Desde la Cátedra de la Cruz te dice el Señor: Pobre nací, y pobre viví, y pobre muero; pudiendo nacer rico, vivir rico y morir con honra. ¿Qué dices tú, que te llamas discípulo mío? ¿Qué amor tienes a la pobreza? ¿Qué afecto a los trabajos? ¡Oh Señor! Que siento mucho el no ser rico; lo que más me aflige y desconsuela, son los trabajos.
Pues haz de advertir, dice el Señor, que el que no me imita, no es digno de mi; el que no toma la Cruz que yo le diere y no la llevare como yo la lleve, no puede ser mi discípulo; será enemigo de la Cruz y despreciador de su gloria.
Buen despertador de esta doctrina te da hoy Cristo, quien milagrosamente detuvo al Emperador Heraclio, al restituir la Santa Cruz al Calvario, hasta que, depuestos los vestidos ricos, la llevó pobremente vestido y descalzo.

