SEPTENARIO EN MEMORIA Y OBSEQUIO DE LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

 

DÍA PRIMERO
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Acto de contrición

Señor mío Jesucristo, Criador y Redentor de mi alma; lleno de confusión me presento al pie de vuestra Cruz, conociendo y confesando con todas veras ser yo la causa de vuestra dolorosa pasión y muerte afrentosa. Por mis pecados, Señor, habéis muerto en esa Cruz, después de haber sufrido las mayores penas. Solo por vuestra bondad infinita debía yo amaros sobre todas las cosas: y sobre ellas habéis añadido el grande beneficio de morir por mí, para obligarme más a amaros.Pero yo, desconocido e ingrato me he atrevido contra vos, despreciando a un Ser perfectísimo, sumamente amable, olvidando el inestimable beneficio de la Redención, y repitiendo los pecados que han sido la causa de vuestra muerte. ¡Oh ingratitud de mi alma! ¡Oh malicia de mis culpas! Yo conozco, Señor, toda su gravedad por haber sido contra un Dios tan santo y perfecto, contra un Padre y Redentor tan dulce y amable. Me pesa con un vivo dolor de haberlas cometido, me pesa por haber sido ofensas contra Vos. Propongo firmísimamente enmendar mi vida con el favor de vuestra gracia, seguro de que desde ahora me restituís a vuestra amistad.

Todo lo espero de la grande propensión que tenéis por vuestra bondad a perdonar a los pecadores, y mantenerlos en vuestra gracia. Y para más obligaros añado la poderosa intercesión de vuestra Santísima Madre, que, junto con Vos ha obrado también mi Redención al pie de ese árbol.

¡Oh Madre dulcísima! Por los inmensos dolores con que me hicisteis hijo vuestro en el Calvario, no despreciéis mi petición. Alcanzadme de mi Redentor el perdón de mis pecados, un firme propósito de enmienda y una continua perseverancia en el bien.

A este efecto consagro estos días en memoria de vuestros más acerbos dolores, deseando imitar las virtudes que en ellos me enseñáis, a gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.

PRIMER DOLOR

primer dolor

¡Oh Madre de dolores! Yo considero vuestro primer dolor cuando en ocasión de cumplir con la ley de la purificación, y presentar vuestro Hijo al Templo, oís el funesto anuncio de Simeón de que vuestro Hijo, hecho blanco del odio de los judíos, sufrirá los mayores tormentos, y con esto una cruel espada traspasará vuestra alma.

En este solo se me presentan ya todos vuestros dolores, que llegan a la mayor tensión por la presencia del tierno Hijo que tenéis en vuestros brazos.

Oís que esa ternura ha de ser tratada con la mayor crueldad; que esas carnes han de ser despedazadas con los azotes, esa cabeza penetrada de las espinas, esas manos y pies con los clavos, ese pecho con una lanza cruel. ¡Oh terrible profecía! ¡Oh torrente de penas que inunda vuestro corazón! ¡Oh dulce Madre! Yo me compadezco de vuestro dolor, pero aumenta mi sentimiento al considerar que mi ingratitud al Redentor hace más penetrante esa espada, viendo Vos que mis delitos hacen infructuosa su pasión. No quiero ya daros más que sentir: detesto mis pecados y quiero enmendar mi vida.

El profundo sentimiento de mis maldades será el primer efecto que causen en mi alma vuestros dolores. Admitidme en vuestra compañía para cumplir como debo la purgación de mi alma, y presentadme al eterno Padre para que, unidos mis deseos con los de Jesucristo, logre su amistad y persevere en su servicio, al que me consagro desde ahora hasta el fin de mi vida. Amen.

Aquí se pedirá el favor particular que se desea conseguir, a cuyo efecto se rezará un Padre nuestro y siete Ave Marías en memoria de este primer dolor, y se concluirá con el Ofrecimiento que sigue, Antífona, Verso y Oración.

 

Ofrecimiento

¡Oh Madre llena de angustias! Corredentora y abogada del linaje humano, ofrezco este corto obsequio en memoria de vuestros dolores, como un tributo debido al maternal afecto con que los sufriste por mi salvación. Mi alma se llena de amargura por la compasión que os debo. Yo os venero por Madre, y deseo corresponder a la obligación de hijo: pero nunca lo seré verdaderamente hasta que imprima en mi alma y en mi cuerpo la imagen de las penas de vuestro hijo y las vuestras por una perfecta práctica de las virtudes.

A este efecto, pues, imploro vuestro patrocinio, particularmente para lo que me propongo en este día y para conseguir el favor que deseo por este Septenario. No os neguéis, oh buena Madre, a mi petición. La salvación de mi alma ha de ser el premio de vuestros dolores. Así lo espero del encendido amor que siempre habéis mostrado a los hombres, y del deseo ardiente que os asiste de que en todos se logre el fruto de la Redención. También, Señora, os pido derraméis vuestras bendiciones sobre todo el mundo. Confundid la herejía y el espíritu de error, convertid a los infieles, exaltad a la Iglesia y extended el nombre cristiano; mirad con ojos benignos a todos los mortales, para que vuestro hijo y Dios verdadero sea de todos conocido, servido y glorificado eternamente. Amen.

Aquí se saludará a María Santísima con tres Ave Marías en memoria de los dolores menos principales que sintió y de las lágrimas que derramó en la Pasión de su hijo dulcísimo.

 

Antífona

Cum vidisset Jesus Matrem stantem juxta Crucem, et Discipulum, quem diligebat; dicit Matri suæ: Mulier, ecce filius tuus; deinde dicit Discipulo: Ecce, Mater tua.

  • Ora pro nobis Virgo Dolorosissima.
  • Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

Oremus

Deus, in cuius Passione, secundum Simeonis prophetiam, dulcissimam animam gloriosæ Virginis et Matris Mariæ doloris gladius pertransivit: concede propitius; ut qui transfixionem ejus et passionem venerando recolimus, gloriosis meritis et precibus omnium Sanctorum Cruci fideliter adstantium intercedentibus, passionis tuæ effectum felicem consequamur. Qui vivis et regnas in sæcula sæculorum.  Amen.