La revolución es una doctrina que pretende fundar la sociedad sobre la voluntad del hombre, en lugar de fundarla sobre la voluntad de Dios, ella se manifiesta por un sistema social, político y económico nacido del cerebro de los filósofos, sin cuidado de la tradición, y caracterizado por la negación de Dios sobre la sociedad pública.
Esto es la Revolución y es allí donde hay que atacarla.
El resto no es nada, o más bien todo fluye de aquello, de ésa rebelión orgullosa de donde salió el Estado moderno, el Estado que ha tomado el lugar de todo, que se ha hecho dios y que nosotros rehusamos adorar.
La contrarrevolución es el principio contrario, es la doctrina que hace reposar la sociedad sobre la ley cristiana.
Secularizar la sociedad y el Estado, emancipar de toda influencia Católica los órdenes de la vida, y, si fuera posible, arrancar la Fe de todas las almas; instaurar el imperio de Luzbel sobre la ruina de Cristo, como afirma Albert Pike, tal es el fin de la Revolución JUDEOMASÓNICA que, tácita o expresamente, con franqueza o doblez, persiguen la escuela y partidos anticatólicos, marxistas, demócratas y liberales, de derecha o de izquierda, que son los instrumentos por los cuales se desarrolla en el mundo.
Y esto es la Revolución: la gran rebelión que, incubada desde muy lejos, nace vigorosa en los últimos tiempos. La Revolución no es sólo el laicismo en las escuelas, ni la disolución de las familias, ni el odio a la autoridad civil, ni la persecución religiosa, ni el trastrueque del mundo del trabajo. Es todo eso; pero es algo más. Es el afirmar que tanto el orden social como el individual se han de establecer sobre los derechos del hombre y no sobre los derechos de Dios.
¿Sus etapas? RENACIMIENTO, REFORMA, REVOLUCIÓN FRANCESA, REVOLUCIÓN COMUNISTA, CONCILIO VATICANO II Y SATANISMO.
“Soy un devoto de San Pío X”…
(Decimejorge, a quien se ve ante el altar del Santo Papa)
“… hay que recordarlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual, en que cada individuo se convierte en doctor y legislador…, no se edificará la ciudad de un modo distinto a como Dios la ha edificado; no se levantará la sociedad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización cristiana, es la ciudad Católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos NATURALES y Divinos, contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana, de la REVOLUCIÓN y de la impiedad: omnia instaurare in Christo.
San Pío X

