SÉPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces: por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de las zarzas? Así es que todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo darlos buenos. Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado al fuego. Por sus frutos pues lo podéis reconocer. No todo aquel que me dice: ¡Señor, Señor! entrará por eso en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial, ése es el que entrará en el reino de los cielos.
En el Evangelio de hoy Nuestro Señor da un aviso sobre los «falsos profetas» y presenta una parábola para ilustrarlos.
No se trata sólo y principalmente de profetas que vaticinaban falsamente (¡y vaya si los hay hoy en día!…), sino de los profetas en general, como los de los hebreos, que eran esencialmente los que enseñaban la religión y decían o no profecías. Incluso hubo algunos profetas, como Abdías, Elías y Eliseo, que no anunciaron ninguna profecía.
Falsos profetas no son, pues, todos los hipócritas, sino los falsos doctores, esto es, los herejes.
Y Nuestro Señor los llama profetas porque este oficio entre los judíos fue no solamente el de vaticinar lo futuro, sino también el de enseñar la ley al pueblo de Dios e indicarle el camino de la salvación.
Por lo tanto, incluso si los podemos suponer verdaderos profetas porque vaticinan la verdad, como sucedió con Balaán, son falsos, sin embargo, porque, anunciando cosas verdaderas, persuaden sobre cosas falsas.
Los falsos profetas son, pues, los que enseñan mala religión; o sea, los herejes.
Se trata de los herejes, de los seductores del pensamiento, de los falsificadores de la doctrina, que son tanto más de temer cuanto que se cubren con el nombre, la doctrina y la vida de Cristo, y que usan maneras insinuantes y llenas de dulzura: Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces.
Dice el Padre Castellani: Todas las energías del diablo están concentradas hoy día en corromper lo que es específicamente religioso. Al diablo ya no le interesa mucho matar; lo que le interesa es corromper, envenenar, falsificar. Es decir, le interesa más el error que el pecado; sabiendo seguro que también cosechará pecado.
De modo que el peligro grande hoy no es el perseguidor, la Bestia del Mar, sino el engañador, la Bestia de la Tierra, que estará vestida como el Cordero, pero con palabras de Dragón o de Lobo.
No dijo Nuestro Señor: «Mirad», sino «Guardaos». Cuando la cosa es cierta se mira, esto es, se ve simplemente; pero cuando es incierta se observa, esto es, se examina con precaución.
Porque no quiere tener siervos suyos sin discernimiento, Nuestro Señor permite la tentación. Y porque no quiere que sucumban por ignorancia, les advierte el peligro.
Es una buena garantía de salvación saber de quién se ha de huir.
Ninguna cosa hace tanto daño al bien como la ficción, lo malo que se oculta con apariencia de bueno.
La herejía actual que se está constituyendo ante nuestros ojos, consistente en definitiva en la adoración del hombre y «las obras de sus manos», no es fácilmente discernible a todos; porque pululan los falsos profetas.
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Jesús, como buen Pastor, nos previene aquí bondadosamente contra los lobos robadores, cuya peligrosidad estriba principalmente en que no se presentan como antirreligiosos, sino al contrario “con piel de oveja”, es decir, “con apariencia de piedad” y disfrazados de servidores de Cristo.
Para ello nos habilita y capacita, a fin de reconocerlos; pues sin ello no podríamos aprovechar de su advertencia.
Jesucristo, que nos advierte de guardarnos de los falsos profetas, tuvo la precisión de darnos alguna señal para conocerlos.
Cierta, cierta, no podía darla, porque es muy grande la simulación de esta gente, y sólo Dios conoce el corazón humano. Pero la dio probable y acomodada al ingenio humano, que no puede conocer a los hombres sino por sus frutos…
Jesucristo señala, pues, un criterio para distinguir los falsos de los verdaderos doctores: por sus frutos los conoceréis.
Cada árbol se conoce por sus frutos.
Y Nuestro Señor desarrolla su pensamiento, desentrañando la metáfora: cada árbol tiene su naturaleza, y da los frutos que le corresponden según ella: ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de las zarzas?
Guardaos, dice, de los falsos profetas. Llama, pues, árbol al hombre de buena o de mala fe. Árbol bueno si tiene buena fe; árbol malo si tiene mala fe.
Podría objetarse que muchas veces el que tiene buena fe da malos frutos, esto es, vive mal; pero Jesucristo no habla de lo que sucede por la perversidad de los hombres, sino por la naturaleza de la fe.
La fe, por su naturaleza, si es buena, no da malos frutos, y si es mala no los da buenos.
Los frutos de los herejes son las doctrinas, de tal manera que apelando a su doctrina nos quieren probar su fe.
Se trata, pues, de conocer la fe, es decir, la doctrina de los falsos profetas.
El árbol bueno es el que profesa la fe verdadera.
Los escribas y los fariseos, que se habían sentado sobre la cátedra de Moisés, ciertamente eran malos porque, enseñando cosas buenas, hacían obras malas. Iban contra la naturaleza, que de ordinario no puede proceder así.
Jesucristo no dio un indicio cierto, sino una señal probable: los falsos profetas, que con simulación de santidad quieren probar falsa doctrina, no pueden por mucho tiempo cubrirse con piel de oveja sin que alguna vez enseñe la oreja el lobo que está debajo. La simulación no puede imitar por mucho tiempo la verdad.
En San Mateo 12: 33-35, Nuestro Señor dice: Suponed un árbol bueno, y su fruto será bueno; suponed un árbol malo, y su fruto será malo; porque por el fruto se conoce el árbol. Raza de víboras, ¿cómo podéis vosotros hablar cosas buenas siendo malos? Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro saca cosas buenas y el hombre malo, del tesoro malo saca cosas malas.
Existe una gran diferencia entre las causas naturales y las causas morales.
Las causas naturales no se hacen buenas ni malas por sus efectos buenos o malos, sino que, por ser ellas buenas o malas, tienen efectos buenos o malos
Pero las causas morales, no solamente hacen bien o mal, sino que se hacen buenas o se hacen malas.
El árbol es una causa natural; por lo cual no se hace bueno por razón del fruto bueno, ni se hace malo por razón del fruto malo; sino que, precisamente, porque es bueno, da buen fruto, o porque es malo, da fruto malo.
Pero el hombre es causa moral; y por esta razón, cuando es bueno, obra bien, y cuando es malo, obra mal. Pero también, porque obra bien se hace bueno, y porque obra mal, se hace malo.
Además, como en todas las parábolas, no se ha de buscar una semejanza perfecta en todos los puntos de la comparación (en este caso entre el árbol y el hombre), sino solamente en aquel de que se trata, a saber, en juzgar de los árboles por su fruto y de los hombres por su doctrina.
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Abro un paréntesis para recordar la extravagante exégesis que hace de este pasaje el Obispo de Kent, interpretación digna de Decimejorge…, el usurpador de la sede de Santa Marta…
En efecto, en su Comentario Eleison 385 dice:
“En las propias palabras de Nuestro Señor, Un árbol bueno no puede llevar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos. Pero, un árbol mitad bueno mitad malo puede producir frutos mitad buenos mitad malos. Ahora bien, tomada en su totalidad, una mezcla de bueno y malo es mala, pero eso no significa que tomada parte por parte, las partes buenas de la mezcla sean tan malas como sus partes malas.”
Ya sabemos que, ni en el Evangelio, ni en ninguno de los Santos Padres encontramos eso de árbol mitad bueno mitad malo, y menos lo otro de frutos mitad buenos mitad malos…
El que está miti-miti es el Obispo de Kent…
Cierro el paréntesis.
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Nuestro Señor Jesucristo nos dice que observemos el árbol de hermoso aspecto, y si da higos y uvas, es bueno; y, si da abrojos o espinas, no es bueno.
¿Y cuáles son esos frutos malos actuales? Porque las herejías antiguas, sin dejar de ser herejías y nocivas, no son hoy en día las peligrosas…
Una lista, no exhaustiva y referente sólo a la Roma apóstata, es decir, sin incluir los frutos que provienen de la F$$PX y de la Resistencia kentiana, presenta los siguientes:
— Toda la reforma litúrgica, incluyendo la reforma de los siete Sacramentos, siendo el Novus Ordo Missæ el fruto más evidente, pero no el más envenenado…
— La Libertad Religiosa.
— El Ecumenismo, con levantamiento de excomunión recíproco con los ortodoxos.
— La Colegialidad.
— La Redención Universal, no sólo ofrecida, sino efectiva en cada hombre.
— Todo lo referente a los Novísimos.
— Los Indultos de 1984, 1988 y el Motu proprio de 2007.
— La Hermenéutica de la continuidad.
— El levantamiento de las excomuniones de enero de 2009.
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Los pseudoprofetas pueden quedar enquistados dentro de la Iglesia…
Sabemos que San Juan describe a la Bestia de la Tierra como teniendo poder para hacer prodigios falaces por un lado; y por otro, con un carácter religioso también falaz, puesto que dice que: «se parecía al Cordero, pero hablaba como el Dragón».
Esta potestad o persona particular, que será aliada del Anticristo y lo hará triunfar, será el último Pseudo-Profeta…
Y por sus frutos habrá que conocerlo; porque sus apariencias serán de Cordero.

