PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Prácticas piadosas que tienen por objeto inmediato

la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo

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P. Sangre

Indulgencias concedidas a perpetuidad a todo fiel que rezare con devoción la corona siguiente en honor de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

Esta corona, revisada y aprobada por la Sagrada Congregación de Ritos, se compone de meditaciones sobre los siete misterios en los cuales Nuestro Señor Jesucristo se ha dignado derramar su Sangre por nuestro amor; después de cada meditación se dicen cinco Padrenuestros y un Gloria, excepto después del último, después del cual no se dice sino tres Padrenuestros y un  Gloria, a fin de completar treinta y tres Padrenuestros en memoria de los treinta y tres años, durante los cuales la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor permaneció encerrada en sus venas, antes de ser derramada hasta la última gota por la salvación del género humano:1°. Indulgencia de siete años y siete cuarentenas una vez por día.

2°. Indulgencia plenaria una vez cada mes, para aquel que la habrá rezado todos los días en el curso del mes, confesando v comulgando en uno de ellos y rogando por las necesidades de la Iglesia.

3°. Indulgencia de trescientos días una vez por día para aquel que rece únicamente la última oración: Oh Sangre Preciosísima, etc. Todas estas indulgencias son aplicables por las Ánimas del Purgatorio.

CORONA DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE.

  • Dios, venid en mi ayuda.
  • Señor, daos prisa en socorrerme. Gloría al Padre,

PRIMER MISTERIO

Nuestro Redentor amabilísimo derramó su Preciosísima Sangre la primera vez el octavo día de su nacimiento, cuando fue circuncidado para cumplirla ley de Moisés. Reflexionando, pues, que esto lo hizo Jesús para satisfacer a la divina justicia por nuestras disoluciones, excitémonos sinceramente a dolemos de ellas, prometiéndole que con su poderosa gracia seremos en adelante verdaderamente castos de cuerpo y de alma.

Cinco Padrenuestros y un Gloría Patri.

  • Rogámoste, pues, socorras a tus siervos que redimiste con tu Preciosísima Sangre.

SEGUNDO MISTERIO

Jesus derramó Sangre en el huerto de los Olivos, y tan copiosamente que quedó bañada la tierra en derredor. Esto fue en vista de la ingratitud con que le habían de corresponder los hombres. Arrepintámonos, pues, de haber correspondido tan mal en lo pasado a los innumerables beneficios del Señor, y formemos la resolución de aprovecharnos de sus gracias y santas inspiraciones. Amen.

Cinco Padrenuestros y un Gloria Patri.

  • Rogámoste, pues, etc.

TERCER MISTERIO

El Señor derramó Sangre al ser cruelmente azotado, cuando rota la piel y despedazadas las carnes corrió en arroyos por todas partes aquel líquido precioso que Él iba ofreciendo al Eterno Padre en descuento de nuestras impaciencias y delicadeza. ¿Por qué, pues, no hemos de refrenar la ira y el amor propio? Procuremos en adelante ser más sufridos en las tribulaciones, despreciarnos A nosotros mismos, y recibir con tranquilidad de ánimo las injurias que se nos hicieren.

Cinco Padrenuestros y un Gloria Patri

  • Rogámoste, pues, etc.

CUARTO MISTERIO

Brotó Sangre de la sacratísima cabeza de Jesús, cuando fue coronada de espinas en pena de nuestra soberbia y malos pensamientos. Y ¿hemos de seguir todavía altaneros, y fomentando en nuestra mente ideas perversas? Tengamos en adelante presente siempre nuestra verdadera nada, nuestra miseria y nuestra fragilidad, y resistamos valerosamente a todas las inicuas sugestiones del demonio.

Cinco Padrenuestros y un Gloria Patri. 

  • Rogámoste, pues, etc.

QUINTO MISTERIO

¡Ah! ¡y cuánta Sangre derramó de las venas nuestro amable Jesús en el Amorosísimo camino que hizo al Calvario, cargado con el pesado madero de la Cruz! Como que quedaron bañadas de esta Sangre Preciosísima las calles de Jerusalén, y bañados los lugares por donde pasó. Esto fue en satisfacción de los escándalos y malos ejemplos con que sus criaturas habían de arrastrar a otras al camino de la perdición. ¡Ah! ¡Quién sabe que no pertenezcamos nosotros al número de estos infelices! ¡Quién sabe cuántos habrán sido lanzados al infierno por nuestro mal ejemplo! Y ¿no ponemos aún remedio? Procuremos contribuir en adelante a la salvación de las almas amonestándolas, edificándolas, y haciéndonos para ellas modelo de buenas y santas obras.

Cinco Padrenuestros y un Gloria Patri.

  • Rogámoste, pues, etc.

SEXTO MISTERIO

Derramó principalmente Sangre el Redentor al ser bárbaramente crucificado, cuando rasgadas las venas y rotas las arterias, brotó como un torrente de sus manos y de sus pies, cual bálsamo saludable de vida eterna, para pagar las maldades e iniquidades del universo. Y ¿habrá todavía quien quiera continuar en el pecado, y renovar de semejante modo la cruel crucifixión del Hijo de Dios? ¡Ah! Lloremos amargamente las culpas cometidas, detestémoslas a los pies del sagrado ministro, reformemos nuestras costumbres, emprendamos de aquí en adelante una vida cristiana, considerando que nuestra eterna salvación le costó a Jesús tantísima Sangre.

Cinco Padrenuestros y un Gloria Paíri.

  • Rogámoste, pues, etc.

SÉPTIMO MISTERIO

Finalmente, Jesús derramó Sangre después de su muerte, cuando fue abierto con la lanza su costado, y herido su amabilísimo Corazón; y entonces, juntamente con la Sangre salió también agua, para mostrarnos que se había vertido toda la Sangre, habiéndose derramado por nuestra salvación hasta la última gota. ¡Oh bondad infinita de Nuestro Redentor! y ¿quién dejará de amaros? ¿Quién no se derretirá en amor a vos, que habéis hecho tanto por nuestro rescate? ¡Ah! Ya que a nosotros nos faltan las expresiones, convidemos a todas las criaturas de la tierra, convidemos a todos los Ángeles y Santos del Cielo, y especialmente a Nuestra querida Madre María, a que bendigan, alaben y ensalcen vuestra preciosísima Sangre. Sí: viva la Sangre de Jesús: viva la Sangre de Jesús ahora y siempre y por todos los siglos de los siglos. Amen.

  • En este último misterio solamente se rezan tres Padrenuestros, que son los que faltan para hacer el número de los treinta y tres, y un Gloria Patri.
  • Rogámoste, pues, etc.

ORACION.

¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna, precio y rescate de todo el universo, bebida y baño de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia! ¡Ah! Yo os adoro profundamente, y quisiera compensar, en cuanto me sea posible, las injurias y ultrajes que continuamente estáis recibiendo de las criaturas humanas, y especialmente de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. Y ¿quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! ciertamente no otro que el amor ¡Oh amor inmenso que nos ha dado este bálsamo saludabilísimo! ¡Oh bálsamo inestimable salido de la fuente de un amor inmenso! Haced, sí, haced que todos los corazones, todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora y por siempre y hasta el día de la eternidad. Amen.

  • Señor, nos redimisteis con vuestra Sangre.
  • Y nos habéis hecho un reino para nuestro Dios.

ORACIÓN

Dios omnipotente y eterno que habéis constituido a vuestro Hijo único Redentor del mundo, y que quisisteis ser aplacado con su Sangre; te rogamos nos concedas que de tal modo veneremos el precio de nuestra salvación, y por su virtud seamos preservados en la tierra de los males de la presente vida, que nos regocijemos después con fruto perpetuo en los cielos. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.

  •  Indulgencias concedidas a los que hicieren ofrecimientos de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo al Eterno Padre y dijeren con devoción ciertas jaculatorias.
Pio VII, por rescripto de la Secretaria de Memoriales de 22 de Setiembre de 1817, que se conserva en el archivo de la mencionada Archicofradía, concede perpetuamente a todos los fieles cristianos trescientos días de indulgencia por cada vez que con corazón contrito rezaren los siguientes siete Ofrecimientos de la preciosísima Sangre de Jesús a su Eterno Padre, con siete Gloria Patri y la jaculatoria, con el fin de reparar todos los ultrajes que Él recibe en su Preciosa Sangre, que es nuestra merced y rescate; y rezando dichos Ofrecimientos, etc. todos los días durante un mes indulgencia plenaria en un día, a su arbitrio, en que confesados y comulgados rogaren según las intenciones del Sumo Pontificado. Dichas indulgencias son también aplicables por las Almas del Purgatorio.
  • Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la Sangre Preciosísima de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, por la propagación y exaltación de mi amada Madre la Iglesia Santa.

En seguida se dirá un Gloria Patri, etc., y después la siguiente jaculatoria: Sea para siempre bendito y alabado Jesús, que con su Sangre nos ha salvado.

  • Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la Sangre Preciosísima de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, por la paz y concordia entre los reyes y príncipes católicos, por la humillación de los enemigos de la Santa Fe, y por la felicidad del pueblo cristiano.

Un Gloria Patri, etc. Sea para siempre, etc.

  • Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la Sangre Preciosísima de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, para que se reconozcan y arrepientan los incrédulos, sean extirpadas todas las herejías y convertidos los pecadores.

Un Gloria Patri, etc. Sea para siempre, etc.

  • Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la Sangre Preciosísima de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, por todos mis parientes, amigos y enemigos, por los pobres, los enfermos y atribulados, y por todos por los que vos sabéis que debo pedir y que vos queréis que pida.

Un Gloria Patri, etc. Sea para siempre, etc.

  • Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la Sangre Preciosísima de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, por todos los que hoy pasarán a la otra vida, a fin de que los libréis de las penas del infierno y les pongáis lo más pronto posible en posesión de vuestra gloria.

Un Gloria Patri, etc. Sea para siempre, etc.

  • Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la Sangre Preciosísima de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor , por todos aquellos que son devotos de este gran tesoro de su Sangre; por los que están unidos conmigo para adorarla y honrarla; finalmente, por los que trabajan en propagar esta devoción.

Un Gloria Patri, etc. Sea para siempre, etc.

  • Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la Sangre Preciosísima de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, por todas mis necesidades espirituales y temporales, en sufragio de las Ánimas Benditas del Purgatorio, y particularmente por las que han sido más devotas del precio de nuestra redención y de los dolores y penas de Nuestra amada Madre María.

Un Gloria Patri, etc. Sea para siempre, etc.

Viva la Sangre de Jesús ahora y siempre y por todos los siglos de los siglos. Amén.

El mismo Pio VII, con rescripto firmado por su propia mano el 29 de Marzo de 1817, que se conserva en el archivo de la Congregación de los PP. llamados Pasionistas, en el retiro de los SS. Juan y Pablo de Roma, concede perpetuamente cien días de indulgencia a todos los fieles cristianos por cada vez que recen devotamente la siguiente jaculatoria u ofrecimiento de la Preciosa Sangre de Jesucristo a su Eterno Padre.
Eterno Padre, os ofrezco la Preciosísima Sangre de Jesucristo en descuento de mis pecados y por las necesidades de la Santa Iglesia.
Otro ofrecimiento de la Preciosísima Sangre de Jesucristo al Eterno Padre, con un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria Patri. León XII, con su propio rescripto de 25 de Octubre de 1823, que se conserva en el archivo del Convento de los PP. menores observantes de Aracœli en Roma, concede perpetuamente cien días de indulgencia a todos los fieles cristianos por cada vez que rezasen devotamente el siguiente ofrecimiento de la Preciosísima Sangre de Jesucristo al Eterno Padre para alcanzar su celestial bendición, juntamente con un Padrenuestro, Ave María y Gloria a la Santísima Trinidad, en acción de gracias por todos los beneficios recibidos. A los que lo hubiesen rezado todos los días en el curso de un mes, al fin de este les concede indulgencia plenaria, confesándose y comulgando en un día, que deja a arbitrio de los mismos, y rogando según las intenciones del Sumo Pontificado. Estas indulgencias pueden asimismo aplicarse por las Almas del Purgatorio.

OFRECIMIENTO

Eterno Padre, os ofrecemos la Sangre Preciosísima de Jesucristo, derramada por nosotros con tanto amor y dolor de la llaga de su mano derecha, y por sus méritos y virtud suplicamos a vuestra divina Majestad nos conceda su santa bendición, a fin de que por virtud de Ella podamos ser defendidos contra nuestros enemigos y libertados de todos los males, diciendo: Benedictio Dei Omnipotentis, Patris, et Filii, et Spiritus Sanctis, descendat super nos et maneat semper. Amen. (La bendición de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y permanezca siempre. Así sea.)

Padrenuestro, Ave María y Gloria, como ya se ha advertido.

El mismo Pio VII, con decreto de 18 de Octubre de 1815, que se conserva en los archivos de la Archicofradía de la Preciosa Sangre, concede cien días de indulgencia aplicable por las Ánimas del Purgatorio, a todo fiel que dijere con devoción las aspiraciones siguientes:

¡Viva Jesús, Hostia divina, que se dignó derramar por nosotros toda su Sangre desde la Cruz! De esta divina Sangre es de donde nosotros podemos recibir la vida: reunamos nuestras voces para exaltar su bondad.

Que esta Preciosa Sangre sea alabada en todas las edades; ella es la que borró el débito del linaje humano; ella es la celestial bebida, el sagrado baño, el remedio único de nuestras almas.

Sí, la Sangre divina de Jesús colma nuestras esperanzas y apacigua la justicia del Eterno Padre: la sangre de Abel pedía venganza; pero la Sangre de Jesucristo pide perdón para los hombres.

Si nuestros corazones presentan alguna imagen de esta Preciosa Sangre, huye despavorido el ángel exterminador; si se tributa a esta Sangre un justo homenaje de adoración, el Cielo se entusiasma de alegría y el infierno rabia al ver consumada su derrota.

Cantemos, pues, del fondo de nuestro corazón, y digamos con voz acorde: Gloria sea para siempre a la Sangre de Nuestro Redentor.