Las Parábolas de Cristo – P.Leonardo Castellani

 PARÁBOLAS DE LA PROVIDENCIA

La-resurrección-de-Lázaro-e1354821015396

«Ni un gorrión déstos cae al suelo… Ni un cabello vuestro se perderá». «No temas, pequeña grey; no temáis a los que pueden no más matar el cuerpo… «Lázaro, nuestro amigo, duerme… No está muerta la niña, duerme. «Si el grano no cae a la tierra y muere, no da fruto… »


Cristo afirmó la Providencia de Dios en grado superior a todas las otras religiones y filosofías del mundo: en grado supremo. «Hermanos, más allá de los astros debe de existir un Dios que es Padre» -la idea de la tremenda Novena Sinfonía de Beethoven («Droben ueberm Sternenzelt – Wird ein grosser Gott belohnen … Brueder, ueberm Sternezelt _ Richtet Gott, wie wir gerichtet…») Y ese Dios no es Dolor, sino Alegría.

A la comendación de la Pobreza, el mal más universal que existe transformado en bien religioso, corresponde la afirmación de la Providencia contenida en las parábolas de los Lirios y los Pájaros; pero al aviso más grave de la Persecución hacen frente estas parábolas en que se refirma la Providencia en forma suprema e hiperbólica: «ni un cabello de vuestra cabeza perecerá». Los hombres ¿pueden hacer más que quitarnos la vida? No los temáis mucho: la muerte corporal es un sueño; perder la vida por Dios es ganancia y gaje. Y hay que morir en cierto modo para salvarse: hay que perderlo todo, que es la «muerte»; como dicen las chicas de Buenos Aires -con mucha razón.

La filosofía griega no conoció la Providencia desde Aristóteles; la mitología griega hacía peticiones a los dioses con preces y sacrificios, pero no creía en un cuidado divino de cada particular; Platón, aunque afirma la Providencia, niega que podamos doblar a los Hados con preces o sacrificios. La teodicea musulmana contra la cual lucha el Aquinate (Averroes, Avicena, Algazel) cree en una Providencia general que no se extiende a cada persona; a «las especies» cuando más; y algunos negaban incluso que Dios pudiese conocer lo singular. Los romanos no creían que Júpiter se ocupara sino a lo más de los graves asuntos de Estado: «¿Júpiter se va a ocupar de tus bueyes?» era un proverbio pagano, que emplea san Pablo. Mas Cristo afirma que Dios se ocupa de los gorriones» ¿Veis estos pajaritos que se venden cinco por dos óbolos y ninguno cae muerto sin [disposición de] vuestro Padre? ¿Qué no hará por vosotros, hombres de poca fe?»

No quiere decir con eso que nos despreocupemos -como cree Wells en su novelón The undying Fire y su «introductor» Fco. Romero, el cual escribe en el «Estudio Preliminar»: «Si una potencia suprema y benévola nos lleva (cuatro asonancias en ea seguidas) como de la mano (sobra el como) no queda nada más que la sumisión y la obediencia» (sobra toda la frase). Mas Cristo después de predecirles persecuciones también les dijo: «Si os persiguieren en esta ciudad, huid a otra; de veras os digo que no concluiréis las ciudades de Israel antes que Yo retorne». El último inciso es misterioso, puesto que de hecho no huyeron por las ciudades de Israel los Apóstoles, muerto Cristo, sino directamente a Grecia y Roma: significa las andanzas mundiales de la Iglesia, que es a veces abolida de raíz en una región para renacer en otra; no le faltará dónde hasta la Parusía. Hoy día hay muchos obispos «auxiliares» (de Athea, de Temnos, de Beocia) que presiden imaginariamente Sedes abolidas. Pero para no ir tan lejos, la Iglesia fue arrasada en Inglaterra en la persecución de Enricote e Isabel, proseguida por Jacobo I y Cromwell, huyendo muchos católicos ingleses a Francia o Roma, como el insigne y melancólico Peckam; el cual, como dice su epitafio:

«Abandonó Inglaterra por no poder vivir en su país sin la Fe y murió en Roma por no poder vivir con la Fe sin su país».

De hecho, el actual catolicismo inglés, que es muy fuerte y gallardo, renació con el riego de irlandeses y franceses -a los cuales, cosas humanas, desprecian los ingleses un poquitín; o un muchín; y de alemanes que emigraron cuando el Kulturkampf de Bismarck: pues el destierro es una de las formas del martirio.

Todo verdadero cristiano es deudor del martirio. Por suerte Dios no nos cobra la deuda a todos. Pero si se le antoja puede cobrarla en el momento que se le ocurra. Pero nos cuida. Yo, escritor religioso, lógicamente tendría que haberme muerto de hambre en la Argentina; y no me he muerto nada. He pasado hambre, pero no me he muerto. Ni pienso morirme… hasta ver en qué acaba esto: que ya sé más o menos como va a acabar. Pero no me lo pregunten.

Tanto conoce y cuida lo singular Dios (lo cuida más que lo General, un solo pensamiento de hombre vale más para Él que el Universo todo) que Cristo insinuó cada hombre singular tiene un ángel custodio; por lo menos los chicos; que los grandes llevamos a nuestro ángel a tales sitios y les hacemos ver tales cosas, que puede nos hayan abandonados. «Curávimus Babylonem et non est sanata: dereliquamus eam». Puede que los Grandes de la tierra no tengan custodio alguno; según se los ve hoy, la mayoría no tiene «ángel» en el sentido andaluz. «Bendígote, Padre de los Cielos, porque has escondido estas cosas a los Grandes y las revelaste a los Pequeños». Cristo dijo: «Forzoso es que vengan escándalos; mas ¡ay de aquel por quien el escándalo viene! Más le valiera que con una rueda de molino, al cuello, lo precipitaran al mar. ¡Ay del que Me escandalizare a uno de estos pequeñitos! Pues de verdad os digo que los ángeles déllos están de continuo mirando la cara de Dios». De los chicos es muy creíble, pues dice la gente que tienen un Dios aparte.

Según eso, a la Argentina más le valiera que la echaran al mar con una rueda al cuello (que Dios quiera sea un neumático de camión) pues años ha que escandaliza a los niños con su espléndida Escuela 1420, vacunándolos contra la fe cristiana; y también un poco contra la «polio» aunque no contra Apolyo, el Ángel de la Destrucción.

Si hay católicos en este país (no son todos, no se ilusionen) es porque los niños tienen un Dios aparte, que a veces es la madre. La «cultura» argentina no ha abolido todavía la fe; aunque ha abolido las buenas costumbres y el buensentido. Los yanquis no tienen un Ministerio de Cultura, ni una Subsecretaría de Cultura, ni una Dirección General de Cultura; y por eso tienen una cultura.

Sensiblemente, yo no tengo mucha experiencia de la Providencia; sensiblemente más bien me siento como el vasco que se desborregó al abismo, y se colgó de una rama. «¡Gracias a Dios -le dijeron- que te has salvado! -¿Gracias a Dios? -replicó el Vasquito- ¡Gracias a el rama! Que de Dios la intención, arrepoa iñaki, a la vista estaba». Y sin embargo, de vez en cuando veo un hilito finito en mi vida, que es la Providencia; y es un hilito de oro. La mejor Providencia de Dios es en forma de hilo o rama. Estar colgado de Dios es mejor que pisar fuerte la tierra del Mundo. El hilito de oro no se corta y Dios no lo suelta. Cristo en la Escritura es llamado «Rama» o «Vástago de Dios». j Gracias a el rama! No blasfemó mucho el vasco.

Sensiblemente, yo no tengo mucha experiencia de la Providencia; sensiblemente más bien me siento como el vasco que se desborregó al abismo, y se colgó de una rama. «¡Gracias a Dios -le dijeron- que te has salvado! -¿Gracias a Dios? -replicó el Vasquito- ¡Gracias a el rama! Que de Dios la intención, arrepoa iñaki, a la vista estaba». Y sin embargo, de vez en cuando veo un hilito finito en mi vida, que es la Providencia; y es un hilito de oro. La mejor Providencia de Dios es en forma de hilo o rama. Estar colgado de
Las Parábolas de Cristo -167 – Leonardo Castellani
Dios es mejor que pisar fuerte la tierra del Mundo. El hilito de oro no se corta y Dios no lo suelta. Cristo en la Escritura es llamado «Rama» o «Vástago de Dios». j Gracias a el rama! No blasfemó mucho el vasco.

Esto cuenta Chesterton; no sé si aquí pasará también. Por de pronto, aquí los Obispos no almuerzan en el Jockey.

La Providencia en la Argentina deja que los extranjeros se lleven la plata: no dijo ahora solamente, con Alzogaray: hace mucho ya; digamos, desde siempre. Para eso no necesita la Providencia mover ni la punta del dedo del pie; eso se hace solo. A los que están en «los grandes negocios» siempre les va bien, y esos gobiernan este país, escudados por los politiqueros de mis amores; hasta que viene una neurosis o una cirrosis para recordarles eficazmente que «la plata no es todo». Y a los que no les viene la cirrosis, y «están en los negocios» y tienen enormes fortunas a costa del trabajo ajeno, esos son, by Jove, los más desdichados de todos.

Pero en vez de tanto meternos en política, mejor es que hablemos de Dios. La Providencia de Dios abandonó a Cristo en la cruz; si Él mismo lo dijo, bien verdad debe de ser. El trago fuerte de la Providencia es el martirio. Dios abandona aparentemente a los mártires, después de prevenirlos que «nadie ama más que el que da la vida por el amado», y que «ni un solo cabello de sus cabezas perecerá». Y a más, de todos modos hay que morir; digo, morir en vida para salvarse, pues «si el grano de trigo no cae en la tierra no lleva fruto; mas si cae en la tierra y muere, lleva fruto grande». Para ir al cielo hay que morir primero, nos guste o no; hay que de capitar los deseos carnales, que a veces es como degollarse el corazón; hay que llegar al despego de todo, y se siente como quedarse solitario, y no en el desierto, sino en el aire, como san Simeón el Estilita; hay que vaciar el corazón para dar lugar a Dios, que no quiere a veces «un lugarcito» sino todo el sitio. La muerte mística no vayan a creer que es palabrería y música celestial; es peor (más dura, quiero decir) que la muerte corporal. Pero Cristo mandó: «no le tengáis miedo: temed la muerte segunda, que es caer corporal y todo en el infierno». Y la degollación más difícil del corazón es esa justamente: vencer el miedo. Muchísimos no progresan nada o menos que nada en la vida espiritual simplemente por el miedo. Pero vencer el miedo es lo que hace del hombre un hombre.

Hay un tramo de la vida en que debe predominar el miedo santo, el «temor de Dios», el llanto y la humillación: primero hay que salir del universal pecado. Pero el que solamente llora, y teme, y se siente bajísimo y nulo, ese no puede hacer grandes cosas. Dios quiere que «llevemos fruto», y que nos amemos a nosotros mismos en Él, nuestra imagen y semejanza y fin, después de aborrecer nuestro Yo sindiós. La «creatividad» es la piedra de toque de la verdadera piedad; la cual es la sombra y eco del «creced y multiplicaos, llenad la tierra y dominadla» del Génesis. Es la Caridad, el amor, que jamás puede quedar sin fruto: pues donde hay Amor, allí suceden grandes cosas. Pero el «dominad la Tierra» de Cristo no significa mandar bombas atómicas a la Luna, es diferente del «dominar la Tierra» de Adán… y de Luzbel. Aquello fracasó, ahora quieren restaurarlo, a buena hora. Ahora el «dominar la Tierra» es la creatividad religiosa, la cual ha sido prometida a los «mansos», no a los belicosos. Puede que llegue a haber ahora una explosión de creatividad religiosa externa, si es que el mundo debe seguir marchando, pues Dios todo lo puede; eso algunos lo esperan con suspiro y ansia: que Dios les sostenga el aliento, y Dios te oiga pronto, hermano Tramonto. Pero la creatividad religiosa esencial es la interna, y esa nadie puede quitarnos. Nadie puede impedirnos el amar; y el amar es mejor que ser amado.

A esa creatividad religiosa, que es un colaborar con la Providencia de Dios Creador, aluden estas cuatro pequeñitas parábolas.

***