EL GRAN MONARCA II

Habíamos teorizado, hace ya un mes y medio, acerca de la posible ocurrencia de ciertos acontecimientos que podrían dar lugar a la aparición del Anticristo encubierto bajo la personalidad de un Gran Monarca de apariencia apacible, mesurada y pacificadora. Ver aquí.

Una de las últimas especulaciones que hicimos en ese artículo, rezaba:

Por otro lado, si se analizan bien las conductas de los monseñores y sacerdotes válidamente ordenados que parecen resistir con ciertas maneras dragoneantes, no podemos decir que lo concluido sea descabellado; o por lo menos que a algo muy parecido a esa especie de engaño, final y universal, conducen, sin duda, las actividades y actitudes de esos clérigos.

Con lo cual dejamos abierto el no muy vasto campo de alternativas en cuanto al modo de encaramarse el Otro en el gobierno mundial en ciernes.

Pero por no repasar un poco precisamente esa actitud de ciertos clérigos que se han expresado sobre las personalidades mundiales que se mueven hoy en el escenario de liderazgos, nos perdimos una de las más notorias hipótesis sobre ese particular, a pesar de que en este medio ya había habido aportes de nuestros colaboradores sobre aquella reflexión. Véase aquí y aquí.

¿Qué podemos decir de la posibilidad de que Vladímir Putin sea el restaurador que imagina Monseñor Williamson?

Repasemos datos del personaje en cuestión:

1) Vladímir Vladímirovich Putin nació en San Petersburgo en el año 1952 (el 7 de Octubre) y se graduó con honores en la Universidad de Derecho de esa ciudad, en 1975.

2) Apenas concluidos sus estudios universitarios, fue reclutado por la KGB (Comité para la Seguridad del Estado de la URSS), donde se desempeñó en tareas de espionaje y de contraespionaje hasta el año 1991, cuando renunció luego del intento de golpe de estado contra Mijaíl Gorbachov.

3) Luego de revistar en cargos menores, en el año 1998 aparece como Secretario del Consejo de Seguridad Nacional de Rusia y Director del Servicio Federal de Seguridad. Esta última repartición rusa es la sucesora de la KGB, ocupando inclusive, a la fecha, las antiguas oficinas de ese comité en Moscú.

4) En 1999 ocupa por unos días la Vicepresidencia del Gobierno de Rusia, simultáneamente con el cargo de Primer Ministro del mismo país, investidura que conserva hasta el año siguiente.

5) Entre el año 2000 y el 2008 ejerce la Presidencia de la Federación de Rusia.

6) Entre el 2008 y el 2012 vuelve al cargo de Primer Ministro de Rusia.

7) Desde Mayo de 2012 se encuentra desempeñando nuevamente la Presidencia de la Federación de Rusia.

Además:

8) Pertenece a la cismática Iglesia Ortodoxa Rusa.

9) A mediados de 2013 se divorció de su esposa luego de treinta años de matrimonio (se habían casado el 28 de Julio de 1983), en lo que fue el primer divorcio de un presidente ruso.

De la breve reseña de su vida, surge claramente que no es un hombre que siga la verdadera doctrina cristiana, habiendo nacido en la URSS en plena etapa comunista, y manteniéndose en esa ideología durante toda su vida. Efectivamente, Putin nunca renegó del comunismo, ni se declaró separado de ese sistema al que Pío XI calificó de la siguiente manera:

El comunismo es intrínsecamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana. (Divini Redemptoris, Nº 60).

Además, el Señor Putin no sólo no ha desechado el comunismo, sino que exhibe muestras de su adhesión permanente a esa doctrina:

a) Apoya la permanencia del mausoleo de Lenin en la Plaza Roja de Moscú, proclamando las «virtudes» del tirano soviético (Ver aquí).

Lenin mausoleo y feretro

b) Exalta la figura de Stalin, calificándolo como caudillo nacional (por la victoria de la Segunda Guerra Mundial), y considerando los millones de personas asesinadas durante el estalinismo, como «algo lamentable, pero secundario» (Ver aquí).

Stalin - tumba y cuerpo

c) Se empeña en conservar todos los símbolos comunistas; en este sitio se puede leer, entre otras cosas, el siguiente párrafo:

En cuanto a la bandera “soviética”, enarbolada cada 9 de mayo durante los desfiles de la Victoria –una copia fiel (se dice) de la izada sobre el Reichstag en 1945–, se pretendió, mediante una ley votada por la Duma en 2007, reemplazar en ella la hoz y el martillo por una estrella blanca. El presidente Putin no la firmó.

    Este episodio implica, obviamente, que en Rusia se sigue utilizando la bandera soviética.

d) Festeja todos los años la victoria del Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial, con un desfile donde cada vez se exhibe mayor cantidad y calidad de armamentos; todo respaldado por los símbolos fundamentales del comunismo: la hoz y el martillo, y la estrella roja (Ver aquí).

Desfile Plaza Roja Las palabras que rodean la hoz y el martillo expresan: «Guerra patriótica».
En el círculo de la estrella roja de la derecha se lee: «U.R.S.S. – Victoria».

    En el sitio del enlace es oportuno destacar este párrafo:

El Día de la Victoria es la fiesta secular más importante de Rusia, en la que se destaca tanto la victoria del emblemático Ejército Rojo sobre la Alemania Nazi así como también el papel de las fuerzas rusas como garantes de la paz y la seguridad.

    El papel de las fuerzas armadas rusas, desde luego, es garantizar la paz como la da el mundo; no es la paz de Cristo (Juan XIV, 27).

e) Se conservan en la Rusia moderna, en concordancia con lo mencionado más arriba, en los puntos a) y b), diversos símbolos del comunismo en varios lugares públicos. Pueden verse, por ejemplo, en el Metro de Moscú:

metro 2

metro 6

metro 7

metro 8

metro 12

    Los tres nefastos líderes de la Revolución Rusa: Lenin, Trotsky y Stalin, en idéntico estilo:

los tres

    Se pueden ver especialmente en la estación «Plaza de la Revolución» –situada bajo el paseo de ese nombre– 76 estatuas (originalmente eran 80, pero se retiraron 4 para abrir un vestíbulo) representativas de los estamentos sociales que su suponen fueron los protagonistas de la Revolución Rusa: padres con sus hijos, atletas, estudiantes, agricultores, trabajadores industriales, cazadores y soldados:

metro 10

estatua 1 estatua 2 estatua 3

f) Subsisten en Rusia prácticas supersticiosas, ratificando lo que el Padre Juan Carlos Ceriani expresara aquí:

Putin está liderando y haciendo todo lo que puede para promover en Rusia un renacimiento de la superstición.

    De las estatuas emplazadas en la estación del Metro de Moscú vista en el punto anterior (inaugurada en 1938), hay 4 que gozan de la predilección de los moscovitas, quienes las «veneran» por la buena suerte que traen; particularmente ocurre esto con la imagen del guardia fronterizo con un perro:

metro 11

    El hocico del perro se encuentra totalmente blanqueado por el frotamiento de las manos de la gente, que cree que eso le traerá buena suerte; esto en oposición a la Divina Revelación, manifestada tanto en el Antiguo Testamento (Isaías II, 6; Ezequiel XIII, 17-23; etc.) como en el Nuevo Testamento (Romanos I, 25 y 29; Gálatas V, 19-20; y otros).

* * *

O sea, resumiendo, que el gran restaurador según Monseñor Williamson,

  • Es partidario categórico del comunismo intrínsecamente perverso.
  • Integra la Iglesia Ortodoxa Rusa (cismática).
  • Se ha divorciado.
  • Promueve la superstición.

Demasiadas adversidades para esa misión williamsoniana, especialmente la primera condición, que define como genuino enemigo de Cristo (la Bondad encarnada) al Presidente de Rusia, por pertenecer a una de las más grandes perversidades engendrada por el Maligno: Putin es decididamente comunista, sin haber abandonado jamás su ideología.

Si, como especificó el Santo Padre Pío XI, los católicos no pueden colaborar de ningún modo con el comunismo, a la recíproca resulta irracional suponer que un comunista pueda prestar un servicio de tal excelsitud a la Iglesia Católica.

Aunque, por supuesto, como buenos católicos creemos en los milagros, y para Dios Nuestro Señor todo es posible.

Pero no se vislumbra probable que Putin o Rusia se merezcan una intervención sobrenatural de la especie que se insinúa en los dichos del Obispo de Kent, que tampoco parece ameritarlo.

A menos que… a menos que…

A menos que Monseñor Williamson esté propiciando no un milagro, sino algo más barato: un prodigio; uno de esos que anticipa el Apocalipsis (XIII, 13-14; XVI, 14; XIX, 20).

Estemos atentos a eso.