Las Parábolas de Cristo – P.Leonardo Castellani

  PARÁBOLAS DEL SACERDOCIO 

sacerdocio de fieles

Vosotros sois la Sal de la tierra; si la sal se des-salina ¿ con qué se la salará?…  Vosotros sois la Luz del mundo; nadie enciende una luz y la pone bajo la cama… Una ciudad que está sobre un monte no puede esconderse a la vista… 


Estas tres pequeñas parábolas están al comienzo del Sermón Serrano, después de las Bienaventuranzas y antes de la «Relación de la Ley Nueva a la Vieja». En la parábola ya vista del «Vino Nuevo» Cristo trazó el emblema o escudo de armas de su iglesia: iba a ser una sociedad extrañamente alegre y diferente. Aquí traza el emblema del Sacerdocio: santo y visible. Los protestantes del siglo XVI inventaron el dogma de la «Iglesia Invisible»: en él concuerdan casi todas las sectas. Algunas dellas conservaron sacerdotes y obispos (Episcopalianos como los actuales Anglicanos y los Metodistas, fundados por Wesley (m.1791), de los cuales hay 19 «iglesias» diferentes en EE. UU.); otras, solamente sacerdotes (Presbiterianos, como los calvinistas y los actuales «knoxianos» o puritanos) otras suprimieron el sacerdocio, como los Cuákeros (Hijos de la Luz) y los Vereanos. Mas el sacerdocio es lo que hace visible a la Iglesia, o sea, su organización. Los Protestantes, al mismo tiempo que sostenían la «Iglesia Invisible», labraron una cantidad de nuevos cuerpos iglesiales, algunos más estrepitosamente visibles que los R. C. (Róman Cátholics) como llaman en Inglaterra a los católicos. Quiero decir que se contradijeron: proclamaron que la iglesia de Cristo era «invisible»; y se pusieron a organizar iglesias muy visibles: «nacionales», sujetas al Estado. Hoy mismo, los protestantes que predican en el Quebrachal (Salta) les enseñan a los indios a rezar en inglés: la «iglesia evangélica» es nacional inglesa. El dogma de la «Iglesia Invisible» nació necesariamente: había que responder a la pregunta obvia: «¿Dónde estaba pues la Iglesia de Cristo antes de Lutero?» Ellos recusaban a la Iglesia de Roma por su corrupción, la trataron de errónea en la fe y herética, e incluso de Anticristo al Papa; pero Cristo había prometido que su Iglesia no se corrompería, al menos en lo atinente a la fe; de donde debieron decir que Esta Iglesia visible y organizada, de quien decían horrores, no era propiamente la Iglesia de Cristo, porque Cristo fundó una Iglesia invisible formada de todos los que estaban en gracia de Dios; o conservaban pura la fe; o leían las Sagradas Escrituras; o simplemente habían sido predestinados por Dios para el cielo -como enseñó Calvino. Ciertamente es una gran tentación en tiempos en que la corrupción humana aparece demasiado en el Cuerpo de la Iglesia o quier en su Cabeza… es una gran simplificación decir: «Eso no es la Iglesia; la Iglesia somos Ud. y yo, que no hacemos esas porquerías… » Pero no se puede. Eso también es la Iglesia, peor para nosotros; ¡tant pis! Porque Cristo fundó una sociedad visible, con su Jerarquía y sus leyes, como las otras sociedades humanas. En estas parábolas lo vemos; y hay otros 10 ó 12 lugares en que Cristo designa o supone una agrupación con su Cabeza, sus Jefes, sus leyes, sus sanciones, sus ceremonias o sacramentos, sus Apóstoles y sus ministros o sacerdotes; como una ciudad sobre una colina (como era Jerusalén) que no puede dejar de verse. Los Santos Padres aproximan esta comparación de Cristo a la profecía de Isaías (II, 2) que dice:

«Y será en los últimos días

Preparado el monte de la casa de Dios

Sobre los otros montes

Y se elevará sobre las otras colinas

Y confluirán hacia él todas las gentes

E irán muchos pueblos y dirán:

 Venid subamos al monte de Dios

Y a la casa del Dios de Jacob

Y nos enseñará sus vías,

 Y caminaremos en sus caminos

Porque de Sión saldrá la ley

Y de Jerusalén el verbo del Señor». 

Estas palabras los santos las interpretan, de la Iglesia primero y de Jerusalén en sus últimos días, después: como «typo» y «antitypo». La primera interpretación es unánime, la segunda discutida. También Daniel habló de un Reino, comparado a una gran montaña, que sucedería para «in aeternum» a los cuatro imperios representados por las cuatro partes de la estatua de Nabucodonosor: oro, plata, bronce, hierro con barro; probablemente Caldea, Persia, Grecia y Roma.  Eran Reinos visibles, no invisibles; y el Reino que los sigue, procedente del guijarro que rodó «sin mano», es más visible aún. Por eso dijo un poeta argentino:

«Yo soy de una Ciudad que, como estrella,

Brilla en la noche sobre una alta loma  

Más antigua que el mundo y aún doncella

Grande a la vez Jerusalén y Roma.

 Su pie en la piedra, y su mirada bella

 La luz por sobre las estrellas toma.  

La Ciudad del Gran Rey, que es suelo y cielo.

¡Venid, vasallos que buscáis consuelo!»   

Ultimamente ha surgido una secta protestante llamada «movimiento vereano» que ha llevado al colmo el odio al sacerdocio y a la Iglesia Católica. Chesterton dice que del protestantismo quedan hoy solamente las dos raíces, el anticlericalismo y el «jingoísmo» (o patrioterismo: iglesia «nacional»): esas dos raíces están al aire en este «movimiento»; el cual profesa que Cristo no fue sacerdote hasta después de subido al cielo, y por ende, mal pudo «ordenar» sacerdotes en la tierra; y que el catolicismo es tan solo «una prolongación gangrenosa del Judaísmo», la Iglesia de Diotrefes (que fue un mal obispo del siglo 1 que persiguió a san Juan Evangelista, como vemos en su Epístola Tercera) en tanto que la Iglesia de Cristo y de Pablo… es invisible. Es protestantismo radical; y me dicen que hace grandes progresos en Inglaterra, EE. UU., y aun Francia. Yo vi aquí a uno de sus jefes y me dejó con la piel de gallina; no pude dormir en toda la noche; parecía demoníaco. Aunque algunos aplican la palabra de «la sal de la tierra» a todos los fieles, evidentemente Cristo la dirigió a sus primeros sacerdotes y a todos los venturos -y sólo por extensión y por su unión con los sacerdotes, a todos lo fieles; que por virtud de esa unión pueden llamarse también «sacerdotes», como los llamó san Pedro «Vosotros sois género electo, regio sacerdocio, gente santa, el pueblo adquirido, para que anunciéis el poder de Aquel que os llamó de las tinieblas a la luz admirable … » (1 Petr., I1,9)

«Vosotros sois la sal de la tierra. Buena es la sal; pero, si la sal pierde la salazón ¿con qué salaremos? No es ya buena para nada, ni para el campo, ni para abono (pues la sal no abona sino quema el campo). Uno la tira de casa a la calle (el basurero de los pueblos orientales) para que la pisen los que pasan». 

Un sacerdote corrompido de suyo es irremediable. A mí no me gusta llamar «renegados» o «apóstatas» a los sacerdotes que «cuelgan los hábitos» y se casan, si no atacan la fe: puede ser fragilidad humana y no reniego de la fe. Rosas hizo fusilar al cura Gutiérrez y a Camila O’Gorman (que es falso estuviera a punto de ser madre, como escribió José, M. Estrada) porque así lo mandaba taxativamente la ley, que él cumplía y hacía cumplir; pero hubiese hecho bien (quizás) en perdonar como Gobernador lo que juzgó justamente como Juez. Condenando a rajatabla a esos sacerdotes no-apóstatas puede cometerse allí una falta de caridad; pero si atacan la fe que profesaron y se convierten en feroces detractores de ella (como en aquel jefe vereano que dije) entonces ciertamente son renegados y apóstatas. El filósofo Kierkegaard, al final de su Tratado de la desesperación dice simplemente que son demoníacos. Que Dios nos tenga de su mano; y «el que está de pie, que cuide de no caer». «De gran pujada, gran baxada, y qui mé alt puja, de més alt cau… » -decía Jacinto Verdaguer. No son los sacerdotes apóstatas ni los sacerdotes burros lo que más daño hacen, sino los «mediocres» o tibios -dice León Bloy; y el poeta Baudelaire, hablando del cura Bournisien de Madame Bovary dice que no hay cristiano que no tenga que sufrir en su vida el choque con el «cura incompetente»… Yo no sé: conocí un sacerdote, Ismael Accensi, que era tan incompetente que yo pensaba no debería haber sido jamás ordenado; y en la guerra civil española lo trucidaron y murió como un héroe. Bien es verdad que Accensi, más bien que «mediocre» era (y que él me perdone desde el cielo) BURRO… Pero, Un bel morir tutta una vita onora… A un sacerdote se le puede quitar el ejercicio del sacerdocio; y eso justamente o bien injustamente; pero no se le puede quitar el sacerdocio. «Suspendidos a Divinis» estuvieron mucho tiempo san Felipe Neri, san Juan de la Cruz, y el Beato Oriol; y también el poeta Jacinto Verdaguer, que soportó ultrajes, atropellos y humillaciones de muerte de parte de sacerdotes honrados y aun «capelados», que prácticamente lo llevaron a la muerte; aunque «le devolvieron la misa» antes de morir -cuando ya casi no podía celebrarla. Estos fueron más sacerdotes entonces que cuando decían misa. Poco después de la muerte de Verdaguer aconteció en Cataluña la primera masacre de sacerdotes; las cuales llegaron a su colmo en la Guerra Civil española. Un pueblo cristiano respeta mucho a sus sacerdotes; pero también se indigna sobremanera de su mala conducta. El Concilio de Trento (ses.I, cap.IV) dijo que había que comenzar la reforma de las costumbres por la reforma de los sacerdotes MAYORES.
En la Argentina (aquí en Buenos Aires, digo) no se respeta mucho a los sacerdotes, según me parece; por lo menos a los sacerdotes pobres. A los que están arriba se los respeta, si están bien con el Gobierno; porque el argentino es respetuoso de la plata y del gobierno; pero los que tienen que ir por sí mismos al mercado… que cuenten lo que les ocurre. Mala seña para un país; o porque el pueblo bajo sea aquí malo y bajo, o porque la sal aquí ha comenzado a desazonar (no lo sé) -mala seña siempre.