Fe e Infidelidad

EL VOCABULARIO DE LA FE
Y
EL VOCABULARIO DE LA INCREDULIDAD

Las personas que tienen fe usan expresiones de lenguaje diferentes a las que usan aquellos que carecen de fe.

Por ejemplo, ante una situación difícil, el incrédulo dice:  “¿Por qué?” En cambio, el que tiene fe, y por ende sabe que todo lo que ocurre en su vida es parte de un plan perfecto trazado por Dios, se pregunta:  “¿Para qué?” Es decir, ¿con qué propósito Dios ha permitido que esto me ocurra?

Pues bien, una de las palabras que SOLAMENTE los que tienen fe pueden decir de corazón es la palabra “AUNQUE”, y voy a demostrárselo por medio de las Sagradas Escrituras.

EL REY DAVID era un hombre de tanta fe, que cuando se vio asediado por enemigos que venían a atacarlo y destruirlo, fue capaz de decir en el Salmo 27: 3: “AUNQUE un ejército me rodee, mi corazón no tendrá miedo”. Y en ese mismo Salmo, sintiéndose solo, dijo en el versículo 10: “AUNQUE mi padre y mi madre me abandonen, Tú, Señor, Te harás cargo de mí”.

LOS HIJOS DE CORÉ, que eran levitas dedicados al servicio del Templo en Jerusalén escribieron el Salmo 46, y en los versículos 1, 2 y 3, dijeron estas palabras: “Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; nuestra ayuda en momentos de angustia. Por eso, no tendremos miedo, AUNQUE se deshaga la tierra, AUNQUE se hundan los montes en el fondo del mar, AUNQUE ruja el mar y se agiten sus olas, AUNQUE tiemblen los montes a causa de su furia”. ¿Qué les parece?

JOB lo perdió todo en un solo día: sus bienes materiales, su patrimonio y sus diez hijos. Sin embargo, sus palabras fueron: “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. ¡Bendito sea el Nombre del Señor!” Y en el momento más crítico de su dolor, cuando su sufrimiento se había tornado insoportable y ni siquiera sentía el consuelo de la Presencia de Dios, dijo en el capítulo 13 y versículo 15 de su libro: “AUNQUE DIOS ME MATE, ME MANTENDRÉ FIRME”.

HABACUC era un profeta de Dios en Samaría. Le tocó vivir una época terrible de hambre, de escasez, de necesidades de todo tipo. Y allí, sentado en tierra, y contemplando toda aquella desolación, dijo estas palabras que encontramos en el Libro de Habacuc, capítulo 3, versículos 17, 18 y 19: “Entonces me llenaré de alegría a causa del Señor mi salvador. Le alabaré AUNQUE no florezcan las higueras ni den fruto los viñedos y los olivares; AUNQUE los campos no den su cosecha; AUNQUE se acaben los rebaños de ovejas y no haya reses en los establos. Porque el Señor me da fuerzas; da a mis piernas la ligereza del ciervo y me lleva a alturas donde estaré a salvo”.

En las Sagradas Escrituras hay muchos otros testimonios de este tipo, pero creo que estos son suficientes para hacernos reflexionar y ser más cautos, para no quejarnos de Dios porque no entendemos Sus planes.

Una religiosa que ya partió con el Señor, en medio de sus sufrimientos, solía decirle a Dios: “PADRE, NO TE ENTIENDO, PERO CONFÍO EN TI”.

Reynaldo