
PENSAMIENTOS DEL OBISPO QUE NO SE RETRACTA
En su último Comentario Eleison, Nº 375, del 20 de septiembre de 2014, Monseñor Williamson no se retracta de su grave error sobre el momento de contraer el pecado original.
Por esa razón, de ahora en más me referiré a él como «el Obispo que no se retracta».
Al error indicado, debemos sumar los anteriores, sobre los cuales nunca volvió sobre sus pasos: Motu proprio, levantamiento de las excomuniones, discusiones doctrinales con los romanos apóstatas…
Dejando esto de lado, destaquemos que el Eleison 375 retoma pensamientos del Obispo que no se retracta, ya expresados en otros tres. Dichos conceptos se fundamentan en la doctrina del Cardenal Pie y del Padre Calmel, a la cual adherimos y ya hemos publicado desde enero de 2010 en Radio Cristiandad.
Es importante destacar que esta línea de pensamiento es considerada por parte de sus adherentes como una opinión que inclina al sedevacantismo y al cisma.
Para facilitar la reflexión de los lectores, los publico una vez más, destacando en amarillo las frases que hacen referencia a dicha opinión.
**-**
Del Comentario Eleison 319, del 24 de agosto de 2013
Hoy en día, un número de almas católicas que mantienen la Fe católica están asustadas por la dirección que aún en el presente sigue tomando el liderazgo de la Fraternidad San Pío X y, debido a que ellas aprecian justamente cuanto han recibido de la Fraternidad durante las últimas décadas, desesperadamente desean una Fraternidad que la reemplace.
Están asustadas por la diferente visión de que su futuro consista en una red de focos de resistencia independientes, tipo maquis.
Estas almas pueden quedarse menos inquietas al saber que ésta fue la visión de un sobresaliente profeta y pionero del movimiento Tradicional, el Padre Dominico francés Roger-Thomas Calmel (1914-1975).
He aquí unas páginas, traducidas y adaptadas libremente del francés, de su Breve Apología de la Iglesia de siempre (páginas 48-51):
«No obstante cuán locamente la jerarquía Católica pueda comportarse, los Sacerdotes no pueden tomar el lugar de los Obispos así como tampoco los laicos pueden tomar el lugar de los Sacerdotes. Entonces, ¿pensamos nosotros en instaurar una gigantesca liga o asociación mundial de Sacerdotes y laicos Cristianos para que entren en diálogo con la jerarquía y los fuercen a restablecer el orden católico? Es una gran y conmovedora idea, pero es irreal. Eso es así porque cualquier tal grupo, queriendo ser un grupo de la Iglesia pero no siendo ni una diócesis, ni una arquidiócesis, ni una parroquia, ni un orden religioso, no encajará en ninguna de las categorías bajo las cuales y por las cuales la autoridad es ejercida en la Iglesia. Será una agrupación artificial, un artefacto desconocido para cualquiera de los grupos reales de la Iglesia que son establecidos y reconocidos como tales.
Así, como con toda agrupación de hombres reunidos, el problema de liderazgo y autoridad emergerá y, cuanto más grande sea el grupo, más nítido será el problema. Sin falta se reducirá a lo siguiente: siendo una asociación, el grupo debe resolver el problema de autoridad; siendo artificial (ningún tipo de grupo natural o sobrenatural que se le parezca), no puede resolver el problema de autoridad. Sub-grupos rivales emergerán rápidamente, la guerra devendrá inevitable y no habrá camino canónico para terminar o librar tal guerra.
Entonces, ¿estamos condenados a no poder hacer algo en medio del caos, a menudo un caos sacrílego? No lo creo. Primero, la indefectibilidad de la Iglesia garantiza que todo el tiempo hasta el fin del mundo, habrá suficiente de una jerarquía personal genuina como para mantener los sacramentos, especialmente la Eucaristía y los Ordenes Sagrados, y para predicar la una y única inmutable Doctrina de Salvación. Y, segundo, cualesquiera sean los defectos de la jerarquía real, nosotros todos, Sacerdotes y laicos, tenemos nuestra pequeña parte de autoridad.
Por consiguiente, que el Sacerdote capaz de predicar vaya hasta el límite de su poder de predicar, de absolver pecados y de celebrar la Misa Verdadera. Que la Hermana maestra vaya hasta el límite de su gracia y poder para formar niñas en la Fe, buena moral, pureza y literatura. Que cada Sacerdote y laico, cada pequeño grupo de laicos y Sacerdotes que tengan autoridad y poder sobre un pequeño fortín de la Iglesia y de la Cristiandad, vayan hasta el límite de sus posibilidades y poderes. Que los líderes y pupilos de tales fortines se conozcan entre sí y estén en contacto entre ellos. Que cada fortín protegido, defendido, entrenado y dirigido en sus oraciones y cánticos por una autoridad real, devenga tanto como sea posible una fortaleza de santidad. Eso es lo que garantizará la continuación de la Verdadera Iglesia y preparará eficazmente Su renovación cuando sea el buen tiempo de Dios.
Así, no tenemos que tener miedo, sino rezar con toda confianza y ejercer sin temor, de acuerdo a la Tradición y en la esfera que nos corresponde, el poder que tenemos, preparándonos así para el feliz tiempo cuando Roma volverá a ser Roma y los Obispos a ser Obispos».
**-**
Del Comentario Eleison 335, del 14 de diciembre 2013
Permítanme citar al Padre Olivier Rioult en su entrevista del 6 de Octubre en París (cf. EC 333) sobre otra cuestión, muy discutida dentro de la Resistencia Católica de hoy –la cuestión de una organización.
Se le preguntó al Padre Rioult si él pensaba en la posibilidad de implementar una nueva organización a nivel mundial, o si tendría que ser una cierta forma de asociación libre, un poco como la asociación de los sedevacantistas desde hace algunos años. He aquí su contestación, esta vez en sus propias palabras:
«En los próximos meses, podría crear una especie de asociación libre basada sobre la amistad con otros Católicos de la Resistencia, sean o no sedevacantistas, siendo el sedevacantismo para mí una opinión.
Pero la situación no está madura aquí y ahora para tal asociación.
En todo caso, todo lo que es católico, es nuestro. De tal manera que cualesquiera Católicos haya dispuestos a trabajar como Católicos y a resistir al Modernismo que tiene el poder dentro de la Iglesia, nosotros trabajaremos juntos. Por consiguiente, sí, a una especie de asociación amplia compartiendo el mismo bien común: la Fe, el culto de la Iglesia católica y la defensa de la Fe. Tener este mismo bien común puede crear amistad entre todos los grupos.
Pienso que en la medida en que nos aproximamos al fin de los tiempos, los Católicos tendrán siempre más que ser anarquistas, no en principio pero en la práctica. Con eso quiero decir que tendrán que enfrentarse a todos los poderes que sean, por la razón que estos habrán sido neutralizados, infiltrados o subvertidos, operando contrariamente al orden natural.
De aquí que, en la práctica, los Católicos tendrán que enfrentarse a todos poderes, sea en la Iglesia o en el Estado… porque habrán sido todos desviados de su fin, bajo la influencia Masónica… en todo caso al servicio del Príncipe de este mundo.
Por eso pienso que será muy difícil crear de ahora en adelante estructuras a nivel mundial.
El sacerdote francés Dominico, Padre Roger Calmel, tenía una visión muy clara de la situación. Ya desde 1970 decía que los líderes naturales en cualquier lugar tendrán que hacer resplandecer su ministerio cada uno en su lugar, estando reunidos por lazos sencillamente amistosos a los líderes de los otros lugares.
«En 1970, en la revista francesa «Itinéraires» (n 149), escribió:
‘El combate por la Fe tendrá que ser conducto por pequeños grupos rehusando entrar en cualesquiera organizaciones estructuradas o universales. Dentro de estos grupos, tales como una escuela pequeña, un convento humilde, un grupo de oración, una reunión de familias cristianas o la organización de una peregrinación, la autoridad es real y aceptada por todos… Todo lo que se precisa es que cada Católico vaya hasta los límites de su gracia y de su autoridad en la pequeña esfera que le corresponde ciertamente liderar, y de la cual se hará cargo sin tener por encima de él ninguna gran estructura administrativa que lo obligue a actuar'».
Si el Padre Calmel escribió eso en 1970 para las circunstancias de 1970, uno podría decir o que estaba viendo demasiado lejos en el futuro o que Monseñor Lefebvre, con la organización de la Fraternidad San Pío X, ha mostrado lo que era todavía posible en 1970.
Pero pienso realmente que el Padre Calmel tenía razón con el transcurso del tiempo. Se podría decir, observando lo que ocurrió a la Fraternidad el año pasado, que estaba destinada a tener los días contados.
Monseñor Lefebvre, como el Papa San Pío X, ha llevado a cabo una acción maravillosa de retaguardia, pero hay que observar cuanto menos el Arzobispo pudo realizar actuando 70 años después del Papa. Y ahora transcurrieron otros 40 años más desde el inicio de la obra del Arzobispo. En un mundo caminando hacia su ruina, la realización de la profecía del Padre Calmel no podía verse indefinidamente retrasada.
Estimados lectores, si nosotros deseamos no abandonar a Nuestro Señor, no tenemos otra opción más que prepararnos a la lucha.
En mi opinión, el Padre Calmel y el Padre Rioult están en lo cierto.
**-**
Del Comentario Eleison 363, 28 de junio de 2014
El Cardenal Pie (1815–1880) fue un gran hombre de Iglesia de la Francia del siglo 19no, uno de los grandes defensores de la Fe contra ese liberalismo que estaba devorando al mundo desde la Revolución Francesa (1789) en adelante. El Papa San Pío X mantenía sus obras en la cabecera de su cama y los leía constantemente.
Sin duda, el profundo asimiento que el Cardenal tenía de las ideas claves que conducen el mundo moderno, jugó un papel primordial en permitir que San Pío X obtuviera una remisión temporaria de 50 años, digamos desde 1907 hasta 1958, para la desahuciada Iglesia Católica.
¿Desahuciada? ¡Pero la Iglesia Católica no puede ser desahuciada! Cierto, por la protección de Dios durará hasta el fin del mundo (Mt.XXVIII,20), pero al mismo tiempo sabemos por la palabra de Dios que para ese entonces la Fe escasamente será encontrada en la tierra (Lc.XVIII,8) y que se le habrá dado a las fuerzas del mal el vencer a los Santos (Apoc.XIII,7).
Estas son dos citas importantes para tener presente en el 2014 porque todo alrededor nuestro hoy en día nos dice que los seguidores de Cristo deben estar preparados para una aparente derrota tras la otra, por ejemplo la caída de la Fraternidad San Pío X. Aquí está lo que el Cardenal Pie escribió sobre esta cuestión, ¡hace cómo 150 años!
«Luchemos, esperanzado contra toda esperanza, es lo que deseo decirles a todos los Cristianos pusilánimes, esclavos de la popularidad, adoradores del éxito y turbados por el menor avance del mal. Dado como ellos se sienten, por favor Dios que se les exima de las agonías del juicio final del mundo. ¿Es ese juicio cercano o está aún en la lontananza? Nadie lo sabe y no me aventuraré a anticipar una adivinanza. Pero una cosa es cierta, a saber, que lo más cercano que estemos al fin del mundo, lo más y más será que hombres malvados y engañosos ganarán ventaja. La Fe apenas se encontrará en la tierra, lo cual significa que habrá casi completamente desaparecido de las instituciones terrenales. Los propios creyentes apenas se atreverán a profesar su creencia en público o en la sociedad.
La división, separación y el divorcio de los Estados con respecto a Dios que para San Pablo era una señal profetizando el final, avanzará día a día. La Iglesia, aun permaneciendo siempre como una sociedad visible, estará más y más reducida a las dimensiones del individuo y del hogar. Cuando Ella principió dijo que Ella estaba encerrada y requirió siempre más espacio para respirar, pero a medida que Ella se aproxima a su fin en la tierra, así Ella tendrá que pelear una acción de retaguardia cada centímetro del camino, estando rodeada y cercada por todos los lados. Cuanto más Ella se desplegó en épocas previas, mayor será el esfuerzo que se haga ahora para cercenarla en tamaño. Finalmente, la Iglesia sufrirá lo que parece una verdadera derrota y a la Bestia le será dado el hacer la guerra a los Santos y vencerlos. La insolencia del mal estará en su punto máximo«.
Estas son palabras proféticas que día a día se vuelven más verídicas, para nada agradables de admitir, pero ancladas en la Escritura. Un sabio Anglicano (el Obispo Butler) dijo en el siglo 18vo, «Las cosas son lo que son. Sus consecuencias serán lo que serán. ¿Por qué entonces buscaríamos engañarnos a nosotros mismos?» Noten especialmente como el Cardenal prevé la imposibilidad de defender la Fe a una escala mayor que no sea simplemente la del hogar. No todos concuerdan en que hemos ya llegado a ese punto en el 2014.
**-**
Comentario Eleison 375, 20 de septiembre de 2014
Partiendo de argumentos contra el sedevacantismo por ser un error de corto alcance en una situación totalmente anormal, un amigo italiano (C.C.) adopta una visión de mayor alcance de esa situación. Sin ser sacerdote ni teólogo, él aventura la opinión que el sedevacantismo es meramente uno de varios intentos en la Iglesia de encajar la crisis de hoy en día en las categorías de ayer. Se trata de cambios no de la teología católica sino de la situación real a la cual esa teología debe aplicarse, porque esta situación fue sometida a un cambio radical con el Vaticano II. Aquí está el párrafo clave de él sobre esa realidad trastornada:
«Por su rechazo a la realidad objetiva de la existencia de Dios y de la necesidad de someterse a su Ley, el mundo moderno de hoy en día no es normal, y la actual unidad católica no es normal tampoco, por haber puesto al hombre en el centro de las cosas en lugar de a Dios. Tampoco es por un repentino brusco viraje que la Iglesia ha llegado a este estado anormal de cosas sino siguiendo un largo y complejo proceso de alejamiento de Dios cuyos efectos disruptivos se pusieron de manifiesto en el Vaticano II. Por cientos de años los gérmenes de la disolución han estado criándose dentro de la Iglesia al igual que los hombres alojando estos gérmenes, y a ellos se les ha permitido ocupar todos los rangos de la jerarquía hasta e incluyendo, la Sede de Pedro».
Mi amigo continúa que si uno falla en tomar en consideración esta anormalidad de conjunto del estado actual de la Iglesia, que es increíblemente pero ciertamente peor que nunca, uno corre el riesgo de tratar con una realidad que ya no existe más, con términos de referencia que no se aplican más. Así por ejemplo los sedevacantistas dirán que los hombres de Iglesia de hoy en día deben saber lo que están haciendo, porque son hombres inteligentes y educados. No es así, dice C.C.: la predicación y práctica de éstos pueden bien no ser más católicas, pero están convencidos que son totalmente ortodoxos. El mundo todo se ha vuelto loco. Ellos meramente se han vuelto locos con él, no por una pérdida de la razón sino por haber abandonado el uso de ella, y a medida que su fe católica sigue debilitándose hay siempre menos para pararlos de perderla completamente.
Pero entonces, uno puede objetar, Dios debe haber abandonado a Su Iglesia. En respuesta, C.C. recurre a tres citas de la Sagrada Escritura. Primero, Lc.XVIII, 8, donde Nuestro Señor se pregunta si Él siquiera encontrará Fe en la tierra cuando vuelva. Obviamente un pequeño remanente de sacerdotes y laicos (tal vez con algunos obispos) será suficiente para asegurar la indefectibilidad de la Iglesia hasta el fin del mundo (uno piensa en la dificultades actuales de la «Resistencia» para tomar forma). Del mismo modo, segundo, Mt.XXIV, 11–14, donde se prevé que muchos falsos profetas engañarán a muchas almas y la caridad se enfriará. Y tercero, Lc. XXII, 31–32, donde Nuestro Señor instruye a Pedro a confirmar en la Fe a sus hermanos después que él se ha convertido, sugiriendo firmemente que su Fe primero iba a fallar. Entonces casi toda la jerarquía puede fallar, incluyendo a Pedro, sin que la Iglesia cese de ser indefectible, un poco como cuando los Apóstoles todos huyeron en el Jardín de Getsemaní (Mt. XXVI, 56).
En conclusión, la visión de C.C. para la Iglesia de mañana o de pasado mañana se parece bastante a la del Padre Calmel: que cada uno de nosotros cumpla con su deber según su estado de vida y tome parte en construir una red de pequeños fuertes de la Fe, cada una con un sacerdote que asegure los sacramentos, pero de ahora en adelante sin inaplicable teología de la Iglesia, ni imposible de obtener aprobación canónica, ni con muros de separación caducos en cuanto que la Fe habrá podido fluir sobre ellos. Estos fuertes estarán unidos por la Verdad y tendrán contactos mutuos de caridad. El resto está en las manos de Dios.
Padre Juan Carlos Ceriani
