P. CERIANI: APOSTILLAS A LA CONFERENCIA DE M. WILLIAMSON EN BOGOTÁ – III

APOSTILLAS A LA CONFERENCIA DE

MONSEÑOR WILLIAMSON EN BOGOTÁ

III

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Si después de escuchar las referencias a las supuestas apariciones marianas en Akita, se tiene la paciencia de seguir la disertación de Monseñor Williamson, uno llega a lo que él llama la Sexta Época de la historia de la Iglesia, y se enfrenta con lo siguiente, desde 00:26:47  hasta  00:30:55:

Después del castigo, la Sexta Época.

Será muy posiblemente, muy probablemente, el triunfo del Corazón Inmaculado de María.

Y será después del castigo.

Dios habrá todo limpiado con el fuego. Mucho más que sólo una tercera guerra mundial. Tal vez, el castigo comenzará con la tercera guerra mundial; pero el castigo mismo será mucho más que sólo las pequeñas bombas atómicas. Para Dios, bombas atómicas son juego de niños. Su fuego será universal y terrible.

No tengamos miedo, pero vivamos en la gracia de Dios. Confesemos nuestros pecados, asistamos a la Misa, recemos cada día, y no tenemos que temer.

En cambio, cuando llegue el castigo, será el fin de la corrupción que amenaza cada día de corrompernos a nosotros mismos también.

Entonces, será el fin de la corrupción.

Pero no durará mucho tiempo.

En 1846, en una aparición aprobada por la Iglesia, aprobada por la Iglesia, La Sallete, Nuestra Señora en Francia, el gran secreto de La Sallete.

En este gran secreto, Nuestra Señora habla de la corrupción de nuestra época, y dice muchas cosas sobre nuestra época.

Habla brevemente de esta época y de la Séptima, que es la del Anticristo.

Entonces, del Cristo al Anticristo, un poco más de 2000 años.

Porque este triunfo del Corazón Inmaculado de María, Nuestra Señora dijo, en La Sallete, 25 años de buenas cosechas harán que los hombres olviden, van a olvidar el castigo, van a olvidar de nuevo a Dios, van a olvidar lo que han sufrido, van nuevamente a corromperse.

Entonces, 25 años de buenas cosechas, pongamos otros 10 años, no sé, ¿qué sé yo?, y llegamos al período del Anticristo, que es el peor de todos, es el fin del mundo, juicio universal.

Reino de tres años y medio del Anticristo y la persecución más terrible de toda la historia de la Iglesia.

Así como hay aquí una corrupción peor que todo lo que se vio antes, y un gran triunfo que sigue a la corrupción de hoy, todos podemos esperar este triunfo del Corazón Inmaculado de María, que está para llegar; que, aún sino no dura mucho, será…, todo el mundo será católico.

La China, la Rusia, la Inglaterra, todas estas naciones paganas van a convertirse de nuevo a la Iglesia Católica.

Tal vez lo que estamos viendo hoy en Rusia es una preparación de esta conversión total de Rusia.

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Aquí presento un resumen de las tres últimas Épocas de la historia de la Iglesia, según el pensamiento de Monseñor Williamson:

Quinta Época: de más o menos 500 años. Nuestra época.

Un castigo terrible tendrá lugar al final de esta quinta época y lavará al mundo.

Sexta época: La del triunfo del Corazón Inmaculado de María. La sexta época de la Iglesia será el triunfo más grande de todos los tiempos: el triunfo del Corazón Inmaculado de María. Habrá como una interrupción de la caída.

Los hombres serán muy buenos porque tendrán el Temor de Dios, que hoy casi ha desaparecido.

Pero la sexta época de la Iglesia no será larga. Veinticinco años de buenas cosechas y unos años más para que el Anticristo llegue.

Séptima época: La del Anticristo. El reino del Anticristo durará tres años y medio. Después de su muerte (hay un versículo de Daniel que permite pensarlo), entre su muerte y el fin del mundo habrá, quizás, unos cuarenta y cinco días de paz.

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Ustedes, estimados lectores, tal vez se pregunten: ¿Y cuál es el problema de este sistema? ¿Qué dificultad hay en aceptar esta explicación? ¿Qué ve, usted Padre Ceriani, que yo no veo? ¿No estará buscando una aguja en un pajar?

Trataré de explicarme.

Pero debo presuponer que los lectores se hayan tomado el trabajo de leer, comprender, reflexionar, meditar y resumir las palabras del Padre Lacunza que ya he publicado.

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Ante todo, se debe tener en claro que, entre las grandes dificultades y embarazos que halla el sistema expuesto por Monseñor Williamson, uno de ellos es la resolución de cierto problema en que las Escrituras se ven opuestas entre sí.

Esto se debe a que, hablando de un mismo suceso, unas afirman y otras niegan; unas aseguran con toda claridad y formalidad posible que una cosa sucederá infaliblemente, mientras que otras aseguran, con la misma formalidad, todo lo contrario.

No hay duda que esta oposición y enemistad de unas Escrituras con otras, sólo puede ser aparente; pues el Espíritu Santo no puede oponerse ni negarse a sí mismo.

Mas esta apariencia, ¿cómo la podemos reconocer en el sistema propugnado por Monseñor Williamson? Ardua cosa se nos pide… En realidad y justicia, es él quien debe resolver el problema que su sistema plantea… Pero esperar esto del señor Obispo, es cosa aún más ardua…

Pasemos, pues, a la explicación basada en el texto del Padre Lacunza:

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I): Muchas Escrituras nos aseguran, en términos formales y claros, que ha de llegar finalmente cierto día en que toda nuestra tierra, todos sus habitadores, sean benditos en Cristo; todos crean y esperen en Él; por consiguiente, todos sean cristianos, y buenos cristianos, unidos en una misma fe, animados del mismo Espíritu, y como una sola grey, simple, e inocente bajo el gobierno y dirección de un solo Pastor.

En todos estos lugares de la Escritura Santa, se debe observar, lo primero: la generalidad, o universalidad con que hablan de todo nuestro orbe, de todas las gentes, de todas las naciones, tribus o pueblos, de todas las cognaciones o familias, sin excepción alguna.

Lo segundo que se debe observar en los lugares referidos de la Escritura, es que no solamente anuncian la fe en Cristo de todos los habitantes de la tierra, sino, juntamente con la fe, una justicia universal, nunca vista ni oída en nuestra tierra.

Muchísimos doctores católicos (antiguos y no antiguos) han reconocido bien, han confesado y sostenido como una verdad innegable, este tiempo feliz en que, convertidas a Cristo todas las gentes de todo el orbe, reinará con Él universalmente una fe, una religión, una justicia, una concordia, o paz universal.

II): Ahora bien, como enseña San Pablo Apóstol, esto no había sucedido hasta su tiempo; y nosotros podemos añadir que ni hasta el nuestro: Mas ahora aún no vemos todas las cosas sometidas a Él.

Esta fe y justicia universal en toda la tierra, es ciertísimo que no se ha visto jamás en nuestra tierra; antes se ha visto siempre todo lo contrario.

III): Luego, si todavía no vemos sujetas a Jesucristo todas las cosas, deberemos esperar otro tiempo en que lo sean. Si se cree a los Profetas, es preciso decir y confesar que se ha de ver alguna vez.

¿Mas, cuándo?

Este tiempo felicísimo, nunca visto ni oído en nuestra tierra, ¿dónde se coloca?

IV): En el sistema de Monseñor Williamson, esta fe y justicia se colocan antes de la venida del Señor; pues después de ésta no se admite espacio alguno de tiempo, salvo, quizás, 45 días.

Pero esta aplicación se basa, no en los textos de la Sagrada Escritura, sino en apariciones y revelaciones privadas, dadas y confesadas, todas, por verdaderas y aprobadas por la Iglesia.

Es más, en el sistema de Monseñor Williamson, los textos escriturarios son analizados a la luz de esas supuestas revelaciones, y no a la inversa.

V): Ahora bien, según lo enseñado por los Evangelios y los escritos de los Apóstoles, ese tiempo felicísimo no puede ser colocado antes del Anticristo y de la Venida de Nuestro Señor.

VI): Luego, esas supuestas apariciones:


o son falsas


o no están bien interpretadas y aplicadas.

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Es evidente que nos toca a nosotros probar la quinta proposición: según lo enseñado por los Evangelios y los escritos de los Apóstoles, ese tiempo felicísimo no puede ser colocado antes del Anticristo y de la Venida de Nuestro Señor.

En una primera prueba, por el absurdo como se dice en filosofía, el Padre Lacunza da por admitido por un momento que este tiempo feliz haya de ser antes de la venida gloriosa del Señor, y considera las consecuencias necesarias que de aquí se siguen:

Primera: luego, antes de la venida del Señor, se habrán ya verificado plena y perfectamente todas las profecías que se refieren a ese tiempo feliz.

Segunda: luego, antes de la venida del Señor, ya se habrán convertido a Él todos los pueblos, todas las naciones, todas familias de toda la tierra.

Tercera: luego, antes de la venida del Señor, se habrá llenado toda nuestra tierra de la ciencia o conocimiento de Dios.

Cuarta: luego, antes de la venida del Señor, ya habrán sido todos los pueblos, tribus y lenguas y todos sus individuos, no solamente Cristianos, sino Cristianos excelentes, entrando también en este número todos los Judíos.

Quinta: luego, antes de la venida del Señor, ya habrá habido un siglo (o un tiempo determinado o indeterminado, pero muy grande) en que todos los habitadores de la tierra habrán servido y obedecido a Cristo, y todos habrán sido fieles, justos y santos, que es lo que anuncian las profecías.

Sexta: luego, en este siglo o tiempo feliz ya no habrá en todo nuestra tierra ni idolatría, ni superstición, ni falsa religión; ya no habrá herejías, ni cismas, ni escándalos, ni cizaña; no habrá siervos buenos y malos; no habrá vírgenes prudentes y necias; no habrá en la gran red peces buenos y malos; no habrá en fin lo que el mismo Cristo dice y asegura tantas veces que siempre ha de haber hasta que Él venga, sin faltarle ni un punto, ni un tilde.

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En una segunda prueba, para mostrar la dificultad en toda su luz, el Padre Lacunza confronta unas profecías con otras, para ver si, en el sistema defendido por Monseñor Williamson, pueden acordarse entre sí los Profetas con los Evangelios.

Para ello reduce a dos proposiciones lo que anuncian los unos y los otros sobre el punto particular de que ahora hablamos:

PRIMERA PROPOSICIÓN

Según las Profecías citadas en §1º

SEGUNDA PROPOSICIÓN

Según otras Profecías, principalmente los Evangelios

Antes de la venida del Señor, que esperamos, en gloria y majestad, se convertirán a Él todos los pueblos, tribus y lenguas, todas las cognaciones y familias de toda la tierra; todas adorarán al verdadero Dios; todas entrarán en la iglesia de Cristo; todas serán benditas en él; todas lo amarán, lo obedecerán, lo servirán; todas todo el día le bendecirán; todas saltarán de contento por su justicia; todas vivirán en mutua paz y en concordia admirable, uniéndose finalmente y besándose la justicia y la paz, dos enemigos irreconciliables hasta ahora; todas arrojarán de sí como del todo inútiles toda especie de armas ofensivas y defensivas: ni se ensayarán más para la guerra; todas en suma compondrán una grey mansa, pacífica, inocente, bajo el cuidado y dirección de un pastor mismo.

Antes de la venida del Señor, que esperamos en gloria y majestad (y en todo el tiempo que debe mediar entre su primera y segunda venida) aunque se predicará el evangelio por todo el mundo, mas no todas las gentes lo recibirán, sino pocas, comparadas con la muchedumbre.

Aun entre estas pocas que recibirán el evangelio, no todas lo observarán, cayendo frecuentemente el buen grano, una parte… junto al camino… otra… sobre piedra… otra… entre espinas; habrá entre ellas sin interrupción grandes y terribles escándalos, habrá herejías, habrá cismas, habrá apostasías formales; habrá odios mutuos, emulaciones, envidias y guerras sangrientas, e interminables; habrá costumbres antievangélicas, muchas de ellas, cuales ni aun entre los gentiles, y no pocas sentadas pacíficamente y miradas como justas, o a lo menos como indiferentes; habrá siempre una gran oposición y una guerra formal y continua entre la justicia y la paz; habrá sin cesar ya por una parte, ya por otra, ya por muchas a un tiempo vientos furiosos y tempestades horribles, con que la nave de Pedro será combatida de las ondas, y será necesario clamar diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos; habrá casi siempre una gran prosperidad en los caminos de los malvados, y una casi continua adversidad, tribulación y persecución en aquellos que quieren vivir piadosamente en Jesucristo; pues como anuncia el mismo Señor  Si a mí han perseguido, también os perseguirán a vosotros.

En una palabra: habrá siempre cizaña que oprima y no deje crecer ni madurar el trigo; y todo esto hasta la siega.

Nota importante: aprovecho aquí para corregir una errata deslizada en este punto del trabajo publicado del Padre Lacunza.

Allí donde, al término de la Primera Proposición, dice: No es esta la idea que nos dan las profecías que apuntamos en el párrafo primero.

Debe leerse: Esta es la idea que nos dan las profecías que apuntamos en el párrafo primero.

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Llegados a este punto, dice el Padre Lacunza: Todo lo que contiene esta segunda proposición se lee frecuentemente en los Evangelios y en los escritos de los Apóstoles, y nuestra larga experiencia nos ha enseñado siempre la verdad y divinidad de estas profecías. No las cito en particular, porque son cosas sabidas de todos; y cualquiera que lea las Escrituras del Nuevo Testamento, las encontrará a cada paso. No obstante, me parece conveniente no omitir del todo una, pues en ella se contiene y se explica, en breve, todo este misterio. Esta es la parábola de la cizaña.

En esta parábola, o profecía clarísima, propuesta y explicada por el mismo Cristo, se ve siempre sin interrupción la cizaña junta con el trigo, y siempre haciendo daño.

Pues habiendo propuesto los operarios al dueño del campo, que si le parecía irían a arrancarla, respondió: No… no sea que cogiendo la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer lo uno y lo otro hasta la siega, y en el tiempo de la siega diré a los segadores: Coged primeramente la cizaña.

La explicación que da el mismo Señor a esta parábola es esta: El que siembra la buena simiente, es el Hijo del Hombre. Y el campo es el mundo. Y la buena simiente son los hijos del reino. Y la cizaña son los hijos de la iniquidad. Y el enemigo, que la sembró, es el diablo: y la siega, es la consumación del siglo.

De manera que, desde la predicación de Cristo hasta la consumación del siglo, deberá estar siempre en el mundo el buen grano junto con la cizaña y mezclado con ella.

Con que, hasta la consumación del siglo, deberá suceder siempre constantemente lo mismo (poco más, o menos) que ha sucedido hasta la presente.

Con que, hasta la consumación del siglo, deberán estar siempre juntos y mezclados entre sí, los hijos del reino… e hijos de la iniquidad; y estos últimos haciendo siempre todo aquel daño que siempre hace la cizaña.

Si esto debe siempre suceder así hasta la consumación del siglo; si no se admite algún espacio de tiempo desde la consumación del siglo hasta el fin del mundo; antes se mira este espacio de tiempo como un error, o como un sueño, delirio y fábula, etc., decidme ahora: ¿cuándo y cómo podrán tener algún lugar decente todas aquellas profecías que quedan ya citadas, y tantas otras semejantes que pudieran citarse?

Volved a leerlas con alguna mayor atención; en ellas veréis, sin poder dudarlo, una fe y una justicia universal, no solamente en todas las naciones, sino también en todas las familias de todo el orbe. Veréis una suma paz y hermandad entre todas las gentes, sin inquietarse las unas a las otras, ni pensar en ejercitarse para la guerra: no alzará la espada una nación contra otra nación… ni se ensayarán más para hacer guerra. Veréis una sumisión y una obediencia general de todas las gentes, y de todos los reyes de toda la tierra, al Rey de los reyes y Señor de los señores: y todos los pueblos, tribus, y lenguas le servirán a él… todos los reyes de la tierra, todas las naciones le servirán… Y serán benditas en él todas las tribus de la tierra;
todas las gentes le engrandecerán… Y adorarán en su presencia todas las familias de las gentes. Veréis en el Evangelio a toda nuestra tierra como un solo aprisco, y un pastor. Veréis en suma una idea infinitamente ajena, y aun diametralmente opuesta a la idea que nos ofrecen estas dos palabras: trigo y cizaña.

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Ciertamente, Monseñor Williamson y sus seguidores responderán como el amigo del Padre Lacunza, Cristófilo: todo esto consta clara y expresamente de la Escritura Santa, y es preciso que uno y otro sea verdadero.

Y el Padre Lacunza les respondería: ¡Oh, qué verdad tan importante nos decís aquí! Uno y otro debe ser verdadero, porque así lo uno como lo otro consta expresamente de la Escritura Santa.

Mas, estimado Monseñor y vosotros, sus seguidores, si queréis que se hable de un solo tiempo, no es verdadero lo uno y lo otro, ni lo puede ser, pues la Escritura Santa no es capaz de anunciar para un solo tiempo que una cosa será y no será.

No tenemos que esperar una concordia sólida y firme entre unas y otras profecías, porque en vuestro sistema:

no hay más de un solo tiempo, esto es, el intermedio entre la Primera y la Segunda Venida del Señor;

la consumación del siglo, o la vendimia, o la mies, es lo mismo que el fin del mundo;

no hay que esperar otro tiempo, u otro siglo, u otra nueva tierra y nuevo cielo, después de la gran vendimia, después de la mies, después de la consumación del siglo, etc.

Más, si se hace la debida distinción entre tiempo y tiempo, como la hace la Escritura Santa, todo lo hallamos concorde, claro, fácil y llano.

Las cosas opuestas, diversas, enemigas entre sí, que no pueden concurrir en un mismo tiempo, sin destruirse las unas a las otras, ¿no podrán comparecer en diversos tiempos cada cual en el suyo propio?

Por lo tanto, si antes de la consumación del siglo, o de la vendimia, o de la mies, no puedan todas verificarse, ¿no podrán verificarse plenísimamente unas antes, otras después?

Este después, volvéis a replicar, ¡oh oráculo inglés!, y contigo todos vuestros seguidores, se hace durísimo el admitirlo, porque destruye desde los cimientos, vuestro sistema.

Bien, ¿y qué inconveniente halláis en esto?

Luego, admitid que vuestro sistema no es bueno, ni lo puede ser en ningún tribunal; pues ni es capaz de concordar unas Escrituras con otras, ni de concordarse con ellas mismas.

¡Y no saquéis a relucir supuestas apariciones ni falsas revelaciones!…

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Como para matizar con otros autores, más espirituales y seguros, si se quiere…, recordemos aquella parte de la Oración abrasada, de San Luis María Grignon de Montfort, toda ella eminentemente profética y apocalíptica (tengamos en cuenta que el Santo murió en 1716):

Acordaos, Señor, de esta Comunidad en los efectos de vuestra justicia.

Es tiempo de hacer lo que habéis prometido hacer.

Vuestra divina ley es transgredida; vuestro Evangelio abandonado; los torrentes de iniquidad inundan toda la tierra y hasta arrastran a vuestros servidores; toda la tierra está desolada; la impiedad está sobre el trono; vuestro santuario es profanado, y la abominación está hasta en el lugar santo.

¿Dejaréis todo, así, en el abandono, justo Señor, Dios de las venganzas?

¿Llegará a ser todo, al fin, como Sodoma y Gomorra?

¿Os callaréis siempre?

¿No es preciso que vuestra voluntad se haga en la tierra como en el cielo, y que venga vuestro reino?

¿No habéis mostrado de antemano a algunos de vuestros amigos una futura renovación de vuestra Iglesia?

¿No deben los judíos convertirse a la verdad?

¿No es eso lo que la Iglesia espera?

¿No Os claman justicia todos los santos del cielo: vindica?

¿No Os dicen todos los justos de la tierra: Amen, veni Domine?

Todas las criaturas, hasta las más insensibles, gimen bajo el peso de los innumerables pecados de Babilonia, y piden vuestra venida para restablecer todas las cosas.

¡Ay de aquellos que truncan el texto del Santo! Y de estos los hay tanto en la Neo-FSSPX como en la falsa resistencia…

Es totalmente claro que el triunfo debe venir por la intervención de Jesucristo en su Parusía.

Esto excluye el triunfo antes de la Parusía; porque, además, el triunfo es el Reino de Cristo sobre la tierra, después de la Segunda Venida.

El Santo identifica en sus escritos Parusía – Triunfo – Reino.

Quien no comprenda que San Luis enseña ésto, no comprende nada sobre la doctrina del Santo.

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Vengamos a una adaptación basada en el famoso Discurso del Cura Loco, de la novela Su Majestad Dulcinea, del Padre Leonardo Castellani:

El porvenir próximo del mundo depende de un problema teológico que puede resumirse en dos hipótesis:

Sea que Jesucristo debe venir para consumar su Reino juntamente con el fin del mundo.

Sea que Jesucristo debe venir para consumar su Reino antes del fin del mundo.

¿Cuál es la diferencia?

A) Si la Parusía, el Reino de Dios,
el Juicio Final y el Fin del Mundo son cosas simultáneas, es muy probable que antes de esa liquidación total se produzca una profunda purificación de la Iglesia por el dolor.

Luego tendrá lugar la manifestación del Espíritu Santo en grandes santos varones, un gran triunfo de la Iglesia, un período de oro para la religión cristiana y la conversión de Europa, y por ella del mundo.

Sería el último período, por cierto, en el cual se acaben de cumplir las profecías, principalmente la de la conversión del pueblo judío y la del único rebaño con el único Pastor.

Ese período no podrá ser largo; quizás el tiempo de una vida humana, quizás 15 o 25 años.

Y después volverán, con la fuerza incontrastable de la catástrofe, las fuerzas demoníacas tremendas que vemos en acción en estos momentos; entonces se afianzará la gran apostasía, sonarán las últimas trompetas, derramando las últimas copas; y tendrá lugar la tribulación magna, cual no la ha habido desde el principio del mundo acá, la persecución externa e interna a la vez hasta el grado de lo insoportable, que deberá ser abreviada para que no perezca toda carne.

B) Pero, si Cristo ha de venir antes, para vencer al Anticristo, y para reinar por un período en la tierra; es decir, si la Parusía y el Juicio Final no coinciden, sino que son dos sucesos separados (como creyeron la tradición apostólica y los Santos Padres más antiguos), entonces esa esperanza de un próximo triunfo temporal de la Iglesia, tan predicado por Monseñor Fleurette, no vale (ni tiene fundamento); ni tampoco todas las profecías particulares que se apoyan en ella.

En ese caso, la actual persecución irá aumentando hasta su máximum; entonces se afianzará la gran apostasía, sonarán las últimas trompetas, derramando las últimas copas; y tendrá lugar la tribulación magna, cual no la ha habido desde el principio del mundo acá, la persecución externa e interna a la vez hasta el grado de lo insoportable, que deberá ser abreviada para que no perezca toda carne.

No faltará quien pregunte: ¿Y el triunfo del Corazón Inmaculado de María?

Los que, como Monseñor Fleurette y sus nolentes, dicen que la Parusía coincide con el Fin del Mundo y con el establecimiento del Reino de Dios, enseñan que antes del reino del Anticristo tendrá lugar el triunfo del Corazón Inmaculado de María, que coincidirá con el período de esplendor de la Iglesia. Y que después volverán las tremendas fuerzas demoníacas. Entonces tendrá lugar la tribulación magna, se afianzará la gran apostasía, y se implantará el reino del Anticristo, aplastando el Reino de la Inmaculada (¡una especie de profecía del Génesis al revés!).

En cambio, los que dicen que Cristo ha de venir antes del Fin del Mundo, para vencer al Anticristo y establecer su Reino, enseñan que la actual persecución irá aumentando hasta su máximum. Entonces tendrá lugar la tribulación magna, se afianzará la gran apostasía, se implantará el reino del Anticristo y la Santísima Virgen vendrá a aplastar la cabeza del dragón infernal (como está profetizado en el Génesis) y a preparar el Reino de su divino Hijo con el triunfo de su Corazón Inmaculado (como enseña San Luis María Grignon de Montfort.

Por lo tanto, el porvenir próximo del mundo depende del problema teológico del momento de la instauración del Reino de Cristo.

Que el Reino de Cristo debe de venir, es de fe; y lo pedimos todos los días en el Padrenuestro…

Que todas las cosas deben de ser restauradas en Cristo, nos lo enseñan San Pablo y San Pío X…

Que la creación toda entera será redimida, y al presente gime con dolores de parto hasta que se manifiesten los hijos de Dios que han de restaurarla, lo dice San Pablo…

Que el Corazón de la Santísima Virgen triunfará, nos lo asegura nuestra Madre en Fátima…

Por lo tanto, lo que se discute es el orden en que esas cosas sucederán.

Y esa discusión, en definitiva, gira en torno a la exégesis que se hace de las Sagradas Escrituras y de la Tradición, al uso (correcto o indebido) de las verdaderas revelaciones privadas, y a un falso mesianismo (temporal, carnal y judaico).

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Veamos en un paralelo las dos posiciones en juego, con sus partes comunes en el centro:

TABLA

Concluyamos con San Luis María Grignon de Montfort:

¡Ay! ¿Cuándo llegará ese tiempo dichoso, dice un santo varón de nuestros días, ferviente enamorado de María, cuándo llegará ese tiempo dichoso en que Santa María sea restablecida como Señora y Soberana en los corazones, para someterlos plenamente al imperio de su excelso y único Jesús?

¿Cuándo respirarán las almas a María como los cuerpos respiran el aire?

Cosas maravillosas sucederán entonces en la tierra, donde el Espíritu Santo al encontrar a su Esposa como reproducida en las almas vendrá a ellas con abundancia de sus dones y las llenará de ellos, especialmente del de sabiduría, para realizar maravillas de gracia.

¿Cuándo llegará, hermano mío, ese tiempo dichoso, ese siglo de María, en el que muchas almas escogidas y obtenidas del Altísimo por María, perdiéndose ellas mismas en el abismo de su interior, se transformarán en copias vivientes de la Santísima Virgen, para amar y glorificar a Jesucristo? Ese tiempo sólo llegará cuando se conozca y viva la devoción que yo enseño.

Ut adveniat regnum tuum, adveniat regnum Mariæ!

¡Señor, a fin de que venga tu Reino, que venga el Reino de María!

Padre Juan Carlos Ceriani