OSKO: EN LA ANTESALA DEL ODIO

torbellino-de-condenadosEN LA ANTESALA DEL ODIO

Al poder judeo-masónico se ha rendido la humanidad entera; se ha rendido a sus promesas paradisíacas. Si hacemos una síntesis de la lucha del poder judío, debemos decir que ellos han estado esperando por siglos y centurias lo que Dios les prometió y que ellos se tomaron en sentido meramente carnal; así es entonces… van a dominar al mundo y probablemente un judío los va a conducir a lograrlo sirviéndose de la cristiandad derrotada y de una falsa Iglesia.

Y un Falso Profeta les señalará a «su» mesías. «El otro».

Ya se los señala, ya reina; en sus corazones, de donde han expulsado el Espíritu Santo para hacer lugar al anticristo, y donde le han construido su Trono.

Y detrás de todo este aparataje que funciona siempre en la misma dirección revolucionaria e impía, está el Adversario que con sus artimañas susurra en el oído de estos hombres la perfidia y el error; y ellos le hacen caso, que es lo más grave.

Han bloqueado sus corazones a la Verdad.

Por eso es tan grave la omisión de los que debieran haber guiado a la Iglesia para que anunciara la Verdad a las naciones, «Siempre y en todo lugar».

Lo que dejaron de hacer, desobedeciendo de este modo el mandato de Dios y suprimiendo lo que se les ordenó hacer: «Corregir al que yerra» y «enseñar al que no sabe».

Muchas almas van a ir al infierno por su culpa y allí se encontrarán cara a cara con aquellos que no les mostraron el ERROR, aquellos que debiendo hacerlo sin embargo no les enseñaron los medios para salvarse.

Aquellos con los que compartieron «jornadas de reflexión», «encuentros ecuménicos», comunicando en lo sagrado.

Ay de los pastores. Ay de aquellos pastores que debiendo gritar callaron por amar al mundo, el aplauso del mundo, o sus pompas, privilegios y placeres.

Pobres almas que prefirieron la paz del mundo a la Pax Christi.

A ellos los perdidos para siempre les mostraran su odio eterno por considerarlos en parte culpables de su definitiva desgracia:

«Debiste enseñar; debiste señalar el error; debiste decir que sin LA FE era imposible agradar a Dios, pero no lo predicaste; preferiste hacerte amigo de los que adorábamos falsos dioses; preferiste el aplauso cuando tu deber era el oprobio y el desprecio del mundo por predicar LA VERDAD, pero elegiste el halago del mundo, el aplauso… era más fácil».

Yo no estaría condenado si hubieras estado dispuesto a morir por la VERDAD. Era tu deber, como el mío era aprender e informarme, era mi deber saber y conocer la verdadera religión, pero tú no hiciste nada para ayudarme en esto».

No me enseñaste; no me corregiste. Debí odiarte antes, por tu bien y por el mío. Yo debí odiarte antes por anunciarme la Verdad, pero no lo hiciste.

Te odio ahora por no haberlo hecho.

Y ahora es «por siempre jamás».