BIOGRAFÍA DE MONS. LEFEBVRE POR MONS. TISSIER DE MALLERAIS: EL INTERCAMBIO EPISTOLAR

SEGUNDA ENTREGA

 

Publicamos a continuación las dos primeras cartas entre el P. Basilio Méramo y Mons. Tissier de Mallerais referidas a lo que hemos contado sobre la biografía de Mons. Lefebvre aquí.

Retomamos con la primera carta del P. Méramo que ya hemos mostrado:

 

PRIMERA CARTA DEL P. BASILIO MÉRAMO A MONS. TISSIER DE MALLERAIS

Bogotá, 11 de diciembre de 2002

Estimado Monseñor Tissier de Mallerais

Con una gran sorpresa he leído en su libro “Marcel Lefebvre, una vida”, que él ha firmado la promulgación de los documentos Dignitatis humanae (sobre la libertad religiosa) y Gaudium et spes.

Usted atribuye a una falta de memoria o a un error que él afirma en varias ocasiones no haber firmado.

Pero lo que está en juego no es una simple falta de memoria; se trata de algo que tiene un significado de orden doctrinal, puesto que esto mostraría una contradicción en el juicio que Monseñor Lefebvre habría hecho sobre los documentos del Concilio Vaticano II, que son en sí mismos inadmisibles.

Monseñor Lefebvre ha guardado siempre una inteligencia y una memoria muy lúcidas, incluso hasta su muerte. Siempre distinguió entre la lista de prelados asistentes a la sesión de votación y la votación en sí misma, que no firmó. Monseñor Lefebvre decía que no había firmado dos documentos del Concilio Vaticano II: Dignitatis humanae y Gaudium et spes, pero sin embargo que había firmado el acto como miembro asistente.

Por lo tanto, ningún miembro de la Fraternidad tiene autoridad para afirmar otra cosa y aún menos decir que él ha firmado los dos documentos en cuestión, con la contradicción de apoyarse sobre hechos irrecusables pero que restarían abiertos a otras interpretaciones más plausibles.

Incluso si se trata de una lista de la promulgación de los documentos indicados, habría que distinguir entre una lista de promulgación (activa de todos juntos) y una lista de prelados invitados a reconocer el hecho de la promulgación ya hecha por el Papa (por lo tanto, firmado por Monseñor Lefebvre á regañadientes por obediencia y sumisión).

Hablar de una falta de memoria o de una confusión, incluso involuntaria, arroja la sombra sobre la imagen de Monseñor Lefebvre en punto doctrinal tan delicado.

Basarse sobre hechos dichos irrecusables, como usted lo señala, permaneciendo abierto a otras interpretaciones más plausibles, es una contradicción.

Debo confesar que no puedo ser sino muy indignado de leer tales cosas proviniendo de Su Excelencia, discípulo tan cercano de Monseñor Lefebvre.

Espero que usted tenga la oportunidad releer esas líneas de su libro para hacer eco de los hechos que acabo de subrayar.

En una unión de oraciones,

Basilio Méramo, Presbítero

 

PRIMERA CARTA DE MONS. TISSIER DE MALLERAIS

 

Ecône, 24 de diciembre de 2002

Estimado Padre y amigo,

Me ha llegado su fax del 11 de diciembre y recién tuve conocimiento del mismo a mi regreso de la India, el 23 de diciembre.

Comprendo su santa indignación y su preocupación doctrinal. Ciertamente, firmar la promulgación de esos dos textos conciliares muy malos y erróneo es, de parte de aquel que siempre los ha combatido, antes y después, una actitud sorprendente.

He querido explicar esta actitud sin aceptar cerrar los ojos o los hechos.

Estas listas de padres firmando los unos después de los otros, hojas volantes que circulaban en las filas de la asamblea conciliar después de los último votos, no pueden de ninguna manera ser simples hojas de presencia, puesto que Monseñor Lefebvre firmó también por Monseñor Grimault, a quien representaba y estaba ausente.

Usted parece creer que pudo haber dos hojas sucesivas: una de promulgación (de cuatro documentos agrupados) y una de reconocimiento del hecho de la promulgación ya realizada.

Pero esta distinción es imposible, puesto que los prelados no podían promulgar sino después del Papa, haciendo suyo el juicio que había prevalecido en su cabeza, es esto lo que resulta de mis explicaciones.

Por devoción filial respecto de Monseñor, no evoqué sino una falla de memoria o de confusión; no quise acusar a nuestro fundador de contra-verdad o de mentira.

Quiera recibir, estimado Padre, la seguridad de mi preocupación por la entera verdad y por la más escrupulosa piedad filial.

 

Monseñor Tissier de Mallerais

 

SEGUNDA CARTA DEL P. BASILIO MÉRAMO

Bogotá, 25 de enero

Estimado Monseñor Tissier de Mallerais,

 

Acabo de recibir su respuesta a mi carta, y le agradezco su amabilidad.

Quizás no me expresé con demasiada claridad como hubiese deseado.

No quería hablar de dos listas de promulgación, sino de dos maneras de considerar la única lista de promulgación:

  • a) de una manera activa, promulgando todos (el Papa y los obispos juntos);
  • b) de una manera pasiva, todos los obispos son invitados a firmar (aceptar, adherir, aprobar, etc.) la promulgación ya hecha por el Papa solo.

Para mí está claro que se trata de la segunda explicación y de ninguna manera de la primera, porque como usted mismo lo dice: «una vez que un esquema había sido promulgado por el Papa ya no es un esquema, sino un acto magisterial, y así cambiaba su naturaleza» (p. 333 [nota de la Redacción: edición española, p. 346]); promulgación sobre la cual, por otra parte, uno podría discutir la naturaleza y el valor doctrinal.

Por lo tanto, no es lo mismo votar «por», o firmar la proclamación hecha por todos (activa y formalmente); que firmar una promulgación ya realizada por el Papa (activa y formalmente) solo – el cual después pide a todos plegarse haciéndolos firmar, lo cual Monseñor Lefebvre hizo a regañadientes –, si los documentos no son falsos, como él mismo lo sugiere.

Decir, por lo tanto, simplemente, que Monseñor Lefebvre «firmó finalmente la promulgación de la declaración Dignitatis Humanae» sin añadir nada, es falso y contradice lo que él mismo ha dicho en muchas ocasiones contra sus enemigos.

Adjunto algunas líneas de un artículo publicado en «Le Sel de la Terre» Nº 2 a propósito de la Declaración Dignitatis Humanae y la conducta de Monseñor Lefebvre, página 25, nota 56:

«Poseemos algunas cartas de Monseñor Lefebvre al respecto. A continuación presentamos extractos:

«¡Que Ella (la Santísima Virgen) confunda a aquellos que por sus mentiras y su malicia buscan a todo precio humillarnos y hacernos pasar por mentirosos y “lelos”! (…) Si hubiéramos fallecido los dos, tanto Monseñor de Castro Mayer como yo mismo, sería fácil hacernos mentir, pero en vida, es un poco temerario. Pueden imaginar lo que quieran, nunca podrán hacer creer que hemos votado en el Concilio varios documentos juntos, y nunca podrán probar que «non placet» significa «placet. Los Padres del Concilio nunca habrían aceptado que la manera de votar fuese tan ambigua que pudiese a continuación hacer decir «Sí» a quienes dijeron «No». ¡Aquello no era una Asamblea de imbéciles!…

Se necesita una seria dosis de falta de honestidad para abocarse a la tarea de demostrar que el «non placet» de los Padres del Concilio terminó convirtiéndose en un «placet». ¿Y por qué no a la inversa? Es necesario enfrentar espíritus desviados como los del Padre XX y el Padre YY, que prueban por su propia actitud que su «placet» puede convertirse en un «non placet» y viceversa» (14 de junio de 1990).

«La lista de firmas de los Padres cuyos nombres están en el volumen IV, parte VII, p. 804 de los documentos del Concilio indican simplemente los Padres que estuvieron presente (o representados NDLR) en San Pedro cuando fueron presentados sucesivamente les 4 decretos (sobre la Libertad religiosa, la Actividad misionera, el Ministerio de los sacerdotes, la Iglesia en el mundo). Es necesario tener mala fe para interpretar estas firmas como aprobaciones de los 4 decretos juntos. Es absurdo pensar que se pueda firmar, aprobar o rechazar 4 decretos juntos. (…) Es evidente, y siempre lo hemos afirmado, que Monseñor de Castro Mayer, Monseñor Sigaud y yo mismo votamos en contra de la Libertad religiosa y de la Iglesia en el mundo. Haciéndonos pasar por mentirosos, falseando los documentos, se puede juzgar la deshonestidad del Padre XX y la de aquellos que se apresuran a reproducir sus mentiras.» (1º de junio de 1990).»

“Dios es testigo de que nos hemos negado a firmar estos dos decretos. ¡Si hay alguien que puede recordarlo, soy yo, y no estos jóvenes que apenas habían nacido cuando fue el Concilio!…» (20 de abril de 1990).”

Además, ¿cómo explicar el reproche que Pablo VI hizo a Monseñor Lefebvre con ocasión de la audiencia de 1976? Se puede leer en «Le Sel de la Terre» No 2 respecto de la Declaración Dignitatis Humanae y la conducta de Monseñor Lefebvre, página 26:

«En el momento de la audiencia que le ha concedido en 1976, el Papa Pablo VI ha reprochado a Monseñor Lefebvre por no haber dado esta firma. ¡El Papa había hecho buscar en los archivos antes de la audiencia! Evidentemente no hubiese tenido nada que reprochar a Monseñor Lefebvre, si este hubiese dado a continuación una segunda firma que habría significado su aprobación del texto, como lo presenta el Padre de Blignières»

En unión de oraciones

Padre Basilio Méramo

 

SEGUNDA CARTA DE MONS. TISSIER DE MALLERAIS

Ecône, 27 de enero de 2003

 

Estimado Padre,

En respuesta a su amable fax del 25 de enero, puedo decir que progresamos hacia una más justa apreciación de la firma de Monseñor Lefebvre.

Las explicaciones de su fundamento, aunque embrolladas, manifiestan que Monseñor Lefebvre no consideró su firma como una media vuelta o una denegación de su non placet.

Por otra parte, los hechos bien establecidos nos hacen distinguir:

1)      El voto non placet considerando separadamente DH y GS [NDLR: Dignitatis humanae y Gaudium et Spes]

2)      La firma puesta sobre la gran hoja “ego….” por sí mismo, luego, debajo, por Monseñor Grimault.

Creo que nuestro cofrade, el Padre Patrice Laroche, doctor en derecho canónico, explica bien esta firma.

Ella no es, dice, una aprobación personal por Monseñor Lefebvre de DH y GS, sino solamente su adhesión obligada al acto de declaración por el papa, cabeza del colegio conciliar; o más bien, ella es la expresión escrita de esta adhesión al acto de declaración por el papa, acto que incluye la adhesión de todos los padres conciliares.

De la misma manera, dice el Padre Laroche, que con ocasión de un juicio de un proceso de nulidad de matrimonio, los tres jueces deben firmar todos, incluso si uno de ellos votó de modo contrario a los otros dos, igualmente… [NDLR: hay dos líneas que no se alcanzan a leer, pero se entiende el sentido de la frase, que aclaramos nosotros] todos los padres conciliares debían firmar, pero esta firma no implicaba la aprobación de un esquema que Monseñor Lefebvre acababa de rechazar por su voto, sino su adhesión jurídicamente requerida al acto colegial de pronunciamiento y declaración del documento, convertido por la declaración del papa, en documento magisterial.

Un solo matiz: la obligación es estricta con ocasión de un proceso matrimonial, ¿no lo es con ocasión de un concilio? ¿Qué piensa usted?

Que Dios lo bendiga

Vuestro servidor

Monseñor Tissier de Mallerais

TERCERA CARTA DEL P. BASILIO MÉRAMO

 

Bogotá, 22 de marzo de 2003

Estimado Monseñor Tissier de Mallerais,

Perdone la demora en responderle, pero la consagración de la capilla y los viajes me han impedido escribirle antes.

Usted me pregunta: ¿por qué Monseñor Lefebvre ha firmado? Creo que a causa del peso de la autoridad del Romano Pontífice, debido a la presión moral que el Papa Pablo VI osó hacer al promulgar solo el documento sobre la libertad religiosa, exigiendo después a los obispos sus «firmas de acuerdo» con el acto que había hacho.

Acto, para mí, abusivo, debido a que en un Concilio Ecuménico un Papa no actúa unilateralmente, «ex cathedra» solo, hay un consenso y la unanimidad de todos, y el Papa es el último a firmar, porque el magisterio del concilio es colegial (del Colegio Episcopal), y no del Papa solo (ex cathedra): él invirtió el proceso.

Acto abusivo, porque la autoridad del Papa no es para imponer el error: se trata de toda una concepción voluntarista de la autoridad, que es siempre para el bien y la verdad, para el bien común, y no para un capricho.

Para mí, mirando la cosa sin este peso moral de las circunstancias y del Papa rodeado por todos los obispos, habría que haberle manifestado que un Papa no puede imponer el error (incluso sin que exista herejía, lo cual sería peor aún).

Y si se considera este acto del Papa como investido de la infalibilidad, un acto del Papa solo, menos todavía, ya que excluye cualquier error, y no sólo la herejía.

Además, un Concilio Ecuménico que no sea infalible es una contradicción porque, si es verdaderamente ecuménico, es por naturaleza infalible; y si se quiere un Concilio Ecuménico no infalible, no es en absoluto un Concilio Ecuménico, sino una simple reunión eclesiástica.

[NDLR: Sigue una consulta sobre otra cuestión de teología moral]

En unión de oraciones,

Basilio Méramo, Presbítero

TERCERA CARTA DE MONS. TISSIER DE MALLERAIS

Ecône, 8 de abril de 2003

Estimado Padre,

[NDLR: comienza por una respuesta a una consulta sobre teología moral]

Le agradezco sus anotaciones sobre la firma de DH [NDLR: Dignitatis humanae] por Monseñor Lefebvre; ciertamente corregiré el pasaje, si una tercera edición es emprendida; pero esto no sucederá sino dentro de muchos años.

Ciertamente, por su firma, Monseñor Lefebvre no expresó una aprobación; por otra parte, las firmas no tienen necesariamente esta significación.

Vuestro cordialmente servidor en Nuestro Señor

Monseñor Tissier de Mallerais

Un comentario sobre "BIOGRAFÍA DE MONS. LEFEBVRE POR MONS. TISSIER DE MALLERAIS: EL INTERCAMBIO EPISTOLAR"

  1. Observo recién ahora este interesante intercambio epistolar entre S. E. Mons. Tissier de Mallerais, autor de una biografía de Mons. M. Lefevbre, y el P. Basilio Méramo, la cual parece hallarse guiada por la necesidad de esclarecer este punto de inmenso interés en la vida del fundador de la FSSPX.
    Es mi parecer que ambos están en lo justo y ambos se equivocan un poquito. Y no es la mía una posición relativista, sino el fruto de una experiencia de varias décadas en cuestiones administrativas y judiciales de cuño romano, de la misma clase del que se emplea en la Santa Sede y en multitud de situaciones e instituciones a lo ancho del el mundo.
    Veamos:
    Cuando se realiza un acto del que participan varias personas con distinto parecer, por caso, una Asamblea o la reunión de cualquier cuerpo colegiado, de ordinario la asistencia se registra previamente en un acta separada o en un libro especial que se lleva con ese único fin, o en un lugar separado de la misma acta, como por ejemplo, un margen del libro actuario o en un aparte anterior al Acta.
    Cuando al cabo de la reunión se realiza una votación y se redacta el acta final con el resultado de la deliberación, las cuestiones propuestas y la votación final con la resolución adoptada según el régimen de mayorías que convenga a ese cuerpo, y cualquiera que sea el sentido en que cada participante haya votado, es costumbre universal firmarla todos los asistentes que participaron, cualquiera que hubiera sido su postura -ya afirmativa,ya negativa- sobre la cuestión propuesta.
    En algunos casos de poca importancia, es usual firmarla sólo alguno de los asistentes para testimonio (de ordinario son seleccionados al comenzar el acto, de modo que igual firmarían el Acta final aunque hubiesen votado en contra de la decisión mayoritaria) y basta con el registro de asistencia y el contenido del acta misma para dejar constancia de las circunstancias de hecho y jurídicas que han jalonado la reunión. Esto, con ser lo más frecuente, por ejemplo en el caso de actas de Asambleas de sociedades comerciales, asociaciones o cuerpos colegiados en general, no es lo corriente en el caso de congregaciones importantes, o excepcionales o extraordinarias, sea por la jerarquía de quienes encabezan la reunión -v. gr. el Romano Pontífice, o un monarca- o por la naturaleza misma del acto -actos fundacionales o disolventes- o por la materia que se trata.
    La firma de todos los asistentes suele ser, pues, una solemnidad extra que muestra la importancia de algún aspecto del acto o el respeto que éste merece por sí mismo. En algunos casos, no se trata solamente de una mera muestra de cortesía o del aprecio por la cuestión tratada, sino que la firma de todos los participantes viene exigida por el derecho para considerar válida la resolución que contiene el Acta; así, el caso de la fundación de un ente asociativo en la mayor parte de los regímenes jurídicos occidentales; es prácticamente unánime exigir esta solemnidad cuando el cuerpo colegiado se ha auto-convocado para sesionar y se ha omitido cursar los avisos legales.
    En todos estos casos, la firma del Acta por todos los asistentes con voz y voto que hayan participado de la Asamblea es cuestión que viene obligada -por la ley o la costumbre-; por eso la subscripción del Acta donde se dejó asentado cómo se resolvió determinada cuestión, no contradice un voto previo negativo, ni puede interpretarse de ninguna manera como un signo de la variación del criterio que pudo haberse expuesto durante la Asamblea, ni menos todavía como una renuncia o revocación del voto que fuera dado y que, de ordinario, consta sólo como un número más dentro de un cómputo general e innominado. Como tampoco es usual mencionar la forma en que vota cada participante, sino que lo corriente es exponerse únicamente el resultado del recuento de votos por la afirmativa o por la negativa, y los votos modalizados si los hubo, tampoco consta en el acta cómo ha votado cada integrante de la Asamblea.
    Por ejemplo: «Placet, tantos votos; non Placet, tantos otros; Placet juxta mo. tantos otros votos».
    Se pueden dar innumerables ejemplos de esta costumbre y, para probarlo, bastarían para ejemplo las Actas de declaración de Independencia de muchos paises americanos, que están firmadas por todos los asistentes, inclusive por aquellos que no han votado como la mayoría e inclusive, por quienes han votado contra la mayoría. O los millones de actas de Asambleas de cualquier cuerpo colegiado.
    Monseñor Lefebvre parece haber dicho que se vió obligado moralmente a firmar el Acta de la Asamblea donde se votaron DH y GS por la fuerza de coerción moral que le imponía el hecho de haberla aprobado primero el Santo Padre. En vista de lo dicho, no veo que deba existir contradicción alguna entre la firma del acta y el voto negativo previo, ni me parece impropio que haya continuado después su lucha contra los errores que denunciaba.
    Espero haber colaborado en la comprensión de este delicado punto de la vida de Monseñor; vida admirable, por tantas razones.
    Cordialmente
    L. b-C.

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