Meditaciones para el Mes del Sagrado Corazón de Jesús

Extractadas del libro

AMOR, PAZ Y ALEGRÍA”

Mes del Sagrado Corazón de Jesús según Santa Gertrudis.

Por el R. P. Dr. André Prévot, de la Congregación Sacerdotes del Corazón de Jesús

DÍA 22

La víctima de deseos

(Continuación)

IV. DESEOS UNIVERSALES Y PERPETUOS PARA TODOS

Un día en que se leían en el Evangelio estas palabras: «Simón, ¿me amas tú? Apacienta mis ovejas “, Santa Matilde quedó extasiada en la presencia del Señor, Quien le dijo: «Yo también quiero preguntarte como a mi apóstol, y tú me responderás con la sinceridad de tu corazón: ¿Hay en el mundo algo tan amado para ti que no quisieras abandonarla por Mi Amor?”.

La santa respondió: «Señor, Tú sabes que si todo el mundo fuera mío con todo lo que contiene, lo abandonaría todo por tu Amor”.

Y el Señor aceptó esta buena voluntad como si en efecto ella hubiera sido dueña del mundo y todo lo hubiera sacrificado todo por Él. El Señor le preguntó por segunda vez:«¿Hay algún trabajo o algún acto de obediencia que quisieras ejecutar por mi Amor?”.

Ella respondió: «Señor, estoy lista para hacer todo por tu amor”.

Repuso el Señor: «¿Hay algún trabajo tan grave, que rehusaras soportarlo por mi Amor?”.

Responde ella: «Señor, Contigo y por Ti, estoy pronta a soportar todos los trabajos.»

También aceptó el Señor esta buena voluntad como si fuera un trabajo soportado. Luego añadió: «En retorno, he aquí tres tipos de hombres que te recomiendo: los sencillos, figurados en la simplicidad del cordero, para que los instruyas en mi Amor; después aquellos que están en la aflicción y en el desprecio, figurados por la dulzura del cordero; en fin la Iglesia toda entera, figuradas por las ovejas, para que atraigas sobre ella mi Misericordia, por medio de tus deseos perseverantes y súplicas infatigables».

Aquí está la Santa encargada por el Señor para proveer a las necesidades de toda la Iglesia «por sus deseos perseverantes y oraciones incansables» y, al mismo tiempo, con la seguridad de que sus deseos de trabajar y sufrir por toda la Iglesia serían aceptados como si hubieran sido realizados. La víctima del Sagrado Corazón que por amor a Él quiere consumirse en el servicio de las almas, bien puede, sin duda, aplicarse las mismas promesas, proponiéndose la misma extensión, el mismo ardor, la misma sinceridad de deseos.

Este deseo universal de Santa Matilde por el bien de todos era al mismo tiempo un deseo perpetuo, un deseo de toda su vida, que la acompañó hasta en su agonía, como lo declara Santa Gertrudis, quien la vio en este momento supremo, deteniéndose ante la Llaga del Sagrado Corazón de Jesús, y exhalando en Él, en cada una de sus respiraciones, ardientes deseos para todos los vivos y muertos: estos deseos, al penetrar así en el Corazón del Salvador, se desbordaban en raudales de gracias sobre toda la Iglesia.

Su perseverancia hasta el fin en estos santos deseos le mereció de la liberalidad del Corazón de Jesús una recompensa singular y bien admirable. El señor, excediendo la medida de su Misericordia, lo mismo que la santa hizo al exceder la medida de sus deseos, quiso que el día de su muerte, ni uno de los moribundos por quienes ella rogó tanto, descendiera al Infierno: concedió a todos los que murieron, la gracia de una buena muerte, y respecto a aquellos que resistieron a toda gracia, no permitió que muriesen aquel día. En cuanto a las almas del Purgatorio, por quienes había rogado tanto, liberó a una innumerable multitud, y a aquellas que la Justicia no permitía rescatar por completo, las hizo entrar en un lugar de reposo y de consuelo.

¡Dios quiera que nos olvidemos así de nosotros mismos hasta el fin, y viviésemos sólo del deseo por la gloria de Dios y la salvación de las almas! Aspiremos sin cesar este deseo en el Espíritu Santo, y exhalemos en el Corazón de Jesús, para sacar de Él sin cesar, de un modo universal y perpetuo, raudales de gracias que derramaremos sobre toda la Iglesia.

Santa Gertrudis nos muestra otro ejemplo de deseos universales y perpetuos, hecho eficaz por la liberalidad divina. El día de la fiesta de Santiago el Mayor, se le apareció a Santa Gertrudis este glorioso apóstol ataviado maravillosamente de todos los méritos de los peregrinos que van a venerar sus reliquias. Muy admirada, preguntó al Señor porque hacía más gloriosa la tumba de este santo, que la de los príncipes de los Apóstoles, S. Pedro y S. Pablo. El Señor respondió: «Es a causa del ardor del celo que lo devoraba por la salvación de las almas. No pudo convertir a las multitudes como lo deseaba por mi gloria; pero como su deseo, detenido por su muerte prematura, tiene para Mí todo el mérito de una larga vida, le indemnizo con estas innumerables conversiones que ahora se obran en su tumba; y desde el principio le concedí la recompensa de todos los méritos de todos los peregrinos que aquí vienen en gran número”.

¡Consoladora instrucción para la Víctima de deseos! Dios mira el corazón, la intención, el deseo. Da fruto a nuestro celo, no en proporción de nuestro éxito y de nuestras acciones exteriores, sino en razón de lo que quisimos hacer, aún cuando la muerte prematura o dificultades insuperables nos detienen. Pensemos a menudo que por medio de nuestros deseos podemos, también reunir en poco tiempo los méritos de una larga vida y que delante de Nuestro Señor adquirimos todos los méritos de las almas que hemos querido ganar (1).

V. CONSUELO DEL CORAZÓN DE JESÚS EN EL DESEO DE LA CRUZ

Como se trató de enviar varias religiosas para fundar un nuevo monasterio, Santa Gertrudis, que deseaba sólo la gloria de Dios, aunque se sentía sin fuerzas se postró ante su crucifijo y se ofreció a Él para esta nueva fundación, con un gran deseo de sacrificarse por su gloria. El señor parecía tan conmovido por su buena voluntad, que bajó de la cruz para abrazarla con ternura, y estrechándola contra la Llaga de su adorable Corazón, le dijo en el exceso de su alegría: «Bienvenida seas, mi querida esposa, eres el bálsamo agradable de mis Llagas y el alivio de todos mis dolores”.

Por estas palabras Gertrudis comprendió que cuando ofrece plenamente la voluntad propia, a la Voluntad de Dios, cualquiera sea la adversidad prevista, el Señor acepta esta ofrenda como si, en el momento de su Pasión, se hubiera aplicado el bálsamo más suave a todas sus heridas. Gertrudis preguntó enseguida al Señor por qué permitió que ella tuviera, primero, el deseo de la muerte, luego, otros diversos deseos de sacrificarse por su gloria, que no tenían ningún resultado, y Jesús respondió: “Me complazco en proponer a mis elegidos diversos sacrificios, que nunca realizarán, para conocer su fidelidad hacia Mí y de multiplicar sus recompensas, pues tengo en cuenta todos sus buenos deseos, como si efectivamente se hubieran realizado”.

VI. EL DESEO DE TENER DESEOS

«Santa Gertrudis, quejándose un día de sí misma porque no podía formar tan ardientes deseos como lo hubiera deseado para la gloria de Dios, recibió desde lo alto la certeza de que el Señor está enteramente satisfecho del hombre que, no pudiendo hacer más, tiene al menos la voluntad de tener un gran deseo, y que delante de Dios este deseo le será contado por uno tan grande como hubiera deseado tenerlo.” (I, 238)

Anhelemos tener en nuestros deseos, toda la extensión, la intensidad y la perfección necesaria para ofrecer a Dios la medida de gloria, y a la Iglesia la medida de gracias que debemos, y se hará nuestro deseo: Concupivit anima mea desiderare. ¡Oh Señor, deseo tener deseos como tu divino Corazón, me adueño de tus deseos infinitos; deseo ser Contigo todo deseo para la gloria de Nuestro Padre y la salvación de las almas!

VII. DESEOS BEBIDOS EN LA FUENTE DEL CORAZÓN DE JESÚS

Gertrudis nos invita a beber estos santos deseos en la fuente del Corazón de Jesús, del mismo modo que ella los bebía. El Salvador respondió igualmente a Santa Matilde sobre un alma recomendada y que pedía tener un corazón deseoso y amante: «Que ella busque en mi divino Corazón todo lo que quiere, que me lo pida como un niño que pide a su padre todo lo que desea; en particular, que beba allí el espíritu de deseo».

CONCLUSIONES PRÁCTICAS

Añadamos sólo unos puntos a lo dicho en las reflexiones:

1. Las cruces presentes, recibidas con pleno deseo, producen un pleno efecto de reparación para la Iglesia (véase el día veinte).

Para las cruces pasadas, los deseos pueden producir un efecto retroactivo de reparación admirable.

Finalmente las cruces futuras aceptadas de antemano con deseos sin límites, llegan a ser un cáliz embriagador para el Corazón de Jesús y un bálsamo agradable para sus heridas.

2. Dos condiciones necesarias son: La confianza, “fiat tibi sicut credidisti…”, y la fidelidad del alma en hacer lo que puede: Jesús la llama alma fiel.

No perdamos de vista, aquí y en otros lugares, que cuando Santa Gertrudis nos habla de la eficacia de los deseos y del mérito de las disposiciones, supone siempre la buena voluntad y la fidelidad, y sus palabras sólo tienen una eficacia proporcionada al grado de gracia y a la cooperación de cada uno.

3. Santo Tomás admite en muchos lugares, que ante Dios el deseo y la voluntad pueden tener tanto mérito como la realidad; que Abraham, por ejemplo, en su disposición de guardar la castidad, puede haber tenido el mismo mérito que las vírgenes de la nueva ley, y que tal Santo que sólo fue mártir por el deseo puede ganar a tal otro que lo ha sido efectivamente.

4. En resumen, tengamos en todo, un deseo:

1) Sincero,

2) Unido al Corazón de Jesús, que es todo deseo;

3) Infinito o, con más precisión, sin límites, universal, perpetuo, perfecto.

Esforcémonos en entrar en estas disposiciones; nada ofrecen de difícil, nada de triste, nada de espantoso; todo en ellas es deseable, atractivo, consolador, riquísimo. Entremos plenamente en ellas a través de la unión al Corazón de Jesús, y ellas santificarán grandemente nuestra vida, por su gloria y la salvación de las almas.

Adaperiat Dominus cor vestrum… ut serviatis illi corde magno et animo volenti (Que el Señor abra tu corazón… para que le sirvas con gran corazón y ánimo dispuesto).

NOTA DEL AUTOR:

(1) Señalemos también que Santa Gertrudis atribuye la gran gloria de Santo Domingo en el cielo al fervor de sus deseos en la tierra. Recordemos que este hombre de deseos confesó confidencialmente al prior de Cellamare que jamás pidió algo a Nuestro Señor que no fuera obtenido.