Meditaciones para el Mes del Sagrado Corazón de Jesús

Extractadas del libro

AMOR, PAZ Y ALEGRÍA”

Mes del Sagrado Corazón de Jesús según Santa Gertrudis.

Por el R. P. Dr. André Prévot, de la Congregación Sacerdotes del Corazón de Jesús

DÍA 19

El alma consoladora del Corazón de Jesús

(Continuación)

§ 2. PRÁCTICA GENERAL DE CONSUELO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Podemos reducirla a los siguientes puntos:

1. Ante todo, el Amor. Aquello que un corazón afligido más necesita, es sentir un corazón que le ame, que le sea comprensivo y sacrificado, un corazón que sepa comprender sus dolores y aliviarlos.

2. Luego la Compasión, que, en cierto modo, toma sobre sí el sufrimiento del Corazón para aliviarlo de este; es lo que pide el Corazón de Jesús en estas palabras: «He buscado a alguno que se afligiera Conmigo».

3. La Reparación, que cura por completo el mal de la persona afligida, destruyendo los efectos y aún suprimiendo las causas.

En fin, esforcémonos en acabar de consolar al Corazón tan afligido de Jesús, en hacerle olvidar por completo sus dolores procurándole todo tipo de alegría, de placer, de gloria.

La alegría procurándole, con nuestras oraciones y sacrificios, el medio de amar tanto como Él quiere, pues el amor produce la alegría. Hablamos de esto anteriormente.

El placer (1), proporcionándole los medios de dar tanto como quiera, según este principio tan verdadero: el más dulce de los placeres es el poder procurarlo; y haciendo ejercer el reconocimiento y la gratitud, tanto como lo desee, según este otro principio: el placer de los buenos corazones es la gratitud.

Finalmente, la gloria, dándole el medio de perdonar cuando quiera, pues la gloria del Salvador no es otra que la manifestación de su Misericordia: hablamos de ella anteriormente también.

Ahora, para hacer universal y perpetuo este consuelo al Corazón de Jesús, apliquémoslo:

1. a todos los dolores pasados de su vida mortal, sobre todo a los de su Pasión;

2. a todos los dolores presentes de su Persona divina en la Eucaristía;

3. a todos los dolores en los miembros de su Cuerpo Místico, sobre la tierra y en el Purgatorio.

§ 3. LOS MEDIOS QUE NUESTRO SEÑOR ENSEÑA A SANTA GERTRUDIS
PARA CONSOLAR A SU DIVINO CORAZÓN

1. Jucundam mansionem (2), el corazón de Santa Gertrudis, agradable reposo para el Corazón de Jesús.

Santa Gertrudis, sintiéndose muy cansada, pidió a Nuestro Señor que le conceda un poco de reposo: «¿Qué prefieres, respondió el buen Maestro, reposar tú en Mí, o que Yo repose en ti?

“He aquí a tu esclava, Señor, que se haga a mí según Tu voluntad”.

Pues bien; si consientes en soportar todavía esta fatiga, tú me procuras el más suave reposo: me apoyo sobre tu corazón, y allí me consuelo del maltrato que tantos ingratos me hacen sufrir. Al mismo tiempo, el concierto de tus buenos deseos viene a regocijar mis oídos con una dulce armonía; los buenos sentimientos de tu alma exhalan para Mí el perfume de todas las virtudes; el amor que hacia Mí dirigen todos los latidos de tu corazón es para Mí como una brisa refrescante; prefiero a la más dulce bebida, la tierna caridad que te anima, por la salvación de todos los hombres, y poseo al alcance de mi Mano el tesoro de tu corazón, en que tú amontonas los medios para hacer el bien a tus hermanos que están en la necesidad. Considera, pues, qué consuelos me procura esa fatiga pasajera que quieres soportar por Mí»

Animémonos a sobrellevar con valor nuestras fatigas, nuestras indisposiciones pequeñas o grandes, con el pensamiento de que podemos procurar semejantes consuelos a nuestro único Amigo. Nuestras penas serán así santificadas por el puro amor y plenamente utilizadas por la Misericordia del Salvador para la salvación de nuestros hermanos.

2. El jardín del alma eucarística. He aquí, hoy, para el alma eucarística el medio de multiplicar los consuelos y las alegrías del huésped del Sagrario. Muchas veces Santa Gertrudis trató de regocijar a Nuestro Señor con los halagadores medios de su piedad y el Señor le demostró cuánto le complacía esto. Al decirle un día la Santa: «¿Cómo puede tu Bondad complacerse tanto en las pequeñas cosas que hago por Ti?», el Señor respondió: «Veo a tu corazón siempre ocupado en consolarme por mil medios diversos, que hacen toda mi alegría. Me complazco tanto como lo haría un amigo, cuyo amigo, en medio de los más afectuosos abrazos, lo conduce a un jardín muy agradable para que respire aire más suave, regocijarlo con la vista de diversas flores, encantarlo con los sonidos de una dulce armonía y refrescarlo con frutos de sabores exquisitos » (III, 55).

Aquí hay un programa que el alma eucarística puede proponerse llevar a cabo para el Huésped divino del tabernáculo: tratarlo como un verdadero Amigo, para hacerle olvidar que tantos otros lo tratan como enemigo; cubrirlo de estrechos abrazos para indemnizarlo por tantos ingratos que solo tienen para Él frialdad y desdén; llevarlo a un bonito jardín para hacerle respirar un aire más suave, en lugar de ese aire del mundo, tan viciado por los crímenes de los hombres; regocijarlo con el aspecto de diferentes flores, figura de variadas virtudes que a Él agrada ver en las almas, sus esposas; encantarlo con los sonidos de una dulce armonía, el Amén de la alabanza, el Aleluya de la alegría santa, el Deo gratias del reconocimiento o gratitud, que cubrirán el concierto infernal de las blasfemias de nuestro siglo; refrescar su paladar con los frutos exquisitos de todo tipo de buenas obras para hacerle olvidar la amargura de la hiel y vinagre, de las manos que lo empapan.

3. El bálsamo para las Llagas del Salvador. Nos remitimos a lo que dijimos sobre este tema, en otro capítulo, donde demostramos el consuelo del Corazón de Jesús en nuestro deseo de la cruz, y donde escuchamos al Salvador, hablando a Santa Gertrudis sobre este deseo: «Tú eres el bálsamo agradable de Mis Llagas.”

NOTAS DEL AUTOR:

(1) Es de notar que Sto. Tomás, tratando de los consuelos que pueden procurarse a los afligidos, pone en primer lugar el placer: delectatio; la compasión viene después.

(2) Morada agradable: palabras por las cuales, la Iglesia en la oración del breviario romano, caracteriza el corazón de Santa Gertrudis.