Meditaciones para el Mes del Sagrado Corazón de Jesús

Extractadas del libro

AMOR, PAZ Y ALEGRÍA”

Mes del Sagrado Corazón de Jesús según Santa Gertrudis.

Por el R. P. Dr. André Prévot, de la Congregación Sacerdotes del Corazón de Jesús

DÍA 8

Los caminos fáciles del amor divino por la devoción al Sagrado Corazón,
según Santa Gertrudis

El Corazón de Jesús dispuso todo en el libro de Santa Gertrudis para atraernos suavemente hacia Él por el fácil camino del amor: “Cuando este libro quedó terminado, Jesús se manifestó a Gertrudis y estrechándolo contra su Corazón le dijo: ‘Estrecho este libro contra mi Corazón para penetrar todas sus letras de la dulzura de mi Amor, y quiero que en cada página se manifieste la imagen de mi tan gratuita Bondad’.

Otra vez, como la redactora de este libro, al acercarse a la Comunión, lo llevaba oculto bajo de su capa para ofrecerlo al Señor en alabanza eterna, en el momento en que se postró ante el Cuerpo de Jesucristo, una de sus compañeras vio al Salvador que, por el exceso de su maravillosa Bondad, venía Él mismo al encuentro de la Hermana así prosternada, y la abrazaba con ternura diciéndole: «Sí, quiero que todas las palabras de este libro que me ofreces o más bien, que mi propio Espíritu ha dictado, estén llenas de la fecundidad de mi Amor. Quien quiera que venga a Mí con un corazón contrito y humillado, y quiera allí leer por el amor de mi Amor, yo le haré reposar sobre mi Corazón y le mostraré, como con el dedo, los sitios que le son propios y ventajosos”.

El libro de Gertrudis viene del Corazón de Jesús y nos lleva a Él por una vía de dulzura, bondad y amor.

REFLEXIONES

«Es una de las maravillas de la espiritualidad de Santa Gertrudis, el hacer fácil y accesible a todos, más que nadie la santificación del alma y la más alta perfección. Parece, con ella, que es asunto de toda hora, de toda circunstancia, estar unido a Dios, asociarse a sus obras, a los méritos más elevados y a las recompensas más gloriosas « (Traducción de los Benedictinos de Solesmes, Pref. XXXIII).

Comentemos este pensamiento de los sabios editores de Santa Gertrudis; no es, como se vé, más que el desarrollo del título de este capítulo.

La espiritualidad de Santa Gertrudis se reduce a estos tres medios: el deseo, la unión y el abandono; el deseo de la gloria de Dios; la unión con Jesús, con su Pasión, con su Corazón y con sus santos; el abandono a la Voluntad de Dios y de su Providencia. Ahora, ¿hay algo más fácil para un alma de buena voluntad? ¿Hay algo más reconfortante, más atractivo que dé más aliento? Aquí no se trata de grandes mortificaciones, de prácticas largas o difíciles, ni de virtudes extraordinarias y sublimes: Gertrudis casi no habla de esto. Ella recibe estas tres disposiciones, de deseo, de unión y de abandono del Corazón de Jesús, y las lleva a todos lados. Aquí está su secreto para amar a Dios, para progresar en el amor, para ser consumada en el amor. ¡Que la santa nos ayude a comprender bien su secreto, y a usarlo bien en la práctica, para progresar en su compañía, en estas vías fáciles del amor divino; y lleguemos como ella, al término que únicamente debemos desear! Sería una gran alegría para nosotros, con este trabajo, si estas reflexiones sencillas ayuden a un alma, incluso si fuera una sola, a encontrar su camino, este camino de verdad que elegimos, camino de expansión que nuestro corazón necesita encontrar para avanzar a grandes pasos en el amor divino (1).

Veamos primero cuán fácil, y al mismo tiempo seguro, es este camino. El deseo puede responder más particularmente a la oración; la unión, a la acción y el abandono, al sufrimiento; aunque estas tres disposiciones son necesarias, en parte a estas tres clases de obras para garantizarles todo su valor. Ya hablamos de los deseos en la oración, de estas almas de deseos que alcanzan todo; como Daniel que, por sus deseos, logró la liberación de su pueblo; como María, que, por sus deseos, hizo descender al Salvador sobre la tierra. Ahora, ¿hay algo más fácil que ejercitarse en esta oración de deseos, apropiándose los deseos del Corazón de Jesús, con la ayuda de Santa Gertrudis, sirviéndose de sus libros? El deseo se expresa allí bajo todas las formas más piadosas y variadas; el deseo de la alabanza, el deseo del amor, el deseo del celo; el deseo universal, el deseo perpetuo, el deseo de todos extendiéndose a todo. Por consiguiente, una sola de estas fórmulas tan diversas, «puede ofrecer material para meditar, para rogar, para sostener al alma por largo tiempo, por todo un período de la vida” (Traducción de los Benedictinos de Solesmes Pref. XXXIII.). Que lo prueben, por ejemplo, familiarizándose con tan bellas y abundantes fórmulas en el libro titulado Oraciones de Santa Gertrudis: el alma que a esto se aplique por algún tiempo necesariamente se convertirá en un alma de deseo, como Santa Gertrudis, y sus deseos la pondrán en vías de gran santificación.

Como un medio para santificar nuestras acciones, Santa Gertrudis nos propone especialmente la unión: la unión con los méritos de Jesús, la unión con los santos y con nuestros hermanos. Hemos visto ya qué precio puede dar a nuestras obras, la unión con el Corazón de Jesús.

La unión con los Santos, nos hace propios sus méritos, en virtud de este principio: «la caridad hace suyo lo que pertenece al prójimo». Y esta apropiación es más o menos perfecta según sea nuestra unión más o menos íntima con estos gloriosos amigos que nada desean más que comunicarnos sus méritos y abrirnos sus tesoros. En fin, la unión con nuestros hermanos en este mundo nos permite apropiarnos de sus buenas obras, en virtud del principio de la Comunión de los Santos. Y los teólogos reconocen que esta participación de los méritos de nuestros hermanos es proporcional al grado de unión que tengamos con ellos, según el orden de la caridad, o a causa de un afecto espiritual particular.

En tercer lugar, en los sufrimientos, el abandono, que es preciso no separar del deseo y de la unión, parece ser la disposición más fácil y al mismo tiempo, la más perfecta. Es el ‘Fiat voluntas tua” del Pater Noster y de la agonía de Jesús. A través del Fiat del Padre Nuestro, me abandono enteramente a la Voluntad de Dios, para que se cumpla en mí perfectamente: pero “la voluntad de Dios es nuestra santificación”; esto es lo que más conduce a la santificación. Repitiendo el Fiat del Corazón de Jesús en la agonía, me abandono sin reservas a los designios de su Padre Celestial para la redención del mundo. Ahora bien, el plan de Dios es que todos los hombres se salven; coopero pues tan perfectamente como me es posible, a la salvación de las almas; llego a ser, tan perfectamente como es posible, el corredentor del mundo con el divino Salvador. Todo parece pues, poder reducirse al abandono.

Si tocamos el tema del sufrimiento voluntario, de la mortificación voluntaria, ¿no podemos asociarlo también al abandono, en el sentido de que se reduce a practicar las mortificaciones que la Voluntad de Dios me señalará por el atractivo de su gracia (2) o por la intervención de la obediencia? ¿No es esta, además, una práctica muy dulce, ya que no avanzo más que por el atractivo de la gracia; muy santa, ya que solo trato de cumplir la Voluntad de Dios en mí; muy segura, ya que me guío en todo por la regla de la obediencia?

CONCLUSIÓN PRÁCTICA

Se reduce a los tres puntos principales que indicamos en nuestra reflexión: el deseo, la unión, el abandono.

NOTAS DEL AUTOR:

(1) No perdamos de vista el hecho de que se supone que un alma dispuesta aquí hace lo que puede mediante la oración, la acción y el sacrificio, y que busca un medio para mejorar. Nuestra Santa indica este sendero sencillo y fácil, accesible a todos y que puede hacernos avanzar en los mandamientos y el consejo divino.

(2) Esta gracia podría ser una buena palabra, una buena lectura, un buen pensamiento, todo lo que la Providencia nos envía para prevenir y alentar nuestra buena voluntad.